Literatura victoriana

Se entiende por literatura victoriana aquella producida en el Reino Unido y en sus colonias durante el reinado de Victoria (1837-1901). La denominada era victoriana constituye en la historia de Inglaterra y en la de Europa una etapa cultural importantísima. Es el gran momento de Inglaterra, y aunque no tiene el brillante esplendor del período isabelino y jacobino ―la muerte de Lord Byron señala el ocaso de una edad heroica―, presenta, en cambio, una trabada coherencia, una organizada tenacidad en todos los campos de la actividad humana, y muestra una decidida voluntad de transformar el mundo y las fuerzas de la naturaleza para el bienestar y servicio del hombre.[1]

Las características esenciales de aquella época son: una indiscutible preocupación por la decencia, con la consiguiente elevación del nivel moral; un creciente interés por las mejoras sociales y el despertar de un fuerte espíritu humanitario; cierta satisfacción derivada del incremento de riquezas, de la prosperidad nacional y del inmenso desarrollo industrial y científico; conciencia de la rectitud, y un sentido extraordinario del deber; indiscutible aceptación de la autoridad y de la ortodoxia; notable carencia de humor. La era victoriana es época de transformaciones políticas y sociales, inquietudes religiosas, firme trabazón moral, expansión rapidísima del comercio inglés y culminación de la Revolución Industrial.[2]

En líneas generales, la literatura británica, a diferencia de la francesa, consta, ante todo, de individuos y no de escuelas.[3]

En literatura, el largo reinado de Victoria es uno de los más gloriosos de la historia inglesa.[4]​ La era victoriana cubre prácticamente desde el Romanticismo hasta finales de siglo, y representa literariamente un cambio de estilo en un sentido realista. La fecha fronteriza entre el Romanticismo y la era victoriana es el año 1832. En realidad, Victoria no ascendió al trono hasta 1837,[4]​ pero para entonces la mayoría de los grandes escritores del primer tercio del siglo, a quienes podríamos denominar «georgianos tardíos», habían enmudecido:[5]​ en 1832 moría Walter Scott; Keats, Shelley, Byron y Hazlitt ya no existían; Coleridge y Lamb estaban llegando al fin de sus días, y Wordsworth, aunque viviría aún bastantes años, había escrito ya lo mejor de su producción.[4]​ Del mismo modo, Southey, Campbell, Moore, Jeffrey, Sydney Smith,[Nota 1]De Quincey, Miss Edgeworth, Miss Mitford, Leigh Hunt, Brougham y Samuel Rogers aún vivían, pero la parte esencial de sus obras ya estaba hecha. Los principales autores que pertenecen por igual a las épocas georgiana y victoriana son Landor, Bulwer, Marryat, Hallam, Milman[Nota 2]​ y Disraeli; ninguno de los cuales, con la excepción de este último, se acerca al máximo nivel en ninguna de las dos épocas.[5]​ A la vez, aparecían los primeros volúmenes de Tennyson, el futuro poeta laureado representante de la poesía victoriana. Aunque de hecho perduraba el Romanticismo, su energía creadora estaba agotada, y la literatura buscaba otras fuentes de inspiración. En las alternancias rítmicas del fenómeno literario, la reacción psicológica contra los excesos del Romanticismo inclinaba el gusto hacia la concreción y el orden. Después del reinado de la emoción y de los sueños y las tempestades del alma romántica, empezaba a manifestarse una época razonadora y realista, que emparentaba mejor con la actitud mental del siglo XVIII[4]​ (el siglo de las luces). La nota predominante era la racionalización del impulso literario. Ante los postulados del Romanticismo, los escritores victorianos consideraron la verdad concreta como uno de los motivos esenciales de la creación literaria. En consecuencia, su tono de expresión general fue el realismo; y, en conjunto, se preocuparon más que sus antecesores románticos por la perfección estilística y la organización formal de la obra de arte.[4]

Brillante en poesía y rico en pensamiento, el victoriano es un período en que la novela aparece en su máximo esplendor, floreciendo también en él un grupo de eminentes mujeres novelistas.[4]​ Además, hacia 1860, el teatro experimenta una renovación saludable.[4]​ Más adelante, a partir de 1875, las influencias francesas fueron preponderantes, sobre todo en el decadentismo del poeta A. Ch. Swinburne, en el esteticismo del ensayista Walter Pater y, sobre todo, en la obra poética, narrativa y dramática de Oscar Wilde.[6]​ Mientras que la poesía de los últimos años de la era victoriana parecía sumirse en una fase de menor confianza, la explosión de energía que impulsó la narrativa no se agotó después de los primeros años. Si echamos una mirada retrospectiva, el último cuarto de siglo aparece dominado por dos figuras, la de Thomas Hardy y la de Henry James, que van seguidos de una hueste de escritores menores, aunque no faltos de interés.[7]​ Por su parte, la poesía de Hardy habría de esperar al siglo XX para ser valorada[6]​ en su justa medida. En la novelística, destacarían en ese último período victoriano los nombres de Samuel Butler, George Meredith y, sobre todo, Robert Louis Stevenson, Arthur Conan Doyle[6]​ y Bram Stoker, maestros respectivamente de los géneros de aventuras, policíaco y de terror.

Contexto (histórico, social, económico, intelectual)

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En el mundo las circunstancias pocas veces han sido más favorables a un gran estallido de energía literaria. La nación era segura y próspera en un grado sin precedentes, consciente de su voluntad y facultad de expandirse aún más.[5]​ La época victoriana fue de gran actividad comercial, financiera e industrial. Diversas circunstancias fueron especialmente favorables a los esfuerzos ingleses. La Revolución Industrial la había adelantado a sus rivales del continente europeo, ya que contaba en su propio territorio con las materias más necesarias. La estabilidad política confirmó esa supremacía. Al no impedirse que el esfuerzo tuviera éxito, el proceso parecía ajustarse al derecho, y la ciencia (si lo es) de la economía política hizo grandes progresos en esta su época clásica, desde los Principios de Ricardo hasta los de J. S. Mill.[8]

Victorianismo temprano y medio

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Los poetas victorianos, como los novelistas, se enfrentaban a una sociedad muy cambiada frente a la que describían los románticos: casi podían palpar cómo cambiaba la estructura de clases; la clase media iba tomando posiciones cada vez más influyentes frente a la antigua aristocracia y comenzaba a introducir un nuevo sistema de valores; ya nadie podía ignorar el proceso de industrialización ni sus secuelas de contaminación y miseria; la fe religiosa se veía amenazada por los descubrimientos geológicos y biológicos y por un espíritu de escepticismo que se volvía contra la Biblia.[9]

Es demasiado simple decir que los primeros victorianos hicieron un mundo de su crisis religiosa. El vacío espiritual hoy apenas significa nada (aunque algunos lampan por extraños terrenos para llenarlo). Sin embargo, los primeros que vieron cómo su fe iba desapareciendo vivían inmersos en una comunidad creyente, una comunidad que profesaba abiertamente sus creencias y en la que representar una vanguardia intelectual no resultaba nada cómodo. Mientras que el ateísmo de Shelley asesta un duro golpe al cristianismo convencional, las dudas convierten al victoriano en un reincidente sin ganas, en alguien que se debate entre problemas espirituales, alguien melancólico y añorante de lo que ha perdido y que los demás aún conservan. Más que como liberación, la falta de fe se vive como una pérdida.[10]

Parte de la vitalidad con que nos salpican las páginas de las novelas victorianas se debe a la nueva concepción que ofrecen del mundo. Gran Bretaña dejaba de ser un país rural y se transformaba rápidamente en una sociedad urbana, proceso terrible y emocionante a la vez por las consecuencias y las potencialidades que implicaba. Además, el tren iba descubriendo todos los rincones de la isla, que despertaban la curiosidad y admiración de los ciudadanos. Si antes el ámbito en el que discurría la vida de la gente era de unos quince o veinte kilómetros a la redonda, ahora este ámbito se multiplicaba por diez. Grupos enteros de población se desplazaban, geográfica y socialmente. En las nuevas ciudades industriales, que no solo eran nuevas, sino que representaban un nuevo modelo de ciudad, la gente se enriquecía y se arruinaba en cuestión de meses. Los milagros empresariales afectaban a todo el mundo, no solo a los nuevos capitalistas o a la fuerza trabajadora, y todos se bandeaban año tras año entre la confortable prosperidad y la inanición.[11]

La nueva religión de los nuevos capitalistas era el laissez-faire, normalmente denominado economía política o benthanismo. Inicialmente para los victorianos las nuevas doctrinas económicas, que abogaban por una economía de mercado sin restricciones y la total libertad del empresario (pero no del sindicalista), constituían dogmas de fe tan incuestionables como los que emanaban del púlpito; las leyes siderúrgicas no admitían refutación posible. Y el nuevo empresario, que divulgaba estas leyes y se aprovechaba de ellas, venía a ser el héroe nacional, el equivalente moderno del filibustero isabelino.[12]

Evidentemente para los intelectuales la época era muy distinta y mucho menos atractiva. La crisis religiosa, que en 1867 se convirtió en objeto de debate popular con El origen de las especies de Darwin, ya la habían librado en su interior escritores como Tennyson o George Eliot años antes. Al asomarse a la Inglaterra victoriana Matthew Arnold vio un horrible patio en el que jugaban bárbaros y filisteos. John Stuart Mill vio la degradación de las clases trabajadoras y el sometimiento de las mujeres.[13]

Victorianismo tardío

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En la segunda mitad del mandato de la reina Victoria, la etapa de viudedad pública más prolongada de la historia, empezaron a criticarse cada vez con mayor intensidad la ética, los gustos y las costumbres eminentemente victorianos. Hoy vemos esta situación con más claridad que la gente de la época. Los guardianes de la moral pública que decidían, según Dickens, "qué es lo que debía sacarle los colores a los jóvenes" seguían dominando el panorama, lo cual obligaba a muchos escritores a expresarse de manera soterrada, sobre todo en materia sexual. Gran Bretaña volvía a poner ahora un enorme empeño en "aparentar" ser la gran potencia mundial que había sido a mediados de siglo, con la confianza de entonces: gobernaba, en medio de serias amenazas, el más vasto imperio que ha habido en el mundo y mantenía un alto poder de decisión en Europa.[14]

Sin embargo, el poder y los ideales victorianos estaban en decadencia. La depresión agraria (debida en parte a la competencia que suponían América del Norte y del Sur) empezaba a socavar los cimientos financieros de los nobles y los aristócratas hacendados. La depresión industrial iba sumiendo en la pobreza a las ciudades afectadas y se oían ya los primeros murmullos de un socialismo de masas. Con la publicación de El origen de las especies de Darwin el debate sobre el verdadero carácter literal de la Biblia saltó a la calle y dejó de estar confinado al estudio.[15]​ Al debilitarse los principios religiosos, empezaron a surgir todo tipo de liberaciones, grandes y pequeñas, que se fueron expandiendo. La propia honestidad comenzaba a ser objeto de burla (Wilde y Samuel Butler utilizaron el nombre propio que la evocaba para ridiculizarla). A través de estas sátiras se puso en evidencia que la religiosidad victoriana era un timo y su moralidad mera hipocresía; que su afición por las artes resultaba vulgar, materialista y mecánica.[16]

El cambio de talante puede verse reflejado en todos los aspectos de la vida, en la aparición de periódicos populares, en el teatro, en la búsqueda de nuevas religiones (el socialismo, la estética, el cultivo del espíritu), cualquier cosa que pudiera llenar el vacío de la fe. Particularmente interesantes son los cambios que tienen lugar en el terreno sexual! Muy delicioso y rico.[16]

Poesía

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Diez años separan la muerte de Shelley de los primeros versos de Tennyson, y otros diez median entre la última novela de Scott y la consagración definitiva de Tennyson como poeta. En esos estrechos límites temporales había dado comienzo una época nueva, aunque sin señal ninguna de rebelión. Keats y Tennyson, Shelley y Browning, Wordsworth y Matthew Arnold guardan entre sí relaciones de maestros a discípulos respectivamente.[17]​ Browning fue discípulo de Shelley, si Tennyson lo fue de Keats. También lo fue Swinburne.[18]​ Los poetas victorianos no reaccionan contra los representantes de la poesía romántica. Más bien se puede decir que siguen en la misma corriente. Pero, si aquellos experimentaron, éstos pulen y perfeccionan; si aquellos se dejaron arrebatar por su inspirado impulso, a veces genial, éstos se caracterizan por la armonía de su obra, por su mayor perfección estructural y penetración psicológica.[4]

En la poesía de la época victoriana pueden distinguirse dos grandes tendencias. La primera, más característicamente victoriana, está dominada por las figuras de Tennyson, de gran virtuosismo formal, y Browning, de marcado carácter psicologizante, y se interesa por la objetividad, el equilibrio y la precisión de las ideas. La segunda tendencia, la del movimiento prerrafaelita, presidido por Rossetti, tiende a una reacción idealista de ansiedades emotivas, busca el culto a la belleza, siente inclinación al ensueño y a la visión, combina la imaginación con la sensibilidad. A la entrada de la era victoriana se encuentran las personalidades, hasta cierto punto complementarias, de Tennyson y Browning, ambos interesados en mantener el nivel que la poesía había alcanzado con Byron y Walter Scott, los autores más leídos hacia 1830.[19]​ La inquietud de Arnold forma un punto de transición a la abstracción estética de los prerrafaelistas y al radicalismo revolucionario de Swinburne.[20]​ Arnold fue una figura prominente en esa gran pléyade de poetas victorianos que trabajaron simultáneamente ―Tennyson, Browning, Rossetti, William Morris y Swinburne―, poetas entre los cuales existía al menos este nexo de unión: que la búsqueda de todos ellos fue la desfasada búsqueda poética de lo bello. La belleza era su consigna, como había sido la consigna de sus inmediatos predecesores: Wordsworth, Coleridge, Keats, Shelley y Byron.[21]​ A partir de 1850, el grupo prerrafaelista infundiría un tono de melancolía gótica y de languidez a la poesía y a la pintura de esa fase de la época victoriana.[22]​ Por último, cabrá destacar a una serie de poetas del tramo final del período victoriano (último tercio del siglo XIX) que se caracterizaron por sus inquietudes religiosas y sus anhelos de espiritualidad.

Panorama de la poesía inglesa hacia 1830

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Con Tennyson y Browning haría su aparición una poesía nueva, aunque los lectores de la época estuvieron muy poco dispuestos a reconocerlo así. Hacia 1830, Scott y Byron eran todavía los poetas populares[23]​ ―pese a que este último ya había muerto y aquel ya había escrito toda su producción poética―, así como algunos otros que participaban de una estética parecida: Samuel Rogers con Italy, Thomas Moore con su lírica irlandesa y con el increíblemente popular romance oriental titulado Lalla Rookh, y Thomas Campbell, quien por muchas razones fue un poeta más auténtico que cualquiera de los otros.[23]

Poetas victorianos característicos

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Los poetas que dominaron la primera mitad de la era victoriana nacieron a la sombra del movimiento romántico y todos ellos tomaron a los grandes poetas como modelos y mentores.[9]

En el primer término de esta época se destacan indudablemente las figuras complementarias de Tennyson y Browning. Su semejanza general provoca una antítesis, como la que uno de los editores de Browning intentó establecer entre forma y materia, entre el mero artista y el pensador.[20]​ Estos dos grandes poetas dominan la era heterogénea y polémica que se ha dado en llamar victoriana y que hoy vemos como uniforme:[24]​ Tennyson y Browning serían los encargados de devolver a la poesía parte de una función más elevada.[23]​ Los dos consiguieron el éxito de conservar un público amplio para su poesía en una época en la que la novela se había convertido en la forma literaria más popular.[25]​ Fue característico de ambos aceptar como indiscutibles los supuestos básicos de la sociedad en que vivían y mostrar un espíritu de continuidad en sus métodos artísticos.[20]

Retrato de Alfred Tennyson, obra de P. Krämer.

Debemos considerar en primer lugar a Alfred Tennyson (1809-1892), no solo por ser el mayor, sino porque los propios victorianos lo consideraban el representante poético de la fuerza y la gloria de una época.[26]​ Alfred Tennyson se consagró a la vocación poética con la misma convicción inalterable que había caracterizado a Milton, Pope, Thomson, Wordsworth y Keats, y que aún no había distinguido a Rossetti y Swinburne, y se convirtió con facilidad en el más grande virtuoso de su tiempo en su arte.[27]​ Tennyson fue un genuino representante de lo nacional inglés. Distinto de los grandes románticos ―Byron, Shelley, Keats―, tan despegados de Inglaterra y de los temas ingleses, Tennyson tiene un gran sentido nacionalista.[22]​ Mostraba una pasión de artífice del verso aprendida de Keats, pero ejercida con más minuciosidad.[20]​ El autor seguía el camino abierto por la Laodamía de Wordsworth más aún que el del Endymion de Keats, pero infundía en sus poemas una presión dramática mueva.[28]

Recibió como una exhalación la sensación de desazón en cuanto a los problemas del futuro que invadía a su generación, y en las elegías y poemas líricos de In Memoriam, en The Princess y en Maud la devolvió a sus contemporáneos en un torrente que aún destella e irradia en medio de la penumbra.[27]

Como en el caso de otros grandes poetas, lo esencial en su obra está en la música del verso.[24]​ El tono de bardo parecía fuera de lugar; y, sin embargo, cuando le plugo abandonarlo pudo escribir baladas tan excelentes como La carga de la brigada ligera y La venganza.[28]​ A pesar de haber sufrido duros ataques por parte de sus contemporáneos, nadie le podía negar el más perfecto dominio sobre la sonoridad del inglés, un oído impecable y una consumada elección y gusto por las palabras.[29]​ Su poesía abunda en imágenes de increíble belleza.[30]​ No obstante, Tennyson no poseía la originalidad, el vigor y la hondura de los grandes románticos.[31]

Había publicado a comienzos de la década de 1830 un par de volúmenes de poesía: Poemas principalmente líricos (1830) y Poemas (1832). De las composiciones contenidas en el primero de ellos, cabe señalar que si existe huella alguna de influencia inconsciente de algún maestro poético en dichos poemas, es la de Keats y Coleridge.[32]​ Sin embargo, los amantes de la poesía contemporánea no se sintieron atraídos por el libro.[32]​ En cuanto al segundo, comprende la obra poética de los años 1830-33: poemas aún reconocidos entre los más nobles e imaginativos de su obra.[33]Poemas, el primer volumen de poesía que publicó Tennyson como poeta maduro (1832), recibió muchas críticas; incluso se le ridiculizó acusándole de pertenecer a la escuela "escuela cockney", es decir, que estaba influido por autores como Leigh Hunt o Keats. Keats indudablemente fue para él modelo indiscutible, más que por sus ideas por las imágenes, la dicción y los recursos métricos que utilizaba.[26]​ En 1833 falleció su gran amigo Arthur Hallam, y Tennyson comenzó In Memoriam y escribió Las dos voces[34]​ (1834). Tennyson se mantuvo en silencio hasta 1842, cuando reeditó Poemas en dos volúmenes, logrando al fin el reconocimiento completo como un gran poeta.[35]​ Esta edición (la tercera), contiene algunas de sus mejores composiciones, como el monólogo dramático Ulises. En esta obra, Tennyson combinó todo lo positivo de sus comienzos poéticos con un tema que simboliza la concepción romántica del espíritu heroico.[29]​ En Ulises, el guerrero ya entrado en años se ve incapaz de acomodarse a la rutina de la vida cuando vuelve a Ítaca, con lo cual decide volver al mar con sus guerreros.[36]​ Los versos de este poema esconden un desprecio poco paternal, el desprecio que siente el hombre de acción frente al previsor y al conservador. A pesar de que los victorianos parecían estar satisfechos de la civilización que estaban construyendo, también admiraban a quienes desertaban de ella para llevar una vida de acción o de heroica sencillez (como ocurre con el héroe de Maud).[37]​ Y tampoco podemos olvidar que bajo el círculo de seguridad que rodea al viejo guerrero se esconde, según algunos críticos, esa fuerza subterránea que arrastra en dirección contraria.[37]​ Es a partir de 1842 que debe datarse la fama universal de Tennyson; desde el momento de la publicación de esos dos volúmenes dejó de ser una curiosidad, o el favorito de una camarilla de adelantados, y ocupó su lugar como el principal poeta de su época en Inglaterra.[38]

En 1850 publicaría, al fin, su obra magna, In Memoriam,[35]​ su poema más sincero e intenso. Su autenticidad lo convirtió en el gran poema de su tiempo.[39]​ Se trata de una extensa elegía filosófica que refiere los diversos estados de ánimo de un hombre desesperado por la muerte de alguien muy querido.[30]​ El poema, escrito en estanzas de cuatro versos, había ido creciendo hasta su versión definitiva durante un período de diecisiete años tras la muerte de Arthur Hallam.[40]​ A diferencia de los Idilios del rey, In Memoriam sí resulta representativo de la época victoriana, para el lector actual, del espíritu de su tiempo. In Memoriam está elaborado a partir de una serie de poemas elegíacos motivados por la muerte de su amigo.[41]​ Resulta sobrecogedor por lo que tiene de dolor insoportable, de aflicción y largos meses de melancolía, de tormentos y dudas espirituales.[41]​ Los poemas siguen el devenir de su dolor en el tiempo y la consiguiente crisis religiosa en que se ve sumido. Afronta la nueva visión del mundo natural que los descubrimientos científicos iban imponiendo sobre las personas cultas.[41]​ El público, a cuyas creencias y pesares más profundos y por tanto más comunes apelaba el poema, lo acogió de inmediato. Los críticos no fueron tan rápidos en su reconocimiento. A algunos de ellos el poema les parecía desesperadamente oscuro.[42]

Maud apareció en el otoño de 1855.[43]​ Es un poema muy extenso, absolutamente impresionante, sobre el asesinato, la obsesión, la locura, el amor desesperado, todo ello salpimentado con versos más accesibles de intensa belleza.[41]​ Tras el monodrama lírico de Maud, dedicaría su impecable técnica de diseño, armonía y ritmo a obras ante todo decorativas y de diseño (los Idilios del rey), y a experimentos de drama en verso para los que no había llegado el momento.[27]

El genio de Tennyson se adaptaba perfectamente al poema narrativo breve de carácter lírico.[31]​ Pero su ambición le indujo a dedicarse al poema épico, línea en la que trabajó, a intervalos, durante toda su vida. Escribió composiciones muy notables, algunas de gran extensión, como los Idilios del rey (1859; 1869; 1889).[31]​ La primera serie de esta tríada, gracias a la cual Tennyson alcanzó un éxito popular superior al experimentado antes por cualquiera de los poetas ingleses, salvo quizás Byron y Scott,[44]​ puso el nombre de Tennyson en los labios de todos sus contemporáneos. Es un extenso conjunto de poemas ―pintorescos, románticos, alegóricos y didácticos― que utilizan como argumentos distintos momentos de la tradición artúrica.[45]​ Tennyson redujo el modelo de los relatos artúricos al marco de las necesidades de la moralidad victoriana.[46]Idilios del rey no logra convertirse en la épica nacional que Tennyson habría deseado hacer, a pesar de que tiene pasajes maravillosos. Sin embargo, In Memoriam sí resulta representativo, para el lector actual, de la época victoriana, del espíritu de su tiempo.[41]​ Así como los Idilios son la poesía del poeta laureado, In Memoriam es la poesía del propio poeta, y, desde el mismo momento en que es tan auténticamente suya, se convierte al mismo tiempo en el gran poema de su época.[46]​ Desde la publicación de los primeros Idilios hasta el final de la vida del poeta su fama y su popularidad siguieron imparables.[47]

"Enoch Arden" (1862) no aparecería hasta 1864, en un volumen que también contenía "Sea Dreams", "Aylmer's Field" y, sobre todo, "El granjero del norte", la primera y mejor de las notables composiciones de Tennyson[44]​ en el dialecto de North Lincolnshire.[47]​ El volumen se convirtió, a juicio de su hijo, en la más popular de todas las obras de Tennyson, con la única excepción de In Memoriam.[47]Baladas y otros poemas (1880) es una colección de poemas líricos que contenía el sombrío y magnífico "Rizpah",[48]​ mientras que Deméter y otros poemas (1889) apareció casi simultáneamente a la muerte de Browning, un suceso que dejó de facto a Tennyson como figura única en la literatura poética.[48]

Tennyson consiguió un público muy amplio y tuvo numerosos imitadores. Es por tanto bastante natural que haya generado oposición a su poesía, oposición que llegaría a ser muy fuerte.[49]​ Con su lírica realizó una descripción de un mundo bello y antiguo, como si cerrara los ojos deliberadamente a la sucia industrialización de su propio siglo. La poesía concebida de esta manera no sería una interpretación de la vida, sino una ilusión cautivadora y distante.[49]​ Como poeta, es mucho más complejo de lo que parece; tenemos que estar muy despiertos a las connotaciones de las palabras, a los efectos métricos.[37]

Tennyson es un poeta de musicalidad excepcional que refinó sus dotes naturales a base de trabajo y de la constante revisión de sus obras.[26]​ Al contrario de los grandes románticos, el ilustre laureado no tenía mensaje concreto que dar a sus contemporáneos; su obra se cimenta especialmente en su dominio de la lengua y en la musicalidad de la palabra.[31]​ La poesía de Tennyson se caracteriza por una amplia perspectiva; por su intensa solidaridad con los más hondos sentimientos y aspiraciones de la humanidad; por su profunda comprensión de los problemas de la vida y el pensamiento; por un noble patriotismo que encuentra su expresión en poemas tales como La venganza, La carga de la brigada ligera y la Oda a la muerte del duque de Wellington; por su exquisito sentido de la belleza; por su maravilloso poder de descripción vívida y minuciosa, logrado en ocasiones por medio de una sola y afortunada frase y a menudo reforzado por la perfecta correspondencia entre sentido y sonido; y por una grandiosidad y una pureza de tono generales. Ningún poeta lo ha superado en precisión y delicadeza del lenguaje y en integridad expresiva. Como poeta lírico no tiene, tal vez, quien le aventaje, y únicamente dos o tres le igualan en la poesía inglesa.[35]​ Cuando se tienen en consideración el volumen, la variedad, el acabado y la duración de su obra, así como la influencia que ejerció en su época, se le debe asignar un lugar único entre los poetas de su país.[50]

Los dos hermanos mayores de Alfred Tennyson, Frederick Tennyson (1807-1898) y Charles Tennyson Turner (1808-1879), fueron poetas de primer orden.[34]​ Ambos contribuyeron al volumen Poemas de dos hermanos, que publicaron en su época universitaria. Charles publicó en 1830 un pequeño volumen de unos cincuenta sonetos, que atrajo la atención de unos pocos perspicaces, entre ellos Samuel Taylor Coleridge.[51]​ El poeta no volvería a atraer al público hasta 1864, cuando se publicó una nueva colección con cerca de cien sonetos dedicados a su hermano Alfred. Volúmenes subsiguientes aparecieron en 1868 y 1873. En 1880, después de su muerte, toda su obra precedente fue reeditada, con adiciones, en un volumen bajo el título de Collected Sonnets, Old and New (Viejos y nuevos sonetos recopilados).[51]​ Este volumen contiene en total cerca de 350 sonetos y media docena de poemas líricos breves en otros formatos.[51]​ Algunos se refieren a temas que resultan totalmente inapropiados para el tratamiento declamatorio en forma de soneto, mientras que otros poseen un interés insuficiente o una ejecución inadecuada. Pero una vez hechas todas las deducciones, queda un considerable conjunto de sonetos excepcionalmente sobresalientes por su delicada y espiritual belleza, combinada con una auténtica imaginativa. Alfred Tennyson consideraba algunos entre los mejores en su lengua.[51]​ Frederick, por su parte, produjo Días y horas (canciones, 1854), Las islas de Grecia (1890), Daphne (1891) y Poemas del día y la noche (1895). Todas sus obras ofrecen pasajes de genuina fuerza poética.[50]

Retrato de Robert Browning (1858), obra del pintor italiano Michele Gordigiani (1835-1909).

Los problemas morales y religiosos de los que se ocupó Tennyson serían también el tema principal de Robert Browning (1812-1889),[52]​ la segunda gran figura de la poesía victoriana,[53]​ si bien desde fuera parece que no hay tanta lucha ni tanto tormento espiritual en las obras[54]​ de este último. No es que Browning se tape los ojos ante la fealdad, sino que confía enérgicamente en las posibilidades humanas,[54]​ lo cual resultaba reconfortante y fortalecedor para sus contemporáneos. La poesía de Browning no tiene que ver esencialmente con los problemas sociales y espirituales de su época.[54]​ Quizá hayamos de entender que Browning se protegía de su propia época volviendo sobre períodos pasados, el Renacimiento, el mundo medieval, los tiempos bíblicos, períodos todos ellos sazonados con el peligro y con el sabor de lo excepcional y de lo heroico. Mientras que Tennyson suele recurrir al mito, Browning utiliza personajes históricos que le cautivan.[54]​ Al igual que la de aquel, la poesía de Browning se vería sometida a una crítica demoledora[52]​ décadas después de su muerte. Y a diferencia de Tennyson, Browning buscó, a la manera de sus antepasados sajones, la música de la aspereza, no de la dulzura,[30]​ y su tendencia a dramatizar fue todavía más marcada[55]​ que en el caso de aquel. Su primera publicación fue Pauline,[56]​ un pequeño volumen que apareció, de forma anónima, en enero de 1833,[57]​ pero suscitó escaso interés.[56]​ La publicación de Paracelsus en 1835, si bien el poema carece de popularidad en general, suscitó la atención de Carlyle, Wordsworth y otros hombres de letras, y le otorgó una reputación como poeta de prometedor futuro.[56]

La forma preferida por Browning es el monólogo dramático, género que consiguió llevar a la perfección y legarlo a la posteridad convertido en forma poética vigorosa.[54]​ Browning no se interesaba tanto por los conflictos en un grupo de personajes, cuanto por la suerte de un individuo único, y para conseguir este objetivo desarrollaría el monólogo dramático; de esta manera compondría sus obras más conocidas.[58]​ La aparición de estos trabajos en una serie de volúmenes entre los que se incluyen Dramatic Lyrics, Hombres y mujeres y Dramatis Personæ, le proporcionaría en la segunda mitad del siglo una reputación solo aventajada por la de Tennyson. Hoy día siguen siendo sus trabajos más notables.[58]

En su momento, sin embargo, para la gran mayoría de los lectores, probablemente, Browning fue mejor conocido por algunos de sus poemas breves.[56]​ Sus temas a menudo resultaban recónditos y quedaban fuera de la comprensión y de la simpatía de la gran mayoría de los lectores; y debido, en parte, a los sutiles vínculos de conexión entre las ideas, y en parte a su expresión a menudo extremadamente condensada y áspera, el tratamiento de los mismos rara vez dejaba de resultar dificultoso y oscuro. En consecuencia, durante mucho tiempo el autor apeló a un muy reducido círculo.[56]​ Con el paso del tiempo, sin embargo, y obra tras obra, el círculo fue ampliándose, y la maravillosa profundidad y variedad de ideas y la intensidad de los sentimientos experimentaron una fuerza creciente. Comenzaron a formarse sociedades para el estudio de la obra del poeta. Las críticas se tornaron cada vez más elogiosas, y el autor al fin recogió la cosecha de admiración y honor que merecía.[56]

Lo más selecto de la obra de Browning fue escrito entre 1840 y 1870, si bien ni siquiera en la última etapa de su vida dejaría de ser un poeta espontáneo y sutil.[59]​ En 1840 apareció la más compleja y oscura de sus obras, Sordello; pero, salvo para unos pocos, esta obra contribuyó poco a aumentar su reputación.[56]​ Se trata de un largo poema narrativo, histórico y filosófico, en el que refería la vida entera de un juglar medieval.[60]​ Browning mostraba en ella un conocimiento de la Italia medieval en el que utilizaba alusiones que ningún lector podía tener la esperanza de entender.[58]​ En consecuencia, Sordello es el más herméticamente oprimido y ocultamente sombrío de todos sus escritos.[60]

Cultivó los monólogos dramáticos; personajes imaginarios o reales, Napoleón III o Calibán, se muestran y se justifican.[30]​ Así, en el poema Browning habla por boca de una personalidad que él elige y lo único que podemos hacer es intentar averiguar lo que el poeta opina sobre dicha personalidad, ya que éste nunca prescinde de su máscara. Los personajes suelen estar viviendo momentos cruciales de su vida: el joven que acaba de asesinar a su amante; el prelado renacentista que está a punto de morir; un falso vidente al que le acaban de descubrir sus mentiras. Todo ello da vigor y entusiasmo a sus propias revelaciones y justificaciones personales.[61]​ En este género triunfó plenamente, como demuestra su obra Pippa Passes (1841), incluida en la serie Campanas y granadas.[Nota 3]​ Siguiendo la línea marcada por Pippa Passes, aparece el volumen de Dramatic Lyrics (1842), en el que Browning se revela ―en la misma fecha que Tennyson― como un poeta de primer orden. Esta colección y la de Dramatic Romances (1845) contienen algunos monólogos, más o menos extensos, y buen número de composiciones, de carácter lírico narrativo o descriptivo, que, incluso las más sencillas, presentan un fondo dramático.[62]​ En 1850 escribió Víspera de Navidad y día de Pascua, y en 1855 apareció Hombres y mujeres,[56]​ que comprende no pocos monólogos dramáticos.[62]​ Los mejores poemas de Browning se escribieron entre 1845, año en que conoció a Elizabeth Barrett, y la muerte de esta en 1861, si bien la influencia de Elizabeth todavía se hace sentir en sus Dramatis Personæ (1864).[59]​ Con esta última termina esta serie de poemas y monólogos, que son probablemente lo mejor del arte y del pensamiento de Browning.[63]

Pero donde el esfuerzo de Browning aparece con magnitudes casi titánicas es en El anillo y el libro (1868-69),[63]​ en el que se entrelazan toda una serie de monólogos dramáticos hasta conseguir uno de los poemas más extensos de la literatura inglesa.[58]​ Diez personas distintas, entre las cuales están los protagonistas, el asesino y la asesinada, el presunto amante, el fiscal, el abogado defensor y el Papa, narran minuciosamente la historia de un crimen. Los hechos son idénticos, pero cada protagonista cree que sus acciones han sido justas.[64]​ En esta recreación tan brillante, en la que el caso del sórdido asesino es observado desde diez perspectivas distintas, podemos captar la energía de que Browning es capaz, su amor por lo grotesco, su vasta erudición, su entusiasmo y su sentido de la musicalidad. Por otra parte, hemos de decir que resulta largo; la vida moderna nos parece demasiado breve como para abordar un poema de quinientas páginas.[65]​ Con todo, hay que reconocer que los senderos históricos y psicológicos que explora en sus momentos álgidos son realmente estimulantes y fortalecedores por el arrojo y la confianza que transmiten. Y aunque el principal atractivo de Browning lo encontremos a nivel dramático y de caracterización de personajes, tampoco le falta impulso poético.[65]​ La acogida de El anillo y el libro supuso un triunfo para el autor, quien ahora, cerca de los sesenta años, por primera vez ocupaba su lugar correspondiente en la vanguardia de los hombres de letras vivos.[66]

El fuego poético no está apagado, sin embargo, y aún le quedan energías para producir algo selecto, como lo demuestran sus Idilios dramáticos (1879-80).[67]Asolando (1889) apareció el mismo día de su muerte.[56]​ La facilidad con que discurre su lírica nos demuestra que fue un maestro del verso, pero, en sus últimas obras, los efectos especiales, aunque concedían realismo a los poemas, los ponían en peligro de convertirlos en manieristas.[58]​ Sus poemas serían recopilados en dos volúmenes en el año 1896.[68]

Su filosofía de la vida se basaba en unas cuantas grandes verdades que repitió con toda clase de variantes: Dios, inmortalidad, optimismo, amor al mundo y a la vida. Se le ha llamado el poeta del hombre, y quizá sería más propio designarlo como el poeta de los hombres, pues su interés por la humanidad era, en el fondo, interés por la individualidad de la persona.[67]​ Si Browning no hubiera elegido el verso, sería un gran cuentista, no inferior a Conrad o a Henry James.[64]

Retrato de Elizabeth Barrett Browning (1858), obra del pintor italiano Michele Gordigiani (1835-1909).

El matrimonio compuesto por Browning y Elizabeth Barrett (1806-1861) se profesaba una profunda y recíproca admiración literaria. Durante los primeros años de matrimonio, Barrett era mucho más popular como poeta que Browning.[52]​ La obra de Barrett es esencialmente amorosa. Tanto ella como su marido fueron, en el sentido más elevado, poetas del amor.[69]

Los poemas de Elizabeth Barrett pueden dividirse en religiosos, sociales, políticos, íntimos y narrativos.[70]​ Había publicado una traducción del Prometeo encadenado de Esquilo y otros poemas a los veintiséis años; tenía veintisiete cuando apareció "Los serafines".[71]​ En 1838 apareció Los serafines y otros poemas.[72]​ El volumen tuvo buenas críticas, pero no fue popular, y no fue necesaria una segunda edición; de los poemas posteriormente famosos contenía tres, "La tumba de Cowper", "Mis palomas" y "La gaviota", el primero apasionado y los otros dos muy tranquilos, que un gusto refinado debería clasificar en un lugar elevado entre todas sus obras.[73]El llanto de los niños apareció en agosto de 1843 en el Blackwood's Magazine;[74]​ la publicación de esta obra le dio un gran impulso[75]​ a su fama. Fue sugerida por el informe de los comisionados designados para investigar el asunto de la explotación laboral de niños de corta edad.[76]​ Sus dos volúmenes de poemas (1844) aparecieron, seis años después de su anterior libro, bajo el título de Poemas de Elizabeth Barrett Barrett;[74]​ comprendían "El drama del exilio", "Visión de los poetas" y "El cortejo de Lady Geraldine",[75]​ una composición violenta.[74]​ Lo mejor de sus poesías íntimas está en los Sonetos de la portuguesa (1850),[70]​ el relato de su propia historia de amor, apenas disimulado por el título.[75]​ Los Sonetos de la portuguesa se encuentran entre los más bellos en lengua inglesa, y fueron escritos en secreto por Mrs. Browning antes de su matrimonio, si bien no serían mostrados a su esposo hasta mucho después.[76]​ En Florencia escribió Las ventanas de la Casa Guidi (1851) ―considerada por muchos como su obra más sólida―, bajo la inspiración de la lucha por la libertad de la Toscana.[75]​ La obra más ambiciosa de Barrett, Aurora Leigh, el más extenso y, tal vez, el más popular de sus poemas extensos, apareció en 1856.[75]​ La propia autora la definió como "la más madura de mis obras, la única en la que se han registrado mis mayores convicciones sobre el trabajo y el arte".[77]​ Se trata de una especie de "novela" sociológica de asunto moderno, y se desarrolla a lo largo de nueve libros, en unos 11.000 versos blancos.[70]​ El poema está repleto de belleza desde la primera página hasta la última.[77]​ En 1860 publicó una recopilación de poemas bajo el título Poems before Congress.[75]

Mrs. Browning ha tenido lectores dignos de su genio. La princesa de los poetas, dice George MacDonald, es noble en concepto, suntuosa en expresión.[77]​ Barrett es generalmente considerada como la más grande poetisa inglesa. Sus obras están llenas de pensamientos tiernos y delicados, pero también fuertes y profundos. Sus propios padecimientos, combinados con su fuerza moral e intelectual, la convirtieron en adalid de sufridores y oprimidos allá donde los hallase. Su talento fue esencialmente lírico, si bien gran parte de su trabajo no se encuadra en este género. Sus puntos débiles son una difícil comprensión, un manierismo ocasionalmente un tanto molesto, y errores frecuentes tanto en el metro como en la rima. Si bien no es equiparable a su esposo en cuanto a la fuerza intelectual y a las cualidades poéticas superiores, su obra tuvo, como era de esperar dada una comparación de sus respectivos temas y estilos, una aceptación muy anterior y más amplia entre el público en general.[75]

El lugar de Elizabeth Barrett Browning en la literatura inglesa es elevado, si no está en la cima.[78]​ Rara vez tiene calma o reposo, pero no es cierto que su poesía sea puramente emocional. Esta está repleta de meditaciones en abundancia, e incluso en sobreabundancia. Resulta intelectualmente inquieta. No es suya la apasionada paz de la más grande poesía, tal como la de Wordsworth. Tampoco trata aparentemente de alcanzar esas cotas.[78]

Notable poeta y crítico eminente, Matthew Arnold (1822-1888) ocupa un lugar destacado entre los escritores victorianos.[79]​ Era hijo del famoso doctor Arnold de Rugby.[80]​ Su poesía, menos importante que su prosa, ha sido juzgada con severidad por Eliot. Arnold influyó positivamente en su generación; su distinción, su ironía y su urbanidad son indiscutibles.[81]​ Su obra poética es de menor volumen y amplitud temática que la de sus dos grandes contemporáneos, pero refleja más claramente que ellos la tragedia que el hundimiento de la fe representó para muchos hombres de aquel período.[79]​ Su poesía lleva un sello intelectualista, y ningún escritor representa más típicamente que él el carácter de la época victoriana en su contraste con el Romanticismo.[82]​ Al igual que su prosa crítica, su verso tiene también sus encantos y sus inhibiciones. Su pesimismo le impide embarcarse en creaciones audaces, y hasta terminar las que ha empezado. Tiene una gracia clásica, pero fría. "La gitana erudita" y "Thyrsis" (esta última una elegía en la muerte de su amigo Arthur Hugh Clough) son composiciones que revelan casi toda su alma, y las dos son eminentemente académicas. Por lo demás, se refugia en el recurso de personalizar sus ideas en otros, y por lo general las lleva aún más lejos que Tennyson y Browning: a las orillas del Mar Caspio en el sombrío "Sohrab y Rustum", o entre los antiguos escandinavos en "Baldur muerto" y "El tritón abandonado".[83]

Su primera publicación fue un poema premiado en Rugby, Alarico en Roma, en 1840.[80]​ Fue seguido, en 1843, por su poema Cromwell, que ganó el Premio Newdigate.[80]​ En 1849 publicó su primer libro de poesías,[84]The Strayed Reveller and other Poems (El juerguista descarriado y otros poemas),[85]​ un volumen que pronto fue retirado de imprenta,[84]​ pero que se ganó una considerable reputación esotérica.[80]​ No obstante, aunque incluía dos de sus mejores poemas, "El tritón abandonado" y "Micerino", resultaba demasiado desigual así como demasiado insignificante para producir mucho efecto.[86]​ En 1852 publicó otro volumen, Empédocles en el Etna y otros poemas.[80]​ Contenía, junto con algunos poemas líricos breves, dos poemas extensos, el dramático "Empédocles en el Etna" y el narrativo "Tristán e Isolda", que eran mucho más ambiciosos en su planificación y elaborados en su ejecución que cualquier cosa anteriormente intentada por Arnold. Ambos poemas poseían grandes atractivos; las canciones del arpista Calicles en "Empédocles…" son combinaciones extraordinarias de belleza pictórica con pasión lírica, y el canto tercero de "Tristán…" es una obra maestra de poesía descriptiva.[86]​ Contienen suficiente belleza para justificar por sí mismos una gran reputación poética, e iban acompañados por una serie de exquisitos poemas líricos, entre los cuales bastará con nombrar "Una noche de verano", "La juventud de la naturaleza", "La juventud del hombre", "Soledad" y "Hojas marchitas". El espíritu de estas composiciones puede ser descrito como intermedio entre Wordsworth y Goethe.[86]​ El volumen no obstante no consiguió ganarse la atención del público.[86]​ Tal vez sea "Empédocles" el poema menos dramático que jamás se haya escrito en forma dramática, pero está repleto de bellezas líricas de primerísimo nivel.[80]​ En 1853, Arnold publicó un volumen parcialmente consistente en poemas seleccionados de los dos libros anteriores:[80]Poems by Matthew Arnold, a new edition (Poemas de Matthew Arnold: nueva edición), precedido del famoso prólogo sobre la poesía. Esta vez Arnold firmaba la colección y se situaba entre los poetas más representativos de su época.[87]​ El nuevo volumen contenía los nuevos poemas "La gitana erudita" y "Requiescat", así como "Sohrab y Rustum". La última composición es un episodio del Shāhnāmé de Ferdousí, temáticamente noble y conmovedor, y tan sencillo en su perfecta unidad de acción que no deja espacio para la digresión, mientras que admite plenamente los adornos de la descripción y el símil elaborado.[86]​ En 1855 publicó Poemas: segunda serie,[88]​ que contenía, sin embargo, solo dos nuevos;[80]​ pero el más importante, "Baldur muerto", una epopeya en miniatura en verso blanco a la manera de "Sohrab y Rustum", era nuevo y casi tan grande como aquel, una obra maestra de noble patetismo y solemne narrativa.[88]​ Aunque lo intentase, Arnold no podría escribir poesía lírica sin un impulso lírico, tal como le vino cuando en noviembre de 1857 escribió "Rugby Chapel (La capilla de Rugby)" sobre la muerte de su padre, o cuando en 1859 celebró a sus fallecidos hermano y cuñada en "A Southern Night (Una noche meridional)", uno de sus más bellos poemas; o cuando escribió "Thyrsis" al morir su amigo Clough en 1861.[88]

"Thyrsis" y "A Southern Night" fueron publicados por vez primera en los Nuevos poemas de Arnold de 1867. Muchas otras composiciones que figuran en dicho volumen hacen evidente un declive de sus facultades no tanto por una elaboración inferior como por la creciente tendencia a la mera reflexión; una de las composiciones, "Saint Brandan", fue publicada por separado.[88]​ La actividad poética de Arnold casi cesó después de dejar la cátedra de Poesía en Oxford.[80]

La producción poética de Arnold alcanza notables cotas de belleza y una formalización impresionante, aunque tuvo problemas para conseguir una voz propia, quizá porque no le resultara fácil acomodarse al mundo victoriano.[89]​ Al releer sus obras encontramos numerosos pasajes memorables que creemos conocer desde siempre, pero con mucha frecuencia nos sorprende comprobar que dichos pasajes nos remiten a otros autores.[89]​ En él también escuchamos con intensidad la voz de otros poetas, sobre todo la de Keats. Y sin embargo, pocas veces nos viene a la cabeza una cita de Arnold que nos sorprenda por ser típicamente suya. Cuando se acerca al mundo moderno utiliza un tono de voz educado, nostálgico, arrepentido, no muy distinto al de Tennyson, pero con menor implicación personal. Incluso en su mejor poema, Dover Beach (La playa de Dover), que trata de la crisis religiosa, de cómo la fe va retirándose en una marea lenta, no nos sentimos personalmente angustiados. El poema no se centra en su propia experiencia, sino en lo que supone vivir en una época en la que la fe va desapareciendo.[89]​ Arnold no es el poeta de quienes luchan por mantener la fe, sino de quienes se esfuerzan por aceptar la pérdida de esa fe.[90]

No obstante la exquisita obra que Arnold ha dejado tras de sí, algunos críticos han llegado a la conclusión de que su impulso expresivo primario era el de un prosista de mentalidad poética más que el de un poeta nato. Y esto ha sido dicho por algunos que, no obstante, admiran profundamente poemas como "La gitana erudita", "Thyrsis", "El tritón abandonado", "La playa de Dover", "La tumba de Heine", "La capilla de Rugby", "La Grande Chartreuse", "Sohrab y Rustum", "El rey enfermo en Bujará", "Tristán e Isolda", etc.[21]

Su obra poética se caracteriza por su lenguaje puro, su pictórica vivacidad y su abrumador patetismo. La mayor parte de su poesía, que es también la más extensa, es sin duda inmortal.[91]​ Si hay un poema suyo en el que uno esperaría encontrar la aceptación gozosa de la vida al margen de cuestionamientos acerca de la civilización en la que el poeta se encuentra situado ―sus esperanzas, sus miedos, sus aspiraciones y sus fracasos (en resumen, cuestionamientos tales como aquellos que siempre afligieron el alma de Arnold)―, ese poema sería "La gitana erudita".[21]​ Las obras de Arnold sirvieron de inspiración temática para algunos de los poetas posteriores.[cita requerida] La primera edición completa de los poemas de Arnold fue publicada en 1869 en dos volúmenes, el primero de ellos consistente en poemas narrativos y elegíacos, y el segundo en poemas dramáticos y líricos.[92]

Otros poetas del victorianismo temprano y medio

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Sir Francis Hastings Doyle (1810-1888) publicó en 1834 su primer volumen de poesía, titulado Miscellaneous Verses, que sería reeditado en 1840 con una serie de poemas adicionales. Estas primeras poesías eran un tanto inmaduras, apareciendo varios de los mejores poemas, incluyendo "The Eagle's Nest", "Mehrab Khan", "The Crusader's Return" y "The Catholic", por primera vez en la segunda edición. En 1844 publicó The Two Destinies (Dos destinos), un poema que trata cuestiones sociales;[93]​ y en 1852 The Duke's Funeral (El funeral del duque), en memoria del Duque de Wellington. Durante los siguientes catorce años no publicaría nada;[93]​ pero en 1866 publicó The Return of the Guards and other Poems (El retorno de los guardias y otros poemas).[93]​ Este volumen contiene casi todos sus mejores poemas, entre ellos uno o dos que habían aparecido en su anterior colección.[93]

La obra poética de Doyle resulta memorable por ciertas composiciones aisladas y enérgicas de alabanza a la fortaleza británica.[94]​ Y resulta notable sobre todo por su tratamiento de la balada, una forma de expresión utilizada por numerosos poetas ingleses, y particularmente por su autor favorito, Sir Walter Scott. Sin embargo, mientras que estos habían hecho la balada arcaica tanto en temas como en expresión, Doyle la empleó para el tratamiento de acontecimientos contemporáneos.[93]​ Su método ha sido seguido con éxito por escritores posteriores.[93]​ La mejor obra de Doyle son sus baladas,[95]​ y entre las más notables cabe mencionar "The Red Thread of Honor", que fue traducida al pastún y se ganó el favor entre los habitantes de la región fronteriza noroccidental de la India; "The Private of the Buffs"; "The Fusilier's Dog"; "The Loss of the «Birkenhead»" y "Mehrab Khan". Si bien la fama poética de Doyle descansa principalmente en sus baladas, mostró en poemas tales como "The Platonist", "The Catholic" y "The Death of Hector", que sus facultades no se limitaban a una única modalidad. Al mismo tiempo, sería una impresión errónea no observar que la mayor parte de su obra resultaba vulgar y prosaica, y que aunque a menudo mostraba un genuino sentimiento poético rara vez encontraba la adecuada expresión para el mismo.[96]​ En sus poemas extensos, su genuino sentimiento poético no era igualado por su poder expresivo, y gran parte de su poesía resulta vulgar.[95]

Helen Selina Sheridan, condesa de Dufferin (1807-1867), era nieta del dramaturgo y poeta Richard Brinsley Sheridan. Compartía el talento familiar, y escribió una gran cantidad de poesía, siendo tal vez su composición más conocida The Lament of the Irish Emigrant[97]​ (1845). Sus canciones y poesías fueron publicadas de forma anónima, datando las primeras de su infancia.[98]​ Algunos de sus más dulces versos estaban dirigidos a su hijo en sus cumpleaños; y fueron publicados en 1894, junto con otras cosas escritas por ella.[98]

En mayo de 1837, el semanario Weekly Dispatch publicó con las iniciales de la autora el poema The Old Armchair, de Eliza Cook (1818-1889). Este poema, con mucho el más popular de Eliza Cook, estaba inspirado por el afecto hacia su difunta madre.[99]​ Su segundo volumen, titulado Melaia and other Poems (Melaia y otros poemas), fue publicado en Londres en 1838 (reeditado en 1840 y 1845), y gozó de gran éxito tanto en Inglaterra como en América, donde se publicó una edición en Nueva York en 1844. El poema que daba título al volumen es un cuento oriental, cuyo tema es la fidelidad de un perro hacia su amo.[99]

No sería hasta 1864 que escribió nuevas poesías en el volumen titulado New Echoes and other Poems (Ecos nuevos y otros poemas). Mostraba un vigor debilitado, y no tuvo tanto éxito como sus obras anteriores.[99]​ A partir de entonces no publicaría nada más que unos pocos poemas en el Weekly Dispatch.[99]​ Su popularidad declinó, aunque recibiría royalties de sus editores casi hasta el final de su vida.[99]​ Como autora del poema The Old Armchair, el nombre de Eliza Cook habría de resultar familiar para una generación posterior a 1838 tanto en Inglaterra como en América.[100]​ Su poesía atraía muy fuertemente a las clases medias. Su fuerza radica en la sinceridad de su sentimiento doméstico, que está absolutamente desprovisto de afectación y, por otro lado, nunca degenera en lo empalagoso.[101]

Richard Monckton Milnes, Lord Houghton (1809-1885), fue político, poeta y un influyente mecenas literario. Se decía de él que "conocía a todo el mundo a quien merecía la pena conocer en su país y en el extranjero".[102]​ Publicó dos volúmenes de poesía en 1838, y un tercero en 1840.[Nota 4]​ Sus poemas suscitaron cierto interés entre el público, y algunos de ellos se hicieron populares, especialmente cuando se les puso música.[104]​ En el invierno de 1842-43 visitó Egipto y Oriente Próximo, donde comúnmente se supuso que había tenido numerosas aventuras, y en 1844 publicó sus impresiones poéticas del viaje en un volumen titulado Palm Leaves (Hojas de palma).[104]​ También en 1844 publicaría otra obra poética: Poems, Legendary and Historical (Poemas legendarios e históricos),[103]​ que incluía composiciones ya publicadas.[103]​ Su poesía es de tipo meditativo, culta y elegante; pero le falta viveza.[103]​ Algunas de sus baladas se encuentran entre las más populares de su tiempo, y toda su obra se caracterizaba por su refinamiento.[105]​ A pesar de que no poseía la profundidad mental o la intensidad emocional que hacen a un gran poeta, sus versos son la obra de un hombre de vasta cultura, elegante y refinado, y algunos de sus poemas más breves ―tales como "The Beating of my own Heart (El latido de mi corazón)" y "Strangers Yet (Extraños a pesar de todo)"― dieron con la tecla que les otorgó una amplia aceptación.[102]

En el historiador Thomas Macaulay (1800-1859) encontramos cierta incapacidad para la poesía. Sus Lays of Ancient Rome (Lais de la antigua Roma) y su Armada los conocen todos los niños de las escuelas por su vigorosa retórica y su habilidad prosódica, pero no enriquecen en nada la imaginación.[106]​ Las Lays of Ancient Rome aparecieron en octubre de 1842[107]​ con notable éxito. Los poemas "Ivry", publicado originalmente en el Quarterly Magazine de Knight, y "The Armada", inicialmente publicado en el Friendship's Offering en 1833, fueron añadidos en 1848.[108]

Ebenezer Jones (1820-1860) escribió una gran cantidad de poesía de mérito muy desigual, pero en su mejor momento muestra una verdadera vena poética.[109]​ Bajo la influencia de Shelley y Carlyle desarrolló rápidamente el extenuante pero violentamente exagerado estilo de pensamiento y escritura que durante mucho tiempo caracterizaría sus obras.[110]​ Su obra principal fue Studies of Sensation and Event (1843),[109]​ cuya despiadada acogida parecía ser la última gota de la amarga copa de su vida.[111]​ Los defectos eran evidentes para todos, y cegaron incluso a los pocos que de otro modo podrían haber reconocido el ardor, la pasión y el pintoresquismo del autor.[110]​ Frustrado y desalentado, destruyó sus manuscritos.[111]​ Tres poemas escritos cerca del final de su vida (Winter Hymn to the Snow [Himno invernal a la nieve], When the World is Burning [Cuando el mundo arde] y To Death [A la muerte]) muestran el espacio que su mente había atravesado en el período de silencio. Atrevidamente originales en su concepción, estas notables composiciones resultan también casi perfectas en su expresión; más sorprendentes que las cosas más llamativas de Studies of Sensation and Event, y totalmente exentas de la cruda vehemencia de aquel malogrado libro.[112]​ La fama que estas y algunas de las composiciones de aquel primer volumen aportaron a su autor llegó demasiado tarde.[111]

No puede ponerse en cuestión el genio de Jones; sus debilidades eran las de la mayoría de poetas jóvenes, especialmente los autodidactas; sus últimas producciones muestran que sus defectos se habían remediado ellos mismos gradualmente, y que no necesitaba sino fortaleza para haber ocupado un lugar destacado entre los poetas ingleses.[112]

Jean Ingelow (1820-1897) publicó tres volúmenes de poemas.[113]​ Los primeros años de su vida transcurrieron en Lincolnshire, y el efecto de los paisajes pantanosos resulta evidente en su poesía.[114]​ Su primer volumen, A Rhyming Chronicle of Incidents and Feelings (Crónica rimada de sucesos y sentimientos), publicado en 1850, suscitó escasa atención, aunque Tennyson encontró algunas cosas encantadoras en él.[114]​ No sería sino hasta la publicación de la primera serie de Poemas en 1863 cuando el público reconoció en Miss Ingelow a una poetisa de gran mérito. Contenía el poema titulado "The High Tide on the Coast of Lincolnshire, 1571 (Pleamar en la costa de Lincolnshire, 1571)", que por su seriedad y excelencia técnica constituye una de las más hermosas baladas modernas.[114]​ Una segunda serie de poemas apareció en 1876, y ambas series fueron reeditadas en 1879. Una tercera serie fue añadida en 1885. Escribió gran parte de ellos bajo la influencia de Wordsworth y Tennyson. Su poesía se caracteriza principalmente por su encanto lírico, su elegante imaginación, su patetismo, su cercana y precisa observación de la naturaleza y su simpatía hacia los intereses comunes de la vida. El lenguaje resulta invariablemente claro y sencillo. Es particularmente afortunada en el manejo de metros anapésticos.[114]​ En 1867, Ingelow publicó The Story of Doom and Other Poems, y entonces renunció por un tiempo a la poesía y se convirtió en una afanosa novelista.[115]

Sus poemas poseen a menudo el tono genuino de balada, y como escritora de canciones fue sumamente exitosa. "Sailing beyond Seas" y "When Sparrows build", de Supper at the Mill, estaban merecidamente entre las canciones más populares del momento; pero comparten con el resto de su obra los defectos de afectación y la pomposa fraseología.[115]​ Un falso arcaísmo y una utilización deliberada de sinónimos desconocidos e innecesarios para cosas sencillas se contaban entre sus peculiaridades más virulentas. En verso escribía, no obstante, con una dulzura que le inspiraban sus sentimientos y su corazón.[115]

Retrato de George Meredith (1893), obra del pintor y escultor George Frederic Watts (1817-1904).

Aunque más conocido como novelista, George Meredith (1828-1909) comenzó escribiendo deliciosos poemas líricos fácilmente inteligibles, de entre los cuales el más memorable es sin duda "Amor en el valle",[116]​ incluido en su primer volumen. Sin embargo, la poesía de Meredith no se difundió entre el público inglés de su tiempo, y tampoco es muy conocida en nuestros días.[117]​ Era algo mayor que cualquiera de los prerrafaelistas, y aunque estuvo en contacto con ellos, su temperamento y su poesía son muy diferentes. Meredith es un poeta realista, y los amaneramientos, languideces y fogosidades de los prerrafaelistas no cabían en su arte.[118]​ Para él, la poesía debía expresar las realidades de la vida contemporánea, no mediante una simple descripción de costumbres, sino interpretando los nuevos modos de pensar y de sentir que, siendo auténticos, no hubieran encontrado aún expresión literaria. En este aspecto, Meredith y Thomas Hardy son dos poetas absolutamente modernos.[118]​ En el primer volumen de Meredith, Poems (1851), tal vez no haya nada completamente de primer nivel, pues "Love in the Valley", tal como lo conocemos, fue reescrito en 1878. Pero el nivel general de resultado y belleza es alto; hay atrevimiento en los experimentos rítmicos sin rima del joven poeta.[119]​ El poemario se hizo merecedor de numerosos elogios,[119]​ entre ellos los de dos expertos cuya opinión resultaba de la mayor importancia para un principiante. Tennyson quedó impresionado de inmediato por el genuino sabor de sus versos,[120]​ y escribió que encontraba los de "Love in the Valley" muy dulces en sus labios. La quinina, tan distintiva de la poesía posterior de Meredith, llegaría más tarde.[119]Charles Kingsley sometió al volumen a una esmerada ponderación, alabándolo por una riqueza y singularidad de tono que le recordaban a Herrick, por la integridad y coherencia en cada poema por separado, y por la animada dulzura y el vigor de su atmósfera general. Al mismo tiempo censuraba la laxitud rítmica, la ocasional carencia de refinamiento, y la tendencia a sobrecargar las descripciones con detalles objetivos en confusión con el efecto principal.[121]​ Dos poemas de Meredith aparecerían poco después en el Fraser's Magazine; pero a excepción de éstos y un soneto en The Leader, no publicaría nada durante los cinco años siguientes.[122]​ Durante la segunda mitad de 1859 contribuyó a números sucesivos de Once A Week[Nota 5]​ con seis poemas, incluyendo The Last Words of Juggling Jerry (3 de septiembre).[123]

El complejo análisis de los estados de ánimo, característico de sus novelas, posee también su contrapartida poética en Modern Love (1862),[124]​ generalmente considerada como su mejor obra poética.[125][Nota 6]​ Algunos de los "sonetos" independientes (de dieciséis versos) en los que se divide Modern Love son ciertamente dignos de ser clasificados dentro de la más sutil y más intensa obra poética del siglo XIX.[122]​ El libro incluía "Juggling Jerry", "The Old Chartist" y otros poemas reimpresos del Once A Week, además de doce nuevos poemas.[126]

En enero de 1871, Meredith, cuyas simpatías hacia Francia se intensificaban, si bien en aquel momento admitía que la guerra era imputable a Francia y a su emperador, escribió para la Fortnightly[127]​ un poema defensivo más bien críptico: Francia, 1870, que formaría el núcleo de sus Odes in Contribution to the Song of French History (Odas como contribución al canto a la historia de Francia).[127]

En mayo de 1883 publicó su poemario más notable, Poems and Lyrics of the Joy of Earth.[128]​ En él encontramos, junto con algunos poemas personales, como los versos a J[ohn] M[orley] y "To a Friend Lost",[128]​ la versión terminada de "Love in the Valley", y poemas líricos como "The Lark Ascending", "Earth and Man", "Melampus" y "The Woods of Westermain".[128]

Los años 1887-88 dieron como fruto dos de sus volúmenes de poesía más característicos, Ballads and Poems of Tragic Life y A Reading of Earth ―este último contiene "The South-Wester", "The Thrush in February", "Nature and Life", "Dirge in Woods" y, sobre todo, "Hymn to Colour", con el conmovedor epitafio "M. M." The Nature Poems fueron recopilados con hermosas ilustraciones de W. Hyde en 1898.[129]

La calidad literaria de Meredith debe ser considerada siempre a la luz del lado céltico de su temperamento y de las peculiaridades de su bagaje intelectual.[130]​ La supresión de las asociaciones conectivas con frecuencia otorga a su lenguaje, como ya sucediera con el de Browning, pero incluso en mayor medida, un aire de oscuridad impenetrablemente nebulosa. Esta crítica es aplicable principalmente a su poesía.[130]

Edwin Arnold (1832-1904), periodista y poeta, obtuvo en 1852 el premio Newdigate con un vistoso poema sobre El festín de Baltasar. Éste fue publicado de forma separada (1852) y al año siguiente también fue reeditado para formar la materia prima de un elegante volumen, Poemas narrativos y líricos (Oxford, 1853).[131]

De Edward Fitzgerald (1809-1883) podría decirse que fue un gran poeta menor.[64]​ Tiene un lugar entre los mayores poetas de aquel tiempo por virtud de una traducción: el Rubáiyát de Omar Khayyam.[132]Traductor e hispanista, desde 1850 dedicó su vida al estudio de las lenguas española y persa y de sus correspondientes literaturas. A sus estudios de lengua y literatura españolas se debe la traducción de ocho dramas de Calderón, versiones muy libres escritas en prosa o en verso blanco.[133]​ En 1853 lanzó al mercado el único libro al que vinculó su nombre: Seis dramas de Calderón, traducidos libremente por Edward FitzGerald[134]​ ―que contenía seis dramas menores―, y en 1865 se publicaron las traducciones de El mágico prodigioso y La vida es sueño.[133]​ Estas traducciones nunca han pretendido ser fieles reproducciones de los originales. Más bien tenían la intención de producir, en alguien que no pudiera leer el lenguaje del que fueron traducidos, algo del mismo efecto que el que transmiten los originales a los que están familiarizados con aquel.[134]​ Sus estudios persas lo llevaron primero a traducir en 1856 el Salámán y Absál de Jami. Después de esto se sintió atraído por el Mantiq al Tayr de Attar, y en 1859 había hecho del mismo una especie de traducción abreviada, a la que llamó El Lenguaje de los pájaros.[135]

En 1859 publicó anónimamente la breve obra que le daría fama imperecedera,[136]​ anteriormente referida. En el mundo en general, y en el círculo de los amigos personales de Fitzgerald, el poemario no parece haber atraído la atención en un principio.[137]​ Pero Rossetti lo descubrió en 1860, e inmediatamente le siguieron Swinburne y Lord Houghton. Los Rubáiyát se hicieron poco a poco famosos.[137]​ Omar Khayyam fue un distinguido astrónomo persa del siglo XI que, al margen de su obra matemática, dejó un centenar de coplas sueltas. Fitzgerald hizo con ellas un poema, traduciéndolas libremente y poniendo al principio las estrofas que se refieren a la mañana, a la primavera y al vino y, al fin, las que hablan de la noche, de la desesperación y la muerte.[138]​ Pocas veces en la literatura inglesa una traducción ha merecido, como en este caso, las consideraciones de una obra original.[139]​ La suave melancolía que se desprende de las estrofas y el estilo romántico fueron los elementos que Fitzgerald añadiría al original.[140]​ Trató con tanta libertad al poeta persa medieval, y puso en los versos aquel sentimiento de tristeza que su siglo tan bien conocía, que, aunque se trate de una traducción, el autor debe ser considerado como un artista, y uno de los más estimables, entre las figuras de su siglo.[140]​ De momento, el tomito de los Rubáiyát of Omar Khayyám, de Fitzgerald,[139]​ fue publicado en su primera edición con 75 poemas. En sus traducciones, Fitzgerald no pretendía tanto una mera reproducción literal del sentido del texto original como la reproducción de su efecto en el lector, y en esto resultó extraordinariamente exitoso.[141]​ La melodía de la poesía de Fitzgerald es tan exquisita, las reflexiones que reorganiza y ensarta son tan profundas, y la atmósfera poética general en la que empapa su versión es tan pura, que no es de sorprender la universal aprobación que el poema ha suscitado entre los lectores críticos.[137]

Robert Bulwer-Lytton (1831-1891), hijo de Edward Bulwer-Lytton (véase), fue, además de estadista (ejerció el cargo de Virrey de la India durante cuatro años), un poeta que escribió usualmente bajo el seudónimo de «Owen Meredith». Se consideraba a sí mismo más poeta que hombre de negocios; pero, pese a que poseía en gran medida algunas de las cualidades de un poeta, nunca obtuvo el reconocimiento del público o de la crítica.[142]​ La mayor parte de su primer volumen publicado fue compuesta antes de 1849.[143]​ En 1855 apareció su primer libro, Clitemnestra, El regreso del conde y otros poemas,[143]​ que fue seguido en 1857 por El vagabundo, un volumen de poemas líricos. Ambos suscitaron una muy considerable atención por su extraordinaria elocuencia y dominio del lenguaje poético, combinados con vívidas descripciones y toques de genuina imaginación. La forma, sin embargo, era demasiado imitativa.[143]​ No obstante, algunas composiciones de El vagabundo mostraban independencia de los modelos. En particular, "El rey Salomón y el ratón" y "El retrato" son narraciones admirables, sencillas, directas e impresionantes.[143]

En 1874 alcanzó una posición como poeta más singularizada que antes con sus Fables in Song (Fábulas cantadas); menos sublime en su propósito que algunas de sus anteriores obras, pero distintivamente suya, de un modo no prestado y enteramente adecuado, límpido y luminoso, elegante y familiar, una deliciosa mezcla de lo alegre y lo serio. Casi al mismo tiempo comenzó a escribir King Poppy, merecidamente su favorita entre sus propias obras;[144]​ aparecería finalmente después de su muerte.[144]​ Otras obras suyas son: Lucile (1860); Serbski Pesme, o canciones nacionales de Serbia (1861); Tannhäuser (en colaboración con Mr. Julian Fane,[Nota 7]​ 1861); Chronicles and Characters (1867); Orval, or The Fool of Time (1868).[145]

Lucile demostraba que la lengua inglesa era igual a la reproducción sustancial, en pareados anapésticos, de una novela francesa, y aunque algunos de los episodios y parte del léxico están reconocidamente tomados de la Lavinia de George Sand, los personajes son bastante diferentes, y la propia individualidad del poeta es más claramente evidente que en cualquiera de sus obras anteriores o que en varias de las posteriores.[143]​ El título de Serbski Pesme, remedos de canciones nacionales serbias, implica un solecismo, y por este y otros motivos las composiciones fueron atacadas con vehemencia rayana en la virulencia por Lord Strangford en la Saturday Review.[144]Chronicles and Characters, una serie de interpretaciones poéticas de hombres notables en coyunturas notables, desde la época de la mitología griega hasta los días de Richelieu, reta inevitablemente a una comparación con La leyenda de los siglos de Victor Hugo, comparación que inevitablemente no se sostiene.[144]Orval, or the Fool of Time es una obra de gran importancia por ser la única en la literatura inglesa representativa de la gran escuela polaca de poesía mística que surgió después (y tal vez en parte como consecuencia) de la extinción de la independencia polaca, si bien también abunda en bellezas poéticas.[144]

Frederick Locker-Lampson (1821-1895) publicó en 1857 su primera colección de poesía, London Lyrics, un pequeño volumen de noventa páginas, y el germen de toda su obra posterior. Ampliado o reestructurado en sucesivas ediciones, la última de las cuales data de 1893, este constituye su legado poético. En 1867 publicó la célebre antología titulada Lyra Elegantiarum, que contenía "algunos de los mejores especímenes de «vers de société» y «vers d'occasion» en lengua inglesa".[146]​ Como poeta pertenecía al coro que en poesía se ocupa más de lo alegre que de lo serio ―más de lo esmerado y ocurrente que de lo sublime o emotivo―. Su buen gusto lo mantuvo tan lejos de lo generalmente cómico por un lado como su bondadoso corazón lo protegió de lo puramente cínico por el otro. A algo de Prior, de Praed y de Hood, él añadió cualidades propias que dieron distinción a su obra.[147]​ Admiraba mucho la destreza métrica de Barham. Su principal empeño, decía, era evitar la planitud y el tedio, cultivar la franqueza y la sencillez tanto en el lenguaje como en la idea, y preservar la singularidad sin excentricidad ni afectación. En esto alcanzó el éxito. Su obra resulta siempre pulcra y clara, moderada en su arte y refinada en su tono;[146]​ a un ingenio que rivaliza con el de Praed, y una ligereza digna de Prior, con frecuencia une un toque de patetismo que recuerda la voz de Hood. Su obra maduró a medida que él se hacía viejo, y se alejó más de sus primeras muestras.[146]

London Lyrics, el único volumen de poesía original de Locker, ha aparecido en numerosos formatos desde su primera publicación en 1857.[148]​ Locker preparó en 1882 un volumen suplementario, impreso de forma privada, titulado London Rhymes.[148]

William Johnson Cory (1823-1892) ocupa un lugar permanente y excepcional entre los letristas ingleses como cantor del afecto de un profesor por sus alumnos.[149]​ Su principal obra poética es Ionica, que contiene poemas en los que mostraba un verdadero talento lírico.[150]​ La primera edición de esta obra, publicada de forma anónima en 1858, desapercibida en un principio, pronto llegaría a ser buscada y atesorada, y en la actualidad se encuentra entre las más preciadas editio prínceps modernas. Una nueva edición ampliada fue reeditada en 1891. En composiciones como "Anteros" y "Mimnermo en el templo", el brillo emocional y la patética ternura se mezclan con indescriptible encanto. En los poemas escritos posteriormente, y publicados junto con el original de Ionica en 1891, Cory abandona el terreno en que se mueve con ventaja y aparece meramente como versificador elegante y melodioso. Practicó la composición poética en latín y griego con un gusto y una destreza consumados; los versos originales que acompañan a su Lucretilis, una "introducción técnica al arte de escribir versos líricos latinos" (1871), fueron declarados por H. A. J. Munro[Nota 8]"los mejores y más horacianos, sáficos y alcaicos desde que Horacio dejó de escribir".[151]

John Leicester Warren, barón de Tabley (1835-1895), fue poeta, dramaturgo, ensayista, numismático y una autoridad en materia de ex libris. La poesía, sin embargo, fue su primera y última pasión, y a la que dedicó mayor energía a lo largo de su vida.[152]​ Escribió poemas de muy alto rango, algunos de ellos publicados bajo los seudónimos de «George F. Preston» y «William Lancaster».[153]​ Publicó, conjuntamente con su amigo George Fortescue, un pequeño volumen de Poemas bajo el seudónimo de «George F. Preston». No contenía nada destacable, pero varios de los poemas de Warren serían posteriormente refundidos por el autor y tratados con mayor efecto. Siguieron, bajo el mismo seudónimo, Ballads and Metrical Sketches (Baladas y esbozos métricos, 1860), The Threshold of Atrides (El umbral de Atrides, 1861) y Glimpses of Antiquity (Destellos de la Antigüedad, 1862).[154]​ Más poder evidenciaban Præterita (1863), Eclogues and Monodramas (Églogas y monodramas, 1864) y Studies in Verse (Estudios en verso, 1865), todos publicados bajo el seudónimo de «William Lancaster». Los poemas en verso blanco de los que estaban principalmente compuestos estos volúmenes son tennysonianos en estilo y esencia, pero la frescura de las descripciones naturales revela a un hombre que había buscado en la naturaleza con sus propios ojos.[154]​ Todos estos volúmenes exhiben elegancia técnica y abundante belleza natural.[152]

El volumen de poemas modestamente titulado Rehearsals (1870), y publicado también bajo el seudónimo de «William Lancaster», indica que la influencia de Tennyson, aunque todavía fuerte, estaba cediendo a la de Browning y Swinburne. Sin embargo, "The Strange Parable" y "Nimrod", poemas en verso blanco muy exquisitamente concebidos, expresan un tono original, y "Misrepresentation" resulta intensamente personal. En otra colección miscelánea, titulada con igual modestia Searching the Net (1873), el autor puso por primera vez su nombre en la portada. Aquí el poderío del poeta, aparte sus esfuerzos dramáticos, culmina en el grandioso "Jael", el singularmente intenso "Count of Senlis", y el patético "Ocean Grave"; y como el volumen se centra principalmente en la descripción de la naturaleza y en la expresión de sentimientos subjetivos ―especialidades en las que él se encontraba enteramente como en casa―, el autor está menos en deuda que antes con sus predecesores.[154]

Como poeta, Lord Tabley no puede ser mencionado entre aquellos que han sido poseídos por una inspiración subyugante. Poseía escasas dotes líricas, sus poemas por regla general transmiten la impresión de una esmerada composición, y sus principales pretensiones como mero escritor son la "brocada" majestuosidad ―en feliz expresión de Gosse― de su lenguaje, la vívida originalidad de sus descripciones naturales, y una ocasional acritud expresiva. Pero si el poeta a veces desaparece, el hombre está siempre visible. Sus emociones son siempre genuinas, y cuando el sentimiento se intensifica el escritor es completamente él mismo, descarta el manierismo imitativo, y se emancipa de la influencia de otros poetas.[155]

Las características de la poesía de De Tabley son preeminentemente la magnificencia del estilo, derivado de un estudio detallado de Milton, la sonoridad, la solemnidad, la fuerza y el colorido. Su pasión por el detalle era a la vez una fortaleza y una debilidad.[152]​ Siempre fue un estudioso de los poetas clásicos, y extrajo gran parte de su inspiración directamente de ellos.[152]

Roden Noel (1834-1894) publicó en 1863 su primer volumen de poesía, Behind the Veil, and other Poems.[156]​ Su siguiente libro, Beatrice, and other Poems (1868), con una fuertemente marcada influencia de Shelley, generó mayores expectativas. Como los que le seguirían, se caracterizaba por su elevado propósito y su refinada emotividad.[156]​ Sus obras incluyen, además de las mencionadas: The Red Flag and other Poems (La bandera roja y otros poemas, 1872).[156]

Poetas irlandeses victorianos

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James Clarence Mangan (1803-1849), humilde poeta irlandés criado en un ambiente de pobreza, contribuyó con poesías de muy diverso mérito a una serie de periódicos irlandeses, y con traducciones del alemán al Dublin University Magazine.[157]​ La tendencia mística de la poesía alemana poseía un atractivo especial para él. Escogía poemas que estuvieran en sintonía con su propio temperamento melancólico, y en este campo hizo muchas cosas que resultaron excelentes.[158]​ Sus facultades poéticas fueron consideradas por algunos críticos como suficientes para haberle hecho conquistar el primer puesto entre los poetas irlandeses; pero sus hábitos irregulares y destemplados le impidieron alcanzar una firme excelencia. Lo mejor de su obra, generalmente inspirada en las miserias de su país, se eleva a menudo a un alto nivel de poderío trágico, y de haber sido la pujanza de su carácter igual a su talento poético es difícil decir hasta qué niveles podría haber llegado.[159]​ En el Dublin University Magazine publicó una gran cantidad de prosa y poesía, siendo la mayoría artículos sobre poesía alemana con traducciones. Publicó también numerosas composiciones que él pretendía eran traducciones del turco, persa, árabe y copto. Ignoraba totalmente esos idiomas, pero sus muchas lecturas de libros sobre el Oriente le permitían dar un colorido oriental a su poesía. Tampoco sus adaptaciones de poesía irlandesa estaban elaboradas partiendo directamente de los originales, pues ignoraba el irlandés, y dependían de traducciones en prosa hechas para él[160]​ por terceros.

O'Donoghue[Nota 9]​ cree haber localizado todos los poemas de Mangan y le atribuye entre 800 y 900.[161]​ Su poesía se mueve desde el lamento apasionado del patriota hasta la sátira caprichosa y la traducción apócrifa.[161]

Mangan fue probablemente el más grande de los poetas irlandeses de nacimiento, a pesar de que sus méritos han sido exagerados por alguno de sus editores. Sus traducciones y paráfrasis resultan notablemente enérgicas, y su dominio del lenguaje no es menos notable que su desenvoltura con las rimas y su oído para la melodía.[162]

Durante algún tiempo tras su muerte no hubo una edición adecuada de sus obras, pero la German Anthology (1845) y The Poets and Poetry of Munster (Los poetas y la poesía de Munster, 1849) habían aparecido en vida del autor.[158]​ Treinta de las baladas de Mangan fueron publicadas en Romances and Ballads of Ireland (Romances y baladas de Irlanda), de Hercules Ellis (Dublín, 1850). Una edición incompleta de sus poemas, editada por Mitchel,[Nota 10]​ apareció en Nueva York en 1859.[162]​ Otras selecciones aparecieron posteriormente, notablemente una (1897) de Miss L. I. Guiney.[Nota 11][158]

Su poesía, imbuida de ternura, patetismo y fuerza metafórica, es muy poco conocida.[163]​ De sus composiciones distintivamente irlandesas, tal vez las más conocidas sean su "Dark Rosaleen" y su "Lament for the Princes of Tyrone and Tirconnell (Lamento por los príncipes de Tyrone y Tirconnell)".[163]​ Mangan ocupa un puesto cumbre entre los poetas irlandeses, pero su fama quedó postergada por la desigualdad y el volumen de su obra, gran parte de la cual yace sepultada en inaccesibles archivos de periódicos bajo sus numerosos seudónimos: «Vacuus», «Terræ Filius», «Clarence», etc. De su genio, aunque a veces resulta morboso, como en su trágica balada autobiográfica "The Nameless One", no puede haber ninguna duda. Expresó con sinceridad nada frecuente la tragedia de las ilusiones y aspiraciones irlandesas, y suministró abundantes pruebas de su versatilidad en sus excelentes poemas disparatados, que están en extraño contraste con la tendencia general de su obra.[158]

En julio de 1842 Thomas Osborne Davis (1814-1845), Duffy y Dillon[Nota 12]​ fundaron el periódico The Nation, cuyo primer número apareció el 15 de octubre.[164]​ Gran parte de su éxito se debió a los emocionantes poemas nacionalistas que aparecían de vez en cuando en sus páginas. Un gran número de ellos fueron aportados por Davis, quien, hasta el lanzamiento de The Nation, no había escrito un verso en su vida.[164]​ El Lament of Owen Roe O'Néill (Elegía de Owen Roe O'Néill) fue publicado en el sexto número, y fue seguido por una serie de poemas líricos ―The Battle of Fontenoy, The Geraldines, Máire Bhán a Stoír y muchos otros― que ocupan un lugar elevado en la poesía nacional irlandesa.[165]​ Parece casi increíble que una balada como The Sack of Baltimore (El saqueo de Baltimore) (el último poema que escribió Davis) debiera haber sido la obra de una mano casi inexperta. Máire Bhán a Stoír, The Flower of Finae y My Grave son excelentes ejemplos de su sensibilidad y patetismo, mientras que The Geraldines y Fontenoy están llenos de genuino fervor y sentimiento patrióticos.[164]​ Los Poemas de Davis fueron recopilados y publicados después de su muerte, y constituyeron uno de los volúmenes de la «Biblioteca irlandesa» de Duffy en 1846.[166]

Aubrey Thomas De Vere (1814-1902) fue autor de numerosos libros de poesía;[167]​ comenzó su carrera como poeta publicando en 1842 The Waldenses and other Poems (Los valdenses y otros poemas), un volumen que contenía algunos sonetos y poemas líricos que en la actualidad tienen su lugar en antologías modernas. The Search after Proserpine and other Poems (La búsqueda de Proserpina y otros poemas) apareció en 1843, mereciendo el poema que da título al volumen los elogios de Landor.[168]​ Esta obra lo hizo amplia y favorablemente conocido como escritor de poesía, elegante, refinado y fluido.[169]​ A continuación expresó, en el poema A Year of Sorrow (Un año de dolor), los horrores del invierno de 1846-47.[168]​ A sugerencia de Pío IX escribió May Carols (Villancicos de mayo), himnos a la Virgen y a los santos (1857), con una introducción que explica su conversión.[170]​ Siempre interesado en las leyendas y la historia de Irlanda,[170]​ en 1861 comenzó una serie de poemas sobre temas irlandeses: Inis Fáil, The Infant Bridal, Irish Odes (Odas irlandesas), etc.[167]Inis Fáil, a Lyrical Chronicle of Ireland (Inis Fáil, una crónica lírica de Irlanda, 1862) ilustra los anales irlandeses de seis siglos.[170]​ Su poesía se caracteriza por un sublime tono ético, su poder imaginativo y su imponente majestuosidad expresiva.[167]​ Es intelectual, digna e imaginativa, pero algo demasiado alejada del pensamiento y el sentimiento familiares como para lograr una amplia aceptación. Discípulo de Wordsworth desde el principio, tenía predilección por los temas pintorescos y románticos. Lo mejor de su obra está en sus poemas sobre viejos temas irlandeses, y en sus sonetos, algunos de los cuales como "The Sun-God" y "Sorrow" alcanzan un alto nivel de ejecución.[170]​ Su obra poética gozó de buena aceptación en América.[170]

Además de los volúmenes de poesía citados, De Vere escribió: Poems, Miscellaneous and Sacred (1853);[169]Antar and Zara, an Eastern Romance (1877); The Foray of Queen Meave (1882) y Mediæval Records and Sonnets (1893).[170]

Charles Gavan Duffy (1814-1903), periodista y político nacionalista, editó una serie de volúmenes baratos de biografías, poesía y crítica, que incluían, entre otras antologías, Ballad Poetry of Ireland[171]​ (1845), que fue un gran éxito.[97]​ En el volumen antológico The Spirit of the Nation (1844) incluyó numerosos poemas bajo el seudónimo de «The Black Northern».

Al igual que muchos de sus jóvenes contemporáneos, Denis Florence MacCarthy (1817-1882) se adhirió al movimiento por la derogación,[172]​ y en 1843 comenzó a contribuir a The Nation con una serie de poesías políticas, con la firma de «Desmond».[172]​ En 1850 apareció el primer volumen de sus propias poesías, Ballads, Poems, and Lyrics (Baladas, poemas y canciones); y en 1857 se publicaron The Bell-founder[172]​ y Under-glimpses and other poems.[173]​ Dos odas suyas han sido publicadas: An Ode on the Death of the Earl of Belfast (Oda a la muerte del conde de Belfast, 1856) y The Centenary of Moore (El centenario de Moore), editada de forma privada[172]​ (1880). La mayor parte de sus obras originales consistió en contribuciones a las publicaciones periódicas de su tiempo, y algunos de sus poemas y la totalidad de sus textos humorísticos en prosa aún no han sido recopilados.[172]

Como poeta, James Wills (1790-1868) es célebre por The Universe, cuya autoría fue en su momento reclamada descaradamente por el Dr. Maturin.[174]​ En 1845 Wills publicó Dramatic Sketches and other Poems (Esbozos dramáticos y otros poemas).[175]​ En 1868, poco antes de su muerte, publicó The Idolatress, and other Poems (El idólatra y otros poemas), que, al igual que los Dramatic Sketches de fecha anterior, consistía en una recopilación de aportaciones dispersas a varias publicaciones periódicas. Su poesía no carece de mérito; las composiciones más breves rezuman un fuerte espíritu del mejor género de patriotismo irlandés.[175]​ Sus poemas son enérgicos, y en ciertos casos muestran considerables cualidades dramáticas.[176]​ Algunos de los más ambiciosos muestran gran parte del potencial dramático que heredaría su hijo, William Gorman Wills.[177]

Sir Samuel Ferguson (1810-1886), poeta y anticuario irlandés, fue colaborador del Blackwood's Magazine, en el que apareció su más célebre poema, The Forging of the Anchor (La forja del ancla), y uno de los principales promotores del renacimiento gaélico en la literatura irlandesa.[178]​ Publicado en 1883, The Forging of the Anchor es una de los mejores baladas modernas.[179]​ La elegía Lament for the Death of Thomas Davis (1847) apareció en Ballad Poetry of Ireland (Poesía irlandesa de baladas), mientras que la ingeniosa canción "The Loyal Orangeman" nunca fue publicada, aunque circuló de forma privada, y a menudo era recitada en Dublín.[180]​ En 1865 publicó un volumen de poemas reunidos, Lays of the Western Gael (Lais de la Gaélica occidental); en 1872 Congal, an Epic Poem in Five Books (Congal, un poema épico en cinco libros); y en 1880 un tercer volumen de Poemas, principalmente sobre temas tomados de la literatura irlandesa.[180]Congal, una narración en metros sobre la era heroica de Irlanda, es con todo, aunque lejos de la perfección ideal, tal vez la tentativa más exitosa hecha por un poeta irlandés moderno para revivificar el espíritu del pasado en un poema de proporciones épicas.[179]

Como poeta, merecer ser recordado en Irlanda, para la cual se esforzó mucho por crear una poesía moderna partiendo de los añejos cuentos de héroes y santos e historias de lugares irlandeses.[180]​ No estaba perfectamente familiarizado con la lengua irlandesa, y tal vez esto explique el hecho de que, mientras que a veces daba a las historias más belleza de la que les restaba, pierde algo de la realidad de la vida antigua, y parece hablar de una escena sombría y no de los hechos reales de hombres y mujeres. Varios de los poemas de sus propias experiencias resultan admirables, y gozarán probablemente de una popularidad duradera en Irlanda. La Elegía de Thomas Davis, Willy Gilliland y los versos On the Liffey in Mesgedra no resultan impecables, pero son hermosos poemas con un genuino aire irlandés.[180]

Ilustración de Richard Doyle (1824-1883) para In Fairyland, de William Allingham (1870).

El primer volumen de William Allingham (1824-1889), titulado simplemente Poems, publicado en 1850 con una dedicatoria a Leigh Hunt, sería sin embargo retirado en poco tiempo, y su siguiente proyecto, Day and Night Songs (Canciones del día y de la noche, 1854),[181]​ un volumen que contiene muchas encantadoras canciones,[182]​ aunque reproducía muchos de los primeros poemas, estaba en una escala mucho más modesta. Su indudable éxito fue motivo para la publicación de una segunda edición el año siguiente,[183]​ con ilustraciones de D. G. Rossetti, Millais y A. Hughes[184]​ y con la adición de una nueva composición principal, "The Music Master", un poema idílico que había aparecido en el volumen de 1850, pero que había sido sometido a tantas modificaciones que casi se había convertido en una nueva obra. También fue añadida una segunda serie de Canciones del día y de la noche.[183]​ En 1864 apareció en el Fraser's Magazine Laurence Bloomfield in Ireland: a Modern Poem, in twelve chapters,[184]​ un poema narrativo considerablemente extenso en dísticos heroicos, que evidencia un esmerado estudio de Goldsmith y Crabbe y era considerado por el propio autor como su obra más importante. Ciertamente fue la más ambiciosa, y su escaso éxito entre el público solo puede atribuirse a la inherente dificultad del tema.[183]​ Narra los esfuerzos de Laurence Bloomfield, un joven terrateniente irlandés que regresa a su finca patrimonial tras estudiar en Inglaterra y una larga minoridad, por elevar la sociedad a la que se incorpora al nivel de la sociedad que ha dejado.[183]​ Se trata de un poema que esboza los rasgos característicos de la vida irlandesa contemporánea, un tema totalmente nuevo en la poesía narrativa,[184]​ y que sigue siendo la epopeya del latifundismo filantrópico irlandés, y su carencia de un interés estimulante se ve compensada en buena medida por su riqueza de descripciones admirables, tanto de los hombres como de la naturaleza.[183]​ En 1865 publicó Fifty Modern Poems (Cincuenta poemas modernos), seis de los cuales habían aparecido en colecciones anteriores. De los restantes, los más importantes son composiciones de interés local o nacional.[183]​ Un volumen titulado Songs, Poems, and Ballads (Canciones, poemas y baladas) fue publicado en 1877, y contiene versiones revisadas de numerosas composiciones anteriores, además de muchas otras «ahora recopiladas por primera vez».[184]​ A excepción de este volumen, publicaría poca poesía más hasta la recopilación definitiva de sus obras poéticas en seis volúmenes (1888-93).[183]​ Allingham mantuvo una estrecha amistad con D. G. Rossetti, quien colaboró en las ilustraciones de sus Canciones….[182]​ Su poesía es clara, fresca y elegante.[185]​ A pesar de trabajar en una escala nada ostentosa, Allingham produjo una gran cantidad de excelente poesía lírica y descriptiva, y sus mejores composiciones son completamente nacionales en espíritu y colorido local.[182]​ Otras obras suyas son: Evil May-Day (1883), Blackberries (1884), Irish Songs and Poems (1887).[185]

Aunque no figura entre los más destacados de su generación, Allingham, en su mejor momento, resulta un excelente poeta, sencillo, lúcido y elegante, con una singularidad inconfundible aunque no llamativa en exceso. Lo mejor de su obra se concentra en sus Day and Night Songs (Canciones del día y de la noche, 1854), las cuales, ya resulten patéticas o festivas, ya sea que expresen sentimientos o describan paisajes, ya estén sustentadas por una sencilla melodía o expresen la verdad en símbolos, siempre cumplen la intención del autor y alcanzan la condición de obras de arte. El empleo del idioma irlandés coloquial sin hibernicismos convencionales fue en su momento una innovación destacable.[186]​ El resto de la obra poética de Allingham está en un nivel inferior.[187]

John Francis Waller (1810-1894) merece ser recordado como escritor de poesía, y especialmente como autor de canciones, muchas de las cuales, musicalizadas por Stewart y otros compositores, alcanzaron una amplia aceptación. Algunas fueron traducidas al alemán. Las más conocidas tal vez sean "The Voices of the Dead", "Cushla ma Chree" y "The Song of the Glass". De esta última, Richard Monckton Milnes (primer barón Houghton) dijo que era una de las mejores «canciones de borrachera» de la época. Waller también escribió The Imperial Ode (Oda imperial) para la Exposición de Cork (1852), y una oda On the Erection of the Campanile of Trinity College (A la edificación del campanario del Trinity College), que junto con otras composiciones del mismo género fueron publicadas en 1864 como Occasional Odes (Odas ocasionales).[188]

Alfred Perceval Graves (1846-1931) jugó un papel destacado en el resurgimiento de las letras irlandesas.[189]​ Es el autor de la famosa balada Father O'Flynn[189]​ ―recogida en su libro Father O'Flynn and other Irish Lyrics (El padre O'Flynn y otros poemas líricos irlandeses, 1889)― y de muchas otras canciones y baladas. En colaboración con Sir C. V. Stanford publicó Songs of Old Ireland (Canciones de la vieja Irlanda, 1882) y Irish Songs and Ballads (Canciones y baladas irlandesas, 1893);[189]​ los aires de sus Irish Folk-Songs (Canciones tradicionales irlandesas, 1897) fueron arreglados por Charles Wood,[Nota 13]​ con quien también colaboró en Songs of Erin (Cantos de Erin, 1901).[189]​ Otras obras suyas son: Songs of Killarney (Canciones de Killarney, 1872) y Irish Song Book (Cancionero irlandés, 1894).[190]

Poetas escoceses victorianos

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Tras residir durante una temporada en Burdeos, John Sterling (1806-1844) escribió en 1837 su poema The Sexton's Daughter (La hija del sacristán), muy al estilo de Wordsworth, que fue publicado en 1839 junto con diversos Poemas.[191]​ Al mismo tiempo, estableció una vinculación con el Blackwood's, en el que aparecerían composiciones en prosa más singularmente originales. De entre ellas, la más meritoria es The Palace of Morgana (El palacio de Morgana), uno de los más hermosos poemas en prosa. La más elaborada es The Onyx Ring (El anillo de ónice),[191]​ un romance que muestra una marcada influencia alemana, y tal vez por este motivo aceptable para Carlyle, quien aparentemente es idealizado en él como el personaje de «Collins», mientras que Hare[Nota 14]​ figura como «Musgrave».[191]​ Estos textos resultaron extraordinariamente prometedores frente al fiasco de sus proyectos más importantes.[192]

The Election: a Poem in seven books (La elección: poema en siete libros), analizado y en conjunto no desaprobado por Carlyle, apareció en 1841; se trata de una agradable exposición de la comicidad de una elección, un tanto al modo de Crabbe, cómico sin ser ridículo, y ligada a una bonita historia.[193]​ De los ocho cantos de Richard Cœur de Lion (Ricardo Corazón de León), un "poema serio-cómico orlandiano u odiseico" escrito en octavas siguiendo el modelo de Berni, solo tres han sido publicados. Aparecieron en el Fraser's tras la muerte del autor, y por su humor y facultades narrativas merecen los elogios que Carlyle les otorga.[193]

Es probablemente en su poesía donde a la larga descansará la reputación de William Bell Scott (1811-1890). Blake y Shelley fueron sus principales modelos, y la amistad de Rossetti fue un estímulo continuo para él. Pero carecía de la intensidad y el genio artístico de Rossetti. Era fundamentalmente escocés y, a pesar de la amplitud de sus inclinaciones afectivas, su mejor poesía es mística y metafísica antes que romántica.[194]​ Publicó cinco volúmenes de poesía, incluyendo Hades y The Year of the World, y numerosos sonetos hermosos, una forma poética en la que sobresalió.[195]​ Destaca notablemente su volumen de Poemas, de 1875, ilustrado con grabados suyos y de Alma-Tadema.[196]​ Bell Scott será recordado principalmente por su conexión con el círculo de Rossetti.[196]

W. E. Aytoun (1813-1865), poeta humorístico, se convirtió en colaborador habitual del Blackwood's Magazine en 1836, y continuaría su vinculación con dicho medio hasta su muerte.[197]​ Su primera publicación ―un volumen titulado Polonia, Homero y otros poemas, en el que expresó su ávido interés por el Estado de Polonia― había aparecido en 1832.[198]​ En él eran ya evidentes las cualidades de su posterior estilo.[199]​ Entre 1841 y 1844 trabajó conjuntamente con Sir Theodore Martin[Nota 15][199]​ en una serie de artículos de humor ligero sobre los gustos y disparates de la época, en los cuales se intercalaban los versos que más tarde se harían populares como las Baladas de Bon Gaultier,[198]​ que adquirieron una popularidad tan grande que fueron requeridas trece amplias ediciones de la obra entre 1855 y 1877.[199]​ Fue durante este período cuando Aytoun comenzó a escribir[199]​ la obra sobre la que descansa principalmente su reputación como poeta: Lays of the Scottish Cavaliers.[198]​ El primero de ellos apareció en el Blackwood's Magazine en abril de 1843, y el conjunto sería publicado en una edición completa en 1848.[200]​ La obra caló tan hondo entre el público que de ella aparecieron no menos de veintinueve ediciones,[199]​ una de las cuales contiene vigorosas y hermosas ilustraciones de Sir J. Noel Paton y W. H. Paton.[Nota 16][200]​ En 1854 escribió el poema dramático[201]Firmiliano: una tragedia espasmódica,[198]​ bajo el seudónimo de «T. Percy Jones», destinado a satirizar a un grupo de poetas y críticos, incluyendo a Gilfillan, Dobell, Bailey y Alexander Smith.[197]​ Estaba, sin embargo, tan lleno de imaginación y fino movimiento rítmico, que su propósito fue malentendido, y lo que pretendía ser una caricatura fue interpretado como poesía seria. En 1856 Aytoun publicó Bothwell, un monólogo poético que trata de la relación entre el héroe y María, reina de los escoceses. Contenía numerosos pasajes hermosos, y fueron publicadas tres ediciones del mismo. En 1858 publicó, en dos volúmenes, una colección de Baladas de Escocia, cuidadosamente cotejada y anotada, de la cual han sido publicadas cuatro ediciones, la última en 1860.[201]

Theodore Martin (1816-1909) colaboró en las revistas Tait's y Fraser's y en otras publicaciones periódicas con composiciones humorísticas en prosa y verso.[202]​ De 1842 a 1844, Martin y W. E. Aytoun escribieron juntos una serie de composiciones humorísticas[202]​ para las revistas mencionadas anteriormente. Se trataba sobre todo de poemas cómicos, la mayor parte de los cuales fueron recopilados en 1845 en Bon Gaultier's Ballads (Baladas de Bon Gaultier), un volumen que logró una inmediata popularidad y alcanzaría su decimosexta edición en 1903.[202]

Los poemas de Bon Gaultier parodiaban principalmente la poesía más destacada de la época, especialmente la «nueva poesía» de Tennyson. Algunos de los poemas burlescos pretendían ser ejercicios de competición por el puesto de poeta laureado que quedó vacante al morir Southey. The Lay of the Lovelorn, una parodia de Locksley Hall,[Nota 17]​ que fue elaborada por Martin a partir de diez o doce versos de Aytoun, era tal vez la composición más popular. Lockhart (en Spanish Ballads), Macaulay, Mrs. Browning, Moore, Leigh Hunt, Uhland e incluso el propio Aytoun se contaban entre las víctimas de las burlas de Martin o de su socio, junto con los estudiantes alemanes y los patriotas estadounidenses. Martin fue el que más contribuyó, pero la obra de Aytoun es la mejor. Si bien las Baladas resultan más superficiales que los Rejected Addresses[Nota 18]​ con los que pueden ser comparadas, apenas resultan menos divertidas.[202]​ En 1863 apareció un volumen editado para circulación privada de Poems, Original and Translated (Poemas originales y traducidos).[203]

En 1848, el poeta Thomas Aird (1802-1876) preparó para imprenta una edición recopilatoria de sus poemas, que consolidó enormemente su reputación. Muchos de ellos apelaban a los instintos religiosos de sus compatriotas, y otros mostraban una extraña inventiva. Pero los extensos poemas narrativos carecen de trama y estructura, y su interés es por lo tanto deficiente.[204]​ Con todo, la obra gozó de una gran aprobación. Carlyle dijo que encontraba en ellos "un aliento saludable como la brisa de las montañas".[205]

Tras abandonar el oficio clerical, el reverendo George MacDonald (1824-1905) se dedicó a la literatura,[206]​ y en 1855 publicó su primer libro, Within and Without, un poema cuyo primer borrador había sido escrito en Arundel en el invierno de 1850. Se trata de una tragedia poética sobre el amor conyugal y la incomprensión. En el ardor de sus aspiraciones religiosas, muchos versos recuerdan a los primeros poemas de Browning, en especial a Pauline, aunque sin la oscuridad de Browning. El libro se ganó el aprecio de Tennyson y la admiración de Lady Byron.[207]​ Un volumen de Poemas publicado en 1857 consolidó la reputación de MacDonald.[207]​ Este volumen contenía el poema A Hidden Life, en el que el autor ofrecía una imagen gráfica de su vida universitaria.[208]​ Más tarde se pasaría a la ficción narrativa.[206]​ Pero MacDonald era por encima de todo un poeta.[209]​ Su poesía resulta acogedora y directa, y está marcada por el fervor religioso y la sencillez.[210]

Su Diary of an Old Soul (Diario de un alma anciana, 1880) debe clasificarse junto con las mejores obras de Crashaw y Vaughan.[209]​ Otras obras poéticas de MacDonald: Dramatic and Miscellaneous Poems (1876); A Book of Strife, in the Form of the Diary of an Old Soul (edición privada, 1880); The Threefold Cord: Poems by Three Friends (coescrito con Greville Matheson y John Hill MacDonald; edición privada, 1883); Poems (1887); Scotch Songs and Ballads (1893) y Rampolli: Growths from a Long-planted Root (1897).

Retrato de James Thomson («B.V.»), de autor deconocido (1869).

La ardiente fe y la seguridad dogmática de Christina Rossetti y Coventry Patmore no orientaron la vida del infortunado James Thomson (1834-1882), que firmaba «B. V.», «Bysshe Vanolis», en honor a sus modelos Percy Bysshe Shelley y Novalis.[211]​ Su vida mísera y solitaria y su temperamento profundamente pesimista influyeron decisivamente en su obra: los elementos tristes y sombríos de la vida londinense se entrelazaban en las metáforas de sus poemas.[212]​ Bajo el auspicio de Charles Bradlaugh, a la sazón editor del London Investigator, Thomson se dio a conocer al público como escritor, si bien en realidad su primera publicación fue en el Tait's Edinburgh Magazine en julio de 1858, bajo el seudónimo de «Crepusculus».[213]​ Fue el National Reformer el medio donde aparecerían (en 1863), entre otras creaciones de James Thomson, los poderosos y sonoros versos de To our Ladies of Death (A nuestras damas de la muerte).[213]​ En 1869 disfrutó de la que ha sido descrita como su "única aparición estimable en una sociedad literaria respetable", con la aceptación en el Fraser's Magazine de su extenso poema Sunday up the River (Un domingo río arriba), por consejo, según se dijo, de Charles Kingsley.[213]

Thomson es principalmente conocido por un largo y desesperanzado poema, The City of Dreadful Night (La ciudad de la noche espantosa, 1874),[214]​ sin duda su obra maestra. Se trata de una extensa composición profundamente pesimista,[215]​ un gran poema de sólida estructura y profundo simbolismo,[212]​ en la que Thomson vuelca su desesperanza y sus desengaños.[211]​ Gracias principalmente al empeño de su amigo y admirador, Bertram Dobell,[216]​ Thomson conseguiría finalmente publicar, en 1880, su primer volumen, The City of Dreadful Night, with some other poems, seguido unos meses más tarde por un segundo volumen de poesía:[212]El relato de Vane y otros poemas. El primero de ellos, el libro más célebre de Thomson,[216]​ llamó inmediatamente la atención de forma considerable.[216]

Lo mejor de su obra fue escrito entre 1855 y 1875 ―La maldición de una ciudad (1857); A nuestras damas de la muerte (1861); Weddah y Om-el-Bonain y La diosa desnuda (1866-67); La ciudad de la noche espantosa (1870-74)―.[216]

Muchos de sus poemas líricos, serios o desenfadados, son hermosos de un modo conmovedor.[212]​ Shelley, Dante, Heine y Leopardi fueron sus principales modelos literarios; su maduro estilo resulta, en su austera concisión, menos shelleyano que dantesco.[212]​ En sus poemarios predominan los poemas breves, descriptivos o interpretativos de la vida contemporánea; de amor y alegría; poemas de nostalgia, o de desilusión.[211]La ciudad de la noche espantosa le valió el reconocimiento de George Eliot, George Meredith, Philip Bourke Marston y otros insignes autores.[212]​ Los llamativos contrastes del carácter de «B. V.» ―un espíritu valiente y afable unido a una insoportable melancolía; pretensiones espirituales unidas a una comprensión realista de los hechos; un ardiente entusiasmo por la democracia y el libre pensamiento junto con una obstinada incredulidad en el progreso humano― se advierten claramente en sus escritos, que están iluminados aquí y allá con destellos de brillante alegría, pero que son en general oscuramente pesimistas.[212]​ Su obra posee un cierto poder melancólico que la hace distintivamente notable.[215]

A las obras de James Thomson ya mencionadas cabe añadir el volumen póstumo titulado A Voice from the Nile, and other Poems (Una voz desde el Nilo y otros poemas, 1884).[216]​ Este volumen contenía muchas cosas interesantes, pero nada que acrecentara la reputación de Thomson. Si se trarara de señalar la afinidad literaria más evidente del autor de La ciudad de la noche espantosa, uno podría aventurarse a sugerir que James Thomson era un hermano menor de De Quincey. Si tiene una afinidad inequívoca con algún escritor, es con el autor de Suspiria de Profundis; si miramos más allá, tal vez podríamos discernir vagos prototipos en Leopardi, Heine y Baudelaire. Pero, al fin y al cabo, Thomson ocupa un lugar tan único como poeta que el esfuerzo de clasificación resulta prescindible. Lo suyo no era pesimismo literario, ni fingida melancolía. El poema "Insomnia" es un capítulo biográfico inconfundible; y en "Mater Tenebrarum" y otros fragmentos de sus escritos son frecuentes los pasajes de autorrevelación. Las virtudes de la poesía de Thomson son su poder imaginativo, su sombría intensidad y su sonora musicalidad; a estas características cabe añadir, en sus composiciones más ligeras, una mezcla tipo Heine de extraño regocijo, patetismo e ironía cáustica.[216]​ Sus defectos son una cierta monotonía en los epítetos, el nada infrecuente uso de mera retórica y verbosidad, y tal vez una predominante carencia de sentido formal; además de, ocasionalmente, una vulgar imprudencia expresiva, como en fragmentos de El relato de Vane.[216]

David Gray (1838-1861) hizo varios experimentos métricos ―algunos de ellos al estilo de Keats, y uno a la manera del método dramático de Shakespeare―, y después se centró en la composición de su poema idílico The Luggie.[217]​ Enfermo de tisis, y ante la expectativa de una muerte prematura y de unas esperanzas frustradas,[218]​ escribió una serie de sonetos, con el título genérico de In the Shadows (En las sombras).[217]

La mayoría de sus poemas muestran forzosamente trazas de inmadurez, y con frecuencia pueden encontrarse en ellos versos que son meros ecos de Thomson, Wordsworth o Tennyson, pero poseen, no obstante, una inequívoca singularidad y muestran una verdadera apreciación de la belleza natural.[219]The Luggie, el principal poema de Gray, es una especie de ensoñación en la que las escenas y los hechos de su infancia y sus tempranas ambiciones se entremezclan con la música del arroyo al que celebra.[219]​ El poema contiene muchas hermosas descripciones;[218]​ con su sentido de la belleza natural, y su promesa de poderío didáctico y descriptivo, constituye la principal reivindicación de Gray como poeta.[217]​ Pero su genio alcanzó su máxima expresión en la serie de 30 sonetos que lleva por título In the Shadows. Rezuman un espíritu de la más profunda melancolía, que la esperanza no alivia.[218]​ La serie posee, sin la menor mácula de morbosidad, una belleza conmovedora y solemne en armonía con las circunstancias en que fueron escritos.[220]​ Casi todos contienen una referencia directa o indirecta a las fases de la naturaleza exterior, y dan evidencia de una riqueza imaginativa y sentimental subyacente, de un genuino y vigoroso poder conceptivo, y de un talento para la expresión musical lúcida y sólida, pero sutil y sensible, que aparentemente solo requería haber sido suavizada por el tiempo y la experiencia para haber modelado una poesía que le hubiera otorgado un nombre perdurable en la literatura inglesa.[220]​ Estos sonetos resultan sustanciosamente notables, y varios de ellos son afortunados en su estructura y expresión. The Luggie and Other Poems apareció por vez primera en 1862.[217]

El poeta David Wingate (1828-1892) estuvo trabajando en los pozos de carbón cercanos a Hamilton desde los nueve años. Publicó Poemas y canciones (1862), que fue acogido favorablemente y seguido por Annie Weir (1866).[221]Lily Neil apareció en 1879, seguido por Poemas y canciones (1883) y Poemas escogidos (1890).[221]

Robert Williams Buchanan (1841-1901) fue un poeta, novelista y dramaturgo inglés de origen escocés. Influido por Peacock escribió lo que él llama sus "poemas pseudoclásicos",[222]​ que integraron su primera obra, una colección de poemas, Undertones (1863),[223]​ que tuvo cierto éxito.[223]​ Este volumen "tentativo" fue seguido por Idilios y leyendas de Inverburn (1865), Poemas de Londres (1866) y Costa Norte y otros poemas[224]​ (1867), en los cuales mostraba aptitud para la narrativa poética y percepción comprensiva de las condiciones de vida más humildes.[224]​ Sus London Poems cimentaron su reputación como escritor gráfico de narrativa poética cuyas simpatías con la vida de los humildes eran profundas.[225]​ En estos poemas narrativos se encuentra, en líneas generales, el mejor Buchanan, si bien ensayaría una más ambiciosa travesía en El libro de Orm: un preludio a la épica, un estudio del misticismo que apareció en 1870.[224]​ Estas obras le dieron una reputación cada vez mayor y suscitaron grandes esperanzas en su futuro[223]​ como poeta. En 1874 apareció una recopilación de sus poemas en tres volúmenes, y aunque fue criticada por sus irregularidades, mejoró su situación. Le seguiría en 1877 Balder the Beautiful, un poema ambicioso pero pesado, recibido con indiferencia.[225]Baladas vivaces como "The Starling" (en London Poems), "Phil Blood's Leap" y "Wedding of Shon McLean" (en Ballads of Life, Love, and Humor, 1882) impresionaron poderosamente al común de los lectores. "The Wedding" apareció originalmente en el Gentleman's Magazine (julio de 1874).[225]​ A partir de entonces, Buchanan no abandonó la poesía, pero publicaría menos.[225]​ Un poema épico, The City of Dream (La ciudad de los sueños, 1888), el principal poema de sus últimos años, ejemplifica su vena mística y su amor por la mitología.[225]​ Los poemas de Buchanan fueron recopilados en un volumen único en 1884, y como Obra poética completa (dos volúmenes, 1901). Entre sus poemas también cabe mencionar: The Drama of Kings (El drama de los reyes, 1871); St. Abe and his Seven Wives (Saint Abe y sus siete esposas), un vívido cuento de Salt Lake City, publicado de forma anónima en 1872;[224]The Outcast: A Rhyme for the Time (1891) y El judío errante (1893).[224]​ Estos dos últimos iban dirigidos contra determinados aspectos del cristianismo.[223]​ Buchanan escribió demasiado y de manera demasiado variopinta para lograr los mejores resultados, pero su talento lírico era firme.[226]

De formación autodidacta, el poeta Alexander Anderson (1845-1909) llegaría a dominar el alemán, el francés y el español lo suficiente como para leer las principales obras maestras en estas lenguas. Pronto se manifestó su vena poética, la cual era genuina aunque de alcance algo limitado,[227]​ y en 1873 se publicó su primer libro, A Song of Labour and Other Poems (Un canto al trabajo y otros poemas). Posteriormente publicaría The Two Angels and Other Poems (Los dos ángeles y otros poemas, 1875).[228]​ Viajó a Italia, pero la serie de sonetos En Roma no registra las impresiones producidas por la experiencia italiana: son el producto de la imaginación del obrero ferroviario que, cuando los publicó (en 1875), apenas había salido de su condado natal.[228]​ Su siguiente proyecto, Songs of the Rail (Canciones del ferrocarril, 1878), estaba compuesto en gran parte de poemas ferroviarios de las dos colecciones anteriores. Baladas y sonetos (1879), publicado por Macmillan, contenía también una selección de los volúmenes anteriores junto con nuevas composiciones.[228]​ A partir de entonces, escribió poco.[227]​ Generalmente, escribía bajo el sobrenombre de «Surfaceman»,[227]​ en referencia a su oficio de operario de mantenimiento ferroviario.

La obra poética de Anderson muestra poderío lírico, generoso sentimiento y vívida perspectiva, así como un dominio de la métrica y unas dotes literarias que serían dignas de mención en un escritor de educación liberal y en un entorno culto.[229]​ Sus logros más característicos fueron como "poeta laureado del ferrocarril" (a la manera de las Baladas de Pike County[Nota 19]​ o de Bret Harte) y de la vida infantil en los hogares escoceses humildes. En sus poemas más conocidos, la lengua vernácula del suroeste de Escocia es empleada con brío y discreción. Pocas antologías de poemas escoceses carecen en la actualidad de uno o dos de «Surfaceman», y varios de los poemas ferroviarios e infantiles son popularmente recitados.[229]

William Sharp (1855-1905), poeta y literato escocés, fue uno de los primeros y más talentosos impulsores del renacimiento celta.[230]​ Debía su peculiar predilección por lo celta a las historias y canciones de su niñera de las Highlands o a las estancias de tres o cuatro meses al año en las costas de las Tierras Altas occidentales.[231]​ Pasó una temporada en Australia y finalmente regresó a Escocia decidido a "ser poeta y escribir sobre la Madre Naturaleza y sus misterios más ocultos".[231]​ Durante su vida fue conocido únicamente por una serie de obras poéticas y críticas de gran mérito, aunque no excepcional.[232]

En 1882 apareció un volumen de poemas, The Human Inheritance (El legado humano), que obtuvo cierto reconocimiento.[233]​ En 1884 publicó un segundo volumen de poesía, Earth's Voices (Voces de la Tierra), vívidamente impresionista, pero un tanto prolijo.[233]​ También publicó Romantic Ballads and Poems of Fantasy (Baladas románticas y poemas de fantasía, 1888),[233]​ elocuentemente imaginativos pero carentes de acabado.[233]

A partir de 1890, Sharp se consagraría a un nuevo campo de trabajo literario, escribiendo mucha prosa y poesía místicas bajo el seudónimo de «Fiona Macleod», identidad que él mismo ocultaría cuidadosamente.[233]​ Gran parte de la producción literaria de «Fiona» fue escrita bajo la influencia de una especie de trance mesmérico o espiritual, o era el testimonio de dichos trances.[233]

En Roma escribió Sospiri di Roma, una serie de poemas impresionistas no rimados en métrica irregular, impresos en 1891 para difusión privada.[233]​ También coordinó la publicación en América de sus Baladas románticas y de Sospiri di Roma en un volumen, bajo el título de Flower o' the Vine (Flor de la vid) (Nueva York, 1892).[233]

Si bien su obra reflejaba la influencia del antiguo paganismo celta, estaba principalmente teñida de un extático culto a la naturaleza y reflejaba la insistente viveza y rareza de los sueños.[234]

Poesía religiosa

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Conviene tener en cuenta la poetización de las experiencias religiosas de Arthur Hugh Clough, John Keble, John Henry Newman y demás miembros del Movimiento de Oxford.[Nota 20][79]John Keble (1792-1866) fue clérigo, poeta y teólogo. En 1833, su famoso sermón sobre "La apostasía nacional" dio el primer impulso al Movimiento de Oxford, del que fue considerado, junto con Pusey y tras la marcha de Newman a la Iglesia de Roma, como su líder.[235]​ Consideraba la poesía como una válvula de escape para alguna emoción sobrecargada, o alguna imaginación plena, o algún imaginativo remordimiento, que no habían encontrado su vía natural de salida en la vida y en la acción.[236]​ En 1846 publicó otro libro de poemas, Lyra Innocentium.[235]​ En 1847 apareció el único volumen completo de sermones de Keble publicado en vida del autor. Se titulaba Sermones académicos y ocasionales, y pretendía principalmente, como indica el prefacio, evitar que los clérigos siguieran el ejemplo de Newman.[237]​ Este volumen contiene el famoso sermón assize sobre "La apostasía nacional", que Newman siempre consideró "el punto de partida del Movimiento de Oxford". Es a la vez singularmente sencillo y completamente valiente y franco.[237]​ Tras su muerte aparecieron doce volúmenes de Sermones parroquiales.[235]​ Sus poemas, si bien en modo alguno poseen idéntico mérito literario, se caracterizan generalmente por su delicado y genuino sentimiento poético, y por su lenguaje refinado y a menudo extremadamente alegre; y el hecho de que el libro se haya convertido en un clásico religioso con lectores muy alejados del punto de vista eclesiástico del autor y de su línea general de pensamiento, resulta ser una prueba de la fidelidad a la naturaleza con la que sus temas son tratados.[235]​ Keble ejerció una enorme influencia espiritual sobre su generación.[235]

En cuanto a la obra poética de John Henry Newman (1801-1890), el autor alcanzaría gran popularidad, especialmente después de que fuera musicado por Elgar el monólogo dramático del alma abandonando el cuerpo en la hora de la muerte, titulado The Dream of Gerontius,[238]​ así como "Lead Kindly Light", que compuso en 1833 en un viaje de Palermo a Marsella.[238]​ Durante una gira por Europa escribió la mayoría de sus poemas breves, entre ellos "Lead Kindly Light", que fueron publicados en 1834 bajo el título de Lyra Apostolica;[239]​ algunos de los poemas incluidos en el volumen fueron escritos con anterioridad, y uno o dos en un período posterior, pero la mayoría fueron compuestos durante dicho viaje.[240]​ Publicó ocho volúmenes de sermones parroquiales (Oxford Sermons, 1828-1853),[241]​ que le sitúan en primera fila entre los predicadores ingleses,[239]​ y el poema The Dream of Gerontius[239]​ (1865). Cuando se publicaron aquellos, se dijo de ellos que "superan a todos los demás sermones del mercado como los relatos de Scott superan a todos los demás". No eran polémicos; y hay poco en ellos a lo que la teología católica pondría reparos.[242]​ En su tono resultan severos y con frecuencia melancólicos, como si fueran la expresión de un espíritu aislado.[243]​ Como poeta poseía inspiración y un genuino poder. Algunos de sus más tempranos y breves poemas, no obstante un característico elemento de ferocidad e intolerancia en uno o dos casos, son descritos por R. H. Hutton[Nota 21]​ como "inigualables por la magnificencia de su idea general, su pureza de gusto y su brillantez de efecto total"; mientras que el último y más extenso, El sueño de Geroncio, es generalmente reconocido como la más venturosa tentativa de representar el mundo oculto que se ha hecho desde los tiempos de Dante.[244]

La carrera de Arthur Hugh Clough (1819-1861) fue mucho menos brillante de lo que se esperaba.[90]​ Con todo, siquiera de manera intermitente, sus poemas ofrecen una fuerza, un coraje y una efervescencia mucho más atractivos para el lector actual que la melancolía reinante.[90]​ Estuvo inicialmente bajo la influencia de Newman,[245]​ y adquirió el más vivo interés por las controversias teológicas de la época. El resultado en su caso fue un abandono gradual de su credo inicial.[246]​ Posteriormente se convirtió en un escéptico.[245]​ Nunca se mostró amargo hacia la Iglesia de su infancia, pero llegó a considerar sus dogmas como imperfectos e insostenibles.[246]​ Había perdido la fe, es verdad, pero nunca dejó de interesarse por la religión. En The Last Decalogue (El último decálogo), versión de los diez mandamientos adecuada a una época basada en el rendimiento económico, quebranta la hipocresía de la piedad victoriana.[90]​ De su lucha con este mundo sin Dios surge en ocasiones una vitalidad sorprendente, una sensación de tranquilidad, incluso de victoria, por coyuntural que esta sea.[247]​ En el Oriel College de Oxford llevó grupos de lectura, uno de los cuales le sugirió[246]​ el poema homérico-pastoral The Bothie of Tober-na-Vuolich (1848), escrito en hexámetros[245]​ y pleno de socialismo, humorismo de los grupos de lectura y paisajes escoceses.[248]​ Su pensamiento heterodoxo en aquel momento había entrado en conflicto con la ortodoxia requerida en su labor académica, lo que le obligó a renunciar a esta; la sensación de alivio que esta renuncia le supuso se manifestó en textos literarios optimistas a la par que reflexivos, y publicó poemas tanto nuevos como antiguos.[248]​ Así, Ambarvalia (1849), publicado conjuntamente con su amigo Thomas Burbidge, contiene poemas breves de diversas fechas desde 1840 (o anteriores) en adelante.[248]​ En Roma, en 1849, escribió Amours de Voyage (Amores de viaje), una novela corta en verso.[245]​ Su último poema extenso, el Dipsychus, fue escrito en un viaje a Venecia en 1850.[249]​ Se trata de una sátira más bien irregular.[248]​ Cabe destacar también los idilios que componen Mari Magno, o relatos de a bordo[248]​ (1861). Sus poemas, aunque repletos de delicadas y sutiles meditaciones, son, a excepción de algunos poemas líricos breves, deficientes en su forma, y los hexámetros que empleó en The Bothie… resultan a menudo toscos, aunque tal vez utilizados tan eficazmente como por cualquier escritor de poesía en inglés.[245]​ Clough fracasó en llevar a cabo cualquier proyecto extenso, y su poesía resulta deficiente en forma y acabado; con todo, para las mentalidades congeniales posee un encanto mayor que el de mucha poesía de superior refinamiento y elaboración más exquisita.[249]​ Aunque Clough fue, hasta cierto punto, un discípulo de Wordsworth, muestra la originalidad de un verdadero genio en sus descripciones de paisajes y en su tratamiento de los grandes problemas sociales y filosóficos de su tiempo. Si bien algunos contemporáneos mostraron mayor destreza artística, nadie ofreció mayores indicios del poder de revestir el lenguaje poético de una reflexión seria.[249]​ Algunos de sus mejores poemas líricos poseen una intensidad melódica que iguala a su profundidad reflexiva.[248]​ No obstante, era justamente considerado, al igual que su amigo Matthew Arnold, como uno de los poetas ingleses más característicos de mediados del siglo XIX.[248]​ Su poesía lleva a cuestas la melancolía y la perplejidad de una época de transición.[248]​ En el aspecto técnico, la obra de Clough resulta interesante para los estudiosos de la métrica, debido a los experimentos que llevó a cabo, en The Bothie y otras, con hexámetros en inglés y otros tipos de versos formados sobre la base de modelos clásicos.[248]​ Clough vino a tender un puente entre la primera etapa de la época victoriana y algunos de los poetas victorianos más tardíos, caracterizados por su cinismo, su exuberancia, por admitir una tierra cada vez más fría y un cielo cada vez más vacío.[250]

Henry Alford (1810-1871) publicó, en febrero de 1833, su obra lírica inaugural, Poemas y fragmentos poéticos,[251]​ volumen que sería posteriormente reeditado con adiciones, conjuntamente con un poema extenso, La escuela del corazón, en 1835.[252]​ Con posterioridad, en 1841, publicó, junto con otros poemas nuevos,[251]​ otro pequeño volumen titulado El abad de Muchelnaye, con sonetos, etc.[252]​ Una colección de Salmos e himnos suyos apareció en la primavera de 1844.[251]​ Dos de sus numerosos himnos, el himno a la cosecha "Come, ye thankful people, come", y el himno bautismal "In token that thou shalt not fear", se han ganado una muy alta posición.[252]​ En momentos puntuales hizo buena su reivindicación de ser considerado como uno de los más sutiles y tiernos de entre los poetas religiosos menores de Inglaterra.[251]

Bajo el título de El año de la plegaria, Alford publicó en 1866 un libro de devoción familiar; y en 1867, una colección de himnos originales titulada El año de la alabanza, obras poco pretenciosas pero que popularizaron ampliamente el nombre del autor.[251]​ Su última efusión poética de considerable extensión fue The Children of the Lord's Prayer, que apareció en 1869.[251]

El deán Alford fue un hombre tan consumado como cualquiera de su generación; e indiscutiblemente habría llegado a ser una eminencia mucho mayor de lo que jamás logró ser en poesía, oratoria, música, pintura, teología o en la literatura en general, si hubiese aspirado a sobresalir solo en una o dos de esas artes o ciencias, en lugar de esforzarse por brillar en todas ellas por igual.[251]

La pobreza, la carencia durante muchos años de un hogar fijo y una muy mala salud contribuyeron a ahondar las opiniones religiosas[253]​ de Dora Greenwell (1821-1882). Miss Greenwell comenzó su carrera como escritora con la publicación de un volumen de poemas en 1848.[253]​ Fue bien acogido, y seguido en 1850 por otro volumen, Historias que podrían ser ciertas, con otros poemas. Un tercer volumen apareció en 1861, y de este se publicó una edición ampliada en 1867. Su siguiente volumen de poemas se tituló Carmina Crucis (1869).[253]​ Posteriormente publicó Songs of Salvation (Canciones de salvación, 1873), The Soul's Legend (La leyenda del alma, 1873) y Camera Obscura (1876), todas obras poéticas.[254]

La poetisa y filántropa londinense Adelaide Anne Procter (1825-1864) comenzaría en 1853 una prolongada vinculación con Household Words entregando algunos poemas bajo el nombre de «Mary Berwick». Dickens, el editor, era amigo de su padre, y ella optó por el anonimato porque no deseaba beneficiarse de su amistosa parcialidad. Aquel dio su visto bueno a aquellas poesías y publicó muchas de ellas ignorando su origen.[255]​ Todos sus poemas fueron originalmente publicados en Household Words o en All the Year Round, excepto dos en el Cornhill y dos en Good Words.[255]

Miss Procter, si bien no era una gran poetisa, poseía un don para el verso, y se expresaba con distinción, encanto y sinceridad. Se apropiaba de poco o nada, y mostró el mejor provecho en sus poemas narrativos. "La historia del ángel", "La leyenda de Bregenz", "La leyenda de Provenza", la "Historia de un alma fiel", se encuentran en numerosas antologías poéticas.[255]​ Sus poemas fueron publicados en los Estados Unidos, y también traducidos al alemán. En 1877 la demanda de poemas de Miss Procter en Inglaterra superaba la de los de cualquier escritor vivo a excepción de Tennyson.[255]

Anne Ross Cousin (1824-1906) es célebre por su himno The sands of time are sinking (Las arenas del tiempo se hunden), escrito en Irvine en 1854.[256]​ El original se componía de diecinueve estanzas y apareció por primera vez en The Christian Treasury en 1857, bajo el encabezamiento Last Words of Samuel Rutherford.[256]​ El estribillo del himno daría título al libro de Mrs. Cousin Immanuel's Land and other Pieces (1876; segunda edición revisada en 1896). Sus siguientes himnos más populares son O Christ, what burdens bowed Thy head[257]​ y King Eternal! King Immortal, que ha sido musicalizado y cantado con frecuencia en grandes festivales corales.[257]

Dos poetas religiosos, protegidos de Bridges, fueron Richard Watson Dixon (1833-1900), conocido también como historiador de la Iglesia, y Digby Mackworth Dolben (1848-1867). Lo mejor de Dixon son sus poesías líricas breves.[258]​ Publicó siete volúmenes de poesía.[259]​ Su primer poemario publicado, titulado Christ's Company, había aparecido en 1861, y un segundo, Odas históricas, le seguiría en 1863. Estos primeros poemas de Dixon se distinguen por no poco del colorido y la imaginación, y también por algo de la excentricidad, que marcaron las primeras obras de la escuela prerrafaelita.[260]​ Los poemas del primer volumen, aunque en gran parte sobre temáticas religiosas, no son estrictamente poesía religiosa; son obras de una pintoresca imaginación más que de sentimiento devocional. Las Odas históricas muestran un avance en sencillez, y un poder constructivo de las odas, que Dixon posteriormente llevaría aún más lejos. Las odas sobre Wellington y Marlborough están muy bien escritas, y merecen más atención de la que han recibido.[260]​ Pero no fue hasta 1883 que atrajo una atención sobresaliente con Mano, un poema histórico en terza rima, que fue elogiado con entusiasmo por Swinburne. Completaría este éxito con tres volúmenes impresos de forma privada: Odas y églogas (1884), Poemas líricos (1886) e Historia de Eudocia (1888).[261]​ En 1892 Dixon publicó un poema en latín, Carmen elegiacum in obitum Edwini Hatch, D.D. Los últimos poemas de Dixon son los mejores. Crecían hasta el final en sencillez y fuerza intelectual. Sus postreras canciones poseen algo de la franqueza y de la calidad musical e imaginativa de Blake. Las odas "On Conflicting Claims" y "On Advancing Age", y la que lleva por título "The Spirit Wooed", pueden ser consideradas sus obras maestras;[262]​ pero él nunca alcanzaría una popularidad general como poeta, estando el atractivo de su poesía directamente dirigido al erudito. Gran estudioso de la historia, sus estudios en esa dirección dieron colorido a gran parte de su poesía. La atmósfera romántica está notablemente preservada en Mano, un exitoso ejercicio métrico en la difícil terza rima. Sus poemas característicos poseen encanto y melodía, sin introducir ninguna nota o variedad rítmica nuevas. Es contemplativo, sobrio y afinado en la ejecución literaria, un típico ejemplo de la escuela de Oxford.[261]​ Los Poemas escogidos de Dixon fueron publicados en 1909 con una semblanza biográfica del autor escrita por Robert Bridges.[261]​ Dolben murió demasiado joven para cumplir lo que sus versos prometían.[258]

Tras escribir Sing-Song (canciones de cuna) en 1872, la poetisa Christina Rossetti (1830-1894) se dedicó principalmente a la composición de obras de edificación religiosa, metódicamente meritorias, pero escasamente relevantes para ser literatura. Alcanzaron, no obstante, una amplia difusión, y probablemente hicieron más por popularizar el nombre de la autora de lo que un segundo Goblin Market podría haber conseguido.[Nota 22][263]​ En 1890 la S.P.C.K.[Nota 23]​ publicó un volumen de su poesía religiosa.[264]

Poetas espasmódicos

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La «escuela espasmódica» debe su denominación al profesor Aytoun,[Nota 24]​ quien parodió su estilo en Firmiliano. El epíteto, sin embargo, se lo aplicó por primera vez Carlyle a Byron. La escuela incluye a George Gilfillan, Philip James Bailey, John Stanyan Bigg, Dobell, Alexander Smith y, según algunos críticos, Gerald Massey. Se caracterizaba por una tendencia subyacente al descontento con el enigma de la existencia, por un empeño estéril, una lucha sin recompensa, una desazón escéptica, y por un esfuerzo inquieto en pos de lo inalcanzable. En consecuencia, reflejaba fielmente cierta fase del pensamiento del siglo XIX. Las creaciones de la escuela están marcadas por un exceso de metáforas y una habitual extravagancia lingüística. Por otro lado, muestran una frescura y una originalidad a menudo ausentes en obras más convencionales.[265]

Poesía social y poesía política

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Thomas Hood (1799-1845), humorista y poeta, fundó una revista y la dirigió desde su lecho de enfermo, del que nunca se levantaría,[266]​ y en el que compuso poemas, muy pocos en número, pero inmortales en la lengua inglesa, tales como "Song of the Shirt (Canción de la camisa)" (que apareció de forma anónima en el número navideño de Punch de 1843), "The Bridge of Sighs (El puente de los suspiros)" y "Song of the Labourer (Canción del jornalero)", que aprovecharon los profundos intereses humanos de la época, y los transportaron desde el terreno de la filosofía social hacia los más sublimes dominios de la imaginación. No son expresiones clamorosas de ira ante las discrepancias y los contrastes de la humanidad, sino sencillos, solemnes cuadros de las condiciones de vida, cuya existencia no podían negar ni el político ni el moralista, y que éstos están imperativamente llamados a remediar. La mujer, en su vida desaprovechada, en su muerte apresurada, se presenta en ellos apelando a la sociedad que la degrada, con una combinación de elocuencia y poesía, de formas artísticas a la vez instantáneas y permanentes, y con gran energía y variedad métricas.[266]​ En el New Monthly Magazine apareció Miss Kilmansegg, tal vez su obra maestra dentro de su más característico estilo propio. Un éxito aún mayor alcanzaría la "Canción de la camisa".[267]​ En 1844 recopiló algunas de sus composiciones recientes en un volumen titulado Whimsicalities (Caprichosidades), ilustrado por Leech.[Nota 25][267]​ Sus poemas fueron editados por el canónigo Ainger en 1897.[267]

Como poeta en el sentido más convencional y restringido era elegante, grácil y sensible, pero no muy potente. Como humorista era exuberante y estaba dotado de una facultad perfectamente excepcional de jugar con las palabras. Como poeta es un discípulo nada indigno de Lamb y Hunt; como humorista se asemeja a Barham,[Nota 26]​ con menos opulencia de invenciones grotescas, pero con un patetismo para el que Barham era un extraño. En sus dos poemas más famosos, la "Canción de la camisa" y "El puente de los suspiros", este patetismo está casi separado del elemento humorístico en el que comúnmente va incrustado, y el resultado son dos de los más raros logros de la poesía contemporánea.[268]

Teniendo en cuenta las circunstancias de presión bajo las que escribió, no es de extrañar que gran parte de su obra fuera efímera y estuviera por debajo de sus facultades, pero en su particular línea de humor es único, mientras que sus poemas serios están imbuidos de imaginación y genuino patetismo. Algunos de ellos, como la "Canción de la camisa" y "El puente de los suspiros", resultan perfectos en su género.[269]

Thomas Cooper (1805-1892) fue un destacado cartista desde 1840 y en los años posteriores fue uno de los líderes de la facción más extremista entre los cartistas.[270]​ En 1842-43 fue acusado de sedición y conspiración,[271]​ y condenado a dos años de prisión. La mayor parte de ese tiempo la pasó en la cárcel de Stafford,[271]​ donde escribió algunos cuentos y El purgatorio de los suicidas, una epopeya política en diez libros, escrita en estancias spenserianas. El poema es una representación poética de los ideales del movimiento radical, y las circunstancias y motivaciones de algunos de los más famosos suicidios de la historia son utilizados como contexto moral y político de la obra.[271]​ Gracias a la ayuda de Douglas Jerrold[Nota 27]​ la obra apareció en 1845.[272]​ Alcanzaría una tercera edición en 1863.[271]​ En 1856 renunció súbitamente a las doctrinas de libre pensamiento que durante tantos años había sostenido.[272]​ Las Obras poéticas reunidas de Cooper fueron publicadas en Londres (1877).[271]

En 1855, Ernest Charles Jones (1819-1869) publicó el volumen El día de la batalla y otros poemas, del cual Landor escribió: "Byron lo habría envidiado, Scott lo habría aplaudido". Sus canciones políticas, de las cuales las mejores son la "Canción de los pobres", la "Canción de los jornaleros", la "Canción del esclavo de la fábrica" y la "Canción de las clases pobres", muestran un poderío lírico considerable, y fueron sumamente exitosas.[273]​ En 1857 publicó La rebelión del Indostán, supuestamente escrito en prisión, en 1848 y 1849, con su propia sangre sobre las hojas sueltas de un devocionario rasgado, e impreso de forma privada en 1850; en 1859 escribió Corayda y otros poemas.[273]​ Como poeta poseía una gran aptitud lírica.[273]

Joseph Skipsey (1832-1903), el poeta minero, que trabajó en las minas de carbón desde los siete años, no tenía estudios, pero pronto aprendió a leer y escribir.[274]​ En 1859 publicó un volumen de Poemas, del cual no parece haberse conservado copia alguna.[274]​ Durante los últimos treinta años de su vida, publicó varios volúmenes de poesía,[275]​ incluyendo Poemas, canciones y baladas (1862); El niño minero y otros poemas líricos (1864); Poemas (1871) y Un libro de poemas líricos misceláneos (1878).[274]​ Siguieron Villancicos de las minas de carbón (1886) y Canciones y poemas líricos (1892). La obra publicada de Skipsey pronto recibió elogios de los críticos perspicaces.[274]Oscar Wilde comparó sus Villancicos de las minas de carbón con la obra de William Blake.[274]

Los poemas de Skipsey eran principalmente líricos, y muestran la influencia de Burns y Heine. Lo mejor de su obra está en las poesías inspiradas por su experiencia como minero. Adquirió el hábito de revisar cuidadosamente su trabajo, pero no pudo vencer la innata aspereza de su lenguaje.[276]

Poesía cómica y humorística

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Entre la poesía menor de la época victoriana no debemos olvidar la masa de buenos versos humorísticos que encontraron salida en las páginas del Punch y de otras publicaciones cómicas.[277]​ Los tres tipos de humor ―el disparate, la parodia gruesa y la sugestión sutil― tuvieron exponentes valiosos. La crema del despropósito se encuentra en el Book of Nonsense (Libro de los disparates)[277]​ (1846) de Edward Lear (1812-1888),[Nota 28]​ que Ruskin situó en primer lugar en una lista de cien libros placenteros de la literatura contemporánea, un juicio respaldado por niños anglohablantes en todo el mundo.[279]​ La paradójica originalidad y la destreza artística ostentosamente maleducada de sus numerosos libros de disparates le valieron una fama más universal que sus obras serias.[279]

Desde 1866, el comediógrafo W. S. Gilbert aportó excelentes versos cómicos a la revista Fun, con ilustraciones humorísticas hechas por él mismo, bajo la firma de «Bab».[280]​ La primera balada ilustrada fue General John (1 de junio de 1867). A partir de esta fecha se convertirían en un rasgo habitual del magacín.[281]​ Una selección de estos poemas líricos, en los que la destreza artesanal combina una estimulante sátira sobre el carácter engañoso de las apariencias con los incontenibles disparates de un Lewis Carroll, fue publicada en 1869 de forma independiente bajo el título de Bab Ballads (Baladas de «Bab»), y fue seguida por More Bab Ballads (Más baladas de «Bab»)[280]​ (1873). Las Baladas de «Bab» cimentaron la reputación de Gilbert como un caprichoso humorista poético.[281]​ Pero Gilbert también buscó efectos paródicos gruesos en los libretos de sus famosas óperas cómicas. Son ingeniosos por las rimas, convincentes por la lógica y desconcertantes por las consecuencias. El verso no está vestido con la belleza de los de Aristófanes ―cuyas comedias son lo que más se le parece―, pero la música de Sullivan les da una gracia muy subida. No solo es la perfección de la música ligera y humorística, sino la resurrección del genuino arte inglés de la melodía.[282]

Charles Stuart Calverley (1831-1884), poeta y traductor; padre literario de lo que podría llamarse escuela universitaria del humor;[283]​ brillante como erudito, músico y orador, es tal vez más conocido como uno de los más grandes parodistas.[284]​ Sus parodias y otras coplas humorísticas ya lo habían hecho famoso entre sus compañeros de estudios cuando su talento se dio a conocer al mundo por vez primera con la publicación de Versos y traducciones en 1862.[285]​ Calverley fue uno de los hombres más brillantes de su tiempo; y, si hubiera gozado de salud, podría haber llegado a sobresalir en cualquier carrera que eligiera.[283]​ Su legado señala solo una pequeña porción de su talento, pero sus versos chispeantes y danzantes, que han tenido muchos astutos imitadores, aún no tienen rival en su propio estilo. Su humor estaba iluminado por el buen carácter; sus sátiras eran perspicaces pero benévolas.[283]​ Imbuido del espíritu clásico, introdujo en la creación de poesía ligera el pulimento y la elegancia de los grandes maestros, e incluso en su humor más caprichoso, sus versos se elevan al nivel de la poesía gracias a la excelencia salvadora del estilo.[283]​ Su poder imitativo, combinado con su ágil ojo para lo ridículo, hicieron de él tal vez el mejor parodista en su idioma. Su destreza intelectual, su lúdico humor y su agudo ingenio lo sitúan en primera fila entre los modernos escritores de los géneros poéticos más ligeros.[285]​ Es maestro de la parodia sutil y de las sorpresas ingeniosas tanto en versos en inglés como en versos latinos. Ha tenido muchos imitadores en la parodia, pero sus impresiones de Tennyson, Browning, Rossetti y Tupper son particularmente vivas y durarán tanto como sus fuentes. Calverley coloca la idea o el epíteto incongruente en sus versos ligeros con un arte que tuvo por padre a Horacio.[286]​ El ingenio de Calverley era sentido común refinado; no era un místico, y dirigía sus bienhumoradas burlas contra lo artificioso, lo oscuro y lo mórbidamente sentimental.[285]​ Su poesía tiene el peculiar encanto del optimismo de un colegial combinado con la exquisita cultura de un concienzudo erudito.[285]​ Publicó Versos y traducciones (1862) y Fly-leaves (1872). También tradujo a Teócrito (1869).[284]

El movimiento prerrafaelita

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En 1850 aparece una nueva tendencia en la poesía victoriana: la del movimiento prerrafaelita, surgida, a su vez, de la acción de la Hermandad Prerrafaelita, una asociación de pintores, poetas y críticos ingleses fundada en 1848 en Londres. Este movimiento poético y artístico protestaba contra la naturaleza mecánicamente literal de la mentalidad victoriana y pretendía recuperar parte de la espiritualidad y de la sencillez del mundo medieval.[287]

Últimos poetas victorianos

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Augusta Webster (1837-1894) publicó en 1860, bajo el nombre de «Cecil Home», un volumen titulado Blanche Lisle y otros poemas. Bajo el mismo seudónimo apareció en 1864 el poema Lilian Gray.[288]​ El primer volumen importante de poesía original de Mrs. Webster, Estudios dramáticos, fue publicado en 1866. Contiene "The Snow-waste", uno de sus mejores poemas. En 1870 apareció Retratos, la obra en verso más llamativa de Mrs. Webster aparte de sus dramas. Alcanzaría una segunda edición el mismo año de su publicación, y una tercera en 1893. Un poema notable, The Castaway, se ganó la admiración de Browning, y merece un lugar junto al Jenny de Rossetti.[288]

Durante sus primeras visitas a Italia, Mrs. Webster se había sentido atraída por las canciones campesinas italianas conocidas como rispetti, y en 1881 publicó Un libro de rimas, que contiene poemas rurales llamados "rispetti ingleses". Fue la primera en introducir dicho formato en la poesía inglesa.[289]

La poesía de Mrs. Webster le da derecho a un lugar elevado entre los poetas ingleses. Usó con éxito la forma del monólogo dramático. A menudo sacrificaba la belleza en favor de la intensidad, pero poseía una gran destreza métrica y oído para la melodía. Algunos de sus poemas líricos merecen un lugar en cada antología de la poesía inglesa moderna. Muchos de sus poemas tratan entera o incidentalmente de cuestiones que afectan especialmente a las mujeres.[290]

Al morir Tennyson en 1892 se tenía la sensación de que ninguno de los poetas entonces vivos, excepto Swinburne o William Morris, que estaban fuera de consideración por otros motivos, eran lo suficientemente sobresalientes como para heredar la corona de laurel, y durante varios años no fue nombrado ningún nuevo poeta laureado.[291]​ Finalmente, en 1896, fue designado Alfred Austin (1835-1913). Como poeta laureado, sus poesías de circunstancias no escaparon de la crítica adversa, siendo un ejemplo notable su arrebatado poema en alabanza de la Incursión de Jameson de 1896. La característica más lograda de la poesía de Austin es un genuino e íntimo amor por la naturaleza. Sus idilios en prosa, El jardín que amo y En el jardín de Verónica, están repletos de un agradable sabor a aire libre, que es también el rasgo destacado de sus Poemas líricos ingleses. Sus poemas líricos carecen de espontaneidad e individualidad, pero muchos de ellos poseen un sencillo y metódico encanto.[291]

Thomas Gordon Hake (1809-1895), médico y poeta, estuvo al servicio de la condesa de Ripon, quien estaba emparentada con la familia de su madre. La belleza de los bosques de Lady Ripon en Nocton revivió dentro de él el espíritu poético. Escribió su Lirio del valle y sus Old Souls (Viejas almas), los cuales, junto con otros poemas, se unieron en El epitafio del mundo, impreso de forma privada en 1866 en una edición de cien copias.[292]​ En los años posteriores se mantuvo ocupado principalmente en la composición y publicación de poesía para minorías, más dificultosa que oscura en concepto y lenguaje, pero nada atractiva para aquellos que no pudieran apreciar el simbolismo místico. En 1871 publicó Madeline y otros poemas, que reproducía gran parte de El epitafio del mundo.[292]​ En 1876 apareció New Symbols (Nuevos símbolos); en 1879 Legends of the Morrow (Leyendas del mañana); en 1880 Maiden Ecstasy (El éxtasis de la doncella); en 1883 The Serpent Play (El juego de la serpiente), y en 1890 The New Day (El nuevo día), una colección de sonetos a la manera de Shakespeare.[292]

Hake es un raro ejemplo de poeta que ha producido casi toda su obra después de los cincuenta.[292]​ No hay ningún poeta a quien sería más aplicable la frase de Tennyson: "Apagó su música", y más si cabe en la medida en que el resultado es realmente música, soliendo estar los versos más artificiales de Hake acompañados de una melodía que demuestra que la expresión métrica era, después de todo, natural para él, y esa poesía era en realidad su vocación. Es, no obstante, esencialmente un poeta de la reflexión, a pesar del carácter objetivo de la mayoría de sus poemas y del empeño de éstos por representar las ideas mediante símbolos materiales. Su poder descriptivo y su sentido de la condición misteriosa de la naturaleza están equilibrados con frecuentes caídas en la trivialidad; la impresión total que producen es, no obstante, de dignidad y distinción intelectual, y tienen, en todo caso, el mérito de ser independientes de toda la poesía contemporánea. La relativa fluidez y flexibilidad de los sonetos de Hake, su última obra poética, parecen indicar que habría superado sus defectos si la edad le hubiera permitido seguir escribiendo.[292]

Mathilde Blind (1841-1896) publicó varios libros de poesía: La profecía de San Odrán (1881), El brezo en llamas (1886), Canciones y sonetos (1893), Aves de paso (1895), etc.[293]​ Su obra inicial es un pequeño volumen de Poemas inmaduros publicado en 1867 bajo el seudónimo de «Claude Lake». Visitas a Escocia la inspiraron dos poemas de considerable alcance y pretensión: La profecía de San Odrán (publicado en 1881, pero escrito algunos años antes), que narra la singular leyenda de este santo, y El brezo en llamas (1886), una denuncia de los desahucios indiscriminados en las Highlands. Ambos están llenos de apasionada elocuencia y energía.[294]​ En 1888 Mathilde Blind produce la más ambiciosa de sus obras, El ascenso del hombre, diseñada como la epopeya de la evolución según Darwin. El poema de Mathilde Blind es bueno solo por partes, pero las mejores partes son muy buenas.[294]​ Su última obra poética fue ejecutada en Stratford-on-Avon, donde la tranquila belleza de los paisajes de Warwickshire y las asociaciones con Shakespeare la inspiraron algunos sonetos muy hermosos.[294]

Había en Mathilde Blind más carácter del que lograba sacar a relucir en su poesía, aunque ningún esfuerzo era vano. La conciencia del esfuerzo, de hecho, es un inconveniente para disfrutar de su poesía. Sin embargo, en ocasiones, especialmente en canciones, sonetos y en los poemas líricos que le inspiraba su solidaridad con las clases indigentes y marginadas, logra un resultado perfecto; y el colorido local de sus poemas de tema escocés y de muchos de los de temática oriental es hermoso y genuino. Algunos de sus sonetos resultan sumamente impresionantes; no obstante, hacía más verdadera justicia a sus facultades cuando dejaba a un lado sus ropajes cancioneriles.[295]

Arthur O'Shaughnessy (1844-1881) se interesó por la historia natural, y llegó a ser una autoridad en la rama de la herpetología. Su atención, no obstante, se había centrado, más decididamente incluso, en la poesía y la literatura en general. En 1870, sin haber ofrecido muchas evidencias previas de su talento, asombró a los lectores de poesía con su Epopeya de las mujeres y otros poemas, ilustrado con diseños de su amigo J. T. Nettleship.[Nota 29]​ Este volumen atrajo merecidamente una gran admiración por la espontánea melodía de su lírica, así como por la fuerza y la pasión dramáticas de algunas de sus más elaboradas composiciones. Las expectativas así creadas no se vieron cumplidas con sus Lais de Francia (1872), adaptado principalmente a partir de los poemas de María de Francia; y a pesar de que Music and Moonlight (La música y la luz de la luna) (1874) habría llamado la atención si hubiera sido su primera obra, parecía una flojísima repetición de Epopeya de las mujeres, excepto por los indicios de una nueva veta en "Europa" y algunos otros poemas cargados de alusiones políticas.[296]​ Sus poemas póstumos fueron publicados el mismo año de su muerte bajo el título de Songs of a Worker (Cantos de un obrero). En general, no muestran ningún avance con respecto a sus composiciones anteriores, pero incluyen algunos bonitos poemas sobre escultura, un tema al que postreramente había dedicado mucha atención.[296]

Su mejor poesía tiene las características de la música de Chopin: ensoñadora y a veces extraña, con un melodía original, deliciosa e inagotable. Algunas piezas, tales como "Flores de palma", exhiben, además, una notable facultad para la vistosa pintura verbal; otras, como "La hija de Herodías", poseen gran intensidad dramática, otras fascinan por un misticismo semi-sensual, y "Chaitivel" y "Bisclavaret" son salvajemente imaginativas. Sin embargo, todos estos dones, excepto el de la música verbal, parecieron ir desapareciendo a medida que el poeta envejecía, y su decadencia no fue compensada por un crecimiento en la fuerza intelectual.[296]

O'Shaughnessy era un genuino cantor; pero sus poemas carecen de importancia en los temas y de dignidad en las ideas. Sus melodías resultan a menudo espléndidas; y, como en "El manantial de las lágrimas", la riqueza de sus metáforas encubre cierta vaguedad e indecisión de la facultad creadora. Era muy afortunado en el uso audaz de la repetición y el eco, mediante los cuales garantizaba efectos que por sus obsesionantes melodías resultan casi inimitables.[297]​ Ha sido menospreciado por algunos críticos, pero su memoria fue reparada por Francis Turner Palgrave, quien dijo con cierta exageración que su talento para la métrica era el mejor de cualquiera de los poetas posteriores a Tennyson, y que "todo lo suyo poseía una musicalidad obsesionante".[297]

Edmund Gosse (1849-1928) se distinguió como poeta y como crítico, siendo las siguientes sus obras poéticas más destacadas: Madrigales, canciones y sonetos (1870); On Viol and Flute (De la viola y la flauta) (1873);[298]El rey Erik (1876); Nuevos poemas (1879); Ferdousí en el exilio (1885); In Russet and Silver (En bermejo y plata) (1894)[299]​ y Poemas recopilados (1896).[300]

Philip Bourke Marston (1850-1887) era hijo del dramaturgo y crítico John Westland Marston, y ahijado del poeta Philip James Bailey y de la novelista y poetisa Dinah Craik. A lo largo de su carrera, la poesía de Marston fue haciéndose progresivamente más y más triste y melancólica. Los idilios de la vida floreciente, tales como el precoz y muy hermoso "La rosa y el viento" fueron sucedidos por ensueños del sueño y del reposo de la muerte. Estas clases y gradaciones de sensaciones, que reflejan los sucesivos ideales de acción y quietud del poeta, resultan trazables[301]​ a través de sus tres volúmenes de poesía publicados en vida: Song-Tide and Other Poems (Marea de canciones y otros poemas) (1871), All in All (1875) y Wind Voices (Las voces del viento) (1883), abundan en hermosas meditaciones expresadas en un lenguaje hermoso, pero pronto se vuelven tediosos por la monotonía, no solamente de sentimientos, sino del léxico y las figuras poéticas. El soneto era indudablemente lo más apropiado para reproducir su veta usual de sentimiento; y esa forma de versificación u otras relacionadas llegaron a ser tan habituales en él que parecía experimentar una dificultad a la hora de fundir sus ideas en cualquier otro molde. Sin embargo, la suprema excelencia es a la vez tan indispensable en el soneto y tan difícil de alcanzar, que a pesar de que Marston no siempre está a la altura de la misma, la mayor parte de su obra en esta especialidad solo puede ser clasificada como de segunda categoría. También adolecía de ser un seguidor demasiado fiel, degenerando en la imitación, de un maestro más grande: Rossetti.[302]​ Dos colecciones póstumas de sus poemas fueron publicadas por Mrs. Moulton,[Nota 30]​ con los títulos de Secretos del jardín (1887) y Una última cosecha (1891).[302]

El académico y político galés Sir Lewis Morris (1833-1907) publicó en 1871 Canciones de dos mundos, que mostraba la influencia de Tennyson y fue bien recibida, aunque más bien por el público en general que por los círculos más críticos.[303]​ La primera serie, publicada de forma anónima, estaba principalmente compuesta de poemas líricos aportados desde 1865 en adelante a una pequeña sociedad literaria y artística, «The Pen and Pencil Club» («Club de la Pluma y el Lápiz»).[304]​ El verso sonoro y su plácido optimismo atrajeron una gran popularidad para estas Canciones, y una segunda serie que siguió en 1874, y una tercera publicada en 1875, resultaron igualmente atractivas.[304]​ Con posterioridad, Morris emprendería la composición de una serie de monólogos en verso blanco puestos en boca de los principales personajes de la mitología griega.[304]​ Estos poemas expresaban los prejuicios e ideales morales de su propia época. Las composiciones estaban relacionadas entre sí por el recurso de una peregrinación al Averno. Finalmente todos fueron recopilados bajo el título general de La epopeya de Hades[304]​ (1876-77), una ambiciosa obra que gozó de una extraordinaria popularidad, y que, si bien exhibe un talento innegable tanto en la versificación como en su poder narrativo, carecía de las cualidades de los géneros superiores de poesía.[303]​ Estaba compuesta por tres secciones denominadas "Hades", "Tártaro" y "Olimpo".[304]​ Su lucidez expresiva, las numerosas imágenes idílicas, los pasajes de exaltación espiritual, unidos a un carácter fuertemente didáctico, hicieron que la obra fuera especialmente popular entre la clase media.[304]

Como periodista, poeta, crítico e historiador, Andrew Lang (1844-1912) pronto se ganaría una reputación como uno de los escritores más calificados y versátiles de su tiempo. Su primera publicación fue un volumen de experimentos métricos, Baladas y poemas líricos de la vieja Francia (1872), y éste fue seguido a intervalos por otros volúmenes de primorosa poesía: XXII Ballades in Blue China (1880; edición ampliada en 1888), Ballads and Verses Vain (1884), seleccionados por Mr. Austin Dobson; Rhymes à la Mode (1884), Grass of Parnassus (1888), Ban and Arrière Ban (1894),[305]​ etc.

Poesía dialectal

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William Barnes (1801-1886) fue el poeta de Dorsetshire.[306]​ Si bien sus estudios principales se desarrollaron en el ámbito de la filología, ya en 1833 escribió para el County Chronicle sus primeros poemas en el dialecto de Dorset, entre ellos dos églogas inigualables: "The 'Lotments" y "A Bit o' Sly Coorten".[306]​ La obra sería editada de forma independiente en 1844,[307]​ bajo el título de Poemas de la vida rural en dialecto de Dorset.[308]​ En 1858 apareció una segunda serie de poemas de Dorset bajo el título de Hwomely Rhymes, varias de cuyas composiciones ―en especial "The Vaices that be Gane"― fueron eficazmente traducidas al francés para las Beautés de la Poésie Anglaise (Bellezas de la poesía inglesa) de De Chatelain.[Nota 31][309]​ Una nueva serie de Poemas de la vida rural en dialecto de Dorset apareció en 1862, y en 1868 el autor fue persuadido de publicar una serie de Poemas de la vida rural en inglés común, que obtuvo menos éxito que sus poemas dialectales. Estos últimos fueron recopilados en un solo volumen en 1879.[310]

Los poemas de Barnes se caracterizan por una singular dulzura y ternura emotivas, una honda percepción de la humilde vida rural y de sus personajes, y una exquisita sensibilidad para la ambientación local.[307]​ Su poesía es de carácter esencialmente inglés; ningún otro escritor ha mostrado un cuadro tan sencillo y sincero de la vida familiar y del trabajo en la Inglaterra rural. Su obra está llena de humor y de limpia, entusiasta alegría de vivir; y su rusticidad va singularmente unida a un sentido literario y un notable acabado técnico. Barnes es ciertamente el Teócrito victoriano; y, a medida que la vida rural inglesa sucumbía lentamente ante el avance del ferrocarril y el telégrafo, sería más y más leído por su cálido y evocador recuerdo del amor y la piedad rústicos.[310]

"Escritor lírico de una genialidad en grado sumo", Barnes fue también un muy interesante vínculo entre las formas presentes y pasadas de la vida rural ―un repertorio de costumbres, palabras y sentimientos olvidados―. A diferencia de Burns, Béranger y otros poetas del pueblo, nunca adopta el estilo más convencional, y abandona totalmente la ambición, el orgullo, la desesperación, la rebeldía y las grandes pasiones. "Sus rústicos son, por regla general, gente feliz, y rara vez sienten el aguijonazo del resto del moderno género humano ―la desproporción entre el deseo de serenidad y la facultad de obtenerlo―". Al igual que Chaucer, Barnes está lleno de alegría de vivir. Menos sombrías y más rústicas que las de Crabbe, sus églogas, inigualadas en inglés, no son totalmente indignas de comparación con los prototipos de Teócrito y de Virgilio.[311]

En 1856, Edwin Waugh (1817-1890), poeta de Lancashire, aumentó enormemente su reputación con su canción "Come whoam to the childer an' me".[312]​ En seguida se hizo inmensamente popular, no solo en Lancashire sino fuera de allí, e incluso en las colonias. La Saturday Review la llamó "uno de los más deliciosos idilios del mundo".[312]

El éxito de este poema lírico influyó en gran medida en la carrera posterior de Waugh.[312]​ Numerosas composiciones métricas permanecían aún en manuscrito. Preparó entonces algunas de ellas para su publicación, y aparecieron, con numerosas adiciones en el dialecto de Lancashire, en sus Poemas y canciones (1859).[312]

El mayor obstáculo para la popularidad de Thomas Edward Brown (1830-1897) es el empleo del dialecto de la isla de Man. A Brown le interesaban la naturaleza y la gente sencilla, y le gustaba expresarse honrada e individualmente. Tiene cierto tono místico.[313]​ La primera de sus historias en verso, Betsy Lee, apareció en el Macmillan's Magazine en abril de 1873. Esta sería reeditada junto con otros tres poemas narrativos maneses bajo el título de Fo'c'sle Yarns en 1881, y en 1889 apareció una segunda edición. El doctor y otros poemas vio la luz en 1887, La bruja de Man y otros poemas en 1889, y Old John en 1893. Una edición recopilatoria de los poemas apareció en 1900.[314]​ Los Fo'c'sle Yarns fueron muy apreciados por expertos como George Eliot y Robert Browning; pero el dialecto manés, al ser absolutamente lo contrario de formidable, parece haber funcionado como un aislante, y los poemas no encontraron ni una décima parte del reconocimiento que merecían.[314]​ Los mencionados Fo'c'sle Yarns (Cuentos del castillo de proa), la Epistola ad Dakyns y algunas poesías líricas cortas representan bien su abundante producción.[315]

Nueva literatura: la poesía

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En el último cuarto del siglo XIX, un grupo de poetas recogieron esa última fase del período victoriano en poemas líricos que poseen una melancólica belleza.[316]​ En su lírica no aparecen los problemas filosóficos ni aquellos otros relacionados con la moral que preocupaban a la Inglaterra victoriana, y por medio de versos breves y penetrantes encontraban imágenes para expresar sus propios estados de ánimo, sus amores y los momentos de la experiencia que más les habían afectado. Como poeta, Oscar Wilde se encontraba entre los menos importantes de este grupo de escritores, aunque su obra como dramaturgo y la notoriedad unida a su nombre proporcionarían a sus poesías una considerable reputación. Lo mismo que en su teatro, iba perfeccionándose con tanta rapidez que, si hubiese continuado escribiendo, su contribución habría llegado a ser memorable.[316]

Cabe destacar las últimas obras poéticas del diplomático Robert Bulwer-Lytton: Glenaveril o las metamorfosis (1885); En pos del Paraíso, o las leyendas del destierro y otros poemas (1887); Marah (1892); y King Poppy (1892). Los dos volúmenes mencionados en último lugar fueron publicados póstumamente.[145]Glenaveril es un poema narrativo en seis libros, para el cual había esperado un éxito fuera de lo común, y que, a decir verdad, muestra una gran inventiva y mucho brillo tanto reflexivo como expresivo.[317]​ Desgraciadamente, Glenaveril fracasó estrepitosamente. Mayor éxito acompañó a En pos del Paraíso (1887), un pequeño volumen mayormente consistente en leyendas y parábolas métricas, muy del espíritu de las Fábulas cantadas.[317]​ Los poemas líricos, de una sensibilidad más personal de lo habitual en él, publicados tras su muerte bajo el título de Marah,[318]​ son de mérito muy variable, y en general reproducen gran parte del estilo de Heine. King Poppy, que permaneció inédita hasta la Navidad de 1892, es, por otra parte, enteramente original, y probablemente será considerada como su mejor obra; los fragmentos más sublimes están expresados en una poesía de primer nivel, plenos de enérgico e irónico humor los más ligeros.[318]

Algunas piezas inéditas hasta entonces están incluidas en un volumen de Selecciones publicado, con una introducción de Lady Betty Balfour, en 1894. Su estilo métrico era sencillo y copioso, pero no preciso. A menudo da la impresión de haber sido producido con facilidad, porque el flujo de su pensamiento le llevaba consigo, y de no haberse sometido a un pulimento prolongado o minucioso. Frecuentemente sirvió de sugerencia para la obra de otros poetas, especialmente en sus producciones más tempranas.[145]​ Como poeta, posee el mérito de una extrema brillantez de la idea, la expresión y la descripción. Su defecto es que esta brillantez no tiene tregua: sus joyas reconcentradas resplandecen sobre ningún fondo, y el ojo llega a confundirse y a fatigarse con su esplendor.[318]​ La parte esencial y duradera de su poesía es aquella inspirada en su propia experiencia vital y en la observación de costumbres.[318]

En la etapa decisiva de su carrera literaria, Roden Noel (1834-1894) publicó Livingstone in Africa: a Poem (Livingstone en África: poema, 1874).[156]​ Entre sus postreros volúmenes, la falta de inspiración y de melodía es menos perceptible en su patético A Little Child's Monument (1881).[156]​ Se trata del libro de poesía más célebre de Roden Noel,[319]​ y en él se conmemora al tercer hijo de su matrimonio, Eric, quien murió a la edad de cinco años.[319]​ El resto de su producción poética incluye: Songs of the Heights and Deeps (Canciones de las alturas y las profundidades, 1885);[156]A Modern Faust and other Poems (Un Fausto moderno y otros poemas, 1888);[156]Poor People's Christmas: a Poem (La Navidad de los pobres: poema, 1890);[156]​ y My Sea, and other Poems (Mi mar y otros poemas, 1896).[319]​ Una selección de sus poemas, con una introducción de su amigo Mr. Robert Buchanan, fue publicada en 1892 en la serie conocida como «The Canterbury Poets (Poetas de Canterbury)».[156]​ La versificación de Roden Noel resultaba desigual y en ocasiones áspera, pero él siente una genuina emoción hacia la naturaleza, y su obra está impregnada de reflexiones filosóficas.[319]

La tarea literaria que se propuso Edwin Arnold fue la interpretación en versos en inglés de la vida y la filosofía orientales. Con este objetivo, su principal obra es La luz de Asia (1879), un poema sobre la vida y las enseñanzas de Buda, que tuvo gran popularidad pero cuyo lugar permanente en la literatura debe permanecer siendo muy incierto.[84]​ En verso blanco, de exuberancia oriental, en el que el color y la música están mezclados al modo tennysoniano con efectos intensificados, Arnold presenta aquí los elementos pintorescos y patéticos de la leyenda budista y la vida de Gautama. Las doctrinas morales eran aquellas a las que los europeos habían estado acostumbrados toda su vida, pero el contexto era nuevo para los lectores ingleses y americanos. El poema despertó la animosidad de muchos púlpitos, pero hubo sesenta ediciones en Inglaterra y ochenta en América, y hubo numerosas traducciones.[320]​ Se trata de una epopeya india, centrada en la vida y las enseñanzas de Buda, que está expuesta con gran riqueza de colorismo local y no poca alegría en la versificación. El poema contiene muchos versos de incuestionable belleza, y su inmediata popularidad, lejos de disminuir por la doble crítica a la que fue sometida la obra, se vio incrementada. Por un lado, fue criticada por los orientalistas por dar una impresión errónea de la doctrina budista; mientras que, por otro lado, la analogía sugerida entre Sakyamuni y Jesucristo ofendió el gusto de algunos cristianos devotos. Esta última crítica probablemente sugirió a Arnold la idea de intentar un segundo poema narrativo cuya figura central debía ser el fundador del cristianismo, como lo había sido el fundador del budismo en el anterior. Pero aunque La luz del mundo (1891), obra en la que esta idea tomó forma, poseía un considerable mérito poético, carecía de la novedad temática y de ambientación que habían otorgado al poema anterior gran parte de su atractivo; y, así, no pudo repetir el éxito alcanzado por La luz de Asia. Otros volúmenes destacados de poesía de Arnold fueron El Cantar de los Cantares hindú (1875), Perlas de la fe (1883), El canto celestial (1885), Con Saadi en el jardín (1888), La esposa de Putifar (1892), Adzuma o la esposa japonesa (1893)[321]​ ―Arnold residió, al final de su vida, durante algún tiempo en Japón, y su tercera esposa era una dama japonesa―[321]​ y La décima musa.[84]

Como poeta, Robert Bridges (1844-1930) se sitúa más bien aparte de la corriente de la moderna poesía inglesa, pero su obra ha ejercido una gran influencia en un selecto círculo, por su contención, pureza, precisión y por su delicadeza y pujanza expresivas; y encarna una teoría distinta de la prosodia.[322]​ Su poesía fue inicialmente editada de forma privada, y lentamente hizo su camino más allá de un círculo relativamente reducido de admiradores. Lo mejor de su obra se encuentra en sus Shorter Poems (Poemas brevísimos, 1890).[322]​ Sus principales volúmenes son Prometeo (1883; impreso de forma privada), una "mascarada al estilo griego"; Eros y Psique (1885), versión de Apuleyo; The Growth of Love, una serie de sesenta y nueve sonetos impresos para circulación privada en 1876 y 1889; Poemas brevísimos (1890).[322]

Se es consciente de que detrás de las novelas de George Meredith late una filosofía, y esta alcanza una expresión más completa y explícita en los poemas posteriores[124]​ a Modern Love (1862) que en cualquiera de sus obras en prosa. Estos poemas filosóficos, con el empleo de un lenguaje duro y limitado, por ejemplo en Poems and Lyrics of the Joy of Earth (1883), intentan conciliar la moralidad con las enseñanzas de la biología. Meredith mostró a las gentes de su época que la Tierra no le ofrece al hombre una manera fácil de superar su naturaleza animal.[124]​ En cuanto a las composiciones incluidas en el volumen Poemas y cantos del goce de la Tierra, "Los bosques de Westermain", en particular, posee un sentido de la misteriosa comunión del hombre con la naturaleza no igualado por ningún poeta inglés salvo Wordsworth y Shelley. Baladas y poemas de la vida trágica (1887) e Interpretación de la Tierra (1888) dieron una prueba más de la riqueza de pensamiento y del vigor expresivo que Meredith introdujo en la elaboración de versos. Para la mayoría, sin duda, la poesía de Meredith resulta prohibitiva, o casi ―porque, al fin y al cabo, ha escrito ciertos poemas, como "Martin's Puzzle", "El viejo cartista" y "Juggling Jerry", que nadie puede leer con facilidad―.[122]​ Sus lectores ―de su poesía incluso más que de su prosa― deben estar preparados para conocerlo sobre una base intelectual común.[122]

En 1898 apareció su Odas como contribución al canto a la historia de Francia, que consiste en una oda ("Francia, diciembre de 1870") reeditada de Baladas y poemas (1871) y otras tres inéditas; un buen ejemplo de su noble pensamiento y de su magnífico ―aunque a menudo difícil― lenguaje personal.[122]​ Entre los poemarios de su última época también se cuentan La bolsa vacía y Jump to Glory Jane[125]​ (ambos de 1892), Una lectura de la vida (1901) y Últimos poemas[117]​ (de publicación póstuma).

También cabe destacar a Francis Thompson (1859-1907), cuya poesía plena de ornamentación ha sido más atractiva para ciertos lectores. La leyenda de la pobreza y de los apuros de Thompson se ha ido añadiendo a ese atractivo, y aunque sus defensores han sido excesivamente ambiciosos, hay que conceder que, en The Hound of Heaven, describe una experiencia por la que han pasado todos los místicos utilizando para ello una imaginería que parecen haber comprendido muchos lectores que nada tienen que ver con la mística.[116]

En el irlandés W. B. Yeats (1865-1939) se ponen en contacto dos generaciones de poetas. El poema más antiguo, The Wanderings of Oisin (1889), utiliza la leyenda irlandesa, mientras que más tarde, en Londres, se tornaría decorativo a la manera prerrafaelista, aunque siempre continuaría siendo consciente de su pasado irlandés.[323]​ En 1889 publicó su primer volumen de poesía, The Wanderings of Oisin; su toque original y romántico impresionó a los críticos más exigentes y dio comienzo a un renovado interés por el movimiento «celta».[324]​ A mediados de la década de 1890 sometió su obra poética anterior a una esmerada revisión, y sería en las versiones revisadas de The Wanderings of Oisin y The Countess Kathleen, y en los poemas líricos incluidos en su recopilación Poems of 1895 donde su auténtica distinción poética encontraría adecuada expresión y sería reconocida como hito del surgimiento de una nueva escuela irlandesa.[324]​ En 1899 publicó The Wind Among the Reeds (El viento entre los juncos), que contiene algunos de sus mejores poemas líricos.[324]

Poems, Dramatic and Lyrical (Poemas dramáticos y líricos, 1893), de John Leicester Warren, Barón de Tabley (1835-1895), incluía selecciones de obras anteriores.[153]​ El volumen obtuvo pleno reconocimiento público para quien había parecido completamente olvidado. Un volumen subsiguiente, publicado en 1895 como segunda serie del precedente, no pudo rivalizar con la obra seleccionada de treinta años, pero demostró que aún podía haberse esperado mucho del autor si sus facultades físicas no hubieran comenzado a abandonarlo.[155]

También otros escritores más conocidos como novelistas o como dramaturgos merecen recordarse al estudiar la poesía victoriana. Dos, al menos, deben ser citados:[325]​ el irlandés Oscar Wilde (1854-1900) y el escocés Robert Louis Stevenson (1850-1894). El Movimiento Estético que ocupó las últimas décadas del siglo XIX cultivaba «el arte por el arte», y separaba peligrosamente la actividad artística de la vida del momento. El nombre más íntimamente ligado al Movimiento Estético es el de Oscar Wilde.[287]​ Lo más importante de su producción poética ―compuesta por seis poemarios escritos entre 1878 y el año de su muerte― es la conmovedora Balada de la cárcel de Reading (1898),[326]poema de profundo patetismo, cuyo argumento es la compunción de un condenado a muerte.[325]​ Wilde escribió The Ballad of Reading Gaol después de haber cumplido una sentencia salvaje de dos años de trabajos forzados por delitos de homosexualidad (práctica que había sido recientemente declarada ilegal para los hombres). En el poema, desprendido ya de las simplezas vanas del esteticismo, escribe con fuerza sobre la comunidad carcelaria, justo antes de que se vaya a producir el ajusticiamiento de uno de sus miembros. Al poema no le falta ornamentación, ni cierto sentimentalismo que Wilde pone en boca, por ejemplo, del hombre que ha sido sentenciado. Sin embargo, el efecto global es salvaje. Sentimos el terrible hastío, la frustración, la desesperanza de esos hombres para quienes «cada día es un año / un año de largos días».[327]​ Una selección de sus primeros poemas, marcados por extrañas afectaciones, pero dotados de un acabado clásico y una ocasional fortuna en los detalles,[328]​ había sido editada en 1881 como Poemas de Oscar Wilde.[328]​ La versión no expurgada de De profundis, en su forma original de carta a Lord Alfred Douglas (1897), es un documento conmovedor.[326]​ En cuanto a Stevenson, destacan sus poemas amorosos o de otro carácter publicados tras su muerte y algunos de los mejores versos para niños:[329]El jardín de versos para niños (1885), que muestra su extraordinaria percepción de la psicología de vida infantil;[330]Underwoods (1887) y la edición completa de sus Poemas y baladas, publicada póstumamente en 1913.

Poesía decadentista

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Mucho más efectista que Oscar Wilde fue Ernest Dowson (1867-1900), el poeta bohemio y vagabundo de la década que de alguna manera subsistiría gracias a las traducciones. Es más conocido por su poema lírico Cynara, que parece añadir un nuevo ritmo a la poesía inglesa.[316]​ En su poesía introdujo la brevedad y las lúcidas cualidades del verso latino.[331]

Con una serenidad más clásica, Lionel Johnson (1867-1902) construyó una poesía lírica tranquila y ordenada, provista de una belleza serena y reservada. Lo mismo que Dowson, llevaría la vida bohemia de los poetas de los años noventa.[331]​ En sus poemas encontramos un orden que está muy lejos de su desordenada existencia.[331]

Narrativa

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Contexto

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Las raíces morales y religiosas del espíritu victoriano se remontan al siglo XVIII, a los Wesleys y al renacer de las ideas evangélicas. A comienzos del siglo XIX la gente ya empezaba a rechazar a escritores como Fielding o Swift por no tener pelos en la lengua.[332]​ A mediados de los años cuarenta ya estaba seriamente limitado lo que un novelista podía decir sin perder el favor del público familiar. Para muchos este público familiar ―que se reunía para leer las novelas en voz alta, en una especie de liturgia entretenida― resultaba básico; en él radicaba su medio de subsistencia. Como los límites eran tan estrictos, había muchos temas, como la inmoralidad sexual, los desvíos sexuales, la prostitución, etc., que se evitaban o que, en todo caso, aparecían rodeados de un tono absolutamente falso, como si el autor caminara siempre sobre arenas movedizas. Por otra parte, esta costumbre de leer en voz alta, unida al método de publicación semanal o mensual que utilizaban muchos escritores, estrechó el contacto entre novelista y lector, lo cual anima y refuerza muchos aspectos de la ficción victoriana, sobre todo el humor y la conciencia social. La fuerza de esta relación hace que las prohibiciones impuestas resulten comparativamente triviales en escritores como Dickens.[332]

Panorama de la narrativa inglesa a lo largo del siglo XIX

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El reinado de la reina Victoria fue la Edad de Oro de la novela inglesa. Fueron varios los escritores cualificados para pretender la supremacía artística a base de méritos muy diferentes.[333]​ En los primeros años del reinado las novelas reflejan la confianza de la gente normal y corriente, más que las dudas y el abatimiento de los intelectuales. Nadie como Charles Dickens, el primer novelista de la época victoriana y su favorito, ha retratado en sus obras el paso que se vivió en la época: del exuberante optimismo al asco y la desesperación.[334]​ El sentido social, las esencias culturales producidas por el choque con esa realidad que llamamos vida, y los frutos del esfuerzo que los ingleses del siglo XIX hicieron para ser lo que tenían que ser, sí aparecen claramente en las obras escritas por los novelistas de la época. Pero como ninguna transformación de la vida deja de ir acompañada por el sufrimiento, tampoco se libró de él esta etapa, y la dirección de las energías y propósitos de los victorianos, por muy constructivos que fueran sobre todo en su aspecto externo, fomentó la agresividad y el afán de dominio, y supeditó el trabajo humano a fines no siempre honrosos. Charles Dickens fue el novelista que acusó con singular eficacia crítica las grietas y defectos del edificio aparentemente compacto de la sociedad victoriana.[1]

La variedad y el vigor excepcional de la novela inglesa de mediados del siglo XIX se debió al interés con que los escritores se aplicaron a dar forma artística a los modos de vida, distintos y cambiantes, de la sociedad en que vivían. Quizá sus obras no parezcan bien acabadas, debido a la costumbre generalizada de publicarlas por entregas; pero su espontaneidad creadora y su alcance son comparables a la explosión dramática del período isabelino. Por primera vez en la historia, la novela se convierte en el género literario dominante en Inglaterra, y el hecho de que fuera el vehículo más adecuado para el estudio psicológico y sociológico de las realidades humanas atrajo a muchos de los grandes creadores de la época.[335]

Así pues, la época victoriana fue, sobre todo, la del auge y expansión de la novelística inglesa. Su mayor representante, y uno de los autores más célebres de la literatura universal, fue Charles Dickens, a cuyo nombre hay que sumar los de otros autores no menos destacados como William Thackeray, Anthony Trollope o George Eliot. Un brote original y diferenciado, más afín al temperamento romántico, surgió en las novelas de las hermanas Brontë. La novela social estuvo representada por Elizabeth Gaskell y Charles Kingsley, y la narrativa histórica por las obras del barón Edward Bulwer-Lytton, mientras que los novelistas más relevantes de los que intentaron prescindir de incidentes sensacionalistas, falsas emociones y convenciones melodramáticas para captar los tonos vitales que experimenta la gente normal en su vida más cotidiana fueron George Eliot y Anthony Trollope.[336]

Dickens y Thackeray fueron amigos personales, si prescindimos de una desgraciada incomprensión; los dos eran humoristas, sentimentales, reformadores y de la misma clase social: la clase media. Pero el humorismo de Thackeray se inclinaba a los juegos de ingenio, y el de Dickens a la farsa; el sentimentalismo de Thackeray estaba refrenado por su "cinismo", mientras que el de Dickens rebosaba; Thackeray usaba la ironía contra las cosas malas, pero Dickens enronquecía de gritarles; Thackeray puso en sus libros a gentes que conoció, pero Dickens descubrió al cockney.[337]

La Inglaterra del siglo XIX fue prolífica en mujeres novelistas, algunas de las cuales hicieron aportaciones de importancia cardinal para el arte.[338]​ Las hermanas Brontë con su interpretación de las pasiones, y George Eliot con su penetración psicológica, trajeron al arte dos factores nuevos que han seguido predominando.[338]

En la época también escribían figuras como Benjamin Disraeli, Frances Trollope, Harrison Ainsworth, Mrs. Oliphant, Wilkie Collins y muchos otros. Sus obras fueron publicadas y traducidas en toda Europa y en América y basta echar una ojeada a los periódicos europeos para ver con qué tristeza recogieron la muerte de Dickens y para comprobar, por tanto, el lugar tan especial que ocupaban los novelistas ingleses entre los lectores extranjeros y en la tradición que iba retoñando en Francia, Italia, España y sobre todo en Rusia.[339]

Narrativa humorística y humanitaria

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Retrato de Charles Dickens (1859), obra del pintor inglés William Powell Frith.

Fuera de ciertas circunstancias biográficas, lo único indiscutible que se puede decir de Charles Dickens (1812-1870) es que era un hombre de genio.[340]​ Destacado ejemplo de novelista victoriano, Dickens no solo cultivó lo sentimental, sino lo humorístico, lo grotesco, lo sobrenatural y lo trágico.[340]​ Extraordinariamente popular en su día (todas sus obras gozaron de una notable difusión) gracias a unos personajes que cobraron vida propia más allá de las páginas de sus libros, al frescor y la cordialidad de su estilo, a la fuerza de sus descripciones y a su incomparable poder para crear personajes, situaciones y ambientes, Dickens sigue siendo uno de los autores más populares y leídos de todos los tiempos. Legó al mundo una galería de personajes, que, sin dejar de ser un tanto caricaturales, son imperecederos también.[340]​ Como escritor, trabajó diligente y prolíficamente para producir el tipo de literatura entretenida que el público de la época demandaba, pero también para ofrecer un análisis de los retos sociales de su tiempo, ocupándose en muchas de sus novelas de la difícil situación de los pobres y oprimidos. Byron, Scott y Wordsworth habían descubierto la belleza del mar y de las montañas; Dickens descubrió la emoción de los barrios humildes.[340]​ El arte de Dickens no consistía en retratar la vida como después hicieron con gran acierto Thackeray y Trollope, sino ―como la vida misma, que nunca imita― en crear de nuevo.[341]

El arte de Dickens, el observador, el vigoroso poeta de la vida urbana del XIX, se basa en la habilidad con que el autor percibía lo extremo, lo grotesco, lo anormal.[342]​ Atrapaba acertadamente el espíritu esencial de la gente, de los lugares, de los ambientes; los elevaba y obligaba al lector a reconocer la infinita variedad y la riqueza de lo que veía. Por esta capacidad Dickens atrae a veces el desprecio de quienes piensan que solo sabe crear personajes planos, caricaturas.[342]​ Lo mismo que el resto de los grandes artistas, Dickens contemplaba el mundo como si se tratase de una experiencia enteramente nueva vista por vez primera, y poseía una extraordinaria versatilidad en el lenguaje, dominando desde la creación cómica hasta la gran elocuencia. Creó personajes y situaciones tan diversos como nunca había conseguido nadie desde Shakespeare e influyó de manera muy profunda en su público hasta el punto de que la concepción del mundo que encontramos en sus novelas ha pasado a formar parte de la tradición inglesa.[343]​ Junto a esto Dickens ofrece una aguda sensibilidad lingüística, para las implicaciones que subyacen a lo dicho, y por eso los diálogos resultan absolutamente reveladores.[342]​ No creó escuela, no tuvo sucesores. Resulta imposible ser como Dickens, igual que uno no puede copiar a Shakespeare.[342]​ Dickens marcó un antes y un después en la literatura inglesa: la posterior a su muerte (1870) es notablemente diferente de la producida en los inicios de la época victoriana.

Novela de aventuras y novela militar

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Frederick Marryat (1792-1848), marino y novelista inglés, fue contemporáneo y amigo de Charles Dickens, y destacó por ser uno de los primeros autores de novelas de ambiente marinero. Sirvió en la Royal Navy durante un cuarto de siglo (1806-30), y cuando comenzó a escribir novelas volcó en su obra su madura experiencia y su irreprochable vivacidad.[344]​ Asentándose en su nueva profesión literaria, produjo con asombrosa rapidez[345]​ una trepidante sucesión de historias,[344]​ hasta alcanzar su más alta cota de habilidad constructiva en El perro diabólico (1837).[344]​ Marryat poseía un don admirable para la narrativa lúcida y directa, y un fondo inagotable de episodios, y de humor, en ocasiones rayano en la farsa.[344]​ Creó muchos personajes que adquirieron categoría entre las figuras características de la ficción inglesa.[344]​ Entre sus restantes obras están El buque fantasma (1839);[344]Poor Jack (1840); Joseph Rushbrook (1841); Percival Keene (1842); The Privateer's Man (El corsario, 1844); y Valerie (1849), inconclusa. Sus novelas constituyen un importante vínculo entre Smollett y Fielding, y Charles Dickens.[346]

Como escritor, Marryat ha sido juzgado de forma diversa, pero su lugar como narrador está asegurado. Extrajo de su experiencia profesional y de sus conocimientos el material para sus historias.[347]​ Marryat es el príncipe de los narradores del mar; su conocimiento del mar, su vigorosa definición de personajes y su humor campechano y honesto, si bien algo grueso, nunca dejan de complacer.[348]

Tras retirarse en 1827, el capitán de la Marina Frederick Chamier (1796-1870) se consagró a la profesión literaria.[349]​ Escribió varias novelas de temática náutica en la línea popularizada por Marryat,[350]​ que tuvieron en su momento una popularidad considerable, aunque actualmente casi han caído en el olvido.[349]​ Entre ellas cabe mencionar El «Aretusa» (1837), Jack Adams (1838), Tom Bowling (1841) y Jack Malcolm's Log (1846).[350]

Las aventuras del médico y novelista irlandés Charles James Lever (1806-1872) en el Trinity College de Dublín (1823-28) forman la base de la enorme reserva de anécdotas de la que se derivan las mejores cosechas de sus novelas. El inimitable Frank Webber en Charles O'Malley era Robert Boyle, un amigo irlandés de la universidad, posteriormente párroco.[351]​ Lever viajó a Canadá como cirujano no titulado en un barco de emigrantes, y se basó en algunas de sus experiencias para Con Cregan, Arthur O'Leary y Roland Cashel.[351]​ En febrero de 1837, tras diversas experiencias, comenzó a publicar Las confesiones de Harry Lorrequer en las páginas del recientemente fundado Dublin University Magazine[351]​ (publicación de la que posteriormente sería editor entre 1842 y 1845). Harry Lorrequer era meramente una sucesión de historias irlandesas y de otro tipo, buenas, malas y regulares, pero en su mayoría emocionantes.[351]​ Fue su primer y quizás su mayor éxito literario,[352]​ y la inmediata y gran aceptación que recibió decidieron a su autor a dedicarse a la literatura.[353]​ Lever nunca había tomado parte en una batalla, pero sus tres libros siguientes, Charles O'Malley,[354]​ que también apareció por vez primera en el Dublin Magazine en 1840;[352]Jack Hinton the Guardsman (1842) y Nuestro Tom Burke (1843), escritos bajo el estímulo de la extravagancia crónica propia del escritor, contienen algunas páginas militares espléndidas y algunos de los pasajes bélicos más vigorosos que se recuerdan.[354]Tom Burke resulta especialmente valiosa por su representación del entusiasmo suscitado por Napoleón I, y de la vida de los irlandeses exiliados en París.[355]​ Estas obras carecen de arte y casi de forma; la influencia de Maxwell[Nota 32]​ es claramente perceptible en ellas.[352]​ Pero las primeras novelas de Lever muestran sus mejores cualidades en su máxima expresión: su espíritu animal y su alegría jovial, su copioso y eficaz anecdotario, su poder de delineación vigorosa, aunque de ningún modo sutil, de los personajes dentro del alcance de su propia experiencia.[352]

Pintura datada en torno a 1835 que representa la batalla de Ponte Ferreira (22-23 de julio de 1832), obra de A. E. Hoffman, un oficial extranjero que luchó en la guerra civil portuguesa en el bando de Pedro, duque de Bragança.

En las páginas de Charles O'Malley, su libro más popular,[353]​ y de Tom Burke, una de sus novelas más características,[352]​ Lever anticipa no pocos de los mejores ecos de Marbot, Thiébault, Lejeune, Griois, Séruzier, Burgoyne y otros similares.[Nota 33]​ Se ha dicho que su narración de la batalla del Duero no tiene nada que envidiar a la de Napier.[354]​ Durante esos años apenas pasaba uno sin una contribución a la lista de sus joviales, frescas y divertidas historias.[353]​ No obstante, a causa de que su estilo era demasiado fácil de parodiar, la fama de Charles Lever sufrió un eclipse pasajero.[356]

Tras publicar Arthur O'Leary: sus andanzas y meditaciones en numerosos países (1844), Lever consideró que su "savia original" estaba agotada y decidió renovarla en el Continente.[354]​ Su siguiente obra importante, The O'Donoghue (1845), una novela ambientada en Killarney, debe su origen a unas vacaciones pasadas en dicha región; en la siguiente, El caballero de Gwynne (1847), uno de sus mejores libros, recurrió a la historia y se sirvió de los recuerdos contemporáneos de la Unión.[357]​ En Las confesiones de Con Cregan (1849), Roland Cashel (1850) y Maurice Tiernay (1855) aún encontramos vestigios de su antiguo estilo; pero estaba empezando a perder su originaria alegría compositiva.[354]​ La materia de Roland Cashel fue extraída en parte de sus vivencias en el continente,[358]​ y la novela ilustra de manera especial la transición de su estilo inicial al postrero.[358]​ Al igual que sus personajes de The Daltons (1852) o The Dodd Family Abroad (1853-54), viajó por todo el continente, de Karlsruhe a Como, de Como a Florencia, de Florencia a las termas de Lucca y así sucesivamente.[354]La familia Dodd en el extranjero es un cuadro de la vida inglesa en el continente en el que el autor aparece más a la luz de un humorista reflexivo que antes.[358]​ En Florencia escribió The Martins of Cro' Martin (1856), un excelente cuadro de la vida en el oeste de Irlanda.[358]​ Se puede decir que estas obras marcan la culminación de Lever como novelista.[358]​ Continuaría escribiendo novelas hasta el final de su vida.[353]​ Desde 1857 residió consecutivamente en La Spezia y Trieste. Sus principales creaciones literarias durante su estancia allí fueron: The Fortunes of Glencore (Las andanzas de Glencore, 1857); Davenport Dunn (1859); One of them (Uno de ellos, 1861); Barrington (1862); Tony Butler (1865); A Campaigner at Home (1865); Luttrell of Arran (1865); Sir Brooke Fosbrooke (1866), su favorita entre sus novelas, si bien no muy popular;[358]Los Bramleigh de Bishop's Folly (1868) y Lord Kilgobbin (1872).[353]

Lever era un narrador nato.[354]​ Con escaso respeto por la unidad de acción o por la estructura novelística convencional, sus libros más brillantes, como Harry Lorrequer, Charles O'Malley y Tom Burke, son en realidad poco más que un recital de escenas de la vida de un "héroe" en particular, sin interconexión alguna mediante una trama continuada.[354]​ Con todo, sus descuidados esbozos contienen creaciones tan evocadoras como Frank Webber, el mayor Monsoon y Micky Free, «el Sam Weller de Irlanda». Falstaff es único en la literatura universal; pero si alguna vez llegó a haber otro Falstaff después de aquel, ese fue Monsoon.[354]​ Los críticos podrán elogiar a voluntad las reflexivas y esmeradas novelas posteriores de Lever, pero Charles O'Malley siempre será el arquetipo de la novela militar.[354]

Sus escritos más tempranos y populares difícilmente pueden calificarse como literatura, aunque su vigor y su alegría, y las excelentes anécdotas y enérgicas canciones intercaladas en ellos, los harán siempre atractivos. Está casi desprovisto de inventiva o imaginación, sus personajes son generalmente trasuntos de la vida, y sus historias incidentales narradas de segunda mano. En un período posterior de su carrera, atendería en cierta medida las demandas del arte y manifestaría una mayor pericia como escritor, con menor perjuicio a su naturaleza de humorista, de lo que cabría esperar. El punto de inflexión lo marca Roland Cashel, pero en Glencore ensayó de manera deliberada por primera vez el análisis de caracteres.[355]

La carencia de habilidad artística de Lever y de comprensión de los rasgos más profundos del carácter irlandés han obstaculizado su reputación entre los críticos.[354]​ Lever ha hecho mucho para perpetuar los errores comunes con respecto al carácter irlandés; no se trata de que los tipos que describe sean irreales, pero están lejos de ser universales o siquiera generalizados.[355]​ Sus joviales pinturas de la sociedad irlandesa, despreocupada y aficionada a beber, no pueden quedar en el limbo, aunque muchas veces el lector no vaya más allá de Las confesiones de Harry Lorrequer.[356]

El escocés James Grant (1822-1887) llegó a ser un hábil delineante, pero otros gustos ―literarios― afloraron por sí mismos, y entonces se dedicó a escribir novelas, convirtiéndose rápidamente en un escritor sumamente prolífico.[359]​ Escribió más de 50 novelas en un estilo enérgico y vivaz;[218]​ sus historias, plenas de vivacidad y sucesos,[360]​ se ocupan principalmente de escenas y personajes militares.[360]​ Su primera y en ciertos aspectos mejor novela, The Romance of War, apareció en 1845. Debía su origen a las numerosas anécdotas de la guerra hispano-francesa, que le habían sido relatadas por su padre, y describía las aventuras de los Gordon Highlanders en la Península. La vívida descripción de batallas le reportaría rápidamente a la novela unas enormes ventas.[359]​ Pronto llegaría una secuela titulada Los Highlanders en Bélgica. Después vendría Las aventuras de un ayudante de campo, cuya popularidad igualó a la de su primera novela. La fragata amarilla, Bothwell, Jane Seton y muchas más tuvieron éxito, y a partir de ese momento hasta su muerte nunca pasaría un año sin que fueran publicadas una, a menudo dos, e incluso tres novelas.[361]​ Otros títulos destacados: Frank Hilton; or, The Queen's Own (Frank Hilton, o propiedad de la Reina, 1855); The Phantom Regiment (El regimiento fantasma) y Harry Ogilvie (1856); Lucy Arden (1858); The White Cockade (La escarapela blanca, 1867); Only an Ensign (Solamente un alférez, 1871); Shall I Win Her? (1874).[360]​ Sus últimas obras de ficción fueron Love's Labour Won (Trabajos de amor ganados, 1888), que relata episodios de bandolerismo en Birmania; y Playing with Fire (Jugando con fuego, 1887), una historia de la guerra de Sudán. En total escribió unas cincuenta y seis novelas. Una rápida sucesión de episodios, un estilo muy vivaz, y unos diálogos que raramente decaen caracterizan todas ellas. Las que tratan la historia de Escocia incorporan una labor de investigación considerable, son de un estilo vigoroso y pintoresco, y expresan mucha simpatía hacia el temerario arrojo, la lealtad y la hombría de los héroes escoceses y fronterizos.[362]

Novela histórica

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Son innumerables los seguidores que tuvo Walter Scott por la novela histórica, y entre ellos se incluyen Bulwer-Lytton, Dickens, Thackeray, Reade y George Eliot.[363]

Novela realista

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La novela victoriana de carácter realista deriva de Richardson, Fielding y Jane Austen, sobre todo de los dos últimos, y en su primera etapa está representada por Thackeray y Trollope, novelistas tan notables, que en ciertos aspectos se pueden alinear con Dickens.[364]

A finales de los cuarenta aparecieron nuevos autores que no se parecían en nada a Dickens, pero que también merecen lugares destacados: Thackeray, las Brontë y Mrs. Gaskell. De todos ellos Thackeray es quien más unido suele ir a Dickens y a finales de siglo el público más educado solía aclamarle como gran maestro. Sin embargo, esta idea se ha desvanecido.[365]​ En general este autor ha pasado a la historia como creador de Vanity Fair (La feria de las vanidades) y poco más, lo cual puede que sea razonablemente justo.[365]

Novela de tesis y novela filosófica

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Charlotte Mary Yonge (1823-1901), perteneciente a una familia extraordinariamente religiosa y devota de la Iglesia cristiana de Inglaterra, se propuso expresar sus ideas religiosas en forma novelada.[366]​ Yonge estuvo entre los escritores más prolíficos de la época victoriana:[367]​ publicó durante su larga vida alrededor de un centenar de obras, principalmente novelas, interesantes y bien escritas, bajo la influencia de la High Church.[368]​ Su primer éxito sobresaliente lo consiguió con The Heir of Redclyffe (El heredero de Redclyffe, 1853), que gozó de una muy buena aceptación.[367]​ El libro satisfizo perfectamente el fervor religioso de la época, y su tendencia al autoanálisis. Alcanzaría su vigésima segunda edición en 1876, y fue reeditado en incontables ocasiones.[369]​ A esta siguieron otras narraciones orientadas en el mismo sentido:[366]Heartsease (Viola tricolor, 1854) y The Daisy Chain (La guirnalda de margaritas, 1856), que fueron acogidas con especial efusividad.[369]​ Otras historias moldeadas de modo similar fueron Dynevor Terrace (1857); The Trial: more Links of the Daisy Chain (1864); The Clever Woman of the Family (1865); The Pillars of the House (1873) y Magnum Bonum (1879).[369]​ Gracias a su firme dominio de los personajes y a su comprensión de los detalles de la vida doméstica, las ficciones de Miss Yonge atrajeron a variados círculos de lectores.[369]

Retrato de George Eliot a la edad de treinta años, obra del pintor suizo Alexandre-Louis-François d'Albert-Durade (1804-1886).

De todas las novelistas del siglo XIX, George Eliot (Mary Ann Evans, 1819-1880) fue, sin duda, la más ilustrada, y la más adulta por lo que se refiere a sus obras.[370]​ La obra de esta mujer tiene cierta calidad shakespeariana. George Eliot resolvió el problema que había desconcertado a Cervantes: el de narrar un asunto largo sin acudir a cosas ajenas al mismo y sin aburrir.[371]​ Con Eliot la unidad del asunto y la cohesión del mismo se convirtieron en los rasgos principales de la construcción novelesca. Trabaja partiendo de los caracteres.[371]​ En sus novelas más sociales, Eliot seguiría otro rumbo distinto al realismo de las hermanas Brontë; aseguradas las conquistas de éstas y de Elizabeth Gaskell, Eliot se basará en el positivismo de Comte y tratará de convertir la novela en un fiel estudio de la vida y en un análisis lo más completo posible de las reacciones psicológicas y de las motivaciones humanas.[372]​ Describió sobre todo la Inglaterra de los pequeños propietarios, que estaba a punto de desaparecer por la absorción que de los campesinos hizo la ciudad, y por el paso de la pequeña propiedad a los grandes industriales.[373]​ En contacto con prohombres como John Chapman,[Nota 34]Herbert Spencer y especialmente George H. Lewes,[Nota 35]​ bajo la influencia de sus lecturas, y dotada de un temperamento similar, George Eliot difícilmente podía orientarse en otro género de novela que no fuera el filosófico.[374]

Su producción novelística se divide en dos etapas condicionadas, hasta cierto punto, por el predominio de las experiencias vividas, vertebradas por la inspiración, la primera, y por la observación metódica, la profundización del carácter de los personajes y el análisis filosófico de la vida, la segunda.[375]​ Las obras del primer ciclo son cuatro, y vienen a ilustrar su positivismo en un aspecto psicológico y profundamente ético, en un marco campestre o de pequeñas comunidades rurales.[375]

No fue sino hasta que frisaba ya los cuarenta cuando la escritora parece haber descubierto la verdadera naturaleza de su genio; porque no fue hasta 1857 cuando Los infortunios del reverendo Amos Barton apareció en el Blackwood's Magazine, anunciando el surgimiento de un nuevo escritor de singular energía.[376]​ Esta novela corta supuso el primer trabajo literario de Evans. La misma revista publicó también las otras dos novelitas que, junto con Amos Barton (sin duda, la mejor del conjunto), componían las Escenas de la vida clerical (1857-58), que alcanzaron un éxito inmediato. En ciertos aspectos, las Escenas de la vida clerical nunca fueron superadas por la autora. Su poderío no forzado, su patetismo y la comprensiva apreciación de la vida a la antigua usanza por parte de un gran intelecto les otorgan un encanto singular.[377]​ Este fue el inicio de un ciclo de cuatro años (1858-61) en el que la escritora compuso cuatro de sus mejores obras. Tras ese primer éxito, George Eliot comenzó a trabajar en su primera obra extensa, Adam Bede (1859), novela de ambiente rural en la que la escritora pone de relieve toda su capacidad creadora. Es una novela de seducción, crimen y remordimiento, cuyas consecuencias sufren tanto los culpables como los inocentes.[378]Adam Bede, a juicio de muchos la obra maestra de George Eliot,[379]​ fue recibida con un aplauso unánime,[377]​ y situó de inmediato a su autora en primera fila de la literatura contemporánea.[377]

La plenitud creativa de Eliot continuó en la novela rural Silas Marner (1860-61), que señaló el final de su primer período literario,[377]​ y que supone quizás el más artísticamente elaborado de sus libros,[376]​ y, sin duda, la mejor y más equilibrada obra de este primer período, que revela la culminación de las posibilidades creadoras de la novelista.[380]Silas Marner muestra un retorno a su estilo primigenio ―el estilo de las Escenas de la vida clerical―.[379]​ Aunque en el espacio y el tiempo su argumento esté situado en una pequeña comunidad rural y a principios del siglo XIX, la obra recoge, dentro de las posibilidades artísticas del género, las direcciones más importantes de la problemática de la época.[380]

En general, en sus novelas hay mucho pensamiento y honda crítica de la vida, a veces incluso directa. Su peculiar facultad de novelista consiste en el profundo substrato de pensamiento moderno y psicología teórica que posee, y el íntimo conocimiento de una gran variedad de aspectos de la naturaleza humana.[375]​ También hay algo de shakespeariano en su objetividad. La autora revela más parcialidad en Silas Marner que en Adam Bede, quizás porque el primero de estos libros es una exposición más directa de su credo positivista.[381]​ Es característico de ella que sus retratos de personajes masculinos y femeninos no presenten ninguna inclinación sexual:[381]​ sus personajes no ofrecían ninguna pista para conjeturar su sexo. La veracidad de esos personajes está garantizada con frecuencia por el lugar que tuvieron en su vida.[381]​ Rasgo específicamente femenino de su obra son los tipos de mujeres con una misión que cumplir; tal es la dulce Dinah Morris de Adam Bede, cuya vocación para ayudar a los pobres enfermos y predicar en sentido metodista tuvo realidad histórica.[382]​ Su visión general de la vida es pesimista, aliviada por una capacidad para extraer los elementos jocosos de la estupidez y el mal proceder humanos. También hay, sin embargo, mucha seriedad en su tratamiento de las fases de la vida, y pocos escritores han mostrado con mayor poder el endurecimiento y los efectos degradantes que conlleva la insistencia en malas conductas, o las inevitables e irreparables consecuencias de una mala acción.[376]​ Es indiscutible que con su fuerza intelectual, su capacidad creadora de caracteres y de plasmación artística de la realidad en sus distintas manifestaciones, George Eliot contribuyó a proporcionar a la novela inglesa madurez de contenidos y una dinámica ideológica de alta calidad, que repercutió en novelistas[366]​ posteriores. De todos los autores ingleses del XIX sería ella, sin duda, la que más se aproximaría a la literatura de Balzac. Leyendo la obra de George Eliot, se es consciente del deseo de la autora por aumentar las posibilidades de la novela como forma de expresión: le gustaba incluir temas nuevos y penetrar en el personaje con una mayor profundidad.[383]

La fama que la escocesa Margaret Oliphant (1828-1897) se ganó con sus primeras obras (véase el artículo sobre «Novela realista en lengua inglesa») se vería muy incrementada por el éxito de su serie de cuatro novelas, titulada Las crónicas de Carlingford, tres de las cuales fueron publicadas de forma anónima en el Blackwood's Magazine[384]​ (1862-65). La primera fue La capilla de Salem (en 2 volúmenes); y fue seguida por El rector y la familia del doctor (1863), El coadjutor vitalicio (1864) y Miss Marjoribanks (1866). La última de la serie fue publicada en 1876, y se titulaba Phoebe Junior: última crónica de Carlingford. Con frecuencia fueron tomadas como obras de George Eliot, y aunque los críticos más perspicaces nunca cayeron en este error, la semejanza superficial es muy marcada. Los personajes hablan y se comportan muy a la manera de George Eliot, y con no menos consistencia y fidelidad hacia la naturaleza, pero la mentalidad que hay tras ellos es de un calibre intelectual manifiestamente menor.[384]

Al separarse de su esposo, Eliza Lynn Linton (1822-1898) retomó su actividad literaria, que había tenido aparcada durante varios años, adoptando un estilo totalmente diferente al de sus primeras obras. Tras haberse mostrado anteriormente romántica e imaginativa, ahora demostraba que la experiencia del mundo había hecho de ella una escritora muy lúcida y práctica, excelente en sus construcciones, vigorosa en su estilo, completamente capacitada para satisfacer las demandas del lector de novelas medio, pero despojada del resplandeciente entusiasmo que había empapado sus obras anteriores. Hubo, no obstante, dos notables excepciones a las manifestaciones generalmente mecánicas de su talento. Joshua Davidson, que fue publicada en 1872 y alcanzaría seis ediciones en dos años, es una osada pero en modo alguno irreverente adaptación del relato de los evangelios a las circunstancias de la vida moderna, situando la antítesis entre el sentimiento humano y "la supervivencia del más apto" bajo un foco que llamaba la atención y con una fuerza que movía irresistiblemente a la reflexión. Su otro libro notable, la Autobiografía de Christopher Kirkland (1885),[385]​ es en gran medida su propia autobiografía, curiosamente invertida por su asunción de un personaje masculino, y, aparte del interés de la narración misma, esta extraña metamorfosis, una vez percibida, es una fuente de entretenimiento continuo.[385]

Narrativa de terror, suspense y temática sobrenatural

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La carrera del irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873) como narrador se circunscribe casi por completo a la época de su retiro[386]​ (desde 1858, fecha en la que enviudó). Le Fanu destacó en la narrativa gótica y de terror y suspense, y está considerado el padre del cuento de fantasmas victoriano y uno de los mejores autores de la narrativa fantástica del siglo XIX.[387]​ Escribió algunas inteligentes novelas, de un nivel sensacional, en las que da rienda suelta a su vigorosa imaginación y a su pasión irlandesa por lo sobrenatural.[388]​ Compaginó sus actividades periodísticas con la literatura.[387]​ En el Dublin University Magazine publicó, entre 1838 y 1840, sus doce primeros relatos, entre ellos su primer cuento de fantasmas, El fantasma y el ensalmador (1838).[Nota 36]​ Su especialidad era el efectismo para sorprender y sobresaltar al lector y su capacidad para dejar en el aire los detalles más importantes de la historia, buscando así conservar el halo de lo inexplicable y misterioso.[cita requerida] Trató de evitar que lo sobrenatural fuera demasiado evidente en sus relatos, prefiriendo que apareciera en la mayoría de los casos como algo sutil e implícito, e incluso racionalmente explicable (así sucede, por ejemplo, en su novela corta Té verde).[cita requerida] Para sus relatos casi siempre se inspiró en el folclore irlandés.[cita requerida] Entre sus primeras obras cabe destacar la novela corta de ambientación típicamente gótica Spalatro (1843), que Le Fanu publicó como anónima y cuya autoría solo sería tardíamente reconocida a finales del siglo pasado. Fue autor, además, de numerosos relatos publicados en revistas y de otras novelas como Wylder's Hand (1864), Guy Deverell (1865), The Wyvern Mystery (1869), The Rose and the Key (1871) y Willing to Die (1873),[387]​ su última obra. Pero, sobre todas ellas, sus grandes obras fueron: Tío Silas (1864), novela de misterio y horror macabro, y En un vidrio misterioso (1872), un volumen que incluía los que pasan por ser sus mejores relatos de terror: Té verde, La habitación del dragón volador y la novela corta Carmilla, precursora del género de historias de vampiros, que influiría notablemente en el Drácula de Bram Stoker.[cita requerida] Tío Silas, en muchos aspectos su obra más poderosa y original, confirmó su reputación en 1864, y entre esa fecha y la de su muerte, nueve años más tarde, publicaría doce volúmenes más de ficción.[386]​ Aparte de Carmilla, las obras de Le Fanu influyeron notablemente en autores posteriores, como M. R. James,[cita requerida] y, por lo general, todas ellas se distinguen por su hábil construcción, una trama ingeniosa, y por su poderío en la presentación de lo misterioso y sobrenatural.[389]​ La obra de Le Fanu ―refinada, ya despojada de los trucos fáciles y ruidosos de la degradada ficción gótica de las primeras décadas del XIX― marca la transición de la corriente clásica de los Radcliffe y Maturin a la llamada novela sensacionalista de la era victoriana: aunque muchos de sus argumentos recuperan el manido tema de la doncella atrapada en las garras de un pérfido villano, se trasladan ahora a los ambientes contemporáneos, provocando un curioso contraste entre lo arcaizante de las tramas y la modernidad de los escenarios. Precisamente, esa tensión entre el pasado terrorífico y el presente cotidiano será una de las claves para entender gran parte del género fantástico posterior.[387]

Entre los modernos novelistas irlandeses iguala a Lever en popularidad, y, si es inferior a éste en vigor narrativo, le supera en poder imaginativo. Lo sobrenatural poseía un poderoso encanto para él, probablemente intensificado por la melancolía de su vida postrera, y este rasgo proporciona a sus novelas un efecto que recuerda algunas características de Hawthorne. En la ingeniosidad de sus tramas rivaliza con Wilkie Collins.[386]

Catherine Crowe (¿1800?-1876), novelista y escritora sobre temas sobrenaturales,[390]​ fue una mujer de brillante intelecto que se codeó sin complejos con los mejores sabios europeos de todas las disciplinas a la hora de cotejar experiencias y conocimientos.[391]​ Sus creencias ocultistas no excluían ni la razón ni a Dios, como tampoco el sentido de la oportunidad comercial.[391]​ Crowe debe su fama a su obra The Night-side of Nature; or, Ghosts and Ghost-seers (El lado nocturno de la naturaleza; o Fantasmas y sus testigos), que es, sin lugar a dudas, uno de los grandes clásicos de la literatura esotérica del mundo anglosajón. Publicado en 1848, en dos volúmenes, por George Routledge & Sons, a lo largo de más de 500 páginas su autora (…) conjuga elementos estilísticos propios de la narrativa gótica, tan popular en la época, con reflexiones de corte científico, filosófico y espiritista; recopila los elementos más misteriosos e inquietantes del folclore popular en torno a sucesos terroríficos y/o extraños, y los contrasta con fenómenos paranormales auténticos, extrayendo en la operación interesantes conclusiones sobre la existencia real de un mundo espiritual, trascendente, no físico, capaz de dar un nuevo sentido a la vida humana. Por todo ello, no es nada gratuito afirmar que The Night-Side of Nature es uno de los textos más influyentes en el nacimiento de la moderna parapsicología. Sus páginas recogen, con afán enciclopedista, numerosos casos de clarividencia, telepatía, premoniciones, poltergeist, apariciones espectrales, casas encantadas, Doppelgängers, sueños premonitorios y telequinesis, sin olvidar los poderes mentales que intervienen en las sorprendentes prácticas de un faquir, y subraya el importante papel que desempeña la autosugestión en la aparición de estigmas, sin intervención sobrenatural alguna.[392]​ Se trata de una de las mejores colecciones de relatos sobrenaturales[390]​ en lengua inglesa, y la energía de las creencias de la propia autora aporta animación a su narrativa. Desde cualquier otro punto de vista posee escaso valor, resultando excesivamente crédula y acrítica.[390]​ La fascinación por The Night-Side of Nature en sucesivas generaciones de espiritistas, teósofos y ocultistas fue tremenda.[391]​ Por medio de esta obra, Crowe dio carácter «hermenéutico» a incidentes considerados hasta ese momento como pura fantasía.[391]

En esta misma línea hallamos la recopilación de relatos de fantasmas Ghost Stories and Family Legends (1859), en cuya preparación intervinieron de manera indirecta los amigos de la escritora, quienes le contaron historias espectrales «verídicas» ―lo que hoy llamaríamos leyendas urbanas― y sucesos folclóricos relacionados con el retorno de los muertos al mundo de los vivos.[393]

Resulta notable que la inventiva de Elizabeth Gaskell (1810-1865) se mostrara muy atraída por todo lo relativo a lo sobrenatural, a través de cuyos límites se aventuró en más de uno de sus escritos menores ―por ejemplo, My Lady Ludlow (1858), The Poor Clare (La clarisa pobre, 1856) o The Old Nurse's Story (Historia de la vieja niñera, 1852)―.[394]​ En 1859, bajo el título de Round the Sofa, recopiló muchas de sus contribuciones a publicaciones periódicas. Round the Sofa apareció en dos volúmenes, conteniendo el primero únicamente My Lady Ludlow, y el segundo cinco relatos breves. Estos relatos reaparecerían el mismo año en un volumen, como My Lady Ludlow and Other Tales.[395]​ Otros títulos de Gaskell en este género: Disappearances (Desapariciones, 1851); The Squire's Story (La historia del caballero, 1853); The Doom of the Griffiths (La maldición de los Griffith, 1858); Lois the Witch (La bruja Lois) y The Crooked Branch (La rama torcida) (ambos de 1859); y The Grey Woman (La mujer gris, 1861).

Novela social y novela política

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En el período que va desde 1830 a 1850, el problema político y social inglés cobra grandes proporciones. En estas circunstancias aparece la novela interesada por la condición social de la Inglaterra de este período. Surge como transformación y ampliación de la novela histórica, y es histórica hasta cierto punto, ya que responde a motivaciones político-sociales.[396]

Catherine Crowe escribió en 1841 su obra de ficción más exitosa,[390]Adventures of Susan Hopley; or, Circumstantial Evidence. Sus novelas son una mezcla curiosa y nada desagradable de imaginación y hechos reales. La ingeniosidad de las tramas y la naturaleza romántica de los sucesos contrastan vigorosamente con el carácter prosaico de los personajes y la desapasionada sencillez del lenguaje.[390]

La acometida más fuerte contra el nuevo industrialismo y la denuncia del empobrecimiento por él ocasionado no vinieron, como pudiera suponerse, del lado revolucionario, sino del conservador. Y el eficaz crítico de esa situación fue Benjamin Disraeli (1804-1881),[397]​ cuya reputación como personaje político esencial (llegó a ser Primer Ministro del Reino Unido en 1868 y entre 1874 y 1880) oscureció en cierta medida su faceta literaria. Brillo, inteligencia y temas políticos mantienen vivas sus novelas.[356]

Tras siete años (1837-44) dedicado de lleno a la labor parlamentaria, Disraeli comenzó su período literario más fructífero. Lo más importante de su producción literaria lo constituyen las novelas de su famosa trilogía de la «Young England» («Joven Inglaterra»), exposición clara de su idealismo político: Coningsby, o la nueva generación (1844), ambientada en los acontecimientos políticos ocurridos entre la promulgación de la Ley de Reforma de la Representación Parlamentaria (1832) y la caída del Primer Ministro Lord Melbourne (1841); Sybil, o las dos naciones (1845), novela de ambientación realista y tono romántico centrada en denunciar la miseria y las degradantes condiciones en que vivían los desheredados de la Inglaterra victoriana; y Tancred, o la nueva cruzada (1847), en la que el autor aborda la cuestión de las relaciones entre la religión y el Estado. Estas novelas presentan, en forma articulada y artística, un programa político para la solución de los problemas de Inglaterra, consistente en un conservadurismo reformado[398]​ y en una nueva concepción de la nacionalidad.[399]​ En 1845, una controversia política disolvió la facción de la Joven Inglaterra; pero su espíritu sobrevivió y pervive aún en las páginas de Coningsby y Sybil.[400]​ Estas obras fueron publicadas justo antes de la derogación de las Corn Laws, y mientras el Partido Conservador aparentemente se mantenía intacto. La sensación que causaron fue enorme, y perdurable el efecto que produjeron. Los puntos de vista políticos expuestos en estas célebres novelas ya habían sido abordados en la Vindicación de la Constitución británica, pero entonces suscitaron escasa atención; y tal vez por esta razón el autor decidió refundirlos en forma de ficción. La esencia y el meollo de la teoría que exponían consistían en que desde 1688 hasta 1832 el gobierno del país había sido una oligarquía cerrada, "la constitución veneciana", y que por la Ley de Reforma de 1832 la corona, habiendo quedado liberada de las conexiones aristocráticas que habían usurpado sus prerrogativas, podría quizá estar destinada a recuperar parte de sus poderes suspendidos, y que en esto podría residir la mejor solución a muchas de las dificultades actuales[400]​ de la nación británica.

Lo que Coningsby había hecho hasta cierto punto por el campesinado inglés al llamar la atención sobre sus derechos ancestrales, y en la medida en que habían sido invadidos por la nueva «ley de pobres»,[Nota 37]​ lo hizo Sybil de manera mucho más eficaz tanto para el campesinado como para los artesanos.[401]​ Cuando fue escrita Sybil, finalizaba un largo periodo histórico en Inglaterra, comenzaba una nueva era; y ningún ojo vio tan claramente como los de Disraeli la muerte del viejo periodo, el nacimiento del nuevo, o cuáles y cuán grandes serían sus diferencias.[402]Sybil estaba basada en las experiencias del sistema fabril que Disraeli adquirió durante un viaje por el norte de Inglaterra en 1844.[401]​ Los cuadros gráficos de la miseria y la sordidez de la población fabril, que infunden a sus páginas un interés dramático tan vívido, dieron un poderoso impulso a la causa de la reforma fabril iniciada en primer lugar por Mr. Sadler[Nota 38]​ y posteriormente llevada adelante por Lord Ashley.[401]​ Los hechos en ella expuestos, y la interpretación de Disraeli de los mismos ―un prodigio de crítica perspicaz y profética― abrieron los ojos, despertaron conciencias y condujeron directamente a numerosas reformas.[402]​ En Sybil, la Iglesia desempeña el papel que en Coningsby es desempeñado por la corona.[401]​ En ambas novelas, las tramas están hábilmente construidas, los personajes admirablemente delineados y el estilo en los pasajes más coloquiales y humorísticos es fresco, vivo y picante.[403]​ La trama de Coningsby es quizás la mejor de todas, pero tanto en esta historia como en la que vendría inmediatamente después tenemos un desfile de personajes que habrían subsanado ampliamente la peor trama que jamás se haya construido.[403]​ Con la publicación de Tancred (1847) Disraeli se despidió de la ficción durante un cuarto de siglo.[401]

Las dos novelas de sus últimos años son Lothair (1870) y Endymion (1880). Lothair, también de carácter biográfico, contiene muchas referencias a la política y a la religión, aunque no propone, como Coningsby, por ejemplo, un programa político concreto. Endymion, su novela postrera, es una mezcla de fantasía y realidad; relata la vida de aventuras amorosas y éxitos sociales del protagonista, que consigue triunfar influido por admirables mujeres que se identifican con sus ideales e intereses.[404]

Que Beaconsfield, de no haber renunciado a la literatura por la política, podría haber igualado la fama de algunos de los más grandes escritores ingleses, es una opinión que ha sido expresada por críticos muy competentes e imparciales.[405]​ Como escritor, Disraeli resulta generalmente interesante, y sus libros están repletos de ideas llamativas, perspicaces máximas y frases brillantes que se quedan grabadas en la memoria. Por otro lado, a menudo resulta artificial, extravagante y ampuloso, y su posición literaria definitiva resulta difícil de predecir.[406]

Charles Dickens odiaba el sistema social en el que había nacido,[407]​ y en muchas de sus novelas se proponía atacar la corrupción de su época. Sin embargo, esa misma época le exigiría su tributo al imponerle que, si quería que sus novelas fuesen populares, debían respetar las convenciones de la clase media en lo referente a moralidad y a vocabulario.[407]

La ciudad de Mánchester en 1840 (grabado del ilustrador Percy William Justyne). La acción de Mary Barton, primera novela de Elizabeth Gaskell, se desarrolla en esta ciudad industrial en los años 1839-42.

Elizabeth Gaskell se casó con un pastor unitario de Mánchester, una de las zonas de mayor miseria e inestabilidad de la Inglaterra industrial.[408]​ Ella y su marido idearon una especie de crónica de la crueldad del sistema industrial sobre las clases humildes de la ciudad de Mánchester, siguiendo la tendencia realista de George Crabbe. Este proyecto cuajó en Mary Barton (1848), la primera novela de Mrs. Gaskell,[409][Nota 39]​ en la que la vida y los sentimientos de la clase obrera fabril están representados con mucha energía y empatía.[411]Mary Barton: A Tale of Manchester Life (Mary Barton: un relato de la vida en Mánchester) fue la obra que sentó las bases de la carrera literaria de Mrs. Gaskell.[395]​ Esta historia tuvo una enorme popularidad, y su autora se ganó primero los elogios y después la amistad de Carlyle, Landor y Dickens.[395]​ Quizá sea el retrato que describe (y condena) con mayor intensidad el escenario industrial de los que se hicieron en el siglo XIX. Los matices melodramáticos, imaginativos y sentimentales que incluye no empañan la imagen que nos ofrece sobre la vida de la clase trabajadora, de sus momentos prósperos y de los más deprimidos. Esta imagen convence por la honestidad que encierra, por la meticulosidad con que observa los detalles más significativos, por la cercanía que muestra sin llegar a rebasar el límite del alegato.[408]​ Nadie consiguió poner sobre la palestra victoriana una visión tan profunda (quitando a Disraeli) y una reflexión tan aguda del panorama industrial.[412]​ El fondo de inquietud industrial que vemos en Shirley se convierte en el asunto principal de Mary Barton.[413]​ La obra tiene dos aspectos: el social y el rural o idílico-humorístico. Mary Barton es una novela inquietante, que describe la vida tal como la vio la escritora en los barrios industriales de Mánchester durante sus primeros años de matrimonio, y resulta más atractiva porque no se propone enfrentar hostilmente a los diversos estratos sociales, sino describir y, en lo posible, incluso conciliar realidades. La novela causó mucho revuelo en su tiempo, y todavía resulta un libro interesante porque describe con realismo los horrores y desequilibrios sociales de la Inglaterra de la década de 1840. A pesar de alguna inverosimilitud, es uno de los mejores estudios de la vida industrial victoriana en el momento en que empezaba a entablarse en Inglaterra la lucha de clases.[414]​ De todos los libros de Mrs. Gaskell, el primero ha gozado de más amplia fama. Ha sido traducido al francés y al alemán y a muchos otros idiomas, incluido el finés.[410]​ La sinceridad de su patetismo y la penetración en los mismísimos corazones de los pobres poseen un valor perdurable.[415]

Mrs. Gaskell escribió otra novela industrial, North and South (Norte y Sur), admirada por muchos, aunque resulta algo más floja porque la autora evitó situarse en uno o en otro bando de la batalla industrial.[412]​ Publicada por entregas en el Household Words entre septiembre de 1854 y enero de 1855, en ella Gaskell vuelve a la novela social del estilo de Mary Barton, aunque proyectada desde otro ángulo.[416]​ Como aquella y Tiempos difíciles, de Dickens, esta novela, en la que Gaskell compara la situación en las dos mitades de Inglaterra,[413]​ se propone infiltrar los valores humanos en el formidable dique del mundo industrial de mediados del siglo XIX.[416]​ Presenta, al menos hasta cerca del final, un notable avance en el poderío constructivo; los personajes están delineados con una firmeza sin precedentes, y en algunos casos teñidos de genuino humor,[417]​ y el juicio de los problemas sociales muestra una mayor imparcialidad y una reflexión más madura.[417]​ Salvo por algunos defectos constructivos, quizá debidos en parte al método fragmentario de publicación semanal que la autora despreciaba