Literatura victoriana
Se entiende por literatura victoriana aquella producida en el Reino Unido y en sus colonias durante el reinado de la reina Victoria (1837-1901). La denominada era victoriana constituye en la historia de Inglaterra y en la de Europa una etapa cultural importantísima. Es el gran momento de Inglaterra, y aunque no tiene el brillante esplendor del período isabelino y jacobino ―la muerte de Lord Byron señala el ocaso de una edad heroica―, presenta, en cambio, una trabada coherencia, una organizada tenacidad en todos los campos de la actividad humana, y muestra una decidida voluntad de transformar el mundo y las fuerzas de la naturaleza para el bienestar y servicio del hombre.[1]
Las características esenciales de aquella época son: una indiscutible preocupación por la decencia, con la consiguiente elevación del nivel moral; un creciente interés por las mejoras sociales y el despertar de un fuerte espíritu humanitario; cierta satisfacción derivada del incremento de riquezas, de la prosperidad nacional y del inmenso desarrollo industrial y científico; conciencia de la rectitud, y un sentido extraordinario del deber; indiscutible aceptación de la autoridad y de la ortodoxia; notable carencia de humor. La era victoriana es época de transformaciones políticas y sociales, inquietudes religiosas, firme trabazón moral, expansión rapidísima del comercio inglés y culminación de la Revolución Industrial.[2]
En líneas generales, la literatura británica, a diferencia de la francesa, consta, ante todo, de individuos y no de escuelas.[3]
En literatura, el largo reinado de Victoria es uno de los más gloriosos de la historia inglesa.[4] La era victoriana cubre prácticamente desde el Romanticismo hasta finales de siglo, y representa literariamente un cambio de estilo en un sentido realista. La fecha fronteriza entre el Romanticismo y la era victoriana es el año 1832. En realidad, Victoria no ascendió al trono hasta 1837,[4] pero para entonces la mayoría de los grandes escritores del primer tercio del siglo, a quienes podríamos denominar «georgianos tardíos», habían enmudecido:[5] en 1832 moría Walter Scott; Keats, Shelley, Byron y Hazlitt ya no existían; Coleridge y Lamb estaban llegando al fin de sus días, y Wordsworth, aunque viviría aún bastantes años, había escrito ya lo mejor de su producción.[4] Del mismo modo,Southey, Campbell, Moore, Jeffrey, Sydney Smith,[Nota 1] De Quincey, Miss Edgeworth, Miss Mitford, Leigh Hunt, Brougham y Samuel Rogers aún vivían, pero la parte esencial de sus obras ya estaba hecha. Los principales autores que pertenecen por igual a las épocas georgiana y victoriana son Landor, Bulwer, Marryat, Hallam, Milman[Nota 2] y Disraeli; ninguno de los cuales, con la excepción de este último, se acerca al máximo nivel en ninguna de las dos épocas.[5] A la vez, aparecían los primeros volúmenes de Tennyson, el futuro poeta laureado representante de la poesía victoriana. Aunque de hecho perduraba el Romanticismo, su energía creadora estaba agotada, y la literatura buscaba otras fuentes de inspiración. En las alternancias rítmicas del fenómeno literario, la reacción psicológica contra los excesos del Romanticismo inclinaba el gusto hacia la concreción y el orden. Después del reinado de la emoción y de los sueños y las tempestades del alma romántica, empezaba a manifestarse una época razonadora y realista, que emparentaba mejor con la actitud mental del siglo XVIII[4] (el siglo de las luces). La nota predominante era la racionalización del impulso literario. Ante los postulados del Romanticismo, los escritores victorianos consideraron la verdad concreta como uno de los motivos esenciales de la creación literaria. En consecuencia, su tono de expresión general fue el realismo; y, en conjunto, se preocuparon más que sus antecesores románticos por la perfección estilística y la organización formal de la obra de arte.[4]
Brillante en poesía y rico en pensamiento, el victoriano es un período en que la novela aparece en su máximo esplendor, floreciendo también en él un grupo de eminentes mujeres novelistas.[4] Además, hacia 1860, el teatro experimenta una renovación saludable.[4] Más adelante, a partir de 1875, las influencias francesas fueron preponderantes, sobre todo en el decadentismo del poeta A. Ch. Swinburne, en el esteticismo del ensayista Walter Pater y, sobre todo, en la obra poética, narrativa y dramática de Oscar Wilde.[6] Mientras que la poesía de los últimos años de la era victoriana parecía sumirse en una fase de menor confianza, la explosión de energía que impulsó la narrativa no se agotó después de los primeros años. Si echamos una mirada retrospectiva, el último cuarto de siglo aparece dominado por dos figuras, la de Thomas Hardy y la de Henry James, que van seguidos de una hueste de escritores menores, aunque no faltos de interés.[7] Por su parte, la poesía de Hardy habría de esperar al siglo XX para ser valorada[6] en su justa medida. En la novelística, destacarían en ese último período victoriano los nombres de Samuel Butler, George Meredith y, sobre todo, Robert Louis Stevenson, Arthur Conan Doyle[6] y Bram Stoker, maestros respectivamente de los géneros de aventuras, policíaco y de terror.
Contexto (histórico, social, económico, intelectual)
[editar]En el mundo las circunstancias pocas veces han sido más favorables a un gran estallido de energía literaria. La nación era segura y próspera en un grado sin precedentes, cosciente de su voluntad y facultad de expandirse aún más.[5] La época victoriana fue de gran actividad comercial, financiera e industrial. Diversas circunstancias fueron especialmente favorables a los esfuerzos ingleses. La Revolución Industrial la había adelantado a sus rivales del continente europeo, ya que contaba en su propio territorio con las materias más necesarias. La estabilidad política confirmó esa supremacía. Al no impedirse que el esfuerzo tuviera éxito, el proceso parecía ajustarse al derecho, y la ciencia (si lo es) de la economía política hizo grandes progresos en esta su época clásica, desde los Principios de Ricardo hasta los de J. S. Mill.[8]
Victorianismo temprano y medio
[editar]Los poetas victorianos, como los novelistas, se enfrentaban a una sociedad muy cambiada frente a la que describían los románticos: casi podían palpar cómo cambiaba la estructura de clases; la clase media iba tomando posiciones cada vez más influyentes frente a la antigua aristocracia y comenzaba a introducir un nuevo sistema de valores; ya nadie podía ignorar el proceso de industrialización ni sus secuelas de contaminación y miseria; la fe religiosa se veía amenazada por los descubrimientos geológicos y biológicos y por un espíritu de escepticismo que se volvía contra la Biblia.[9]
Es demasiado simple decir que los primeros victorianos hicieron un mundo de su crisis religiosa. El vacío espiritual hoy apenas significa nada (aunque algunos lampan por extraños terrenos para llenarlo). Sin embargo, los primeros que vieron cómo su fe iba desapareciendo vivían inmersos en una comunidad creyente, una comunidad que profesaba abiertamente sus creencias y en la que representar una vanguardia intelectual no resultaba nada cómodo. Mientras que el ateísmo de Shelley asesta un duro golpe al cristianismo convencional, las dudas convierten al victoriano en un reincidente sin ganas, en alguien que se debate entre problemas espirituales, alguien melancólico y añorante de lo que ha perdido y que los demás aún conservan. Más que como liberación, la falta de fe se vive como una pérdida.[10]
Parte de la vitalidad con que nos salpican las páginas de las novelas victorianas se debe a la nueva concepción que ofrecen del mundo. Gran Bretaña dejaba de ser un país rural y se transformaba rápidamente en una sociedad urbana, proceso terrible y emocionante a la vez por las consecuencias y las potencialidades que implicaba. Además, el tren iba descubriendo todos los rincones de la isla, que despertaban la curiosidad y admiración de los ciudadanos. Si antes el ámbito en el que discurría la vida de la gente era de unos quince o veinte kilómetros a la redonda, ahora este ámbito se multiplicaba por diez. Grupos enteros de población se desplazaban, geográfica y socialmente. En las nuevas ciudades industriales, que no solo eran nuevas, sino que representaban un nuevo modelo de ciudad, la gente se enriquecía y se arruinaba en cuestión de meses. Los milagros empresariales afectaban a todo el mundo, no solo a los nuevos capitalistas o a la fuerza trabajadora, y todos se bandeaban año tras año entre la confortable prosperidad y la inanición.[11]
La nueva religión de los nuevos capitalistas era el laissez-faire, normalmente denominado economía política o benthanismo. Inicialmente para los victorianos las nuevas doctrinas económicas, que abogaban por una economía de mercado sin restricciones y la total libertad del empresario (pero no del sindicalista), constituían dogmas de fe tan incuestionables como los que emanaban del púlpito; las leyes siderúrgicas no admitían refutación posible. Y el nuevo empresario, que divulgaba estas leyes y se aprovechaba de ellas, venía a ser el héroe nacional, el equivalente moderno del filibustero isabelino.[12]
Evidentemente, para los intelectuales la época era muy distinta y mucho menos atractiva. La crisis religiosa, que en 1867 se convirtió en objeto de debate popular con El origen de las especies de Darwin, ya la habían librado en su interior escritores como Tennyson o George Eliot años antes. Al asomarse a la Inglaterra victoriana, Matthew Arnold vio un horrible patio en el que jugaban bárbaros y filisteos. John Stuart Mill vio la degradación de las clases trabajadoras y el sometimiento de las mujeres.[13]
Victorianismo tardío
[editar]En la segunda mitad del mandato de la reina Victoria, la etapa de viudedad pública más prolongada de la historia, empezaron a criticarse cada vez con mayor intensidad la ética, los gustos y las costumbres eminentemente victorianos. Hoy vemos esta situación con más claridad que la gente de la época. Los guardianes de la moral pública que decidían, según Dickens, "qué es lo que debía sacarle los colores a los jóvenes" seguían dominando el panorama, lo cual obligaba a muchos escritores a expresarse de manera soterrada, sobre todo en materia sexual. Gran Bretaña volvía a poner ahora un enorme empeño en "aparentar" ser la gran potencia mundial que había sido a mediados de siglo, con la confianza de entonces: gobernaba, en medio de serias amenazas, el más vasto imperio que ha habido en el mundo y mantenía un alto poder de decisión en Europa.[14]
Sin embargo, el poder y los ideales victorianos estaban en decadencia. La depresión agraria (debida en parte a la competencia que suponían América del Norte y del Sur) empezaba a socavar los cimientos financieros de los nobles y los aristócratas hacendados. La depresión industrial iba sumiendo en la pobreza a las ciudades afectadas y se oían ya los murmullos de un socialismo de masas. Con la publicación de El origen de las especies de Darwin el debate sobre el verdadero carácter literal de la Biblia saltó a la calle y dejó de estar confinado al estudio.[15] Al debilitarse los principios religiosos, empezaron a surgir todo tipo de liberaciones, grandes y pequeñas, que se fueron expandiendo. La propia honestidad comenzaba a ser objeto de burla (Wilde y Samuel Butler utilizaron el nombre propio que la evocaba para ridiculizarla). A través de estas sátiras se puso en evidencia que la religiosidad victoriana era un timo y su moralidad mera hipocresía; que su afición por las artes resultaba vulgar, materialista y mecánica.[16]
El cambio de talante puede verse reflejado en todos los aspectos de la vida, en la aparición de periódicos populares, en el teatro, en la búsqueda de nuevas religiones (el socialismo, la estética, el cultivo del espíritu), cualquier cosa que pudiera llenar el vacío de la fe. Particularmente interesantes son los cambios que tienen lugar en el terreno sexual.[16]
Poesía
[editar]Diez años separan la muerte de Shelley de los primeros versos de Tennyson, y otros diez median entre la última novela de Scott y la consagración de Tennyson como poeta. En esos estrechos límites temporales había dado comienzo una época nueva, aunque sin señal ninguna de rebelión. Keats y Tennyson, Shelley y Browning, Wordsworth y Matthew Arnold guardan entre sí relaciones de maestros a discípulos respectivamente.[17] Browning fue discípulo de Shelley, si Tennyson lo fue de Keats. También lo fue Swinburne.[18] Los poetas victorianos no reaccionan contra los representantes de la poesía romántica. Más bien se puede decir que siguen en la misma corriente. Pero, si aquéllos experimentaron, éstos pulen y perfeccionan; si aquéllos se dejaron arrebatar por su inspirado impulso, a veces genial, éstos se caracterizan por la armonía de su obra, por su mayor perfección estructural y penetración psicológica.[4]
En la poesía de la época victoriana pueden distinguirse dos grandes tendencias. La primera, más característicamente victoriana, está dominada por las figuras de Tennyson, de gran virtuosismo formal, y Browning, de marcado carácter psicologizante, y se interesa por la objetividad, el equilibrio y la precisión de las ideas. La segunda tendencia, la del movimiento prerrafaelita, presidido por Rossetti, tiende a una reacción idealista de ansiedades emotivas, busca el culto a la belleza, siente inclinación al ensueño y a la visión, combina la imaginación con la sensibilidad. A la entrada de la era victoriana se encuentran las personalidades, hasta cierto punto complementarias, de Tennyson y Browning, ambos interesados en mantener el nivel que la poesía había alcanzado con Byron y Walter Scott, los autores más leídos hacia 1830.[19] La inquietud de Arnold forma un punto de transición a la abstracción estética de los prerrafaelistas y al radicalismo revolucionario de Swinburne.[20] Arnold fue una figura prominente en esa gran pléyade de poetas victorianos que trabajaron simultáneamente ―Tennyson, Browning, Rossetti, William Morris y Swinburne―, poetas entre los cuales existía al menos este nexo de unión: que la búsqueda de todos ellos fue la desfasada búsqueda poética de lo bello. La belleza era su consigna, como había sido la consigna de sus inmediatos predecesores: Wordsworth, Coleridge, Keats, Shelley y Byron.[21] A partir de 1850, el grupo prerrafaelista infundiría un tono de melancolía gótica y de languidez a la poesía y a la pintura de esa fase de la época victoriana.[22] Por último, cabrá destacar a una serie de poetas del tramo final del período victoriano (último tercio del siglo XIX) que se caracterizaron por sus inquietudes religiosas y sus anhelos de espiritualidad.
Panorama de la poesía inglesa hacia 1830
[editar]Con Tennyson y Browning haría su aparición una poesía nueva, aunque los lectores de la época estuvieron muy poco dispuestos a reconocerlo así. Hacia 1830, Scott y Byron eran todavía los poetas populares[23] ―pese a que este último ya había muerto y aquél ya había escrito toda su producción poética―, así como algunos otros que participaban de una estética parecida: Samuel Rogers con Italy, Thomas Moore con su lírica irlandesa y con el increíblemente popular romance oriental titulado Lalla Rookh, y Thomas Campbell, quien por muchas razones fue un poeta más auténtico que cualquiera de los otros.[23]
Poetas victorianos característicos
[editar]Los poetas que dominaron la primera mitad de la era victoriana nacieron a la sombra del movimiento romántico y todos ellos tomaron a los grandes poetas como modelos y mentores.[9]
En el primer término de esta época se destacan indudablemente las figuras complementarias de Tennyson y Browning. Su semejanza general provoca una antítesis, como la que uno de los editores de Browning intentó establecer entre forma y materia, entre el mero artista y el pensador.[20] Estos dos grandes poetas dominan la era heterogénea y polémica que se ha dado en llamar victoriana y que hoy vemos como uniforme:[24] Tennyson y Browning serían los encargados de devolver a la poesía parte de una función más elevada.[23] Los dos consiguieron el éxito de conservar un público amplio para su poesía en una época en la que la novela se había convertido en la forma literaria más popular.[25] Fue característico de ambos aceptar como indiscutibles los supuestos básicos de la sociedad en que vivían y mostrar un espíritu de continuidad en sus métodos artísticos.[20]
![](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/f/f5/Alfred_Tennyson..jpg/300px-Alfred_Tennyson..jpg)
Debemos considerar en primer lugar a Alfred Tennyson (1809-1892), no solo por ser el mayor, sino porque los propios victorianos lo consideraban el representante poético de la fuerza y la gloria de una época.[26] Alfred Tennyson se consagró a la vocación poética con la misma convicción inalterable que había caracterizado a Milton, Pope, Thomson, Wordsworth y Keats, y que aún no había distinguido a Rossetti y Swinburne, y se convirtió con facilidad en el más grande virtuoso de su tiempo en su arte.[27] Tennyson fue un genuino representante de lo nacional inglés. Distinto de los grandes románticos ―Byron, Shelley, Keats―, tan despegados de Inglaterra y de los temas ingleses, Tennyson tiene un gran sentido nacionalista.[22] Mostraba una pasión de artífice del verso aprendida de Keats, pero ejercida con más minuciosidad.[20] El autor seguía el camino abierto por la Laodamía de Wordsworth más aún que el del Endymion de Keats, pero infundía en sus poemas una presión dramática nueva.[28]
Recibió como una exhalación la sensación de desazón en cuanto a los problemas del futuro que invadía a su generación, y en las elegías y poemas líricos de In Memoriam, en The Princess y en Maud la devolvió a sus contemporáneos en un torrente que aún destella e irradia en medio de la penumbra.[27]
Como en el caso de otros grandes poetas, lo esencial en su obra está en la música del verso.[24] El tono de bardo parecía fuera de lugar; y, sin embargo, cuando le plugo abandonarlo pudo escribir baladas tan excelentes como La carga de la brigada ligera y La venganza.[28] A pesar de haber sufrido duros ataques por parte de sus contemporáneos, nadie le podía negar el más perfecto dominio sobre la sonoridad del inglés, un oído impecable y una consumada elección y gusto por las palabras.[29] Su poesía abunda en imágenes de increíble belleza.[30] No obstante, Tennyson no poseía la originalidad, el vigor y la hondura de los grandes románticos.[31]
Había publicado a comienzos de la década de 1830 un par de volúmenes de poesía: Poemas principalmente líricos (1830) y Poemas (1832). De las composiciones contenidas en el primero de ellos, cabe señalar que si existe huella alguna de influencia inconsciente de algún maestro poético en dichos poemas, es la de Keats y Coleridge.[32] Sin embargo, los amantes de la poesía contemporánea no se sintieron atraídos por el libro.[32] En cuanto al segundo, comprende la obra poética de los años 1830-33: poemas aún reconocidos entre los más nobles e imaginativos de su obra.[33] Poemas, el primer volumen de poesía que publicó Tennyson como poeta maduro (1832), recibió muchas críticas; incluso se le ridiculizó acusándole de pertenecer a la "escuela cockney", es decir, que estaba influido por autores como Leigh Hunt o Keats. Keats indudablemente fue para él modelo indiscutible, más que por sus ideas por las imágenes, la dicción y los recursos métricos que utilizaba.[26] En 1833 falleció su gran amigo Arthur Hallam, y Tennyson comenzó In Memoriam y escribió Las dos voces[34] (1834). Tennyson se mantuvo en silencio hasta 1842, cuando reeditó Poemas en dos volúmenes, logrando al fin el reconocimiento completo como un gran poeta.[35] Esta edición (la tercera), contiene algunas de sus mejores composiciones, como el monólogo dramático Ulises. En esta obra, Tennyson combinó todo lo positivo de sus comienzos poéticos con un tema que simboliza la concepción romántica del espíritu heroico.[29] En Ulises, el guerrero ya entrado en años se ve incapaz de acomodarse a la rutina de la vida cuando vuelve a Ítaca, con lo cual decide volver al mar con sus guerreros.[36] Los versos de este poema esconden un desprecio poco paternal, el desprecio que siente el hombre de acción frente al previsor y al conservador. A pesar de que los victorianos parecían estar satisfechos de la civilización que estaban construyendo, también admiraban a quienes desertaban de ella para llevar una vida de acción o de heroica sencillez (como ocurre con el héroe de Maud).[37] Y tampoco podemos olvidar que bajo el círculo de seguridad que rodea al viejo guerrero se esconde, según algunos críticos, esa fuerza subterránea que arrastra en dirección contraria.[37] Es a partir de 1842 que debe datarse la fama universal de Tennyson; desde el momento de la publicación de esos dos volúmenes dejó de ser una curiosidad, o el favorito de una camarilla de adelantados, y ocupó su lugar como el principal poeta de su época en Inglaterra.[38]
En 1850, Tennyson lanzó su obra más importante, In Memoriam, una extensa elegía que explora su dolor por la muerte de Hallam. Este poema, escrito a lo largo de diecisiete años, aborda temas de melancolía y crisis espiritual frente a los avances científicos. Aunque recibió elogios del público, algunos críticos lo consideraron oscuro. La publicación de los Idilios del rey entre 1859 y 1889 consolidó aún más su popularidad, reinterpretando la tradición artúrica bajo una moral victoriana, aunque no alcanzó el estatus de épica nacional que deseaba.[39]
A lo largo de su vida, Tennyson logró un amplio reconocimiento y tuvo muchos imitadores, pero también enfrentó críticas por idealizar un mundo antiguo en contraste con la industrialización de su tiempo. Su poesía es compleja y rica en musicalidad, resultado de un arduo trabajo y revisión constante. A pesar de no transmitir un mensaje concreto a sus contemporáneos, su obra muestra una profunda comprensión de los sentimientos humanos y un noble patriotismo. Tennyson ocupa un lugar único entre los poetas británicos debido a la magnitud y variedad de su obra, consolidándose como uno de los más destacados poetas líricos en la historia de la poesía inglesa.[35][40][39]
Los hermanos mayores de Alfred Tennyson, Frederick (1807-1898) y Charles Tennyson Turner (1808-1879), fueron poetas destacados que colaboraron en Poemas de dos hermanos durante su época universitaria. Charles publicó un volumen de sonetos en 1830, pero no volvió a captar la atención del público hasta 1864, con una colección dedicada a Alfred, seguida de más volúmenes en 1868 y 1873. Su obra fue recopilada póstumamente en Collected Sonnets, Old and New (1880), que incluye cerca de 350 sonetos y algunos poemas líricos, destacando por su belleza y profundidad espiritual. Frederick también dejó una huella poética con obras como Días y horas (1854) y Las islas de Grecia (1890), que contienen pasajes de notable fuerza poética.[41][40]
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Los problemas morales y religiosos que abordó Tennyson también fueron centrales en la obra de Robert Browning (1812-1889)[42][43][44], una figura prominente de la poesía victoriana, aunque su enfoque parece menos tormentoso.[44] Browning confía en las posibilidades humanas, lo que resultaba reconfortante para sus contemporáneos, y su poesía no se centra tanto en los conflictos sociales y espirituales de su tiempo. En lugar de eso, explora períodos históricos como el Renacimiento y la época bíblica, utilizando personajes históricos en lugar de mitos. Su primera publicación fue Pauline (1833), pero fue Paracelsus (1835) la que le otorgó reconocimiento. Browning perfeccionó el monólogo dramático, enfocándose en la experiencia individual más que en conflictos grupales, lo que le permitió crear obras notables como Dramatic Lyrics y Dramatis Personæ. Aunque inicialmente fue conocido por poemas breves, su complejidad temática y estilo condensado dificultaron su comprensión, limitando su audiencia. Con el tiempo, su reputación creció y se formaron sociedades para estudiar su obra, recibiendo finalmente el reconocimiento que merecía.[42][30][45][44][46][47]
La forma poética preferida por Robert Browning es el monólogo dramático, que perfeccionó y dejó como legado a la posteridad.[44] Este género se centra en la experiencia de un individuo en lugar de conflictos grupales, lo que le permitió crear obras notables en volúmenes como Dramatic Lyrics, Hombres y mujeres y Dramatis Personae, consolidando su reputación en la segunda mitad del siglo XIX, solo superada por Tennyson. Aunque inicialmente fue más conocido por poemas breves, sus monólogos dramáticos son considerados sus mejores trabajos y siguen siendo destacados hoy en día.[48]
Robert Browning, aunque inicialmente conocido por algunos de sus poemas breves[47], enfrentó dificultades para conectar con la mayoría de los lectores debido a la complejidad y condensación de sus temas, lo que limitó su audiencia a un círculo reducido. Sin embargo, con el tiempo, su obra comenzó a ser más apreciada, llevando a la formación de sociedades dedicadas a su estudio y a críticas cada vez más elogiosas que finalmente le otorgaron el reconocimiento que merecía. Su producción más destacada se sitúa entre 1840 y 1870[49], periodo en el que escribió obras como "Sordello", un poema narrativo y filosófico sobre un juglar medieval, que, aunque complejo y oscuro, no logró aumentar significativamente su reputación en ese momento.[48][50]
Robert Browning se destacó en el cultivo de monólogos dramáticos, donde personajes tanto imaginarios como reales, como Napoleón III o Calibán[30], se expresan y justifican a través de su voz, lo que permite al lector inferir la opinión del poeta sobre ellos. Sus personajes suelen estar en momentos cruciales de sus vidas, como un joven que ha asesinado a su amante o un prelado renacentista al borde de la muerte, lo que otorga vigor a sus revelaciones personales.[51] Browning alcanzó el éxito en este género con obras como "Pippa Passes" (1841) y "Dramatic Lyrics" (1842[Nota 3]), consolidándose como un poeta de primer orden. Entre 1845 y 1861, periodo marcado por su relación con Elizabeth Barrett, escribió algunos de sus mejores poemas, incluyendo "Víspera de Navidad" y "Hombres y mujeres".[47] Su obra más ambiciosa, "El anillo y el libro" (1868-69), entrelaza múltiples monólogos dramáticos que narran un crimen desde diez perspectivas distintas, mostrando su vasta erudición y capacidad para explorar lo grotesco.[52] Aunque es un poema extenso que puede resultar abrumador, su profundidad histórica y psicológica es estimulante. La acogida de esta obra marcó un triunfo para Browning, quien finalmente se posicionó en la vanguardia literaria a casi sesenta años.[53][49][54][55][56]
El fuego poético de este autor no se ha apagado y aún tiene la capacidad de crear obras selectas, como sus "Idilios dramáticos" (1879-80)[57]. Su obra "Asolando" (1889) fue publicada el mismo día de su muerte.[47] Su lírica fluida demuestra que era un maestro del verso, aunque en sus últimas obras, los efectos especiales que aportaban realismo también corrían el riesgo de caer en el manierismo. Sus poemas fueron recopilados en dos volúmenes en 1896.[58] Su filosofía vital se fundamentaba en verdades como Dios, inmortalidad, optimismo y amor por la vida y la humanidad. Se le considera el poeta del hombre, pero sería más adecuado llamarlo el poeta de los hombres, dado su interés por la individualidad.[57] Si no hubiera optado por la poesía, podría haber sido un gran cuentista, comparable a Conrad o Henry James.[52]
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Elizabeth Barrett Browning (1806-1861) y su esposo, Robert Browning, compartían una profunda admiración literaria. Durante los primeros años de su matrimonio, Barrett era más popular como poeta. Su obra se centra en el amor, y ambos son considerados poetas del amor.[42][59]
Los poemas de Barrett se pueden clasificar en varias categorías: religiosos, sociales, políticos, íntimos y narrativos.[60] Publicó su primera traducción importante a los veintiséis años y "Los serafines" a los veintisiete.[61] Aunque este volumen recibió buenas críticas, no fue muy popular y no tuvo una segunda edición; sin embargo, contenía poemas que luego serían reconocidos. "El llanto de los niños", publicado en 1843, impulsó significativamente su fama tras abordar la explotación laboral infantil. Sus dos volúmenes de poemas de 1844 incluyeron obras destacadas como "El drama del exilio" y "El cortejo de Lady Geraldine".[62][63][64]
Los "Sonetos de la portuguesa" (1850) son considerados sus mejores poesías íntimas, reflejando su historia de amor con Robert Browning y escritos en secreto antes de su matrimonio. En Florencia, escribió "Las ventanas de la Casa Guidi" (1851), inspirada en la lucha por la libertad en Toscana. Su obra más ambiciosa, "Aurora Leigh" (1856), es un poema extenso que explora temas sobre el trabajo y el arte a través de la vida de una mujer artista. En 1860, publicó "Poems before Congress". Su legado incluye un fuerte compromiso con la justicia social y el uso de su poesía para abordar temas como la esclavitud y el trabajo infantil.[65]
Elizabeth Barrett Browning es considerada una de las más grandes poetisas inglesas, reconocida por su talento lírico y su sensibilidad hacia los sufrimientos de los oprimidos. Su poesía, rica en pensamientos tiernos y profundos, abarca una variedad de temas, aunque a menudo presenta dificultades de comprensión y errores métricos. Aunque no posee la misma fuerza intelectual que su esposo, su obra tuvo una aceptación más amplia entre el público. Su lugar en la literatura es elevado, caracterizándose por una inquietud intelectual y una abundancia de meditaciones, sin alcanzar la paz apasionada de poetas como Wordsworth. Sus escritos reflejan su experiencia personal y su compromiso social, especialmente en obras como "Los sonetos del portugués", donde se manifiestan sus emociones y verdades sobre la condición femenina.[63][66]
Matthew Arnold (1822-1888) fue un destacado poeta y crítico de la era victoriana, hijo del famoso educador Thomas Arnold.[67] Aunque su poesía ha sido considerada menos significativa que su prosa, su estilo refleja la tragedia del colapso de la fe en su tiempo, mostrando una notable ironía y urbanidad[68]. Su obra poética, aunque de menor volumen que la de contemporáneos como Tennyson y Browning, captura el carácter de la época victoriana y se caracteriza por un enfoque intelectualista.[69] Entre sus composiciones más destacadas se encuentran "Thyrsis", una elegía a su amigo Arthur Clough, y "Sohrab y Rustum", que destacan por su belleza lírica y profundidad temática. A lo largo de su carrera, Arnold publicó varios volúmenes de poesía, incluyendo "Empédocles en el Etna" y "Poemas: segunda serie", aunque muchos de sus trabajos no lograron captar la atención del público en su momento.[70][71]
Arnold inició su carrera literaria con el poema "Alarico en Roma" en 1840[67] y continuó publicando obras que reflejaban su evolución como poeta. Su colección "Poemas por Matthew Arnold" (1853) lo consolidó entre los poetas representativos de su época, incorporando nuevos trabajos como "La gitana erudita" y "Requiescat". A pesar de sus esfuerzos, la crítica hacia su poesía fue mixta durante su vida; sin embargo, sus contribuciones a la crítica literaria, especialmente a través de sus "Ensayos en Crítica", tuvieron un impacto duradero. Arnold abogó por un enfoque objetivo en la crítica literaria y exploró temas culturales y sociales, convirtiéndose en una figura influyente en el ámbito literario británico. Su legado perdura no solo en sus poemas, sino también en su visión crítica sobre la literatura y la cultura de su tiempo.[72][73][74][67][75]
Matthew Arnold publicó por primera vez "Thyrsis" y "A Southern Night" en su colección Nuevos poemas de 1867.[75] Aunque su poesía muestra una notable belleza y formalización, se observa un declive en su producción, caracterizado por una creciente tendencia hacia la reflexión en lugar de la expresión poética. A pesar de su habilidad para crear pasajes memorables, Arnold luchó por encontrar una voz propia en un contexto victoriano que le resultaba difícil. Su poema más famoso, "Dover Beach", refleja una crisis de fe y la angustia de vivir en un mundo donde la creencia se desvanece, posicionándolo como un poeta que acepta la pérdida de la fe más que como un defensor de ella.[67]
A lo largo de su carrera, algunos críticos han argumentado que Arnold era más un prosista con mentalidad poética que un poeta nato, aunque sus obras como "La gitana erudita" y "La playa de Dover" son profundamente admiradas.[76][21] Su poesía se distingue por un lenguaje puro y una vivacidad pictórica, abordando temas de aislamiento y melancolía. La primera edición completa de sus poemas se publicó en 1869, dividiéndose en obras narrativas y elegíacas en el primer volumen y poemas dramáticos y líricos en el segundo. A pesar de sus contribuciones a la poesía victoriana, Arnold a menudo se percibe como un autor que refleja las inquietudes de su época sin lograr una conexión personal intensa con su audiencia.[77][78]
Otros poetas del victorianismo temprano y medio
[editar]Sir Francis Hastings Doyle (1810-1888) fue un poeta británico que publicó su primer volumen, Miscellaneous Verses, en 1834, reeditado en 1840 con nuevos poemas, destacando obras como "The Eagle's Nest" y "The Catholic". Su poema The Two Destinies (1844) aborda cuestiones sociales, y en 1852, escribió The Duke's Funeral en honor al Duque de Wellington. Tras un largo periodo sin publicaciones, regresó en 1866 con The Return of the Guards and other Poems, que incluye sus mejores baladas, como "The Red Thread of Honor" y "The Loss of the Birkenhead". Doyle es reconocido por su uso de la balada para tratar temas contemporáneos, a diferencia de otros poetas que empleaban temas arcaicos. Aunque su fama se basa principalmente en sus baladas, también demostró versatilidad en poemas como "The Platonist" y "The Death of Hector". Sin embargo, gran parte de su obra es considerada vulgar y prosaica, con un sentimiento poético que a menudo no se traduce en una adecuada expresión.[79][80][81][82]
Helen Selina Sheridan, condesa de Dufferin (1807-1867), era nieta del dramaturgo Richard Brinsley Sheridan y compartía su talento literario, destacándose como poeta con obras como The Lament of the Irish Emigrant (1845). Publicó sus primeras composiciones de forma anónima desde su infancia, incluyendo versos dedicados a su hijo en sus cumpleaños, que fueron recopilados póstumamente en 1894. El poema más popular de Eliza Cook, The Old Armchair, fue publicado en 1837 y se inspiró en el recuerdo de su madre. Cook también publicó Melaia and other Poems en 1838, que tuvo éxito en Inglaterra y América, mientras que su último volumen, New Echoes and other Poems (1864), mostró un vigor disminuido y no logró el mismo reconocimiento. A pesar de la disminución de su popularidad, Cook continuó recibiendo royalties hasta el final de su vida, siendo su poesía conocida por su sinceridad y atractivo para las clases medias, caracterizándose por un sentimiento doméstico genuino sin caer en lo empalagoso.[83][84][85]
Richard Monckton Milnes, Lord Houghton (1809-1885), fue un político, poeta y destacado mecenas literario conocido por su amplia red de contactos en el ámbito cultural. Publicó tres volúmenes de poesía entre 1838 y 1844[Nota 4], siendo algunos de sus poemas populares, especialmente al ser musicalizados.[87] En 1842-43, viajó a Egipto y Oriente Próximo, y publicó sus impresiones en Palm Leaves (1844), junto con Poems, Legendary and Historical.[86] Su poesía se caracteriza por un estilo meditativo y elegante, aunque carece de viveza. A pesar de no poseer la profundidad de los grandes poetas, su obra refleja una vasta cultura y refinamiento[88], con poemas breves como "The Beating of my own Heart" que lograron gran aceptación. Milnes también fue un generoso patrono de la literatura, apoyando a escritores como Tennyson y Emerson, y es recordado por su compromiso con causas sociales y su influencia en la promoción de nuevos talentos literarios.[89]
Thomas Macaulay (1800-1859) encontramos cierta incapacidad para la poesía. Sus Lays of Ancient Rome (Lais de la antigua Roma) y su Armada los conocen todos los niños de las escuelas por su vigorosa retórica y su habilidad prosódica, pero no enriquecen en nada la imaginación.[90] Las Lays of Ancient Rome aparecieron en octubre de 1842[91] con notable éxito. Los poemas "Ivry", publicado originalmente en el Quarterly Magazine de Knight, y "The Armada", inicialmente publicado en el Friendship's Offering en 1833, fueron añadidos en 1848.[92]
Ebenezer Jones (1820-1860) fue un poeta cuyas obras presentan un mérito desigual, aunque en su mejor momento revela una auténtica vena poética influenciada por Shelley y Carlyle, lo que lo llevó a desarrollar un estilo de escritura exagerado. Su obra más destacada, Studies of Sensation and Event (1843), recibió una crítica despiadada que lo desalentó y lo llevó a destruir sus manuscritos. Sin embargo, sus últimos poemas, como "Winter Hymn to the Snow" y "To Death", muestran una originalidad atrevida y una expresión casi perfecta, superando incluso su obra anterior. Aunque su genio es indiscutible y sus defectos eran comunes entre poetas jóvenes autodidactas, sus últimas producciones indican que había superado muchas de sus debilidades, sugiriendo que con más fortaleza podría haber ocupado un lugar destacado entre los poetas ingleses.[93][94][95][96]
Jean Ingelow (1820-1897) fue una poeta y novelista británica que publicó tres volúmenes de poesía[97], comenzando con A Rhyming Chronicle of Incidents and Feelings en 1850, que recibió escasa atención a pesar de la admiración de Tennyson. Su reconocimiento llegó con la publicación de Poems en 1863, que incluía "The High Tide on the Coast of Lincolnshire, 1571", considerada una de las más bellas baladas modernas. Influenciada por Wordsworth y Tennyson, su poesía se caracteriza por su lírica encantadora, elegante imaginación y observación precisa de la naturaleza, aunque a menudo se le criticó por su afectación y uso de un lenguaje pomposo. Ingelow también escribió canciones populares como "Sailing beyond Seas" y "When Sparrows build", pero tras The Story of Doom and Other Poems en 1867, se dedicó más a la novela. A pesar de su éxito en vida, su popularidad disminuyó posteriormente, aunque su obra ha experimentado un resurgimiento de interés en años recientes. Ingelow murió en 1897 y fue enterrada en el cementerio de Brompton en Londres.[98][99]
![](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/2/25/George_Meredith_by_George_Frederic_Watts.jpg/300px-George_Meredith_by_George_Frederic_Watts.jpg)
George Meredith (1828-1909), conocido principalmente como novelista, inició su carrera literaria escribiendo poesía lírica, destacando su poema "Amor en el valle", incluido en su primer volumen de 1850. Aunque su poesía no fue ampliamente reconocida en su tiempo, la publicación de Poemas en 1863 marcó un cambio, especialmente con "The High Tide on the Coast of Lincolnshire, 1571", considerada una de las baladas modernas más bellas. Meredith, un poeta realista que se distanció de los prerrafaelistas, buscaba expresar las realidades de la vida contemporánea y es considerado un poeta moderno al igual que Thomas Hardy. Su obra más notable es Modern Love (1862), una secuencia de sonetos que explora la desilusión matrimonial y se considera una de las mejores obras poéticas del siglo XIX. A lo largo de su carrera, Meredith publicó varios volúmenes, incluyendo Poems and Lyrics of the Joy of Earth (1883) y Ballads and Poems of Tragic Life (1887-88)[100], aunque su estilo a menudo era criticado por su oscuridad y complejidad. Su legado literario se ve influenciado por su temperamento celta y su bagaje intelectual, lo que le confiere un aire distintivo en la poesía victoriana.[101][102][103][104][105][106][Nota 5][107][108][109][Nota 6][110][111][112][100][113][114]
Edwin Arnold (1832-1904), periodista y poeta, obtuvo en 1852 el premio Newdigate con un vistoso poema sobre El festín de Baltasar. Éste fue publicado de forma separada (1852) y al año siguiente también fue reeditado para formar la materia prima de un elegante volumen, Poemas narrativos y líricos (Oxford, 1853).[115]
Edward FitzGerald (1809-1883) fue un destacado poeta y traductor inglés, conocido principalmente por su famosa traducción del Rubáiyát de Omar Khayyam, que le otorgó un lugar entre los grandes poetas de su época. A partir de 1850, se dedicó al estudio de las lenguas española y persa, realizando traducciones significativas de obras de Calderón, como Seis dramas de Calderón (1853) y otras obras en 1865. Su enfoque en estas traducciones no buscaba una fidelidad literal, sino capturar el efecto emocional de los originales. En 1859, publicó anónimamente el Rubáiyát, que inicialmente pasó desapercibido hasta que fue redescubierto por figuras como Rossetti, lo que llevó a su eventual fama. FitzGerald transformó las coplas de Omar Khayyam en un poema melancólico y romántico, logrando una musicalidad y profundidad que lo hicieron destacar en la literatura inglesa. Su obra es considerada más una recreación artística que una simple traducción, y su éxito se debe a su habilidad para evocar la atmósfera del original persa mientras añadía un toque personal.[52][116][117][118][119][120][121][122][123][124][125]
Robert Bulwer-Lytton (1831-1891), hijo de Edward Bulwer-Lytton, fue un estadista británico que ocupó el cargo de Virrey de la India entre 1876 y 1880, así como poeta bajo el seudónimo de "Owen Meredith". Aunque se consideraba más poeta que hombre de negocios, nunca logró el reconocimiento que merecía. Publicó su primer libro, Clitemenestra, El regreso del conde y otros poemas, en 1855, seguido por El vagabundo en 1857, obras que destacaron por su elocuencia y dominio del lenguaje poético, aunque a menudo eran imitativas. En 1874, alcanzó mayor reconocimiento con Fables in Song, y comenzó a escribir King Poppy, su obra favorita, que se publicaría tras su muerte. Entre sus otras obras se encuentran Lucile (1860), que adaptó una novela francesa en verso, y Chronicles and Characters (1867), que ofrece interpretaciones poéticas de figuras históricas. Su obra Orval, or The Fool of Time es notable por representar la poesía mística polaca. A pesar de su talento poético, su legado ha sido eclipsado por su prolijidad y críticas negativas.[126][127][128]
Frederick Locker-Lampson (1821-1895) publicó su primera colección de poesía, London Lyrics, en 1857, un volumen de noventa páginas que sentó las bases de su obra posterior y que fue ampliado en ediciones sucesivas hasta 1893. En 1867, lanzó la antología Lyra Elegantiarum, que incluía destacados ejemplos de "vers de société" y "vers d'occasion" en inglés. Como poeta, se enfocó más en lo alegre que en lo serio, combinando buen gusto con un estilo que evitaba lo cómico y lo cínico, añadiendo a su obra cualidades distintivas. Admirador de la destreza métrica de Barham, Locker-Lampson buscó evitar la monotonía y cultivar la sencillez en el lenguaje y las ideas, logrando una poesía pulcra y clara que evolucionó con el tiempo. Su único volumen original ha sido reeditado en múltiples formatos desde su publicación inicial, y en 1882 preparó un suplemento titulado London Rhymes.[129][130][131]
William Johnson Cory (1823-1892) es un destacado letrista inglés, conocido por su afecto hacia sus alumnos en su rol como profesor. Su obra más significativa es Ionica, publicada anónimamente en 1858, la cual contiene poemas líricos[132] que han sido muy valorados y que se considera una de las ediciones príncipe más preciadas. Una edición ampliada fue publicada en 1891, que incluye poemas como "Anteros" y "Mimnermo en el templo", donde se fusionan emoción y ternura. Sin embargo, en sus composiciones posteriores, Cory se presenta más como un versificador elegante que como un poeta innovador. También escribió poesía en latín y griego, destacando su obra Lucretilis (1871), que fue elogiada por su calidad técnica. A lo largo de su carrera, Cory cultivó una relación cercana con sus alumnos en Eton, lo que finalmente llevó a su renuncia en 1872 tras la filtración de una carta considerada inapropiada. Tras su retiro, adoptó el apellido Cory y se trasladó a Madeira, donde se casó y tuvo un hijo antes de regresar a Inglaterra en 1882. Su legado incluye no solo Ionica, sino también otros trabajos como Eton Boating Song y diversas obras sobre poesía clásica.[Nota 7][133]
John Leicester Warren, barón de Tabley (1835-1895), fue un poeta, dramaturgo, ensayista y numismático británico, cuya verdadera pasión fue la poesía, a la que dedicó gran parte de su vida. Publicó poemas bajo los seudónimos "George F. Preston" y "William Lancaster", comenzando con Poemas en colaboración con George Fortescue, seguido por obras como Ballads and Metrical Sketches (1860) y The Threshold of Atrides (1861). Sus volúmenes posteriores, como Præterita (1863) y Eclogues and Monodramas (1864), mostraron una notable elegancia técnica y belleza natural, aunque influenciados por Tennyson. En Rehearsals (1870) y Searching the Net (1873), donde usó su propio nombre por primera vez, su estilo comenzó a distanciarse de sus predecesores, destacando la originalidad en sus poemas. Aunque no poseía una inspiración lírica abrumadora y su estilo era a menudo elaborado, su poesía se caracterizaba por un lenguaje majestuoso y descripciones vívidas de la naturaleza. A lo largo de su carrera, su pasión por el detalle fue tanto una fortaleza como una debilidad, reflejando su estudio de los poetas clásicos.[134][135][136][137]
Roden Noel (1834-1894) publicó en 1863 su primer volumen de poesía, Behind the Veil, and other Poems.[138] Su siguiente libro, Beatrice, and other Poems (1868), con una fuertemente marcada influencia de Shelley, generó mayores expectativas. Como los que le seguirían, se caracterizaba por su elevado propósito y su refinada emotividad.[138] Sus obras incluyen, además de las mencionadas: The Red Flag and other Poems (La bandera roja y otros poemas, 1872).[138]
Poetas irlandeses victorianos
[editar]James Clarence Mangan (1803-1849) fue un poeta irlandés de origen humilde que, a pesar de su vida marcada por la pobreza y el alcoholismo, dejó una huella significativa en la poesía irlandesa. Contribuyó con poemas y traducciones del alemán al Dublin University Magazine, siendo especialmente atraído por la poesía mística alemana, que resonaba con su temperamento melancólico. Aunque algunos críticos consideraron que tenía el talento para ser uno de los más grandes poetas irlandeses, sus hábitos irregulares le impidieron alcanzar un reconocimiento pleno. Mangan publicó numerosos poemas bajo varios seudónimos, incluyendo "George F. Preston" y "William Lancaster", y aunque muchas de sus traducciones eran libres y a menudo apócrifas, su dominio del lenguaje y su habilidad para evocar la naturaleza fueron notables. Sus obras más conocidas incluyen "Dark Rosaleen", "The Nameless One" y "A Vision of Connaught in the Thirteenth Century". A pesar de su talento, gran parte de su poesía permanece poco conocida, oculta en archivos de periódicos bajo múltiples seudónimos. Su legado ha sido reconocido póstumamente, influyendo en escritores como W.B. Yeats y James Joyce, aunque su obra sigue siendo considerada desigual y dispersa.[139][140][141][142][Nota 8][143][144][145]
En julio de 1842, Thomas Osborne Davis, junto a Duffy y Dillon[Nota 9], fundó el periódico The Nation, cuyo primer número se publicó el 15 de octubre.[146] Su éxito se atribuye en gran parte a los poemas nacionalistas que aparecían en sus páginas, muchos de los cuales fueron escritos por Davis, quien no había escrito poesía antes de la creación del periódico.[146] Entre sus obras destacadas se encuentra The Lament of Owen Roe O'Néill, publicado en el sexto número, seguido de otros poemas líricos como The Battle of Fontenoy, The Geraldines y Máire Bhán a Stoír, que son considerados importantes en la poesía nacional irlandesa.[147] La balada The Sack of Baltimore, el último poema de Davis, es notable por su calidad a pesar de su inexperiencia. Poemas como Máire Bhán a Stoír, The Flower of Finae y My Grave reflejan su sensibilidad, mientras que The Geraldines y Fontenoy expresan fervor patriótico. Tras su muerte, sus poemas fueron recopilados y publicados en 1846 como parte de la "Biblioteca irlandesa" de Duffy.[146][148]
Aubrey Thomas De Vere (1814-1902) fue un destacado poeta irlandés que comenzó su carrera literaria con la publicación de The Waldenses and other Poems en 1842, seguido por The Search after Proserpine and other Poems en 1843, donde el poema titular recibió elogios de Landor. Sus obras reflejan un estilo elegante y refinado, y en A Year of Sorrow abordó los horrores del invierno de 1846-47. De Vere también escribió May Carols en 1857 y una serie de poemas sobre temas irlandeses a partir de 1861, destacando Inis Fáil, que ilustra seis siglos de historia irlandesa. Su poesía se caracteriza por un tono ético sublime y un poder imaginativo, aunque a menudo es considerada distante del pensamiento popular. Discípulo de Wordsworth, sus mejores trabajos incluyen poemas sobre temas irlandeses y sonetos como "The Sun-God" y "Sorrow". Además de sus volúmenes de poesía, escribió obras como Poems, Miscellaneous and Sacred (1853) y Mediæval Records and Sonnets (1893), siendo su obra bien recibida en América.[149][150][151][152]
Charles Gavan Duffy (1814-1903), periodista y político nacionalista, editó una serie de volúmenes baratos de biografías, poesía y crítica, que incluían, entre otras antologías, Ballad Poetry of Ireland[153] (1845), que fue un gran éxito.[154] En el volumen antológico The Spirit of the Nation (1844) incluyó numerosos poemas bajo el seudónimo de «The Black Northern».
Al igual que muchos de sus jóvenes contemporáneos, Denis Florence MacCarthy (1817-1882) se adhirió al movimiento por la derogación,[155] y en 1843 comenzó a contribuir a The Nation con una serie de poesías políticas, con la firma de «Desmond».[155] En 1850 apareció el primer volumen de sus propias poesías, Ballads, Poems, and Lyrics (Baladas, poemas y canciones); y en 1857 se publicaron The Bell-founder[155] y Under-glimpses and other poems.[156] Dos odas suyas han sido publicadas: An Ode on the Death of the Earl of Belfast (Oda a la muerte del conde de Belfast, 1856) y The Centenary of Moore (El centenario de Moore), editada de forma privada[155] (1880). La mayor parte de sus obras originales consistió en contribuciones a las publicaciones periódicas de su tiempo, y algunos de sus poemas y la totalidad de sus textos humorísticos en prosa aún no han sido recopilados.[155]
Como poeta, James Wills (1790-1868) es célebre por The Universe, cuya autoría fue en su momento reclamada descaradamente por el Dr. Maturin.[157] En 1845 Wills publicó Dramatic Sketches and other Poems (Esbozos dramáticos y otros poemas).[158] En 1868, poco antes de su muerte, publicó The Idolatress, and other Poems (El idólatra y otros poemas), que, al igual que los Dramatic Sketches de fecha anterior, consistía en una recopilación de aportaciones dispersas a varias publicaciones periódicas. Su poesía no carece de mérito; las composiciones más breves rezuman un fuerte espíritu del mejor género de patriotismo irlandés.[158] Sus poemas son enérgicos, y en ciertos casos muestran considerables cualidades dramáticas.[159] Algunos de los más ambiciosos muestran gran parte del potencial dramático que heredaría su hijo, William Gorman Wills.[160]
Sir Samuel Ferguson (1810-1886) fue un destacado poeta y anticuario irlandés, conocido por su colaboración en Blackwood's Magazine, donde publicó su poema más famoso, "The Forging of the Anchor" (La forja del ancla), en 1883, considerado una de las mejores baladas modernas. Su elegía "Lament for the Death of Thomas Davis" (1847) se incluyó en Ballad Poetry of Ireland, mientras que la canción "The Loyal Orangeman" circuló de forma privada en Dublín. Publicó varios volúmenes de poesía, incluyendo Lays of the Western Gael (1865) y Congal (1872), un poema épico que intenta revivir el espíritu del pasado irlandés. Aunque no dominaba completamente el irlandés, su obra buscó crear una poesía moderna a partir de antiguos relatos de héroes y santos. Sus poemas, aunque a veces imperfectos, reflejan un genuino aire irlandés y continúan siendo admirados en Irlanda.[161][162]
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William Allingham (1824-1889) fue un poeta irlandés cuyo primer volumen, Poems (1850), fue retirado rápidamente, pero su siguiente obra, Day and Night Songs (1854), logró un notable éxito y fue reeditada en 1855 con ilustraciones de D. G. Rossetti y otros, incluyendo el poema "The Music Master". En 1864, publicó Laurence Bloomfield in Ireland, un extenso poema narrativo que aborda temas sociales irlandeses y es considerado su obra más ambiciosa, aunque no tuvo gran éxito. A lo largo de su carrera, Allingham publicó varios volúmenes, como Fifty Modern Poems (1865) y Songs, Poems, and Ballads (1877), que recopilan y revisan sus trabajos anteriores. Aunque no es uno de los poetas más destacados de su tiempo, su poesía se caracteriza por su claridad y elegancia, destacando especialmente en Day and Night Songs, donde emplea un lenguaje irlandés coloquial sin hibernicismos convencionales. Su obra abarca también títulos como Evil May-Day (1883) y Irish Songs and Poems (1887), y aunque su producción poética fue modesta, sus mejores composiciones son apreciadas por su espíritu nacional y colorido local.[163][164][165][166][167][168][169]
John Francis Waller (1810-1894) es recordado por su contribución a la poesía, especialmente como autor de canciones que, musicalizadas por compositores como Stewart, lograron gran aceptación, incluso algunas fueron traducidas al alemán. Entre sus obras más conocidas se encuentran "The Voices of the Dead", "Cushla ma Chree" y "The Song of the Glass", esta última considerada por Richard Monckton Milnes como una de las mejores "canciones de borrachera" de su tiempo. Además, Waller escribió The Imperial Ode para la Exposición de Cork en 1852 y una oda titulada On the Erection of the Campanile of Trinity College, que junto a otras composiciones similares fueron publicadas en 1864 en Occasional Odes.[170]
Alfred Perceval Graves (1846-1931) fue un influyente poeta y compositor en el resurgimiento de las letras irlandesas, conocido por su famosa balada "Father O'Flynn", incluida en su libro Father O'Flynn and other Irish Lyrics (1889), y por otras canciones que alcanzaron gran popularidad, algunas de las cuales fueron traducidas al alemán. Colaboró con Sir C. V. Stanford en la publicación de Songs of Old Ireland (1882) y Irish Songs and Ballads (1893), y sus Irish Folk-Songs (1897) fueron arregladas por Charles Wood. Otras de sus obras incluyen Songs of Killarney (1872) y Irish Song Book (1894). Su contribución a la música y poesía irlandesa, que se caracteriza por su claridad y elegancia, lo establece como una figura importante en la cultura literaria de su tiempo.[171][172][Nota 10]
Poetas escoceses victorianos
[editar]John Sterling (1806-1844) escribió su poema The Sexton's Daughter en 1837, influenciado por Wordsworth, y fue publicado en 1839 junto con otros poemas. Durante este tiempo, también contribuyó a Blackwood's Magazine, donde presentó obras en prosa como The Palace of Morgana, un poema en prosa notable, y The Onyx Ring, un romance con influencia alemana que idealiza a Carlyle. A pesar de sus promesas literarias, sus proyectos más ambiciosos no tuvieron el éxito esperado. En 1841, publicó The Election: a Poem in seven books, una reflexión cómica sobre las elecciones, que fue bien recibida por Carlyle, mientras que solo tres de los ocho cantos de Richard Cœur de Lion fueron publicados tras su muerte, destacando por su humor y narrativa.[173][174][Nota 11]
William Bell Scott (1811-1890) es recordado principalmente por su poesía, influenciada por Blake y Shelley, y por su amistad con Rossetti. Aunque carecía del genio artístico de Rossetti, su obra poética se caracteriza por un enfoque místico y metafísico. Publicó cinco volúmenes de poesía, incluyendo Hades y The Year of the World, así como numerosos sonetos. Su volumen de Poemas de 1875 es notable por sus ilustraciones. A lo largo de su carrera, Bell Scott mantuvo una conexión significativa con el círculo de Rossetti, lo que contribuyó a su legado literario.[175][176][177][178]
W. E. Aytoun (1813-1865) fue un poeta humorístico que se unió a Blackwood's Magazine en 1836, donde publicó su primer libro, Polonia, Homero y otros poemas, en 1832, que ya mostraba su estilo distintivo. Entre 1841 y 1844, colaboró con Sir Theodore Martin en artículos humorísticos que dieron lugar a las populares Baladas de Bon Gaultier, que tuvieron trece ediciones entre 1855 y 1877. Durante este tiempo, escribió Lays of the Scottish Cavaliers, publicado en 1848 y que alcanzó veintinueve ediciones. En 1854, publicó Firmiliano: una tragedia espasmódica bajo el seudónimo "T. Percy Jones", que fue malinterpretado como poesía seria. También lanzó Bothwell en 1856, un monólogo poético sobre María, reina de los escoceses, y en 1858 presentó una colección de Baladas de Escocia, que tuvo cuatro ediciones hasta 1860. Aytoun es recordado por su aguda sátira y su contribución a la poesía humorística escocesa.[179][180][181][Nota 12][182][183]
Theodore Martin (1816-1909) fue un colaborador en las revistas Tait's y Fraser's, donde publicó composiciones humorísticas en prosa y verso. Entre 1842 y 1844, trabajó junto a W. E. Aytoun en una serie de poemas cómicos que fueron recopilados en 1845 en Bon Gaultier's Ballads, un volumen que alcanzó gran popularidad y llegó a su decimosexta edición en 1903. Estas baladas parodiaban la poesía de la época, especialmente la obra de Tennyson, y algunas se presentaron como competiciones para el puesto de poeta laureado tras la muerte de Southey. La parodia más famosa fue The Lay of the Lovelorn, que se basó en Locksley Hall. Aunque Aytoun contribuyó significativamente, Martin fue el principal autor. Las baladas, aunque más superficiales que las Rejected Addresses, resultaron igualmente divertidas. En 1863, Martin publicó un volumen privado titulado Poems, Original and Translated, que contenía obras originales y traducciones.[184][Nota 13][Nota 14][185]
En 1848, el poeta escocés Thomas Aird (1802-1876) publicó una recopilación de sus poemas, lo que reforzó su reputación literaria. Su obra incluía poemas que apelaban a los instintos religiosos de sus compatriotas y otros con una inventiva singular. Sin embargo, los extensos poemas narrativos carecían de trama y estructura, lo que limitaba su atractivo. A pesar de esto, su trabajo recibió una gran aprobación, destacando que Carlyle expresó que hallaba en ellos "un aliento saludable como la brisa de las montañas" [186][187]
El reverendo George MacDonald (1824-1905) dejó su carrera clerical para dedicarse a la literatura, publicando en 1855 su primer libro, Within and Without, un poema que aborda la tragedia del amor conyugal y la incomprensión, inspirado en sus aspiraciones religiosas y similar a los primeros trabajos de Browning, aunque con menos oscuridad. Este libro fue bien recibido por Tennyson y admirado por Lady Byron. En 1857, consolidó su reputación con un volumen de Poemas, que incluía A Hidden Life, reflejando su vida universitaria. Aunque posteriormente se dedicó a la ficción narrativa, MacDonald se consideraba principalmente un poeta, cuyas obras se caracterizan por su acogedora sencillez y fervor religioso. Su obra Diary of an Old Soul (1880) es comparable a las de Crashaw y Vaughan, y otras de sus publicaciones incluyen Dramatic and Miscellaneous Poems (1876), A Book of Strife (1880), The Threefold Cord (1883), Poems (1887), Scotch Songs and Ballads (1893) y Rampolli (1897).[188][189][190][191][192]
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James Thomson (1834-1882), conocido por el seudónimo «B. V.» o «Bysshe Vanolis», fue un poeta escocés cuyas obras reflejan su vida solitaria y pesimista, influenciada por la vida urbana de Londres y por poetas como Percy Bysshe Shelley y Novalis. Aunque su primera publicación data de 1858, fue a través del National Reformer donde ganó reconocimiento, destacándose su poema "A nuestras damas de la muerte" en 1863 y su obra maestra, "La ciudad de la noche espantosa" (1874), que expresa su desesperanza y simbolismo profundo. Su producción literaria más notable se realizó entre 1855 y 1875, incluyendo obras como "La maldición de una ciudad" y "Weddah y Om-el-Bonain". A pesar de sus logros, Thomson es recordado por su melancólica intensidad y musicalidad, así como por sus contrastes entre un espíritu valiente y una visión sombría de la vida. Su legado incluye el volumen póstumo "Una voz desde el Nilo y otros poemas" (1884), aunque no logró aumentar significativamente su reputación. Thomson es considerado un poeta único, con afinidades literarias que lo vinculan a autores como De Quincey, Leopardi y Baudelaire, pero cuya voz poética es inconfundible en su exploración del sufrimiento humano.[193][194][195][196][197][198]
David Gray (1838-1861) fue un poeta escocés que realizó experimentos métricos y se enfocó en su poema idílico The Luggie, mientras lidiaba con la tisis y la expectativa de una muerte prematura. A pesar de que muchos de sus poemas reflejan una inmadurez y son ecos de autores como Thomson, Wordsworth o Tennyson, muestran una singularidad y aprecio por la belleza natural. The Luggie entrelaza recuerdos de su infancia con la música del arroyo que celebra, destacándose por sus descripciones hermosas y su potencial didáctico. Sin embargo, su mayor expresión poética se encuentra en la serie de 30 sonetos titulada In the Shadows, que emanan una profunda melancolía y belleza conmovedora, reflejando su rica imaginación y talento para la expresión musical. Publicada póstumamente en 1862, esta obra ha dejado una huella significativa en la literatura inglesa, aunque Gray no vivió lo suficiente para alcanzar el reconocimiento duradero que anhelaba.[199][200][201][202]
El poeta David Wingate (1828-1892) estuvo trabajando en los pozos de carbón cercanos a Hamilton desde los nueve años. Publicó Poemas y canciones (1862), que fue acogido favorablemente y seguido por Annie Weir (1866).[203] Lily Neil apareció en 1879, seguido por Poemas y canciones (1883) y Poemas escogidos (1890).[203]
Robert Williams Buchanan (1841-1901) fue un poeta, novelista y dramaturgo escocés que destacó en la literatura inglesa. Influenciado por Peacock, publicó su primera colección de poemas, Undertones (1863), que tuvo un éxito moderado y fue seguida por obras como Idilios y leyendas de Inverburn (1865) y Poemas de Londres (1866), donde mostró su habilidad para la narrativa poética y una profunda comprensión de las condiciones de vida de los humildes. Su obra London Poems consolidó su reputación como un escritor sensible a la vida de los desfavorecidos, mientras que su ambiciosa obra El libro de Orm (1870) exploró el misticismo. A pesar de recibir críticas mixtas, sus recopilaciones de poemas en tres volúmenes (1874) y otros trabajos posteriores como Balder the Beautiful (1877) y The City of Dream (1888) continuaron aumentando su notoriedad. Entre sus poemas más destacados se encuentran The Drama of Kings (1871) y St. Abe and his Seven Wives (1872). Aunque su producción literaria fue extensa y variada, su talento lírico perduró a lo largo de su carrera, culminando en la publicación de sus obras completas en 1901.[204][205][206][207][208]
Alexander Anderson (1845-1909) fue un poeta escocés autodidacta que dominó el alemán, francés y español, lo que le permitió leer obras maestras en estos idiomas. Su talento poético se manifestó pronto, y en 1873 publicó su primer libro, A Song of Labour and Other Poems. En 1875, lanzó The Two Angels and Other Poems. Aunque viajó a Italia, su serie de sonetos En Roma no refleja sus experiencias en ese país, sino que es producto de su imaginación como obrero ferroviario. Su obra Songs of the Rail (1878) incluye poemas de sus colecciones anteriores, y Ballads and Sonnets (1879) presenta una selección de trabajos previos junto con nuevas composiciones. Después de 1879, su producción literaria disminuyó considerablemente. Escribía bajo el seudónimo "Surfaceman", en alusión a su trabajo como operario de mantenimiento ferroviario. [209][Nota 15][210][211]
William Sharp (1855-1905) fue un poeta y literato escocés, destacado como uno de los impulsores del renacimiento celta, influenciado por las historias de su niñera de las Highlands y sus estancias en las Tierras Altas. Tras una temporada en Australia, regresó a Escocia decidido a ser poeta y escribir sobre la naturaleza. Publicó varios volúmenes de poesía, incluyendo The Human Inheritance (1882) y Earth's Voices (1884), aunque su obra no alcanzó un reconocimiento excepcional. A partir de 1890, comenzó a escribir bajo el seudónimo "Fiona Macleod", creando prosa y poesía místicas que reflejaban su conexión con el paganismo celta y la naturaleza. Entre sus obras destacan Sospiri di Roma (1891) y Flower o' the Vine (1892). Su producción literaria se caracterizó por un estilo romántico y una profunda admiración por la naturaleza, aunque su salud deteriorada lo llevó a fallecer en Sicilia en 1905.[212][213][214][215][216]
Poesía religiosa
[editar]Conviene tener en cuenta la poetización de las experiencias religiosas de Arthur Hugh Clough, John Keble, John Henry Newman y demás miembros del Movimiento de Oxford.[Nota 16][70] John Keble (1792-1866) fue clérigo, poeta y teólogo. En 1833, su famoso sermón sobre "La apostasía nacional" dio el primer impulso al Movimiento de Oxford, del que fue considerado, junto con Pusey y tras la marcha de Newman a la Iglesia de Roma, como su líder.[217] Consideraba la poesía como una válvula de escape para alguna emoción sobrecargada, o alguna imaginación plena, o algún imaginativo remordimiento, que no habían encontrado su vía natural de salida en la vida y en la acción.[218] En 1846 publicó otro libro de poemas, Lyra Innocentium.[217] En 1847 apareció el único volumen completo de sermones de Keble publicado en vida del autor. Se titulaba Sermones académicos y ocasionales, y pretendía principalmente, como indica el prefacio, evitar que los clérigos siguieran el ejemplo de Newman.[219] Este volumen contiene el famoso sermón assize sobre "La apostasía nacional", que Newman siempre consideró "el punto de partida del Movimiento de Oxford". Es a la vez singularmente sencillo y completamente valiente y franco.[219] Tras su muerte aparecieron doce volúmenes de Sermones parroquiales.[217] Sus poemas, si bien en modo alguno poseen idéntico mérito literario, se caracterizan generalmente por su delicado y genuino sentimiento poético, y por su lenguaje refinado y a menudo extremadamente alegre; y el hecho de que el libro se haya convertido en un clásico religioso con lectores muy alejados del punto de vista eclesiástico del autor y de su línea general de pensamiento, resulta ser una prueba de la fidelidad a la naturaleza con la que sus temas son tratados.[217] Keble ejerció una enorme influencia espiritual sobre su generación.[217]
En cuanto a la obra poética de John Henry Newman (1801-1890), el autor alcanzaría gran popularidad, especialmente después de que fuera musicado por Elgar el monólogo dramático del alma abandonando el cuerpo en la hora de la muerte, titulado The Dream of Gerontius,[220] así como "Lead Kindly Light", que compuso en 1833 en un viaje de Palermo a Marsella.[220] Durante una gira por Europa escribió la mayoría de sus poemas breves, entre ellos "Lead Kindly Light", que fueron publicados en 1834 bajo el título de Lyra Apostolica;[221] algunos de los poemas incluidos en el volumen fueron escritos con anterioridad, y uno o dos en un período posterior, pero la mayoría fueron compuestos durante dicho viaje.[222] Publicó ocho volúmenes de sermones parroquiales (Oxford Sermons, 1828-1853),[223] que le sitúan en primera fila entre los predicadores ingleses,[221] y el poema The Dream of Gerontius[221] (1865). Cuando se publicaron aquellos, se dijo de ellos que "superan a todos los demás sermones del mercado como los relatos de Scott superan a todos los demás". No eran polémicos; y hay poco en ellos a lo que la teología católica pondría reparos.[224] En su tono resultan severos y con frecuencia melancólicos, como si fueran la expresión de un espíritu aislado.[225] Como poeta poseía inspiración y un genuino poder. Algunos de sus más tempranos y breves poemas, no obstante un característico elemento de ferocidad e intolerancia en uno o dos casos, son descritos por R. H. Hutton[Nota 17] como "inigualables por la magnificencia de su idea general, su pureza de gusto y su brillantez de efecto total"; mientras que el último y más extenso, El sueño de Geroncio, es generalmente reconocido como la más venturosa tentativa de representar el mundo oculto que se ha hecho desde los tiempos de Dante.[226]
La carrera de Arthur Hugh Clough (1819-1861) fue mucho menos brillante de lo que se esperaba.[77] Con todo, siquiera de manera intermitente, sus poemas ofrecen una fuerza, un coraje y una efervescencia mucho más atractivos para el lector actual que la melancolía reinante.[77] Estuvo inicialmente bajo la influencia de Newman,[227] y adquirió el más vivo interés por las controversias teológicas de la época. El resultado en su caso fue un abandono gradual de su credo inicial.[228] Posteriormente se convirtió en un escéptico.[227] Nunca se mostró amargo hacia la Iglesia de su infancia, pero llegó a considerar sus dogmas como imperfectos e insostenibles.[228] Había perdido la fe, es verdad, pero nunca dejó de interesarse por la religión. En The Last Decalogue (El último decálogo), versión de los diez mandamientos adecuada a una época basada en el rendimiento económico, quebranta la hipocresía de la piedad victoriana.[77] De su lucha con este mundo sin Dios surge en ocasiones una vitalidad sorprendente, una sensación de tranquilidad, incluso de victoria, por coyuntural que esta sea.[229] En el Oriel College de Oxford llevó grupos de lectura, uno de los cuales le sugirió[228] el poema homérico-pastoral The Bothie of Tober-na-Vuolich (1848), escrito en hexámetros[227] y pleno de socialismo, humorismo de los grupos de lectura y paisajes escoceses.[230] Su pensamiento heterodoxo en aquel momento había entrado en conflicto con la ortodoxia requerida en su labor académica, lo que le obligó a renunciar a esta; la sensación de alivio que esta renuncia le supuso se manifestó en textos literarios optimistas a la par que reflexivos, y publicó poemas tanto nuevos como antiguos.[230] Así, Ambarvalia (1849), publicado conjuntamente con su amigo Thomas Burbidge, contiene poemas breves de diversas fechas desde 1840 (o anteriores) en adelante.[230] En Roma, en 1849, escribió Amours de Voyage (Amores de viaje), una novela corta en verso.[227] Su último poema extenso, el Dipsychus, fue escrito en un viaje a Venecia en 1850.[231] Se trata de una sátira más bien irregular.[230] Cabe destacar también los idilios que componen Mari Magno, o relatos de a bordo[230] (1861). Sus poemas, aunque repletos de delicadas y sutiles meditaciones, son, a excepción de algunos poemas líricos breves, deficientes en su forma, y los hexámetros que empleó en The Bothie… resultan a menudo toscos, aunque tal vez utilizados tan eficazmente como por cualquier escritor de poesía en inglés.[227] Clough fracasó en llevar a cabo cualquier proyecto extenso, y su poesía resulta deficiente en forma y acabado; con todo, para las mentalidades congeniales posee un encanto mayor que el de mucha poesía de superior refinamiento y elaboración más exquisita.[231] Aunque Clough fue, hasta cierto punto, un discípulo de Wordsworth, muestra la originalidad de un verdadero genio en sus descripciones de paisajes y en su tratamiento de los grandes problemas sociales y filosóficos de su tiempo. Si bien algunos contemporáneos mostraron mayor destreza artística, nadie ofreció mayores indicios del poder de revestir el lenguaje poético de una reflexión seria.[231] Algunos de sus mejores poemas líricos poseen una intensidad melódica que iguala a su profundidad reflexiva.[230] No obstante, era justamente considerado, al igual que su amigo Matthew Arnold, como uno de los poetas ingleses más característicos de mediados del siglo XIX.[230] Su poesía lleva a cuestas la melancolía y la perplejidad de una época de transición.[230] En el aspecto técnico, la obra de Clough resulta interesante para los estudiosos de la métrica, debido a los experimentos que llevó a cabo, en The Bothie y otras, con hexámetros en inglés y otros tipos de versos formados sobre la base de modelos clásicos.[230] Clough vino a tender un puente entre la primera etapa de la época victoriana y algunos de los poetas victorianos más tardíos, caracterizados por su cinismo, su exuberancia, por admitir una tierra cada vez más fría y un cielo cada vez más vacío.[232]
Henry Alford (1810-1871) publicó, en febrero de 1833, su obra lírica inaugural, Poemas y fragmentos poéticos,[233] volumen que sería posteriormente reeditado con adiciones, conjuntamente con un poema extenso, La escuela del corazón, en 1835.[234] Con posterioridad, en 1841, publicó, junto con otros poemas nuevos,[233] otro pequeño volumen titulado El abad de Muchelnaye, con sonetos, etc.[234] Una colección de Salmos e himnos suyos apareció en la primavera de 1844.[233] Dos de sus numerosos himnos, el himno a la cosecha "Come, ye thankful people, come", y el himno bautismal "In token that thou shalt not fear", se han ganado una muy alta posición.[234] En momentos puntuales hizo buena su reivindicación de ser considerado como uno de los más sutiles y tiernos de entre los poetas religiosos menores de Inglaterra.[233]
Bajo el título de El año de la plegaria, Alford publicó en 1866 un libro de devoción familiar; y en 1867, una colección de himnos originales titulada El año de la alabanza, obras poco pretenciosas pero que popularizaron ampliamente el nombre del autor.[233] Su última efusión poética de considerable extensión fue The Children of the Lord's Prayer, que apareció en 1869.[233]
El deán Alford fue un hombre tan consumado como cualquiera de su generación; e indiscutiblemente habría llegado a ser una eminencia mucho mayor de lo que jamás logró ser en poesía, oratoria, música, pintura, teología o en la literatura en general, si hubiese aspirado a sobresalir solo en una o dos de esas artes o ciencias, en lugar de esforzarse por brillar en todas ellas por igual.[233]
La pobreza, la carencia durante muchos años de un hogar fijo y una muy mala salud contribuyeron a ahondar las opiniones religiosas[235] de Dora Greenwell (1821-1882). Miss Greenwell comenzó su carrera como escritora con la publicación de un volumen de poemas en 1848.[235] Fue bien acogido, y seguido en 1850 por otro volumen, Historias que podrían ser ciertas, con otros poemas. Un tercer volumen apareció en 1861, y de este se publicó una edición ampliada en 1867. Su siguiente volumen de poemas se tituló Carmina Crucis (1869).[235] Posteriormente publicó Songs of Salvation (Canciones de salvación, 1873), The Soul's Legend (La leyenda del alma, 1873) y Camera Obscura (1876), todas obras poéticas.[236]
La poetisa y filántropa londinense Adelaide Anne Procter (1825-1864) comenzaría en 1853 una prolongada vinculación con Household Words entregando algunos poemas bajo el nombre de «Mary Berwick». Dickens, el editor, era amigo de su padre, y ella optó por el anonimato porque no deseaba beneficiarse de su amistosa parcialidad. Aquel dio su visto bueno a aquellas poesías y publicó muchas de ellas ignorando su origen.[237] Todos sus poemas fueron originalmente publicados en Household Words o en All the Year Round, excepto dos en el Cornhill y dos en Good Words.[237]
Miss Procter, si bien no era una gran poetisa, poseía un don para el verso, y se expresaba con distinción, encanto y sinceridad. Se apropiaba de poco o nada, y mostró el mejor provecho en sus poemas narrativos. "La historia del ángel", "La leyenda de Bregenz", "La leyenda de Provenza", la "Historia de un alma fiel", se encuentran en numerosas antologías poéticas.[237] Sus poemas fueron publicados en los Estados Unidos, y también traducidos al alemán. En 1877 la demanda de poemas de Miss Procter en Inglaterra superaba la de los de cualquier escritor vivo a excepción de Tennyson.[237]
Anne Ross Cousin (1824-1906) es célebre por su himno The sands of time are sinking (Las arenas del tiempo se hunden), escrito en Irvine en 1854.[238] El original se componía de diecinueve estanzas y apareció por primera vez en The Christian Treasury en 1857, bajo el encabezamiento Last Words of Samuel Rutherford.[238] El estribillo del himno daría título al libro de Mrs. Cousin Immanuel's Land and other Pieces (1876; segunda edición revisada en 1896). Sus siguientes himnos más populares son O Christ, what burdens bowed Thy head[239] y King Eternal! King Immortal, que ha sido musicalizado y cantado con frecuencia en grandes festivales corales.[239]
Dos poetas religiosos, protegidos de Bridges, fueron Richard Watson Dixon (1833-1900), conocido también como historiador de la Iglesia, y Digby Mackworth Dolben (1848-1867). Lo mejor de Dixon son sus poesías líricas breves.[240] Publicó siete volúmenes de poesía.[241] Su primer poemario publicado, titulado Christ's Company, había aparecido en 1861, y un segundo, Odas históricas, le seguiría en 1863. Estos primeros poemas de Dixon se distinguen por no poco del colorido y la imaginación, y también por algo de la excentricidad, que marcaron las primeras obras de la escuela prerrafaelita.[242] Los poemas del primer volumen, aunque en gran parte sobre temáticas religiosas, no son estrictamente poesía religiosa; son obras de una pintoresca imaginación más que de sentimiento devocional. Las Odas históricas muestran un avance en sencillez, y un poder constructivo de las odas, que Dixon posteriormente llevaría aún más lejos. Las odas sobre Wellington y Marlborough están muy bien escritas, y merecen más atención de la que han recibido.[242] Pero no fue hasta 1883 que atrajo una atención sobresaliente con Mano, un poema histórico en terza rima, que fue elogiado con entusiasmo por Swinburne. Completaría este éxito con tres volúmenes impresos de forma privada: Odas y églogas (1884), Poemas líricos (1886) e Historia de Eudocia (1888).[243] En 1892 Dixon publicó un poema en latín, Carmen elegiacum in obitum Edwini Hatch, D.D. Los últimos poemas de Dixon son los mejores. Crecían hasta el final en sencillez y fuerza intelectual. Sus postreras canciones poseen algo de la franqueza y de la calidad musical e imaginativa de Blake. Las odas "On Conflicting Claims" y "On Advancing Age", y la que lleva por título "The Spirit Wooed", pueden ser consideradas sus obras maestras;[244] pero él nunca alcanzaría una popularidad general como poeta, estando el atractivo de su poesía directamente dirigido al erudito. Gran estudioso de la historia, sus estudios en esa dirección dieron colorido a gran parte de su poesía. La atmósfera romántica está notablemente preservada en Mano, un exitoso ejercicio métrico en la difícil terza rima. Sus poemas característicos poseen encanto y melodía, sin introducir ninguna nota o variedad rítmica nuevas. Es contemplativo, sobrio y afinado en la ejecución literaria, un típico ejemplo de la escuela de Oxford.[243] Los Poemas escogidos de Dixon fueron publicados en 1909 con una semblanza biográfica del autor escrita por Robert Bridges.[243] Dolben murió demasiado joven para cumplir lo que sus versos prometían.[240]
Tras escribir Sing-Song (canciones de cuna) en 1872, la poetisa Christina Rossetti (1830-1894) se dedicó principalmente a la composición de obras de edificación religiosa, metódicamente meritorias, pero escasamente relevantes para ser literatura. Alcanzaron, no obstante, una amplia difusión, y probablemente hicieron más por popularizar el nombre de la autora de lo que un segundo Goblin Market podría haber conseguido.[Nota 18][245] En 1890 la S.P.C.K.[Nota 19] publicó un volumen de su poesía religiosa.[246]
Poetas espasmódicos
[editar]La «escuela espasmódica» debe su denominación al profesor Aytoun,[Nota 20] quien parodió su estilo en Firmiliano. El epíteto, sin embargo, se lo aplicó por primera vez Carlyle a Byron. La escuela incluye a George Gilfillan, Philip James Bailey, John Stanyan Bigg, Dobell, Alexander Smith y, según algunos críticos, Gerald Massey. Se caracterizaba por una tendencia subyacente al descontento con el enigma de la existencia, por un empeño estéril, una lucha sin recompensa, una desazón escéptica, y por un esfuerzo inquieto en pos de lo inalcanzable. En consecuencia, reflejaba fielmente cierta fase del pensamiento del siglo XIX. Las creaciones de la escuela están marcadas por un exceso de metáforas y una habitual extravagancia lingüística. Por otro lado, muestran una frescura y una originalidad a menudo ausentes en obras más convencionales.[247]
Poesía social y poesía política
[editar]Thomas Hood (1799-1845), humorista y poeta, fundó una revista y la dirigió desde su lecho de enfermo, del que nunca se levantaría,[248] y en el que compuso poemas, muy pocos en número, pero inmortales en la lengua inglesa, tales como "Song of the Shirt (Canción de la camisa)" (que apareció de forma anónima en el número navideño de Punch de 1843), "The Bridge of Sighs (El puente de los suspiros)" y "Song of the Labourer (Canción del jornalero)", que aprovecharon los profundos intereses humanos de la época, y los transportaron desde el terreno de la filosofía social hacia los más sublimes dominios de la imaginación. No son expresiones clamorosas de ira ante las discrepancias y los contrastes de la humanidad, sino sencillos, solemnes cuadros de las condiciones de vida, cuya existencia no podían negar ni el político ni el moralista, y que éstos están imperativamente llamados a remediar. La mujer, en su vida desaprovechada, en su muerte apresurada, se presenta en ellos apelando a la sociedad que la degrada, con una combinación de elocuencia y poesía, de formas artísticas a la vez instantáneas y permanentes, y con gran energía y variedad métricas.[248] En el New Monthly Magazine apareció Miss Kilmansegg, tal vez su obra maestra dentro de su más característico estilo propio. Un éxito aún mayor alcanzaría la "Canción de la camisa".[249] En 1844 recopiló algunas de sus composiciones recientes en un volumen titulado Whimsicalities (Caprichosidades), ilustrado por Leech.[Nota 21][249] Sus poemas fueron editados por el canónigo Ainger en 1897.[249]
Como poeta en el sentido más convencional y restringido era elegante, grácil y sensible, pero no muy potente. Como humorista era exuberante y estaba dotado de una facultad perfectamente excepcional de jugar con las palabras. Como poeta es un discípulo nada indigno de Lamb y Hunt; como humorista se asemeja a Barham,[Nota 22] con menos opulencia de invenciones grotescas, pero con un patetismo para el que Barham era un extraño. En sus dos poemas más famosos, la "Canción de la camisa" y "El puente de los suspiros", este patetismo está casi separado del elemento humorístico en el que comúnmente va incrustado, y el resultado son dos de los más raros logros de la poesía contemporánea.[250]
Teniendo en cuenta las circunstancias de presión bajo las que escribió, no es de extrañar que gran parte de su obra fuera efímera y estuviera por debajo de sus facultades, pero en su particular línea de humor es único, mientras que sus poemas serios están imbuidos de imaginación y genuino patetismo. Algunos de ellos, como la "Canción de la camisa" y "El puente de los suspiros", resultan perfectos en su género.[251]
Thomas Cooper (1805-1892) fue un destacado cartista desde 1840 y en los años posteriores fue uno de los líderes de la facción más extremista entre los cartistas.[252] En 1842-43 fue acusado de sedición y conspiración,[253] y condenado a dos años de prisión. La mayor parte de ese tiempo la pasó en la cárcel de Stafford,[253] donde escribió algunos cuentos y El purgatorio de los suicidas, una epopeya política en diez libros, escrita en estancias spenserianas. El poema es una representación poética de los ideales del movimiento radical, y las circunstancias y motivaciones de algunos de los más famosos suicidios de la historia son utilizados como contexto moral y político de la obra.[253] Gracias a la ayuda de Douglas Jerrold[Nota 23] la obra apareció en 1845.[254] Alcanzaría una tercera edición en 1863.[253] En 1856 renunció súbitamente a las doctrinas de libre pensamiento que durante tantos años había sostenido.[254] Las Obras poéticas reunidas de Cooper fueron publicadas en Londres (1877).[253]
En 1855, Ernest Charles Jones (1819-1869) publicó el volumen El día de la batalla y otros poemas, del cual Landor escribió: "Byron lo habría envidiado, Scott lo habría aplaudido". Sus canciones políticas, de las cuales las mejores son la "Canción de los pobres", la "Canción de los jornaleros", la "Canción del esclavo de la fábrica" y la "Canción de las clases pobres", muestran un poderío lírico considerable, y fueron sumamente exitosas.[255] En 1857 publicó La rebelión del Indostán, supuestamente escrito en prisión, en 1848 y 1849, con su propia sangre sobre las hojas sueltas de un devocionario rasgado, e impreso de forma privada en 1850; en 1859 escribió Corayda y otros poemas.[255] Como poeta poseía una gran aptitud lírica.[255]
Joseph Skipsey (1832-1903), el poeta minero, que trabajó en las minas de carbón desde los siete años, no tenía estudios, pero pronto aprendió a leer y escribir.[256] En 1859 publicó un volumen de Poemas, del cual no parece haberse conservado copia alguna.[256] Durante los últimos treinta años de su vida, publicó varios volúmenes de poesía,[257] incluyendo Poemas, canciones y baladas (1862); El niño minero y otros poemas líricos (1864); Poemas (1871) y Un libro de poemas líricos misceláneos (1878).[256] Siguieron Villancicos de las minas de carbón (1886) y Canciones y poemas líricos (1892). La obra publicada de Skipsey pronto recibió elogios de los críticos perspicaces.[256] Oscar Wilde comparó sus Villancicos de las minas de carbón con la obra de William Blake.[256]
Los poemas de Skipsey eran principalmente líricos, y muestran la influencia de Burns y Heine. Lo mejor de su obra está en las poesías inspiradas por su experiencia como minero. Adquirió el hábito de revisar cuidadosamente su trabajo, pero no pudo vencer la innata aspereza de su lenguaje.[258]
Poesía cómica y humorística
[editar]Entre la poesía menor de la época victoriana no debemos olvidar la masa de buenos versos humorísticos que encontraron salida en las páginas del Punch y de otras publicaciones cómicas.[259] Los tres tipos de humor ―el disparate, la parodia gruesa y la sugestión sutil― tuvieron exponentes valiosos. La crema del despropósito se encuentra en el Book of Nonsense (Libro de los disparates)[259] (1846) de Edward Lear (1812-1888),[Nota 24] que Ruskin situó en primer lugar en una lista de cien libros placenteros de la literatura contemporánea, un juicio respaldado por niños anglohablantes en todo el mundo.[261] La paradójica originalidad y la destreza artística ostentosamente maleducada de sus numerosos libros de disparates le valieron una fama más universal que sus obras serias.[261]
Desde 1866, el comediógrafo W. S. Gilbert aportó excelentes versos cómicos a la revista Fun, con ilustraciones humorísticas hechas por él mismo, bajo la firma de «Bab».[262] La primera balada ilustrada fue General John (1 de junio de 1867). A partir de esta fecha se convertirían en un rasgo habitual del magacín.[263] Una selección de estos poemas líricos, en los que la destreza artesanal combina una estimulante sátira sobre el carácter engañoso de las apariencias con los incontenibles disparates de un Lewis Carroll, fue publicada en 1869 de forma independiente bajo el título de Bab Ballads (Baladas de «Bab»), y fue seguida por More Bab Ballads (Más baladas de «Bab»)[262] (1873). Las Baladas de «Bab» cimentaron la reputación de Gilbert como un caprichoso humorista poético.[263] Pero Gilbert también buscó efectos paródicos gruesos en los libretos de sus famosas óperas cómicas. Son ingeniosos por las rimas, convincentes por la lógica y desconcertantes por las consecuencias. El verso no está vestido con la belleza de los de Aristófanes ―cuyas comedias son lo que más se le parece―, pero la música de Sullivan les da una gracia muy subida. No solo es la perfección de la música ligera y humorística, sino la resurrección del genuino arte inglés de la melodía.[264]
Charles Stuart Calverley (1831-1884), poeta y traductor; padre literario de lo que podría llamarse escuela universitaria del humor;[265] brillante como erudito, músico y orador, es tal vez más conocido como uno de los más grandes parodistas.[266] Sus parodias y otras coplas humorísticas ya lo habían hecho famoso entre sus compañeros de estudios cuando su talento se dio a conocer al mundo por vez primera con la publicación de Versos y traducciones en 1862.[267] Calverley fue uno de los hombres más brillantes de su tiempo; y, si hubiera gozado de salud, podría haber llegado a sobresalir en cualquier carrera que eligiera.[265] Su legado señala solo una pequeña porción de su talento, pero sus versos chispeantes y danzantes, que han tenido muchos astutos imitadores, aún no tienen rival en su propio estilo. Su humor estaba iluminado por el buen carácter; sus sátiras eran perspicaces pero benévolas.[265] Imbuido del espíritu clásico, introdujo en la creación de poesía ligera el pulimento y la elegancia de los grandes maestros, e incluso en su humor más caprichoso, sus versos se elevan al nivel de la poesía gracias a la excelencia salvadora del estilo.[265] Su poder imitativo, combinado con su ágil ojo para lo ridículo, hicieron de él tal vez el mejor parodista en su idioma. Su destreza intelectual, su lúdico humor y su agudo ingenio lo sitúan en primera fila entre los modernos escritores de los géneros poéticos más ligeros.[267] Es maestro de la parodia sutil y de las sorpresas ingeniosas tanto en versos en inglés como en versos latinos. Ha tenido muchos imitadores en la parodia, pero sus impresiones de Tennyson, Browning, Rossetti y Tupper son particularmente vivas y durarán tanto como sus fuentes. Calverley coloca la idea o el epíteto incongruente en sus versos ligeros con un arte que tuvo por padre a Horacio.[268] El ingenio de Calverley era sentido común refinado; no era un místico, y dirigía sus bienhumoradas burlas contra lo artificioso, lo oscuro y lo mórbidamente sentimental.[267] Su poesía tiene el peculiar encanto del optimismo de un colegial combinado con la exquisita cultura de un concienzudo erudito.[267] Publicó Versos y traducciones (1862) y Fly-leaves (1872). También tradujo a Teócrito (1869).[266]
El movimiento prerrafaelita
[editar]En 1850 aparece una nueva tendencia en la poesía victoriana: la del movimiento prerrafaelita, surgida, a su vez, de la acción de la Hermandad Prerrafaelita, una asociación de pintores, poetas y críticos ingleses fundada en 1848 en Londres. Este movimiento poético y artístico protestaba contra la naturaleza mecánicamente literal de la mentalidad victoriana y pretendía recuperar parte de la espiritualidad y de la sencillez del mundo medieval.[269]
Últimos poetas victorianos
[editar]Augusta Webster (1837-1894) publicó en 1860, bajo el nombre de «Cecil Home», un volumen titulado Blanche Lisle y otros poemas. Bajo el mismo seudónimo apareció en 1864 el poema Lilian Gray.[270] El primer volumen importante de poesía original de Mrs. Webster, Estudios dramáticos, fue publicado en 1866. Contiene "The Snow-waste", uno de sus mejores poemas. En 1870 apareció Retratos, la obra en verso más llamativa de Mrs. Webster aparte de sus dramas. Alcanzaría una segunda edición el mismo año de su publicación, y una tercera en 1893. Un poema notable, The Castaway, se ganó la admiración de Browning, y merece un lugar junto al Jenny de Rossetti.[270]
Durante sus primeras visitas a Italia, Mrs. Webster se había sentido atraída por las canciones campesinas italianas conocidas como rispetti, y en 1881 publicó Un libro de rimas, que contiene poemas rurales llamados "rispetti ingleses". Fue la primera en introducir dicho formato en la poesía inglesa.[271]
La poesía de Mrs. Webster le da derecho a un lugar elevado entre los poetas ingleses. Usó con éxito la forma del monólogo dramático. A menudo sacrificaba la belleza en favor de la intensidad, pero poseía una gran destreza métrica y oído para la melodía. Algunos de sus poemas líricos merecen un lugar en cada antología de la poesía inglesa moderna. Muchos de sus poemas tratan entera o incidentalmente de cuestiones que afectan especialmente a las mujeres.[272]
Al morir Tennyson en 1892 se tenía la sensación de que ninguno de los poetas entonces vivos, excepto Swinburne o William Morris, que estaban fuera de consideración por otros motivos, eran lo suficientemente sobresalientes como para heredar la corona de laurel, y durante varios años no fue nombrado ningún nuevo poeta laureado.[273] Finalmente, en 1896, fue designado Alfred Austin (1835-1913). Como poeta laureado, sus poesías de circunstancias no escaparon de la crítica adversa, siendo un ejemplo notable su arrebatado poema en alabanza de la Incursión de Jameson de 1896. La característica más lograda de la poesía de Austin es un genuino e íntimo amor por la naturaleza. Sus idilios en prosa, El jardín que amo y En el jardín de Verónica, están repletos de un agradable sabor a aire libre, que es también el rasgo destacado de sus Poemas líricos ingleses. Sus poemas líricos carecen de espontaneidad e individualidad, pero muchos de ellos poseen un sencillo y metódico encanto.[273]
Thomas Gordon Hake (1809-1895), médico y poeta, estuvo al servicio de la condesa de Ripon, quien estaba emparentada con la familia de su madre. La belleza de los bosques de Lady Ripon en Nocton revivió dentro de él el espíritu poético. Escribió su Lirio del valle y sus Old Souls (Viejas almas), los cuales, junto con otros poemas, se unieron en El epitafio del mundo, impreso de forma privada en 1866 en una edición de cien copias.[274] En los años posteriores se mantuvo ocupado principalmente en la composición y publicación de poesía para minorías, más dificultosa que oscura en concepto y lenguaje, pero nada atractiva para aquellos que no pudieran apreciar el simbolismo místico. En 1871 publicó Madeline y otros poemas, que reproducía gran parte de El epitafio del mundo.[274] En 1876 apareció New Symbols (Nuevos símbolos); en 1879 Legends of the Morrow (Leyendas del mañana); en 1880 Maiden Ecstasy (El éxtasis de la doncella); en 1883 The Serpent Play (El juego de la serpiente), y en 1890 The New Day (El nuevo día), una colección de sonetos a la manera de Shakespeare.[274]
Hake es un raro ejemplo de poeta que ha producido casi toda su obra después de los cincuenta.[274] No hay ningún poeta a quien sería más aplicable la frase de Tennyson: "Apagó su música", y más si cabe en la medida en que el resultado es realmente música, soliendo estar los versos más artificiales de Hake acompañados de una melodía que demuestra que la expresión métrica era, después de todo, natural para él, y esa poesía era en realidad su vocación. Es, no obstante, esencialmente un poeta de la reflexión, a pesar del carácter objetivo de la mayoría de sus poemas y del empeño de éstos por representar las ideas mediante símbolos materiales. Su poder descriptivo y su sentido de la condición misteriosa de la naturaleza están equilibrados con frecuentes caídas en la trivialidad; la impresión total que producen es, no obstante, de dignidad y distinción intelectual, y tienen, en todo caso, el mérito de ser independientes de toda la poesía contemporánea. La relativa fluidez y flexibilidad de los sonetos de Hake, su última obra poética, parecen indicar que habría superado sus defectos si la edad le hubiera permitido seguir escribiendo.[274]
Mathilde Blind (1841-1896) publicó varios libros de poesía: La profecía de San Odrán (1881), El brezo en llamas (1886), Canciones y sonetos (1893), Aves de paso (1895), etc.[275] Su obra inicial es un pequeño volumen de Poemas inmaduros publicado en 1867 bajo el seudónimo de «Claude Lake». Visitas a Escocia la inspiraron dos poemas de considerable alcance y pretensión: La profecía de San Odrán (publicado en 1881, pero escrito algunos años antes), que narra la singular leyenda de este santo, y El brezo en llamas (1886), una denuncia de los desahucios indiscriminados en las Highlands. Ambos están llenos de apasionada elocuencia y energía.[276] En 1888 Mathilde Blind produce la más ambiciosa de sus obras, El ascenso del hombre, diseñada como la epopeya de la evolución según Darwin. El poema de Mathilde Blind es bueno solo por partes, pero las mejores partes son muy buenas.[276] Su última obra poética fue ejecutada en Stratford-on-Avon, donde la tranquila belleza de los paisajes de Warwickshire y las asociaciones con Shakespeare la inspiraron algunos sonetos muy hermosos.[276]
Había en Mathilde Blind más carácter del que lograba sacar a relucir en su poesía, aunque ningún esfuerzo era vano. La conciencia del esfuerzo, de hecho, es un inconveniente para disfrutar de su poesía. Sin embargo, en ocasiones, especialmente en canciones, sonetos y en los poemas líricos que le inspiraba su solidaridad con las clases indigentes y marginadas, logra un resultado perfecto; y el colorido local de sus poemas de tema escocés y de muchos de los de temática oriental es hermoso y genuino. Algunos de sus sonetos resultan sumamente impresionantes; no obstante, hacía más verdadera justicia a sus facultades cuando dejaba a un lado sus ropajes cancioneriles.[277]
Arthur O'Shaughnessy (1844-1881) se interesó por la historia natural, y llegó a ser una autoridad en la rama de la herpetología. Su atención, no obstante, se había centrado, más decididamente incluso, en la poesía y la literatura en general. En 1870, sin haber ofrecido muchas evidencias previas de su talento, asombró a los lectores de poesía con su Epopeya de las mujeres y otros poemas, ilustrado con diseños de su amigo J. T. Nettleship.[Nota 25] Este volumen atrajo merecidamente una gran admiración por la espontánea melodía de su lírica, así como por la fuerza y la pasión dramáticas de algunas de sus más elaboradas composiciones. Las expectativas así creadas no se vieron cumplidas con sus Lais de Francia (1872), adaptado principalmente a partir de los poemas de María de Francia; y a pesar de que Music and Moonlight (La música y la luz de la luna) (1874) habría llamado la atención si hubiera sido su primera obra, parecía una flojísima repetición de Epopeya de las mujeres, excepto por los indicios de una nueva veta en "Europa" y algunos otros poemas cargados de alusiones políticas.[278] Sus poemas póstumos fueron publicados el mismo año de su muerte bajo el título de Songs of a Worker (Cantos de un obrero). En general, no muestran ningún avance con respecto a sus composiciones anteriores, pero incluyen algunos bonitos poemas sobre escultura, un tema al que postreramente había dedicado mucha atención.[278]
Su mejor poesía tiene las características de la música de Chopin: ensoñadora y a veces extraña, con un melodía original, deliciosa e inagotable. Algunas piezas, tales como "Flores de palma", exhiben, además, una notable facultad para la vistosa pintura verbal; otras, como "La hija de Herodías", poseen gran intensidad dramática, otras fascinan por un misticismo semi-sensual, y "Chaitivel" y "Bisclavaret" son salvajemente imaginativas. Sin embargo, todos estos dones, excepto el de la música verbal, parecieron ir desapareciendo a medida que el poeta envejecía, y su decadencia no fue compensada por un crecimiento en la fuerza intelectual.[278]
O'Shaughnessy era un genuino cantor; pero sus poemas carecen de importancia en los temas y de dignidad en las ideas. Sus melodías resultan a menudo espléndidas; y, como en "El manantial de las lágrimas", la riqueza de sus metáforas encubre cierta vaguedad e indecisión de la facultad creadora. Era muy afortunado en el uso audaz de la repetición y el eco, mediante los cuales garantizaba efectos que por sus obsesionantes melodías resultan casi inimitables.[279] Ha sido menospreciado por algunos críticos, pero su memoria fue reparada por Francis Turner Palgrave, quien dijo con cierta exageración que su talento para la métrica era el mejor de cualquiera de los poetas posteriores a Tennyson, y que "todo lo suyo poseía una musicalidad obsesionante".[279]
Edmund Gosse (1849-1928) se distinguió como poeta y como crítico, siendo las siguientes sus obras poéticas más destacadas: Madrigales, canciones y sonetos (1870); On Viol and Flute (De la viola y la flauta) (1873);[280] El rey Erik (1876); Nuevos poemas (1879); Ferdousí en el exilio (1885); In Russet and Silver (En bermejo y plata) (1894)[281] y Poemas recopilados (1896).[282]
Philip Bourke Marston (1850-1887) era hijo del dramaturgo y crítico John Westland Marston, y ahijado del poeta Philip James Bailey y de la novelista y poetisa Dinah Craik. A lo largo de su carrera, la poesía de Marston fue haciéndose progresivamente más y más triste y melancólica. Los idilios de la vida floreciente, tales como el precoz y muy hermoso "La rosa y el viento" fueron sucedidos por ensueños del sueño y del reposo de la muerte. Estas clases y gradaciones de sensaciones, que reflejan los sucesivos ideales de acción y quietud del poeta, resultan trazables[283] a través de sus tres volúmenes de poesía publicados en vida: Song-Tide and Other Poems (Marea de canciones y otros poemas) (1871), All in All (1875) y Wind Voices (Las voces del viento) (1883), abundan en hermosas meditaciones expresadas en un lenguaje hermoso, pero pronto se vuelven tediosos por la monotonía, no solamente de sentimientos, sino del léxico y las figuras poéticas. El soneto era indudablemente lo más apropiado para reproducir su veta usual de sentimiento; y esa forma de versificación u otras relacionadas llegaron a ser tan habituales en él que parecía experimentar una dificultad a la hora de fundir sus ideas en cualquier otro molde. Sin embargo, la suprema excelencia es a la vez tan indispensable en el soneto y tan difícil de alcanzar, que a pesar de que Marston no siempre está a la altura de la misma, la mayor parte de su obra en esta especialidad solo puede ser clasificada como de segunda categoría. También adolecía de ser un seguidor demasiado fiel, degenerando en la imitación, de un maestro más grande: Rossetti.[284] Dos colecciones póstumas de sus poemas fueron publicadas por Mrs. Moulton,[Nota 26] con los títulos de Secretos del jardín (1887) y Una última cosecha (1891).[284]
El académico y político galés Sir Lewis Morris (1833-1907) publicó en 1871 Canciones de dos mundos, que mostraba la influencia de Tennyson y fue bien recibida, aunque más bien por el público en general que por los círculos más críticos.[285] La primera serie, publicada de forma anónima, estaba principalmente compuesta de poemas líricos aportados desde 1865 en adelante a una pequeña sociedad literaria y artística, «The Pen and Pencil Club» («Club de la Pluma y el Lápiz»).[286] El verso sonoro y su plácido optimismo atrajeron una gran popularidad para estas Canciones, y una segunda serie que siguió en 1874, y una tercera publicada en 1875, resultaron igualmente atractivas.[286] Con posterioridad, Morris emprendería la composición de una serie de monólogos en verso blanco puestos en boca de los principales personajes de la mitología griega.[286] Estos poemas expresaban los prejuicios e ideales morales de su propia época. Las composiciones estaban relacionadas entre sí por el recurso de una peregrinación al Averno. Finalmente todos fueron recopilados bajo el título general de La epopeya de Hades[286] (1876-77), una ambiciosa obra que gozó de una extraordinaria popularidad, y que, si bien exhibe un talento innegable tanto en la versificación como en su poder narrativo, carecía de las cualidades de los géneros superiores de poesía.[285] Estaba compuesta por tres secciones denominadas "Hades", "Tártaro" y "Olimpo".[286] Su lucidez expresiva, las numerosas imágenes idílicas, los pasajes de exaltación espiritual, unidos a un carácter fuertemente didáctico, hicieron que la obra fuera especialmente popular entre la clase media.[286]
Como periodista, poeta, crítico e historiador, Andrew Lang (1844-1912) pronto se ganaría una reputación como uno de los escritores más calificados y versátiles de su tiempo. Su primera publicación fue un volumen de experimentos métricos, Baladas y poemas líricos de la vieja Francia (1872), y éste fue seguido a intervalos por otros volúmenes de primorosa poesía: XXII Ballades in Blue China (1880; edición ampliada en 1888), Ballads and Verses Vain (1884), seleccionados por Mr. Austin Dobson; Rhymes à la Mode (1884), Grass of Parnassus (1888), Ban and Arrière Ban (1894),[287] etc.
Poesía dialectal
[editar]William Barnes (1801-1886) fue el poeta de Dorsetshire.[288] Si bien sus estudios principales se desarrollaron en el ámbito de la filología, ya en 1833 escribió para el County Chronicle sus primeros poemas en el dialecto de Dorset, entre ellos dos églogas inigualables: "The 'Lotments" y "A Bit o' Sly Coorten".[288] La obra sería editada de forma independiente en 1844,[289] bajo el título de Poemas de la vida rural en dialecto de Dorset.[290] En 1858 apareció una segunda serie de poemas de Dorset bajo el título de Hwomely Rhymes, varias de cuyas composiciones ―en especial "The Vaices that be Gane"― fueron eficazmente traducidas al francés para las Beautés de la Poésie Anglaise (Bellezas de la poesía inglesa) de De Chatelain.[Nota 27][291] Una nueva serie de Poemas de la vida rural en dialecto de Dorset apareció en 1862, y en 1868 el autor fue persuadido de publicar una serie de Poemas de la vida rural en inglés común, que obtuvo menos éxito que sus poemas dialectales. Estos últimos fueron recopilados en un solo volumen en 1879.[292]
Los poemas de Barnes se caracterizan por una singular dulzura y ternura emotivas, una honda percepción de la humilde vida rural y de sus personajes, y una exquisita sensibilidad para la ambientación local.[289] Su poesía es de carácter esencialmente inglés; ningún otro escritor ha mostrado un cuadro tan sencillo y sincero de la vida familiar y del trabajo en la Inglaterra rural. Su obra está llena de humor y de limpia, entusiasta alegría de vivir; y su rusticidad va singularmente unida a un sentido literario y un notable acabado técnico. Barnes es ciertamente el Teócrito victoriano; y, a medida que la vida rural inglesa sucumbía lentamente ante el avance del ferrocarril y el telégrafo, sería más y más leído por su cálido y evocador recuerdo del amor y la piedad rústicos.[292]
"Escritor lírico de una genialidad en grado sumo", Barnes fue también un muy interesante vínculo entre las formas presentes y pasadas de la vida rural ―un repertorio de costumbres, palabras y sentimientos olvidados―. A diferencia de Burns, Béranger y otros poetas del pueblo, nunca adopta el estilo más convencional, y abandona totalmente la ambición, el orgullo, la desesperación, la rebeldía y las grandes pasiones. "Sus rústicos son, por regla general, gente feliz, y rara vez sienten el aguijonazo del resto del moderno género humano ―la desproporción entre el deseo de serenidad y la facultad de obtenerlo―". Al igual que Chaucer, Barnes está lleno de alegría de vivir. Menos sombrías y más rústicas que las de Crabbe, sus églogas, inigualadas en inglés, no son totalmente indignas de comparación con los prototipos de Teócrito y de Virgilio.[293]
En 1856, Edwin Waugh (1817-1890), poeta de Lancashire, aumentó enormemente su reputación con su canción "Come whoam to the childer an' me".[294] En seguida se hizo inmensamente popular, no solo en Lancashire sino fuera de allí, e incluso en las colonias. La Saturday Review la llamó "uno de los más deliciosos idilios del mundo".[294]
El éxito de este poema lírico influyó en gran medida en la carrera posterior de Waugh.[294] Numerosas composiciones métricas permanecían aún en manuscrito. Preparó entonces algunas de ellas para su publicación, y aparecieron, con numerosas adiciones en el dialecto de Lancashire, en sus Poemas y canciones (1859).[294]
El mayor obstáculo para la popularidad de Thomas Edward Brown (1830-1897) es el empleo del dialecto de la isla de Man. A Brown le interesaban la naturaleza y la gente sencilla, y le gustaba expresarse honrada e individualmente. Tiene cierto tono místico.[295] La primera de sus historias en verso, Betsy Lee, apareció en el Macmillan's Magazine en abril de 1873. Esta sería reeditada junto con otros tres poemas narrativos maneses bajo el título de Fo'c'sle Yarns en 1881, y en 1889 apareció una segunda edición. El doctor y otros poemas vio la luz en 1887, La bruja de Man y otros poemas en 1889, y Old John en 1893. Una edición recopilatoria de los poemas apareció en 1900.[296] Los Fo'c'sle Yarns fueron muy apreciados por expertos como George Eliot y Robert Browning; pero el dialecto manés, al ser absolutamente lo contrario de formidable, parece haber funcionado como un aislante, y los poemas no encontraron ni una décima parte del reconocimiento que merecían.[296] Los mencionados Fo'c'sle Yarns (Cuentos del castillo de proa), la Epistola ad Dakyns y algunas poesías líricas cortas representan bien su abundante producción.[297]
Nueva literatura: la poesía
[editar]En el último cuarto del siglo XIX, un grupo de poetas recogieron esa última fase del período victoriano en poemas líricos que poseen una melancólica belleza.[298] En su lírica no aparecen los problemas filosóficos ni aquellos otros relacionados con la moral que preocupaban a la Inglaterra victoriana, y por medio de versos breves y penetrantes encontraban imágenes para expresar sus propios estados de ánimo, sus amores y los momentos de la experiencia que más les habían afectado. Como poeta, Oscar Wilde se encontraba entre los menos importantes de este grupo de escritores, aunque su obra como dramaturgo y la notoriedad unida a su nombre proporcionarían a sus poesías una considerable reputación. Lo mismo que en su teatro, iba perfeccionándose con tanta rapidez que, si hubiese continuado escribiendo, su contribución habría llegado a ser memorable.[298]
Cabe destacar las últimas obras poéticas del diplomático Robert Bulwer-Lytton: Glenaveril o las metamorfosis (1885); En pos del Paraíso, o las leyendas del destierro y otros poemas (1887); Marah (1892); y King Poppy (1892). Los dos volúmenes mencionados en último lugar fueron publicados póstumamente.[128] Glenaveril es un poema narrativo en seis libros, para el cual había esperado un éxito fuera de lo común, y que, a decir verdad, muestra una gran inventiva y mucho brillo tanto reflexivo como expresivo.[299] Desgraciadamente, Glenaveril fracasó estrepitosamente. Mayor éxito acompañó a En pos del Paraíso (1887), un pequeño volumen mayormente consistente en leyendas y parábolas métricas, muy del espíritu de las Fábulas cantadas.[299] Los poemas líricos, de una sensibilidad más personal de lo habitual en él, publicados tras su muerte bajo el título de Marah,[300] son de mérito muy variable, y en general reproducen gran parte del estilo de Heine. King Poppy, que permaneció inédita hasta la Navidad de 1892, es, por otra parte, enteramente original, y probablemente será considerada como su mejor obra; los fragmentos más sublimes están expresados en una poesía de primer nivel, plenos de enérgico e irónico humor los más ligeros.[300]
Algunas piezas inéditas hasta entonces están incluidas en un volumen de Selecciones publicado, con una introducción de Lady Betty Balfour, en 1894. Su estilo métrico era sencillo y copioso, pero no preciso. A menudo da la impresión de haber sido producido con facilidad, porque el flujo de su pensamiento le llevaba consigo, y de no haberse sometido a un pulimento prolongado o minucioso. Frecuentemente sirvió de sugerencia para la obra de otros poetas, especialmente en sus producciones más tempranas.[128] Como poeta, posee el mérito de una extrema brillantez de la idea, la expresión y la descripción. Su defecto es que esta brillantez no tiene tregua: sus joyas reconcentradas resplandecen sobre ningún fondo, y el ojo llega a confundirse y a fatigarse con su esplendor.[300] La parte esencial y duradera de su poesía es aquella inspirada en su propia experiencia vital y en la observación de costumbres.[300]
En la etapa decisiva de su carrera literaria, Roden Noel (1834-1894) publicó Livingstone in Africa: a Poem (Livingstone en África: poema, 1874).[138] Entre sus postreros volúmenes, la falta de inspiración y de melodía es menos perceptible en su patético A Little Child's Monument (1881).[138] Se trata del libro de poesía más célebre de Roden Noel,[301] y en él se conmemora al tercer hijo de su matrimonio, Eric, quien murió a la edad de cinco años.[301] El resto de su producción poética incluye: Songs of the Heights and Deeps (Canciones de las alturas y las profundidades, 1885);[138] A Modern Faust and other Poems (Un Fausto moderno y otros poemas, 1888);[138] Poor People's Christmas: a Poem (La Navidad de los pobres: poema, 1890);[138] y My Sea, and other Poems (Mi mar y otros poemas, 1896).[301] Una selección de sus poemas, con una introducción de su amigo Mr. Robert Buchanan, fue publicada en 1892 en la serie conocida como «The Canterbury Poets (Poetas de Canterbury)».[138] La versificación de Roden Noel resultaba desigual y en ocasiones áspera, pero él siente una genuina emoción hacia la naturaleza, y su obra está impregnada de reflexiones filosóficas.[301]
La tarea literaria que se propuso Edwin Arnold fue la interpretación en versos en inglés de la vida y la filosofía orientales. Con este objetivo, su principal obra es La luz de Asia (1879), un poema sobre la vida y las enseñanzas de Buda, que tuvo gran popularidad pero cuyo lugar permanente en la literatura debe permanecer siendo muy incierto.[72] En verso blanco, de exuberancia oriental, en el que el color y la música están mezclados al modo tennysoniano con efectos intensificados, Arnold presenta aquí los elementos pintorescos y patéticos de la leyenda budista y la vida de Gautama. Las doctrinas morales eran aquellas a las que los europeos habían estado acostumbrados toda su vida, pero el contexto era nuevo para los lectores ingleses y americanos. El poema despertó la animosidad de muchos púlpitos, pero hubo sesenta ediciones en Inglaterra y ochenta en América, y hubo numerosas traducciones.[302] Se trata de una epopeya india, centrada en la vida y las enseñanzas de Buda, que está expuesta con gran riqueza de colorismo local y no poca alegría en la versificación. El poema contiene muchos versos de incuestionable belleza, y su inmediata popularidad, lejos de disminuir por la doble crítica a la que fue sometida la obra, se vio incrementada. Por un lado, fue criticada por los orientalistas por dar una impresión errónea de la doctrina budista; mientras que, por otro lado, la analogía sugerida entre Sakyamuni y Jesucristo ofendió el gusto de algunos cristianos devotos. Esta última crítica probablemente sugirió a Arnold la idea de intentar un segundo poema narrativo cuya figura central debía ser el fundador del cristianismo, como lo había sido el fundador del budismo en el anterior. Pero aunque La luz del mundo (1891), obra en la que esta idea tomó forma, poseía un considerable mérito poético, carecía de la novedad temática y de ambientación que habían otorgado al poema anterior gran parte de su atractivo; y, así, no pudo repetir el éxito alcanzado por La luz de Asia. Otros volúmenes destacados de poesía de Arnold fueron El Cantar de los Cantares hindú (1875), Perlas de la fe (1883), El canto celestial (1885), Con Saadi en el jardín (1888), La esposa de Putifar (1892), Adzuma o la esposa japonesa (1893)[303] ―Arnold residió, al final de su vida, durante algún tiempo en Japón, y su tercera esposa era una dama japonesa―[303] y La décima musa.[72]
Como poeta, Robert Bridges (1844-1930) se sitúa más bien aparte de la corriente de la moderna poesía inglesa, pero su obra ha ejercido una gran influencia en un selecto círculo, por su contención, pureza, precisión y por su delicadeza y pujanza expresivas; y encarna una teoría distinta de la prosodia.[304] Su poesía fue inicialmente editada de forma privada, y lentamente hizo su camino más allá de un círculo relativamente reducido de admiradores. Lo mejor de su obra se encuentra en sus Shorter Poems (Poemas brevísimos, 1890).[304] Sus principales volúmenes son Prometeo (1883; impreso de forma privada), una "mascarada al estilo griego"; Eros y Psique (1885), versión de Apuleyo; The Growth of Love, una serie de sesenta y nueve sonetos impresos para circulación privada en 1876 y 1889; Poemas brevísimos (1890).[304]
Se es consciente de que detrás de las novelas de George Meredith late una filosofía, y esta alcanza una expresión más completa y explícita en los poemas posteriores[108] a Modern Love (1862) que en cualquiera de sus obras en prosa. Estos poemas filosóficos, con el empleo de un lenguaje duro y limitado, por ejemplo en Poems and Lyrics of the Joy of Earth (1883), intentan conciliar la moralidad con las enseñanzas de la biología. Meredith mostró a las gentes de su época que la Tierra no le ofrece al hombre una manera fácil de superar su naturaleza animal.[108] En cuanto a las composiciones incluidas en el volumen Poemas y cantos del goce de la Tierra, "Los bosques de Westermain", en particular, posee un sentido de la misteriosa comunión del hombre con la naturaleza no igualado por ningún poeta inglés salvo Wordsworth y Shelley. Baladas y poemas de la vida trágica (1887) e Interpretación de la Tierra (1888) dieron una prueba más de la riqueza de pensamiento y del vigor expresivo que Meredith introdujo en la elaboración de versos. Para la mayoría, sin duda, la poesía de Meredith resulta prohibitiva, o casi ―porque, al fin y al cabo, ha escrito ciertos poemas, como "Martin's Puzzle", "El viejo cartista" y "Juggling Jerry", que nadie puede leer con facilidad―.[106] Sus lectores ―de su poesía incluso más que de su prosa― deben estar preparados para conocerlo sobre una base intelectual común.[106]
En 1898 apareció su Odas como contribución al canto a la historia de Francia, que consiste en una oda ("Francia, diciembre de 1870") reeditada de Baladas y poemas (1871) y otras tres inéditas; un buen ejemplo de su noble pensamiento y de su magnífico ―aunque a menudo difícil― lenguaje personal.[106] Entre los poemarios de su última época también se cuentan La bolsa vacía y Jump to Glory Jane[109] (ambos de 1892), Una lectura de la vida (1901) y Últimos poemas[101] (de publicación póstuma).
También cabe destacar a Francis Thompson (1859-1907), cuya poesía plena de ornamentación ha sido más atractiva para ciertos lectores. La leyenda de la pobreza y de los apuros de Thompson se ha ido añadiendo a ese atractivo, y aunque sus defensores han sido excesivamente ambiciosos, hay que conceder que, en The Hound of Heaven, describe una experiencia por la que han pasado todos los místicos utilizando para ello una imaginería que parecen haber comprendido muchos lectores que nada tienen que ver con la mística.[102]
En el irlandés W. B. Yeats (1865-1939) se ponen en contacto dos generaciones de poetas. El poema más antiguo, The Wanderings of Oisin (1889), utiliza la leyenda irlandesa, mientras que más tarde, en Londres, se tornaría decorativo a la manera prerrafaelista, aunque siempre continuaría siendo consciente de su pasado irlandés.[305] En 1889 publicó su primer volumen de poesía, The Wanderings of Oisin; su toque original y romántico impresionó a los críticos más exigentes y dio comienzo a un renovado interés por el movimiento «celta».[306] A mediados de la década de 1890 sometió su obra poética anterior a una esmerada revisión, y sería en las versiones revisadas de The Wanderings of Oisin y The Countess Kathleen, y en los poemas líricos incluidos en su recopilación Poems of 1895 donde su auténtica distinción poética encontraría adecuada expresión y sería reconocida como hito del surgimiento de una nueva escuela irlandesa.[306] En 1899 publicó The Wind Among the Reeds (El viento entre los juncos), que contiene algunos de sus mejores poemas líricos.[306]
Poems, Dramatic and Lyrical (Poemas dramáticos y líricos, 1893), de John Leicester Warren, Barón de Tabley (1835-1895), incluía selecciones de obras anteriores.[135] El volumen obtuvo pleno reconocimiento público para quien había parecido completamente olvidado. Un volumen subsiguiente, publicado en 1895 como segunda serie del precedente, no pudo rivalizar con la obra seleccionada de treinta años, pero demostró que aún podía haberse esperado mucho del autor si sus facultades físicas no hubieran comenzado a abandonarlo.[137]
También otros escritores más conocidos como novelistas o como dramaturgos merecen recordarse al estudiar la poesía victoriana. Dos, al menos, deben ser citados:[307] el irlandés Oscar Wilde (1854-1900) y el escocés Robert Louis Stevenson (1850-1894). El Movimiento Estético que ocupó las últimas décadas del siglo XIX cultivaba «el arte por el arte», y separaba peligrosamente la actividad artística de la vida del momento. El nombre más íntimamente ligado al Movimiento Estético es el de Oscar Wilde.[269] Lo más importante de su producción poética ―compuesta por seis poemarios escritos entre 1878 y el año de su muerte― es la conmovedora Balada de la cárcel de Reading (1898),[308] poema de profundo patetismo, cuyo argumento es la compunción de un condenado a muerte.[307] Wilde escribió The Ballad of Reading Gaol después de haber cumplido una sentencia salvaje de dos años de trabajos forzados por delitos de homosexualidad (práctica que había sido recientemente declarada ilegal para los hombres). En el poema, desprendido ya de las simplezas vanas del esteticismo, escribe con fuerza sobre la comunidad carcelaria, justo antes de que se vaya a producir el ajusticiamiento de uno de sus miembros. Al poema no le falta ornamentación, ni cierto sentimentalismo que Wilde pone en boca, por ejemplo, del hombre que ha sido sentenciado. Sin embargo, el efecto global es salvaje. Sentimos el terrible hastío, la frustración, la desesperanza de esos hombres para quienes «cada día es un año / un año de largos días».[309] Una selección de sus primeros poemas, marcados por extrañas afectaciones, pero dotados de un acabado clásico y una ocasional fortuna en los detalles,[310] había sido editada en 1881 como Poemas de Oscar Wilde.[310] La versión no expurgada de De profundis, en su forma original de carta a Lord Alfred Douglas (1897), es un documento conmovedor.[308] En cuanto a Stevenson, destacan sus poemas amorosos o de otro carácter publicados tras su muerte y algunos de los mejores versos para niños:[311] El jardín de versos para niños (1885), que muestra su extraordinaria percepción de la psicología de vida infantil;[312] Underwoods (1887) y la edición completa de sus Poemas y baladas, publicada póstumamente en 1913.
Poesía decadentista
[editar]Mucho más efectista que Oscar Wilde fue Ernest Dowson (1867-1900), el poeta bohemio y vagabundo de la década que de alguna manera subsistiría gracias a las traducciones. Es más conocido por su poema lírico Cynara, que parece añadir un nuevo ritmo a la poesía inglesa.[298] En su poesía introdujo la brevedad y las lúcidas cualidades del verso latino.[313]
Con una serenidad más clásica, Lionel Johnson (1867-1902) construyó una poesía lírica tranquila y ordenada, provista de una belleza serena y reservada. Lo mismo que Dowson, llevaría la vida bohemia de los poetas de los años noventa.[313] En sus poemas encontramos un orden que está muy lejos de su desordenada existencia.[313]
Narrativa
[editar]Contexto
[editar]Las raíces morales y religiosas del espíritu victoriano se remontan al siglo XVIII, a los Wesleys y al renacer de las ideas evangélicas. A comienzos del siglo XIX la gente ya empezaba a rechazar a escritores como Fielding o Swift por no tener pelos en la lengua.[314] A mediados de los años cuarenta ya estaba seriamente limitado lo que un novelista podía decir sin perder el favor del público familiar. Para muchos este público familiar ―que se reunía para leer las novelas en voz alta, en una especie de liturgia entretenida― resultaba básico; en él radicaba su medio de subsistencia. Como los límites eran tan estrictos, había muchos temas, como la inmoralidad sexual, los desvíos sexuales, la prostitución, etc., que se evitaban o que, en todo caso, aparecían rodeados de un tono absolutamente falso, como si el autor caminara siempre sobre arenas movedizas. Por otra parte, esta costumbre de leer en voz alta, unida al método de publicación semanal o mensual que utilizaban muchos escritores, estrechó el contacto entre novelista y lector, lo cual anima y refuerza muchos aspectos de la ficción victoriana, sobre todo el humor y la conciencia social. La fuerza de esta relación hace que las prohibiciones impuestas resulten comparativamente triviales en escritores como Dickens.[314]
Panorama de la narrativa inglesa a lo largo del siglo XIX
[editar]El reinado de la reina Victoria fue la Edad de Oro de la novela inglesa. Fueron varios los escritores cualificados para pretender la supremacía artística a base de méritos muy diferentes.[315] En los primeros años del reinado las novelas reflejan la confianza de la gente normal y corriente, más que las dudas y el abatimiento de los intelectuales. Nadie como Charles Dickens, el primer novelista de la época victoriana y su favorito, ha retratado en sus obras el paso que se vivió en la época: del exuberante optimismo al asco y la desesperación.[316] El sentido social, las esencias culturales producidas por el choque con esa realidad que llamamos vida, y los frutos del esfuerzo que los ingleses del siglo XIX hicieron para ser lo que tenían que ser, sí aparecen claramente en las obras escritas por los novelistas de la época. Pero como ninguna transformación de la vida deja de ir acompañada por el sufrimiento, tampoco se libró de él esta etapa, y la dirección de las energías y propósitos de los victorianos, por muy constructivos que fueran sobre todo en su aspecto externo, fomentó la agresividad y el afán de dominio, y supeditó el trabajo humano a fines no siempre honrosos. Charles Dickens fue el novelista que acusó con singular eficacia crítica las grietas y defectos del edificio aparentemente compacto de la sociedad victoriana.[1]
La variedad y el vigor excepcional de la novela inglesa de mediados del siglo XIX se debió al interés con que los escritores se aplicaron a dar forma artística a los modos de vida, distintos y cambiantes, de la sociedad en que vivían. Quizá sus obras no parezcan bien acabadas, debido a la costumbre generalizada de publicarlas por entregas; pero su espontaneidad creadora y su alcance son comparables a la explosión dramática del período isabelino. Por primera vez en la historia, la novela se convierte en el género literario dominante en Inglaterra, y el hecho de que fuera el vehículo más adecuado para el estudio psicológico y sociológico de las realidades humanas atrajo a muchos de los grandes creadores de la época.[317]
Así pues, la época victoriana fue, sobre todo, la del auge y expansión de la novelística inglesa. Su mayor representante, y uno de los autores más célebres de la literatura universal, fue Charles Dickens, a cuyo nombre hay que sumar los de otros autores no menos destacados como William Thackeray, Anthony Trollope o George Eliot. Un brote original y diferenciado, más afín al temperamento romántico, surgió en las novelas de las hermanas Brontë. La novela social estuvo representada por Elizabeth Gaskell y Charles Kingsley, y la narrativa histórica por las obras del barón Edward Bulwer-Lytton, mientras que los novelistas más relevantes de los que intentaron prescindir de incidentes sensacionalistas, falsas emociones y convenciones melodramáticas para captar los tonos vitales que experimenta la gente normal en su vida más cotidiana fueron George Eliot y Anthony Trollope.[318]
Dickens y Thackeray fueron amigos personales, si prescindimos de una desgraciada incomprensión; los dos eran humoristas, sentimentales, reformadores y de la misma clase social: la clase media. Pero el humorismo de Thackeray se inclinaba a los juegos de ingenio, y el de Dickens a la farsa; el sentimentalismo de Thackeray estaba refrenado por su "cinismo", mientras que el de Dickens rebosaba; Thackeray usaba la ironía contra las cosas malas, pero Dickens enronquecía de gritarles; Thackeray puso en sus libros a gentes que conoció, pero Dickens descubrió al cockney.[319]
La Inglaterra del siglo XIX fue prolífica en mujeres novelistas, algunas de las cuales hicieron aportaciones de importancia cardinal para el arte.[320] Las hermanas Brontë con su interpretación de las pasiones, y George Eliot con su penetración psicológica, trajeron al arte dos factores nuevos que han seguido predominando.[320]
En la época también escribían figuras como Benjamin Disraeli, Frances Trollope, Harrison Ainsworth, Mrs. Oliphant, Wilkie Collins y muchos otros. Sus obras fueron publicadas y traducidas en toda Europa y en América y basta echar una ojeada a los periódicos europeos para ver con qué tristeza recogieron la muerte de Dickens y para comprobar, por tanto, el lugar tan especial que ocupaban los novelistas ingleses entre los lectores extranjeros y en la tradición que iba retoñando en Francia, Italia, España y sobre todo en Rusia.[321]
Narrativa humorística y humanitaria
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Fuera de ciertas circunstancias biográficas, lo único indiscutible que se puede decir de Charles Dickens (1812-1870) es que era un hombre de genio.[322] Destacado ejemplo de novelista victoriano, Dickens no solo cultivó lo sentimental, sino lo humorístico, lo grotesco, lo sobrenatural y lo trágico.[322] Extraordinariamente popular en su día (todas sus obras gozaron de una notable difusión) gracias a unos personajes que cobraron vida propia más allá de las páginas de sus libros, al frescor y la cordialidad de su estilo, a la fuerza de sus descripciones y a su incomparable poder para crear personajes, situaciones y ambientes, Dickens sigue siendo uno de los autores más populares y leídos de todos los tiempos. Legó al mundo una galería de personajes, que, sin dejar de ser un tanto caricaturales, son imperecederos también.[322] Como escritor, trabajó diligente y prolíficamente para producir el tipo de literatura entretenida que el público de la época demandaba, pero también para ofrecer un análisis de los retos sociales de su tiempo, ocupándose en muchas de sus novelas de la difícil situación de los pobres y oprimidos. Byron, Scott y Wordsworth habían descubierto la belleza del mar y de las montañas; Dickens descubrió la emoción de los barrios humildes.[322] El arte de Dickens no consistía en retratar la vida como después hicieron con gran acierto Thackeray y Trollope, sino ―como la vida misma, que nunca imita― en crear de nuevo.[323]
El arte de Dickens, el observador, el vigoroso poeta de la vida urbana del XIX, se basa en la habilidad con que el autor percibía lo extremo, lo grotesco, lo anormal.[324] Atrapaba acertadamente el espíritu esencial de la gente, de los lugares, de los ambientes; los elevaba y obligaba al lector a reconocer la infinita variedad y la riqueza de lo que veía. Por esta capacidad Dickens atrae a veces el desprecio de quienes piensan que solo sabe crear personajes planos, caricaturas.[324] Lo mismo que el resto de los grandes artistas, Dickens contemplaba el mundo como si se tratase de una experiencia enteramente nueva vista por vez primera, y poseía una extraordinaria versatilidad en el lenguaje, dominando desde la creación cómica hasta la gran elocuencia. Creó personajes y situaciones tan diversos como nunca había conseguido nadie desde Shakespeare e influyó de manera muy profunda en su público hasta el punto de que la concepción del mundo que encontramos en sus novelas ha pasado a formar parte de la tradición inglesa.[325] Junto a esto Dickens ofrece una aguda sensibilidad lingüística, para las implicaciones que subyacen a lo dicho, y por eso los diálogos resultan absolutamente reveladores.[324] No creó escuela, no tuvo sucesores. Resulta imposible ser como Dickens, igual que uno no puede copiar a Shakespeare.[324] Dickens marcó un antes y un después en la literatura inglesa: la posterior a su muerte (1870) es notablemente diferente de la producida en los inicios de la época victoriana.
Novela de aventuras y novela militar
[editar]Frederick Marryat (1792-1848), marino y novelista inglés, fue contemporáneo y amigo de Charles Dickens, y destacó por ser uno de los primeros autores de novelas de ambiente marinero. Sirvió en la Royal Navy durante un cuarto de siglo (1806-30), y cuando comenzó a escribir novelas volcó en su obra su madura experiencia y su irreprochable vivacidad.[326] Asentándose en su nueva profesión literaria, produjo con asombrosa rapidez[327] una trepidante sucesión de historias,[326] hasta alcanzar su más alta cota de habilidad constructiva en El perro diabólico (1837).[326] Marryat poseía un don admirable para la narrativa lúcida y directa, y un fondo inagotable de episodios, y de humor, en ocasiones rayano en la farsa.[326] Creó muchos personajes que adquirieron categoría entre las figuras características de la ficción inglesa.[326] Entre sus restantes obras están El buque fantasma (1839);[326] Poor Jack (1840); Joseph Rushbrook (1841); Percival Keene (1842); The Privateer's Man (El corsario, 1844); y Valerie (1849), inconclusa. Sus novelas constituyen un importante vínculo entre Smollett y Fielding, y Charles Dickens.[328]
Como escritor, Marryat ha sido juzgado de forma diversa, pero su lugar como narrador está asegurado. Extrajo de su experiencia profesional y de sus conocimientos el material para sus historias.[329] Marryat es el príncipe de los narradores del mar; su conocimiento del mar, su vigorosa definición de personajes y su humor campechano y honesto, si bien algo grueso, nunca dejan de complacer.[330]
Tras retirarse en 1827, el capitán de la Marina Frederick Chamier (1796-1870) se consagró a la profesión literaria.[331] Escribió varias novelas de temática náutica en la línea popularizada por Marryat,[332] que tuvieron en su momento una popularidad considerable, aunque actualmente casi han caído en el olvido.[331] Entre ellas cabe mencionar El «Aretusa» (1837), Jack Adams (1838), Tom Bowling (1841) y Jack Malcolm's Log (1846).[332]
Las aventuras del médico y novelista irlandés Charles James Lever (1806-1872) en el Trinity College de Dublín (1823-28) forman la base de la enorme reserva de anécdotas de la que se derivan las mejores cosechas de sus novelas. El inimitable Frank Webber en Charles O'Malley era Robert Boyle, un amigo irlandés de la universidad, posteriormente párroco.[333] Lever viajó a Canadá como cirujano no titulado en un barco de emigrantes, y se basó en algunas de sus experiencias para Con Cregan, Arthur O'Leary y Roland Cashel.[333] En febrero de 1837, tras diversas experiencias, comenzó a publicar Las confesiones de Harry Lorrequer en las páginas del recientemente fundado Dublin University Magazine[333] (publicación de la que posteriormente sería editor entre 1842 y 1845). Harry Lorrequer era meramente una sucesión de historias irlandesas y de otro tipo, buenas, malas y regulares, pero en su mayoría emocionantes.[333] Fue su primer y quizás su mayor éxito literario,[334] y la inmediata y gran aceptación que recibió decidieron a su autor a dedicarse a la literatura.[335] Lever nunca había tomado parte en una batalla, pero sus tres libros siguientes, Charles O'Malley,[336] que también apareció por vez primera en el Dublin Magazine en 1840;[334] Jack Hinton the Guardsman (1842) y Nuestro Tom Burke (1843), escritos bajo el estímulo de la extravagancia crónica propia del escritor, contienen algunas páginas militares espléndidas y algunos de los pasajes bélicos más vigorosos que se recuerdan.[336] Tom Burke resulta especialmente valiosa por su representación del entusiasmo suscitado por Napoleón I, y de la vida de los irlandeses exiliados en París.[337] Estas obras carecen de arte y casi de forma; la influencia de Maxwell[Nota 28] es claramente perceptible en ellas.[334] Pero las primeras novelas de Lever muestran sus mejores cualidades en su máxima expresión: su espíritu animal y su alegría jovial, su copioso y eficaz anecdotario, su poder de delineación vigorosa, aunque de ningún modo sutil, de los personajes dentro del alcance de su propia experiencia.[334]
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En las páginas de Charles O'Malley, su libro más popular,[335] y de Tom Burke, una de sus novelas más características,[334] Lever anticipa no pocos de los mejores ecos de Marbot, Thiébault, Lejeune, Griois, Séruzier, Burgoyne y otros similares.[Nota 29] Se ha dicho que su narración de la batalla del Duero no tiene nada que envidiar a la de Napier.[336] Durante esos años apenas pasaba uno sin una contribución a la lista de sus joviales, frescas y divertidas historias.[335] No obstante, a causa de que su estilo era demasiado fácil de parodiar, la fama de Charles Lever sufrió un eclipse pasajero.[338]
Tras publicar Arthur O'Leary: sus andanzas y meditaciones en numerosos países (1844), Lever consideró que su "savia original" estaba agotada y decidió renovarla en el Continente.[336] Su siguiente obra importante, The O'Donoghue (1845), una novela ambientada en Killarney, debe su origen a unas vacaciones pasadas en dicha región; en la siguiente, El caballero de Gwynne (1847), uno de sus mejores libros, recurrió a la historia y se sirvió de los recuerdos contemporáneos de la Unión.[339] En Las confesiones de Con Cregan (1849), Roland Cashel (1850) y Maurice Tiernay (1855) aún encontramos vestigios de su antiguo estilo; pero estaba empezando a perder su originaria alegría compositiva.[336] La materia de Roland Cashel fue extraída en parte de sus vivencias en el continente,[340] y la novela ilustra de manera especial la transición de su estilo inicial al postrero.[340] Al igual que sus personajes de The Daltons (1852) o The Dodd Family Abroad (1853-54), viajó por todo el continente, de Karlsruhe a Como, de Como a Florencia, de Florencia a las termas de Lucca y así sucesivamente.[336] La familia Dodd en el extranjero es un cuadro de la vida inglesa en el continente en el que el autor aparece más a la luz de un humorista reflexivo que antes.[340] En Florencia escribió The Martins of Cro' Martin (1856), un excelente cuadro de la vida en el oeste de Irlanda.[340] Se puede decir que estas obras marcan la culminación de Lever como novelista.[340] Continuaría escribiendo novelas hasta el final de su vida.[335] Desde 1857 residió consecutivamente en La Spezia y Trieste. Sus principales creaciones literarias durante su estancia allí fueron: The Fortunes of Glencore (Las andanzas de Glencore, 1857); Davenport Dunn (1859); One of them (Uno de ellos, 1861); Barrington (1862); Tony Butler (1865); A Campaigner at Home (1865); Luttrell of Arran (1865); Sir Brooke Fosbrooke (1866), su favorita entre sus novelas, si bien no muy popular;[340] Los Bramleigh de Bishop's Folly (1868) y Lord Kilgobbin (1872).[335]
Lever era un narrador nato.[336] Con escaso respeto por la unidad de acción o por la estructura novelística convencional, sus libros más brillantes, como Harry Lorrequer, Charles O'Malley y Tom Burke, son en realidad poco más que un recital de escenas de la vida de un "héroe" en particular, sin interconexión alguna mediante una trama continuada.[336] Con todo, sus descuidados esbozos contienen creaciones tan evocadoras como Frank Webber, el mayor Monsoon y Micky Free, «el Sam Weller de Irlanda». Falstaff es único en la literatura universal; pero si alguna vez llegó a haber otro Falstaff después de aquel, ese fue Monsoon.[336] Los críticos podrán elogiar a voluntad las reflexivas y esmeradas novelas posteriores de Lever, pero Charles O'Malley siempre será el arquetipo de la novela militar.[336]
Sus escritos más tempranos y populares difícilmente pueden calificarse como literatura, aunque su vigor y su alegría, y las excelentes anécdotas y enérgicas canciones intercaladas en ellos, los harán siempre atractivos. Está casi desprovisto de inventiva o imaginación, sus personajes son generalmente trasuntos de la vida, y sus historias incidentales narradas de segunda mano. En un período posterior de su carrera, atendería en cierta medida las demandas del arte y manifestaría una mayor pericia como escritor, con menor perjuicio a su naturaleza de humorista, de lo que cabría esperar. El punto de inflexión lo marca Roland Cashel, pero en Glencore ensayó de manera deliberada por primera vez el análisis de caracteres.[337]
La carencia de habilidad artística de Lever y de comprensión de los rasgos más profundos del carácter irlandés han obstaculizado su reputación entre los críticos.[336] Lever ha hecho mucho para perpetuar los errores comunes con respecto al carácter irlandés; no se trata de que los tipos que describe sean irreales, pero están lejos de ser universales o siquiera generalizados.[337] Sus joviales pinturas de la sociedad irlandesa, despreocupada y aficionada a beber, no pueden quedar en el limbo, aunque muchas veces el lector no vaya más allá de Las confesiones de Harry Lorrequer.[338]
El escocés James Grant (1822-1887) llegó a ser un hábil delineante, pero otros gustos ―literarios― afloraron por sí mismos, y entonces se dedicó a escribir novelas, convirtiéndose rápidamente en un escritor sumamente prolífico.[341] Escribió más de 50 novelas en un estilo enérgico y vivaz;[200] sus historias, plenas de vivacidad y sucesos,[342] se ocupan principalmente de escenas y personajes militares.[342] Su primera y en ciertos aspectos mejor novela, The Romance of War, apareció en 1845. Debía su origen a las numerosas anécdotas de la guerra hispano-francesa, que le habían sido relatadas por su padre, y describía las aventuras de los Gordon Highlanders en la Península. La vívida descripción de batallas le reportaría rápidamente a la novela unas enormes ventas.[341] Pronto llegaría una secuela titulada Los Highlanders en Bélgica. Después vendría Las aventuras de un ayudante de campo, cuya popularidad igualó a la de su primera novela. La fragata amarilla, Bothwell, Jane Seton y muchas más tuvieron éxito, y a partir de ese momento hasta su muerte nunca pasaría un año sin que fueran publicadas una, a menudo dos, e incluso tres novelas.[343] Otros títulos destacados: Frank Hilton; or, The Queen's Own (Frank Hilton, o propiedad de la Reina, 1855); The Phantom Regiment (El regimiento fantasma) y Harry Ogilvie (1856); Lucy Arden (1858); The White Cockade (La escarapela blanca, 1867); Only an Ensign (Solamente un alférez, 1871); Shall I Win Her? (1874).[342] Sus últimas obras de ficción fueron Love's Labour Won (Trabajos de amor ganados, 1888), que relata episodios de bandolerismo en Birmania; y Playing with Fire (Jugando con fuego, 1887), una historia de la guerra de Sudán. En total escribió unas cincuenta y seis novelas. Una rápida sucesión de episodios, un estilo muy vivaz, y unos diálogos que raramente decaen caracterizan todas ellas. Las que tratan la historia de Escocia incorporan una labor de investigación considerable, son de un estilo vigoroso y pintoresco, y expresan mucha simpatía hacia el temerario arrojo, la lealtad y la hombría de los héroes escoceses y fronterizos.[344]
Novela histórica
[editar]Son innumerables los seguidores que tuvo Walter Scott por la novela histórica, y entre ellos se incluyen Bulwer-Lytton, Dickens, Thackeray, Reade y George Eliot.[345]
Novela realista
[editar]La novela victoriana de carácter realista deriva de Richardson, Fielding y Jane Austen, sobre todo de los dos últimos, y en su primera etapa está representada por Thackeray y Trollope, novelistas tan notables, que en ciertos aspectos se pueden alinear con Dickens.[346]
A finales de los cuarenta aparecieron nuevos autores que no se parecían en nada a Dickens, pero que también merecen lugares destacados: Thackeray, las Brontë y Mrs. Gaskell. De todos ellos Thackeray es quien más unido suele ir a Dickens y a finales de siglo el público más educado solía aclamarle como gran maestro. Sin embargo, esta idea se ha desvanecido.[347] En general este autor ha pasado a la historia como creador de Vanity Fair (La feria de las vanidades) y poco más, lo cual puede que sea razonablemente justo.[347]
Novela de tesis y novela filosófica
[editar]Charlotte Mary Yonge (1823-1901), perteneciente a una familia extraordinariamente religiosa y devota de la Iglesia cristiana de Inglaterra, se propuso expresar sus ideas religiosas en forma novelada.[348] Yonge estuvo entre los escritores más prolíficos de la época victoriana:[349] publicó durante su larga vida alrededor de un centenar de obras, principalmente novelas, interesantes y bien escritas, bajo la influencia de la High Church.[350] Su primer éxito sobresaliente lo consiguió con The Heir of Redclyffe (El heredero de Redclyffe, 1853), que gozó de una muy buena aceptación.[349] El libro satisfizo perfectamente el fervor religioso de la época, y su tendencia al autoanálisis. Alcanzaría su vigésima segunda edición en 1876, y fue reeditado en incontables ocasiones.[351] A esta siguieron otras narraciones orientadas en el mismo sentido:[348] Heartsease (Viola tricolor, 1854) y The Daisy Chain (La guirnalda de margaritas, 1856), que fueron acogidas con especial efusividad.[351] Otras historias moldeadas de modo similar fueron Dynevor Terrace (1857); The Trial: more Links of the Daisy Chain (1864); The Clever Woman of the Family (1865); The Pillars of the House (1873) y Magnum Bonum (1879).[351] Gracias a su firme dominio de los personajes y a su comprensión de los detalles de la vida doméstica, las ficciones de Miss Yonge atrajeron a variados círculos de lectores.[351]
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De todas las novelistas del siglo XIX, George Eliot (Mary Ann Evans, 1819-1880) fue, sin duda, la más ilustrada, y la más adulta por lo que se refiere a sus obras.[352] La obra de esta mujer tiene cierta calidad shakespeariana. George Eliot resolvió el problema que había desconcertado a Cervantes: el de narrar un asunto largo sin acudir a cosas ajenas al mismo y sin aburrir.[353] Con Eliot la unidad del asunto y la cohesión del mismo se convirtieron en los rasgos principales de la construcción novelesca. Trabaja partiendo de los caracteres.[353] En sus novelas más sociales, Eliot seguiría otro rumbo distinto al realismo de las hermanas Brontë; aseguradas las conquistas de éstas y de Elizabeth Gaskell, Eliot se basará en el positivismo de Comte y tratará de convertir la novela en un fiel estudio de la vida y en un análisis lo más completo posible de las reacciones psicológicas y de las motivaciones humanas.[354] Describió sobre todo la Inglaterra de los pequeños propietarios, que estaba a punto de desaparecer por la absorción que de los campesinos hizo la ciudad, y por el paso de la pequeña propiedad a los grandes industriales.[355] En contacto con prohombres como John Chapman,[Nota 30] Herbert Spencer y especialmente George H. Lewes,[Nota 31] bajo la influencia de sus lecturas, y dotada de un temperamento similar, George Eliot difícilmente podía orientarse en otro género de novela que no fuera el filosófico.[356]
Su producción novelística se divide en dos etapas condicionadas, hasta cierto punto, por el predominio de las experiencias vividas, vertebradas por la inspiración, la primera, y por la observación metódica, la profundización del carácter de los personajes y el análisis filosófico de la vida, la segunda.[357] Las obras del primer ciclo son cuatro, y vienen a ilustrar su positivismo en un aspecto psicológico y profundamente ético, en un marco campestre o de pequeñas comunidades rurales.[357]
No fue sino hasta que frisaba ya los cuarenta cuando la escritora parece haber descubierto la verdadera naturaleza de su genio; porque no fue hasta 1857 cuando Los infortunios del reverendo Amos Barton apareció en el Blackwood's Magazine, anunciando el surgimiento de un nuevo escritor de singular energía.[358] Esta novela corta supuso el primer trabajo literario de Evans. La misma revista publicó también las otras dos novelitas que, junto con Amos Barton (sin duda, la mejor del conjunto), componían las Escenas de la vida clerical (1857-58), que alcanzaron un éxito inmediato. En ciertos aspectos, las Escenas de la vida clerical nunca fueron superadas por la autora. Su poderío no forzado, su patetismo y la comprensiva apreciación de la vida a la antigua usanza por parte de un gran intelecto les otorgan un encanto singular.[359] Este fue el inicio de un ciclo de cuatro años (1858-61) en el que la escritora compuso cuatro de sus mejores obras. Tras ese primer éxito, George Eliot comenzó a trabajar en su primera obra extensa, Adam Bede (1859), novela de ambiente rural en la que la escritora pone de relieve toda su capacidad creadora. Es una novela de seducción, crimen y remordimiento, cuyas consecuencias sufren tanto los culpables como los inocentes.[360] Adam Bede, a juicio de muchos la obra maestra de George Eliot,[361] fue recibida con un aplauso unánime,[359] y situó de inmediato a su autora en primera fila de la literatura contemporánea.[359]
La plenitud creativa de Eliot continuó en la novela rural Silas Marner (1860-61), que señaló el final de su primer período literario,[359] y que supone quizás el más artísticamente elaborado de sus libros,[358] y, sin duda, la mejor y más equilibrada obra de este primer período, que revela la culminación de las posibilidades creadoras de la novelista.[362] Silas Marner muestra un retorno a su estilo primigenio ―el estilo de las Escenas de la vida clerical―.[361] Aunque en el espacio y el tiempo su argumento esté situado en una pequeña comunidad rural y a principios del siglo XIX, la obra recoge, dentro de las posibilidades artísticas del género, las direcciones más importantes de la problemática de la época.[362]
En general, en sus novelas hay mucho pensamiento y honda crítica de la vida, a veces incluso directa. Su peculiar facultad de novelista consiste en el profundo substrato de pensamiento moderno y psicología teórica que posee, y el íntimo conocimiento de una gran variedad de aspectos de la naturaleza humana.[357] También hay algo de shakespeariano en su objetividad. La autora revela más parcialidad en Silas Marner que en Adam Bede, quizás porque el primero de estos libros es una exposición más directa de su credo positivista.[363] Es característico de ella que sus retratos de personajes masculinos y femeninos no presenten ninguna inclinación sexual:[363] sus personajes no ofrecían ninguna pista para conjeturar su sexo. La veracidad de esos personajes está garantizada con frecuencia por el lugar que tuvieron en su vida.[363] Rasgo específicamente femenino de su obra son los tipos de mujeres con una misión que cumplir; tal es la dulce Dinah Morris de Adam Bede, cuya vocación para ayudar a los pobres enfermos y predicar en sentido metodista tuvo realidad histórica.[364] Su visión general de la vida es pesimista, aliviada por una capacidad para extraer los elementos jocosos de la estupidez y el mal proceder humanos. También hay, sin embargo, mucha seriedad en su tratamiento de las fases de la vida, y pocos escritores han mostrado con mayor poder el endurecimiento y los efectos degradantes que conlleva la insistencia en malas conductas, o las inevitables e irreparables consecuencias de una mala acción.[358] Es indiscutible que con su fuerza intelectual, su capacidad creadora de caracteres y de plasmación artística de la realidad en sus distintas manifestaciones, George Eliot contribuyó a proporcionar a la novela inglesa madurez de contenidos y una dinámica ideológica de alta calidad, que repercutió en novelistas[348] posteriores. De todos los autores ingleses del XIX sería ella, sin duda, la que más se aproximaría a la literatura de Balzac. Leyendo la obra de George Eliot, se es consciente del deseo de la autora por aumentar las posibilidades de la novela como forma de expresión: le gustaba incluir temas nuevos y penetrar en el personaje con una mayor profundidad.[365]
La fama que la escocesa Margaret Oliphant (1828-1897) se ganó con sus primeras obras (véase el artículo sobre «Novela realista en lengua inglesa») se vería muy incrementada por el éxito de su serie de cuatro novelas, titulada Las crónicas de Carlingford, tres de las cuales fueron publicadas de forma anónima en el Blackwood's Magazine[366] (1862-65). La primera fue La capilla de Salem (en 2 volúmenes); y fue seguida por El rector y la familia del doctor (1863), El coadjutor vitalicio (1864) y Miss Marjoribanks (1866). La última de la serie fue publicada en 1876, y se titulaba Phoebe Junior: última crónica de Carlingford. Con frecuencia fueron tomadas como obras de George Eliot, y aunque los críticos más perspicaces nunca cayeron en este error, la semejanza superficial es muy marcada. Los personajes hablan y se comportan muy a la manera de George Eliot, y con no menos consistencia y fidelidad hacia la naturaleza, pero la mentalidad que hay tras ellos es de un calibre intelectual manifiestamente menor.[366]
Al separarse de su esposo, Eliza Lynn Linton (1822-1898) retomó su actividad literaria, que había tenido aparcada durante varios años, adoptando un estilo totalmente diferente al de sus primeras obras. Tras haberse mostrado anteriormente romántica e imaginativa, ahora demostraba que la experiencia del mundo había hecho de ella una escritora muy lúcida y práctica, excelente en sus construcciones, vigorosa en su estilo, completamente capacitada para satisfacer las demandas del lector de novelas medio, pero despojada del resplandeciente entusiasmo que había empapado sus obras anteriores. Hubo, no obstante, dos notables excepciones a las manifestaciones generalmente mecánicas de su talento. Joshua Davidson, que fue publicada en 1872 y alcanzaría seis ediciones en dos años, es una osada pero en modo alguno irreverente adaptación del relato de los evangelios a las circunstancias de la vida moderna, situando la antítesis entre el sentimiento humano y "la supervivencia del más apto" bajo un foco que llamaba la atención y con una fuerza que movía irresistiblemente a la reflexión. Su otro libro notable, la Autobiografía de Christopher Kirkland (1885),[367] es en gran medida su propia autobiografía, curiosamente invertida por su asunción de un personaje masculino, y, aparte del interés de la narración misma, esta extraña metamorfosis, una vez percibida, es una fuente de entretenimiento continuo.[367]
Narrativa de terror, suspense y temática sobrenatural
[editar]La carrera del irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873) como narrador se circunscribe casi por completo a la época de su retiro[368] (desde 1858, fecha en la que enviudó). Le Fanu destacó en la narrativa gótica y de terror y suspense, y está considerado el padre del cuento de fantasmas victoriano y uno de los mejores autores de la narrativa fantástica del siglo XIX.[369] Escribió algunas inteligentes novelas, de un nivel sensacional, en las que da rienda suelta a su vigorosa imaginación y a su pasión irlandesa por lo sobrenatural.[370] Compaginó sus actividades periodísticas con la literatura.[369] En el Dublin University Magazine publicó, entre 1838 y 1840, sus doce primeros relatos, entre ellos su primer cuento de fantasmas, El fantasma y el ensalmador (1838).[Nota 32] Su especialidad era el efectismo para sorprender y sobresaltar al lector y su capacidad para dejar en el aire los detalles más importantes de la historia, buscando así conservar el halo de lo inexplicable y misterioso.[cita requerida] Trató de evitar que lo sobrenatural fuera demasiado evidente en sus relatos, prefiriendo que apareciera en la mayoría de los casos como algo sutil e implícito, e incluso racionalmente explicable (así sucede, por ejemplo, en su novela corta Té verde).[cita requerida] Para sus relatos casi siempre se inspiró en el folclore irlandés.[cita requerida] Entre sus primeras obras cabe destacar la novela corta de ambientación típicamente gótica Spalatro (1843), que Le Fanu publicó como anónima y cuya autoría solo sería tardíamente reconocida a finales del siglo pasado. Fue autor, además, de numerosos relatos publicados en revistas y de otras novelas como Wylder's Hand (1864), Guy Deverell (1865), The Wyvern Mystery (1869), The Rose and the Key (1871) y Willing to Die (1873),[369] su última obra. Pero, sobre todas ellas, sus grandes obras fueron: Tío Silas (1864), novela de misterio y horror macabro, y En un vidrio misterioso (1872), un volumen que incluía los que pasan por ser sus mejores relatos de terror: Té verde, La habitación del dragón volador y la novela corta Carmilla, precursora del género de historias de vampiros, que influiría notablemente en el Drácula de Bram Stoker.[cita requerida] Tío Silas, en muchos aspectos su obra más poderosa y original, confirmó su reputación en 1864, y entre esa fecha y la de su muerte, nueve años más tarde, publicaría doce volúmenes más de ficción.[368] Aparte de Carmilla, las obras de Le Fanu influyeron notablemente en autores posteriores, como M. R. James,[cita requerida] y, por lo general, todas ellas se distinguen por su hábil construcción, una trama ingeniosa, y por su poderío en la presentación de lo misterioso y sobrenatural.[371] La obra de Le Fanu ―refinada, ya despojada de los trucos fáciles y ruidosos de la degradada ficción gótica de las primeras décadas del XIX― marca la transición de la corriente clásica de los Radcliffe y Maturin a la llamada novela sensacionalista de la era victoriana: aunque muchos de sus argumentos recuperan el manido tema de la doncella atrapada en las garras de un pérfido villano, se trasladan ahora a los ambientes contemporáneos, provocando un curioso contraste entre lo arcaizante de las tramas y la modernidad de los escenarios. Precisamente, esa tensión entre el pasado terrorífico y el presente cotidiano será una de las claves para entender gran parte del género fantástico posterior.[369]
Entre los modernos novelistas irlandeses iguala a Lever en popularidad, y, si es inferior a éste en vigor narrativo, le supera en poder imaginativo. Lo sobrenatural poseía un poderoso encanto para él, probablemente intensificado por la melancolía de su vida postrera, y este rasgo proporciona a sus novelas un efecto que recuerda algunas características de Hawthorne. En la ingeniosidad de sus tramas rivaliza con Wilkie Collins.[368]
Catherine Crowe (¿1800?-1876), novelista y escritora sobre temas sobrenaturales,[372] fue una mujer de brillante intelecto que se codeó sin complejos con los mejores sabios europeos de todas las disciplinas a la hora de cotejar experiencias y conocimientos.[373] Sus creencias ocultistas no excluían ni la razón ni a Dios, como tampoco el sentido de la oportunidad comercial.[373] Crowe debe su fama a su obra The Night-side of Nature; or, Ghosts and Ghost-seers (El lado nocturno de la naturaleza; o Fantasmas y sus testigos), que es, sin lugar a dudas, uno de los grandes clásicos de la literatura esotérica del mundo anglosajón. Publicado en 1848, en dos volúmenes, por George Routledge & Sons, a lo largo de más de 500 páginas su autora (…) conjuga elementos estilísticos propios de la narrativa gótica, tan popular en la época, con reflexiones de corte científico, filosófico y espiritista; recopila los elementos más misteriosos e inquietantes del folclore popular en torno a sucesos terroríficos o extraños, y los contrasta con fenómenos paranormales auténticos, extrayendo en la operación interesantes conclusiones sobre la existencia real de un mundo espiritual, trascendente, no físico, capaz de dar un nuevo sentido a la vida humana. Por todo ello, no es nada gratuito afirmar que The Night-Side of Nature es uno de los textos más influyentes en el nacimiento de la moderna parapsicología. Sus páginas recogen, con afán enciclopedista, numerosos casos de clarividencia, telepatía, premoniciones, poltergeist, apariciones espectrales, casas encantadas, Doppelgängers, sueños premonitorios y telequinesis, sin olvidar los poderes mentales que intervienen en las sorprendentes prácticas de un faquir, y subraya el importante papel que desempeña la autosugestión en la aparición de estigmas, sin intervención sobrenatural alguna.[374] Se trata de una de las mejores colecciones de relatos sobrenaturales[372] en lengua inglesa, y la energía de las creencias de la propia autora aporta animación a su narrativa. Desde cualquier otro punto de vista posee escaso valor, resultando excesivamente crédula y acrítica.[372] La fascinación por The Night-Side of Nature en sucesivas generaciones de espiritistas, teósofos y ocultistas fue tremenda.[373] Por medio de esta obra, Crowe dio carácter «hermenéutico» a incidentes considerados hasta ese momento como pura fantasía.[373]
En esta misma línea hallamos la recopilación de relatos de fantasmas Ghost Stories and Family Legends (1859), en cuya preparación intervinieron de manera indirecta los amigos de la escritora, quienes le contaron historias espectrales «verídicas» ―lo que hoy llamaríamos leyendas urbanas― y sucesos folclóricos relacionados con el retorno de los muertos al mundo de los vivos.[375]
Resulta notable que la inventiva de Elizabeth Gaskell (1810-1865) se mostrara muy atraída por todo lo relativo a lo sobrenatural, a través de cuyos límites se aventuró en más de uno de sus escritos menores ―por ejemplo, My Lady Ludlow (1858), The Poor Clare (La clarisa pobre, 1856) o The Old Nurse's Story (Historia de la vieja niñera, 1852)―.[376] En 1859, bajo el título de Round the Sofa, recopiló muchas de sus contribuciones a publicaciones periódicas. Round the Sofa apareció en dos volúmenes, conteniendo el primero únicamente My Lady Ludlow, y el segundo cinco relatos breves. Estos relatos reaparecerían el mismo año en un volumen, como My Lady Ludlow and Other Tales.[377] Otros títulos de Gaskell en este género: Disappearances (Desapariciones, 1851); The Squire's Story (La historia del caballero, 1853); The Doom of the Griffiths (La maldición de los Griffith, 1858); Lois the Witch (La bruja Lois) y The Crooked Branch (La rama torcida) (ambos de 1859); y The Grey Woman (La mujer gris, 1861).
Novela social y novela política
[editar]En el período que va desde 1830 a 1850, el problema político y social inglés cobra grandes proporciones. En estas circunstancias aparece la novela interesada por la condición social de la Inglaterra de este período. Surge como transformación y ampliación de la novela histórica, y es histórica hasta cierto punto, ya que responde a motivaciones político-sociales.[378]
Catherine Crowe escribió en 1841 su obra de ficción más exitosa,[372] Adventures of Susan Hopley; or, Circumstantial Evidence. Sus novelas son una mezcla curiosa y nada desagradable de imaginación y hechos reales. La ingeniosidad de las tramas y la naturaleza romántica de los sucesos contrastan vigorosamente con el carácter prosaico de los personajes y la desapasionada sencillez del lenguaje.[372]
La acometida más fuerte contra el nuevo industrialismo y la denuncia del empobrecimiento por él ocasionado no vinieron, como pudiera suponerse, del lado revolucionario, sino del conservador. Y el eficaz crítico de esa situación fue Benjamin Disraeli (1804-1881),[379] cuya reputación como personaje político esencial (llegó a ser primer ministro del Reino Unido en 1868 y entre 1874 y 1880) oscureció en cierta medida su faceta literaria. Brillo, inteligencia y temas políticos mantienen vivas sus novelas.[338]
Tras siete años (1837-44) dedicado de lleno a la labor parlamentaria, Disraeli comenzó su período literario más fructífero. Lo más importante de su producción literaria lo constituyen las novelas de su famosa trilogía de la «Young England» («Joven Inglaterra»), exposición clara de su idealismo político: Coningsby, o la nueva generación (1844), ambientada en los acontecimientos políticos ocurridos entre la promulgación de la Ley de Reforma de la Representación Parlamentaria (1832) y la caída del primer ministro Lord Melbourne (1841); Sybil, o las dos naciones (1845), novela de ambientación realista y tono romántico centrada en denunciar la miseria y las degradantes condiciones en que vivían los desheredados de la Inglaterra victoriana; y Tancred, o la nueva cruzada (1847), en la que el autor aborda la cuestión de las relaciones entre la religión y el Estado. Estas novelas presentan, en forma articulada y artística, un programa político para la solución de los problemas de Inglaterra, consistente en un conservadurismo reformado[380] y en una nueva concepción de la nacionalidad.[381] En 1845, una controversia política disolvió la facción de la Joven Inglaterra; pero su espíritu sobrevivió y pervive aún en las páginas de Coningsby y Sybil.[382] Estas obras fueron publicadas justo antes de la derogación de las Corn Laws, y mientras el Partido Conservador aparentemente se mantenía intacto. La sensación que causaron fue enorme, y perdurable el efecto que produjeron. Los puntos de vista políticos expuestos en estas célebres novelas ya habían sido abordados en la Vindicación de la Constitución británica, pero entonces suscitaron escasa atención; y tal vez por esta razón el autor decidió refundirlos en forma de ficción. La esencia y el meollo de la teoría que exponían consistían en que desde 1688 hasta 1832 el gobierno del país había sido una oligarquía cerrada, "la constitución veneciana", y que por la Ley de Reforma de 1832 la corona, habiendo quedado liberada de las conexiones aristocráticas que habían usurpado sus prerrogativas, podría quizá estar destinada a recuperar parte de sus poderes suspendidos, y que en esto podría residir la mejor solución a muchas de las dificultades actuales[382] de la nación británica.
Lo que Coningsby había hecho hasta cierto punto por el campesinado inglés al llamar la atención sobre sus derechos ancestrales, y en la medida en que habían sido invadidos por la nueva «ley de pobres»,[Nota 33] lo hizo Sybil de manera mucho más eficaz tanto para el campesinado como para los artesanos.[383] Cuando fue escrita Sybil, finalizaba un largo periodo histórico en Inglaterra, comenzaba una nueva era; y ningún ojo vio tan claramente como los de Disraeli la muerte del viejo periodo, el nacimiento del nuevo, o cuáles y cuán grandes serían sus diferencias.[384] Sybil estaba basada en las experiencias del sistema fabril que Disraeli adquirió durante un viaje por el norte de Inglaterra en 1844.[383] Los cuadros gráficos de la miseria y la sordidez de la población fabril, que infunden a sus páginas un interés dramático tan vívido, dieron un poderoso impulso a la causa de la reforma fabril iniciada en primer lugar por Mr. Sadler[Nota 34] y posteriormente llevada adelante por Lord Ashley.[383] Los hechos en ella expuestos, y la interpretación de Disraeli de los mismos ―un prodigio de crítica perspicaz y profética― abrieron los ojos, despertaron conciencias y condujeron directamente a numerosas reformas.[384] En Sybil, la Iglesia desempeña el papel que en Coningsby es desempeñado por la corona.[383] En ambas novelas, las tramas están hábilmente construidas, los personajes admirablemente delineados y el estilo en los pasajes más coloquiales y humorísticos es fresco, vivo y picante.[385] La trama de Coningsby es quizás la mejor de todas, pero tanto en esta historia como en la que vendría inmediatamente después tenemos un desfile de personajes que habrían subsanado ampliamente la peor trama que jamás se haya construido.[385] Con la publicación de Tancred (1847) Disraeli se despidió de la ficción durante un cuarto de siglo.[383]
Las dos novelas de sus últimos años son Lothair (1870) y Endymion (1880). Lothair, también de carácter biográfico, contiene muchas referencias a la política y a la religión, aunque no propone, como Coningsby, por ejemplo, un programa político concreto. Endymion, su novela postrera, es una mezcla de fantasía y realidad; relata la vida de aventuras amorosas y éxitos sociales del protagonista, que consigue triunfar influido por admirables mujeres que se identifican con sus ideales e intereses.[386]
Que Beaconsfield, de no haber renunciado a la literatura por la política, podría haber igualado la fama de algunos de los más grandes escritores ingleses, es una opinión que ha sido expresada por críticos muy competentes e imparciales.[387] Como escritor, Disraeli resulta generalmente interesante, y sus libros están repletos de ideas llamativas, perspicaces máximas y frases brillantes que se quedan grabadas en la memoria. Por otro lado, a menudo resulta artificial, extravagante y ampuloso, y su posición literaria definitiva resulta difícil de predecir.[388]
Charles Dickens odiaba el sistema social en el que había nacido,[389] y en muchas de sus novelas se proponía atacar la corrupción de su época. Sin embargo, esa misma época le exigiría su tributo al imponerle que, si quería que sus novelas fuesen populares, debían respetar las convenciones de la clase media en lo referente a moralidad y a vocabulario.[389]
![](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/3/3d/Manchester%2C_1840_%28engraving%29.jpg/440px-Manchester%2C_1840_%28engraving%29.jpg)
Elizabeth Gaskell se casó con un pastor unitario de Mánchester, una de las zonas de mayor miseria e inestabilidad de la Inglaterra industrial.[390] Ella y su marido idearon una especie de crónica de la crueldad del sistema industrial sobre las clases humildes de la ciudad de Mánchester, siguiendo la tendencia realista de George Crabbe. Este proyecto cuajó en Mary Barton (1848), la primera novela de Mrs. Gaskell,[391][Nota 35] en la que la vida y los sentimientos de la clase obrera fabril están representados con mucha energía y empatía.[393] Mary Barton: A Tale of Manchester Life (Mary Barton: un relato de la vida en Mánchester) fue la obra que sentó las bases de la carrera literaria de Mrs. Gaskell.[377] Esta historia tuvo una enorme popularidad, y su autora se ganó primero los elogios y después la amistad de Carlyle, Landor y Dickens.[377] Quizá sea el retrato que describe (y condena) con mayor intensidad el escenario industrial de los que se hicieron en el siglo XIX. Los matices melodramáticos, imaginativos y sentimentales que incluye no empañan la imagen que nos ofrece sobre la vida de la clase trabajadora, de sus momentos prósperos y de los más deprimidos. Esta imagen convence por la honestidad que encierra, por la meticulosidad con que observa los detalles más significativos, por la cercanía que muestra sin llegar a rebasar el límite del alegato.[390] Nadie consiguió poner sobre la palestra victoriana una visión tan profunda (quitando a Disraeli) y una reflexión tan aguda del panorama industrial.[394] El fondo de inquietud industrial que vemos en Shirley se convierte en el asunto principal de Mary Barton.[395] La obra tiene dos aspectos: el social y el rural o idílico-humorístico. Mary Barton es una novela inquietante, que describe la vida tal como la vio la escritora en los barrios industriales de Mánchester durante sus primeros años de matrimonio, y resulta más atractiva porque no se propone enfrentar hostilmente a los diversos estratos sociales, sino describir y, en lo posible, incluso conciliar realidades. La novela causó mucho revuelo en su tiempo, y todavía resulta un libro interesante porque describe con realismo los horrores y desequilibrios sociales de la Inglaterra de la década de 1840. A pesar de alguna inverosimilitud, es uno de los mejores estudios de la vida industrial victoriana en el momento en que empezaba a entablarse en Inglaterra la lucha de clases.[396] De todos los libros de Mrs. Gaskell, el primero ha gozado de más amplia fama. Ha sido traducido al francés y al alemán y a muchos otros idiomas, incluido el finés.[392] La sinceridad de su patetismo y la penetración en los mismísimos corazones de los pobres poseen un valor perdurable.[397]
Mrs. Gaskell escribió otra novela industrial, North and South (Norte y Sur), admirada por muchos, aunque resulta algo más floja porque la autora evitó situarse en uno o en otro bando de la batalla industrial.[394] Publicada por entregas en el Household Words entre septiembre de 1854 y enero de 1855, en ella Gaskell vuelve a la novela social del estilo de Mary Barton, aunque proyectada desde otro ángulo.[398] Como aquella y Tiempos difíciles, de Dickens, esta novela, en la que Gaskell compara la situación en las dos mitades de Inglaterra,[395] se propone infiltrar los valores humanos en el formidable dique del mundo industrial de mediados del siglo XIX.[398] Presenta, al menos hasta cerca del final, un notable avance en el poderío constructivo; los personajes están delineados con una firmeza sin precedentes, y en algunos casos teñidos de genuino humor,[399] y el juicio de los problemas sociales muestra una mayor imparcialidad y una reflexión más madura.[399] Salvo por algunos defectos constructivos, quizá debidos en parte al método fragmentario de publicación semanal que la autora despreciaba enérgicamente, Norte y Sur podría con toda seguridad ser descrita como su ficción narrativa más lograda.[399]
La trama de Sylvia's Lovers (Los amantes de Sylvia), publicada a principios de 1863, refiere los hechos de las levas hacia finales del siglo XIX.[400] Gaskell expone retrospectivamente la lucha de clases mediante una historia de enredos periodísticos.[395] Es una novela de conflicto familiar y carácter romántico, ambientada en la zona costera del condado de York.[401] La autora combinó con talento la crítica social y el melodrama, aunque sus cualidades no se reducirían a ese tipo de novelas de protesta social.[381] En sus primeras partes el relato se mantiene en el más alto nivel de la escritora; el colorismo local es genuino y vívido; el patético encanto de la inocente Sylvia está admirablemente contrastado con el humor desatado de las figuras de su padre y el criado de éste, Kester, aunque el efecto queda bastante estropeado por las coincidencias introducidas para asegurar una conclusión simétrica.[400]
Gaskell tenía gran intuición para someter a forma artística el material conflictivo tanto en el aspecto moral como en el social, y con ello prestó un servicio notabilísimo a la novelística inglesa de su tiempo.[401] Mrs. Gaskell poseía algunas de las características de Miss Austen, y si bien su estilo y delineación de personajes resultan menos minuciosamente perfectos, están, por otro lado, imbuidos de una veta más profunda de sensibilidad.[402] La autora ha disfrutado de una popularidad cada vez mayor desde su muerte.[377]
Como escritor político-social ―más social y humanitario que político―, Charles Kingsley abordó temas semejantes a los estudiados por Disraeli: los campesinos, los obreros de las ciudades, los terratenientes, los propietarios industriales.[403] Kingsley puso todo su empeño en la lucha por la mejora de las condiciones higiénicas y sanitarias de la población más desfavorecida. Sus ideas en esta tendencia y, en definitiva, su doctrina social se encuentran en las novelas propagandísticas Yeast (Levadura) (1848) y Alton Locke, sastre y poeta (1850), en las que se ocupa de cuestiones sociales como las que afectan a la clase trabajadora agrícola y al trabajador de la ciudad, respectivamente.[404] La influencia de estos libros en el momento de su publicación fue enorme y motivó que fuera aplicado a Kingsley el epíteto de socialista cristiano.[405] En estas obras, aunque señalaba incansablemente el disparate de los extremismos, ciertamente simpatizaba no solo con los pobres, sino con mucho de lo hecho y dicho por los líderes del movimiento cartista.[406] Yeast fue publicada en el Fraser's Magazine en el otoño de 1848. Estaba muy emocionado por los acontecimientos de los meses previos, y la escribió por las noches, después de días de ardua labor parroquial.[407] Yeast: a Problem y Alton Locke son libros que tratan de problemas sociales que surgen de un alto grado de civilización; y aunque en la actualidad gran parte de Alton Locke incumbe a una generación pasada, personajes como el joven sastre-poeta y el viejo Sandy Mackaye siempre encandilarán e interesarán a quienes los conozcan.[408] Ambas obras muestran ciertamente una compasión incluso apasionada por los padecimientos del jornalero agrícola y del artesano de Londres. La balada de La viuda del cazador furtivo en Yeast es una denuncia de los cotos de caza lo suficientemente enérgica para satisfacer al cartista más convencido.[407] Tanto estas dos novelas como Two Years Ago (Dos años atrás, 1857) resultan interesantes por la información que ofrecen y por las aspiraciones a que apuntan, aunque de escaso valor artístico. Constituyen una trilogía de orientación social y moral, en la que se descubren las causas del movimiento obrero inglés.[409] Kingsley había llegado a estar profundamente interesado en este tipo de cuestiones, y se lanzó en cuerpo y alma, en colaboración con F. D. Maurice y otros, en pos del bienestar social, que apoyaron bajo el nombre de socialismo cristiano.[404] Influido por Coleridge, que insistía en que el cristianismo debía comprometerse en la reforma de la sociedad, Kingsley trató de impulsar a la Iglesia anglicana para que realizara esta transformación.[409] Su tipo de religión, alegre y robusto, fue definido como «cristianismo muscular».[404] En Two Years Ago, Kingsley expresa un punto de vista, que resultaba menos sorprendente de lo que ahora pudiera parecer posible, según el cual la guerra consistía en ejercer la gran influencia regeneradora. La novela resulta mucho más floja que sus predecesoras, y muestra claramente que si bien su deseo de reforma social no había menguado, ya no tenía una sensación tan fuerte de que los tiempos estaban fuera de lugar.[410]
Charles Reade (1814-1884), dramaturgo y novelista, transformaba con frecuencia sus novelas en obras de teatro o viceversa, y en ellas atacaba con frecuencia los vicios y abusos de la sociedad contemporánea, apoyándose en numerosos testimonios documentales. Reade se sirve de la novela convencido de que con ella puede colaborar en la reforma social, y para ello investiga la vida de las prisiones, aprende oficios artesanos, estudia los sectores de la abogacía, de la banca, e incluso se dedica a la observación de la vida del mar o de las minas de oro de Australia.[411]
Tras unos comienzos novelísticos adscritos al realismo literario, en 1856 Reade marcó una época diferente en su carrera literaria al terminar una novela largamente planificada, It is Never Too Late to Mend (Nunca es demasiado tarde para enmendarse),[412] un poderoso documento social.[413] A partir de entonces el propósito principal de sus obras de ficción fue exponer los notorios abusos sociales.[412] It is Never Too Late to Mend ilustraba con extraordinario poderío los abusos de la disciplina penitenciaria tanto en Inglaterra como en Australia.[412] Reade describió la vida carcelaria con una fidelidad que a veces llega a ser tediosa y repulsiva; pero el poderío de las descripciones era innegable, y el interés era profundo.[414] La novela exhibe favorablemente las facultades de Reade y sus limitaciones. Las características más notables son las descripciones de la naturaleza y de la vida en los yacimientos auríferos de Australia, cuyo conocimiento Reade debía enteramente a la investigación literaria.[412] Pero en la trama, que es melodramática, y en la caracterización, que es insustancial, desciende a niveles inferiores.[412] Los personajes son meras encarnaciones de virtudes o vicios, insuficientemente matizadas, y consecuentemente no logran convencer al lector de su vitalidad. Sus descripciones de las brutalidades carcelarias, aunque vigorosas, estaban toscamente exageradas, y principalmente en este aspecto el libro suscitó una desfavorable acogida entre los críticos.[412] La verosimilitud de algunos de sus detalles fue cuestionada, y el novelista se defendió con vigor contra los intentos de refutar sus aseveraciones.[414] La novela tuvo, sin embargo, una enorme difusión.[412]
Entre sus novelas basadas en la documentación aparecen las que, siguiendo la línea de Defoe, descubren modos de vida u ocupaciones, como The Autography of a Thief (Autobiografía de un ladrón, 1858) y Jack of All Trades (El hombre de muchos oficios, 1858); otras, de carácter humanitario y en la trayectoria de Dickens, pero mucho más acusadoras y directas,[411] como la ya citada Nunca es demasiado tarde para enmendarse (1856) y Hard Cash (Al contado, 1863), son una feroz denuncia, respectivamente, de los horrores que había visto en las cárceles de Reading, Oxford y Durham, y en los asilos; o delatan la insalubridad de la vida en ciertos poblados, como A Woman Hater (Un misógino, 1877); o critican el celibato de los clérigos, como Griffith Gaunt, or jealousy (Griffith Gaunt o los celos, 1866), motivo que había tratado ya en The Cloister and the Hearth (El claustro y el hogar, 1861).[411] Hard Cash es otra sobrecogedora novela con propósito,[414] un fascinante registro de agónicas evasiones por mar y tierra, culminando con revelaciones de las iniquidades en los manicomios privados, y con críticas un tanto extravagantes sobre la profesión médica.[415]
Posteriormente fueron emprendidas otras tres novelas semejantes a Hard Cash, en al menos dos de las cuales el propósito moral, aunque visible por completo, no permitía entorpecer el flujo incidental: Foul Play (Juego sucio, 1869), en la que expuso las iniquidades de los ship-knackers (desguazadores de barcos), y allanó el camino para los trabajos de Samuel Plimsoll;[Nota 36] Ponte en su lugar (1870), en la que lidió con los tiránicos desmanes de los sindicatos; y Un misógino (1877), en la que exponía las degradantes condiciones de la vida rural.[414] Juego sucio fue escrita en colaboración con Dion Boucicault.[416]
Su dependencia sistemática de la información documental, y su capacidad para vivificar los resultados de sus investigaciones, lo conectan estrechamente con la categoría de los novelistas realistas, de los cuales Defoe y Zola son tipos familiares.[417] Reade había recopilado una enorme cantidad de materiales para su estudio de la naturaleza humana, procedentes de la observación personal, de periódicos, libros de viajes, almanaques de comisiones de investigación, y de lecturas diversas.[418] Y probablemente debamos su maravillosa abundancia de sucesos a su estrecho y constante contacto con los datos, guiándose por una imaginación naturalmente fértil. Incluso en sus novelas de personajes no existe un estancamiento meditativo y analítico; el desarrollo de los caracteres es mostrado mediante una rápida progresión incesante de datos significativos.[418] Los críticos han discrepado muy ostensiblemente en cuanto a los méritos de Reade como novelista, y le han atribuido y negado las mismas cualidades; pero será generalmente admitido que, si bien muy desigual, Reade fue, en su mejor momento, un escritor de poderío y viveza inusuales.[416]
William Gilbert (1804-1890) fue autor de una serie de novelas, entre las cuales las más conocidas fueron Shirley Hall Asylum (El manicomio de Shirley Hall, 1863) y Dr. Austin's Guests (Los huéspedes del Dr. Austin, 1866). Varias de esas novelas ―que se caracterizaban por su singular agudeza y lucidez estilística, por un humor seco y "sub-ácido", por un fondo de sentimiento humanitario y por unos conocimientos médicos considerables, especialmente en lo respectivo a la psicología de los lunáticos y monomaniacos― fueron ilustradas por su hijo,[419] el dramaturgo W. S. Gilbert. Cirujano y escritor, Gilbert Sr. abandonó su profesión tras heredar de su padre una considerable fortuna.[420] En 1858, cuando publicó su primer libro, Gilbert tenía casi sesenta años. Se trataba de un minucioso estudio de la vida en los bajos fondos de Londres, titulado Dives and Lazarus, que trataba sobre su tema favorito, el contraste cada vez más profundo entre las zonas de ricos y pobres, y, al igual que muchos de sus libros, no llevaba el nombre del autor. Tuvo un éxito que parece haber alentado al autor.[420] Le seguiría en 1859 Margaret Meadows, un "cuento para fariseos".[420] De sus novelas posteriores la más conocida fue Shirley Hall Asylum (1863), un estudio muy entretenido sobre la monomanía, un tema sobre el que Gilbert exhibió el minucioso conocimiento de un experto.[420]
Aunque las novelas de Gilbert nunca fueron muy populares, eran sumamente apreciadas por un selecto círculo por su originalidad. Narrador sui géneris, carente de perspectiva, de poder de compenetración, y de continuidad, Gilbert estaba, por otra parte, dotado de un estilo de chispeante lucidez, una observación tal vez más inteligente que profunda, y un muy seco pero sutil humor, en el que indudablemente hay cierta influencia del espíritu de Demócrito.[421]
George Meredith causó poca impresión en la masa general de lectores, no porque tuviese una doctrina excesivamente difícil para ellos, sino a causa del preciosismo de su estilo y método.[422] En consecuencia, su fama fue disminuyendo progresivamente a lo largo de los años debido a la complejidad de sus novelas. Se interesó profundamente por revelar el alma del hombre y la mujer en el marco psicológico, filosófico, científico y moral de su tiempo.[423] Como se ha dicho al referirse a su obra poética, Meredith entiende que las tendencias evolucionistas de la naturaleza tienen un desarrollo paralelo en el plano espiritual.[423] Su realismo idealista tiene un sustrato romántico, y su filosofía tiende a reconciliar el pensamiento científico positivista con un idealismo humanista, que para él era lo único que justificaba el vivir.[423] Su defensa de los derechos y de la emancipación de la mujer, y el respeto por su dignidad e inteligencia, emanaban de su idea de que la mujer, formada intelectual y moralmente podría contribuir eficacísimamente en la superación de la raza humana.[423]
Meredith es hombre de temperamento individualista y aun excéntrico, y como novelista no se le puede relacionar con sus antecesores. Si Dickens, Thackeray y Trollope enmarcaban sus novelas más o menos en la sociedad de su tiempo, Meredith las encierra en un sentimiento de casta casi feudal, y describe ambientes y expresa emociones muy personales en forma sumamente intelectualizada y estilo muy exigente.[424] Su estilo se va haciendo increíblemente artificioso a medida que avanzamos desde La prueba de Richard Feverel hasta Diana de las encrucijadas, pasando por El egoísta.[425] Las novelas destacadas del primer período de su producción ―La prueba de Richard Feverel (1859); Evan Harrington (1860-62); Emilia en Inglaterra (posteriormente rebautizada como Sandra Belloni,[426] 1864) y su secuela, Vittoria (1865); Rhoda Fleming (1865) y Las aventuras de Harry Richmond (1870-71)― analizan los años de formación y aprendizaje en la vida de distintos jóvenes de familias acomodadas o, en el caso de Rhoda Fleming, pertenecientes a la clase rural trabajadora. El viejo tema de padres e hijos proporcionó el asunto de La prueba de Richard Feverel, libro que, por ser el primero que ofrece ya plenamente la manera de Meredith, pero libre aún de ingeniosidad excesiva, algunos críticos consideran el mejor de los suyos.[427] Evan Harrington es la más realista, y tal vez la más generalmente entretenida, de todas las novelas de Meredith. Describe en una vena sardónica los frenéticos intentos de las hermanas de Evan[107] por escapar del Demogorgon de Tailordom.[Nota 37][107] En cuanto a Emilia en Inglaterra y Vittoria (o Emilia en Italia), la pasión de Emilia por Italia conforma el tema central del conjunto. Su figura, la más bella y elaborada que el autor había retratado, domina las dos novelas.[426] La recepción de la obra fue, no obstante, pobre.[426] Vittoria, novela de la Revolución de 1848-49, posee una compleja trama en la que figuran Carlos Alberto, Mazzini y otros personajes históricos.[428] Rhoda Fleming es, comparativamente hablando, una historia simple, principalmente acerca del amor, y se refiere ante todo a personas de vida humilde. Meredith intenta la delicada tarea de describir la pureza innata de una mujer en pos de una moral.[428] Sus facultades estaban entonces en su punto óptimo de maduración, y durante 1869 y 1870 se mantuvo ocupado en la gran novela en primera persona Las aventuras de Harry Richmond.[429] En ella, el tema de padre-hijo de Richard Feverel es reanimado en una atmósfera en ocasiones "deslumbrantemente" operística.[429] Ninguno de los libros del autor rivaliza con éste en inventiva.[429] Completa este período la novela El oficio de Beauchamp (1875), que pasa por ser la favorita del propio autor.[109]
La crítica clasifica otras tres novelas ―La casa de la playa (1877), El caso del general Ople y Lady Camper (1877) y El relato de Chloe (1879)― en un período medio de transición cronológica y temática entre las novelas tempranas y tardías de Meredith, en el que el sentimiento feminista del autor se intensificó, apoyando en sus textos los derechos de y el respeto hacia la mujer.[cita requerida]
Las obras de su último período amplían el campo para abarcar la política inglesa, alemana e italiana de la época. Son especialmente dignas de mención El egoísta (1879), Los cómicos trágicos (1880) y Diana de las encrucijadas (1885); en estas dos últimas, Meredith se inspiró en dos hechos reales de su época. El método de Meredith está plenamente desarrollado en El egoísta. No permite la crítica de los prejuicios sociales, porque éstos son la urdimbre necesaria para la situación. Tanto esta como el personaje están concebidos con penetración y sutileza psicológicas, pero estáticamente.[427] Meredith escribe esta novela en la cumbre de su capacidad creadora y marca el comienzo de un cambio en el estilo caracterizado por una mayor meticulosidad en la elección de las palabras y frases y una mayor condensación del pensamiento con respecto a sus predecesoras.[427] Diana de las encrucijadas es la primera novela del autor que logró aproximarse a la popularidad general.[109] Su protagonista, Diana Merion, es un personaje más atrayente y mejor adaptado al concepto común de comedia, pero está igualmente estereotipado, a través de toda la novela, como la misma muchacha irlandesa llena de atractivo.[427] La novela fue un éxito inmediato, y el nombre del autor, hasta entonces prácticamente desconocido por el gran público, alcanzó la popularidad. Como las otras obras de Meredith, está llena de belleza, ingenio y poesía, y representa el mayor empeño del autor por la emancipación de la mujer.[430]
Las novelas de la última fase tienen como eje principal y común la defensa de la mujer herida en su orgullo y comprometida en su honor por el despotismo masculino.[431] En la magnífica trilogía que escribe en la década de 1890, al final de su carrera novelística, Meredith estudia con especial detenimiento las relaciones hombre-mujer vinculadas a consideraciones de nacimiento, posición social y legitimidad.[432] Meredith se dedicó siempre a analizar minuciosamente la debilidad y la impostura del espíritu humano. En ocasiones parece como si hiciese de la vida algo demasiado complejo, y, a medida que va avanzando su obra, la complejidad aumenta,[433] hasta alcanzar su punto culminante en Uno de nuestros conquistadores (1891), que aborda la tragedia de la ilegitimidad en la figura de una mujer nacida de las relaciones extramatrimoniales de sus padres. Lord Ormond y su Aminta (1894) explora el caso de la diferencia de nivel social en el matrimonio. En El matrimonio asombroso (1895) Meredith insiste en el mismo tema y demuestra hasta qué punto el orgullo de casta de un hombre impide apreciar cuanto es auténticamente noble y valioso en una mujer.[432] Estas tres novelas muestran una tendencia a acentuar aquellas cualidades de estilo que restaban popularidad en general a todas las obras de Meredith, y en consecuencia hicieron poco por acrecentar la reputación del escritor.[109]
Aunque las obras de Meredith nunca fueron y probablemente nunca serán generalmente populares, su genio fue, desde el principio, reconocido por los mejores jueces.[109] Para compensar sus defectos, Meredith ofrece humor ―a menudo caprichoso, es cierto, pero entusiasta y brillante―, una observación cercana de la naturaleza y una exquisita sensibilidad por la misma, una capacidad maravillosa para la pintura verbal, el más delicado y penetrante análisis de caracteres, y un optimismo invencible que, aunque no logra cegar los aspectos más oscuros de la vida, triunfa sobre la depresión que éstos podrían inducir en una naturaleza más débil.[434] Meredith es un novelista brillante, concentrado y complejo. El humor, ingenio, magia y colorido de su estilo son evidentes. Como intérprete de la mujer y defensor de la personalidad femenina, Meredith es el más destacado de los novelistas del siglo XIX.[435]
El mundo de la política ofrecía a Anthony Trollope posibilidades parecidas a las del sector eclesiástico; le permitía presentar un nuevo aspecto de la clase dirigente y ampliar el cuadro de la sociedad inglesa victoriana.[436] En comparación con sus novelas realistas del «ciclo de Barchester», quizá nos sorprendan más, y puede que resulten más reales para el lector actual sus novelas políticas, sobre todo The Way We Live Now (El modo en que vivimos) (1874-75).[437] Las novelas del «ciclo de Palliser» no son políticas en el sentido en que lo son las de Disraeli; no presentan, como las de éste, una filosofía política o un programa de gobierno.[436] Can You Forgive Her? (¿Puedes perdonarla?) (1864-65), primera novela del ciclo, se centra en el drama matrimonial de la pareja protagonista, drama que, por su interés íntimo y por la realidad de sus personajes, atrae especialmente la atención del lector.[436] En el St. Paul's Magazine fue publicada una de las mejores novelas de Trollope, Phineas Finn, el diputado irlandés (1869), precursora de una serie de libros similares ―Phineas Redux (1873), El primer ministro (1876), El senador americano (1877) y Is He Popenjoy? (¿Es él Popenjoy?) (1878)― en los que la veta política era explotada como lo había sido anteriormente la veta de la vida rural. La veta no era tan rica ni la ejecución fue tan hábil; no obstante, estos estudios políticos poseen un interés indudable, y constituyen las más notables de entre las últimas obras de Trollope.[438] Phineas Finn y Phineas Redux narran las peripecias de un pintoresco abogado dublinés empeñado en hacer carrera parlamentaria en Londres. El primer ministro y Los hijos del duque (1880) tratan especialmente de los asuntos políticos y personales de la pareja protagonista de la primera novela del ciclo; la primera es una obra muy notable que muestra de modo convincente la actitud y la evolución mental de un gran aristócrata y político del siglo XIX.[439] En cuanto a The Way We Live Now (El modo en que vivimos), Trollope denuncia en ella con crudeza el abandono de los estándares morales, el doble juego económico, o la calculadora obsesión por el dinero que se esconden detrás de la fachada aparentemente sólida de las instituciones victorianas. La novela, que coincide con las de Dickens en el sentimiento de repulsa que inspira y en el ámbito que cubre, modifica la impresión un tanto complaciente que pudieran dejarnos las «Barchester Novels».[437] Las novelas políticas de Trollope presentan importantes escenas parlamentarias y de caza, despliegan numerosos acontecimientos sociales, y se distinguen sobre todo por los retratos de los personajes y su caracterización.[439]
Felix Holt, el radical (1865-66), de George Eliot, una novela que se ocupa de cuestiones políticas, está tensada por un sufrimiento demasiado severo para el gusto de cualquier lector.[361] La obra estudia, con un argumento muy elaborado,[440] las condiciones en que vivían las clases obreras después de la Ley de Reforma (1832), así como las actividades de los políticos radicales para encontrar vías de superación.[441] Donde otros eminentes autores han producido libros mecánicos, o libros que eran meras repeticiones de sus obras más populares, ella erró únicamente en el lado de lo penoso y lo angustioso. Felix Holt es ambas cosas, y es la única de sus novelas que carece de una nota humana inolvidable.[361]
Daniel Deronda (1874-76) fue su última novela.[358] Se trata de un tratado novelado en el que George Eliot desarrolla algunas de sus últimas conclusiones sobre las leyes que, a su parecer, orientan la vida humana.[441] Contiene algo de sátira y de personajes sumamente admirables, aunque del generoso deseo de apreciar la raza judía apenas puede decirse que haya producido resultados satisfactorios.[442] Con respecto a Middlemarch, su predecesora, exhibía la misma intuición humana, la misma apasionada sinceridad, el mismo insinuado alegato particular para casos difíciles, la misma pujanza intelectual, pero el tema era inmanejable, casi prohibitivo, y, como resultado, la novela, a pesar de su calidad, nunca gustaría del todo.[361]
Narrativa infantil y juvenil
[editar]El nombre de Stevenson es un recordatorio para no olvidar las opera minora de la época victoriana dedicadas a los niños. En algunos casos, como el de Jackanapes (El mequetrefe), de Mrs. Ewing, y Black Beauty (Belleza negra), de Anna Sewell, se trata de verdaderos clásicos infantiles, tan perfectos en cuanto al idioma como modestos. Tom Brown's School Days, de Hughes, y Eric (actualmente un poco en disfavor por su pedantería), del deán Farrar, son favoritos de las escuelas de niños que resisten la lectura en años posteriores. El tema de aventuras se encuentra en Masterman Ready, de Marryat, Peter el ballenero, de Kingston, y La isla de coral, de Ballantyne.[443]
![](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/b/bd/The_Settlers_in_Canada_-_1910_book_cover.jpg/320px-The_Settlers_in_Canada_-_1910_book_cover.jpg)
Cuando, hacia finales de la década de 1830, la soltura con la que Frederick Marryat había producido novelas sobre la vida en el mar a un ritmo de dos o tres por año comenzó a fallar, encontró una nueva fuente de beneficios en sus populares libros infantiles.[327] De hecho, sus mejores libros posteriores a 1837[Nota 38] son los escritos expresamente para niños.[326] A ellos se dedicaría principalmente durante sus últimos ocho años. La serie se inició con Masterman Ready, o el naufragio del «Pacific» (1841), y continuó con Narración de los viajes y aventuras de Monsieur Violet en California, Sonora y el oeste de Texas (1843); Los colonos del Canadá (1844); La misión, o escenas de África (1845); Los chicos de New Forest (1847); y El pequeño salvaje, publicado después de su muerte, en 2 partes (1848-49).[327]
Matilde Anne Mackarness (1826-1881), hija del dramaturgo James Robinson Planché, escribió desde muy temprana edad novelas y cuentos morales para niños. Como novelista tomó a Dickens como modelo. En 1845 apareció Old Joliffe, y al año siguiente A Sequel to Old Joliffe. En 1849 publicó Una trampa para cazar un rayo de sol, un pequeño cuento con moraleja brillantemente escrito, y es principalmente en esta producción donde descansa su reputación. Fue compuesto unos tres años antes de la fecha de publicación, y ha pasado a través de cuarenta y dos ediciones, apareciendo la última en 1882, y ha sido traducido a numerosos idiomas extranjeros, incluyendo el indostánico.[444]
El escocés R. M. Ballantyne (1825-1894) fue un prolífico escritor de ficción juvenil, que volcó en su primera obra, La bahía de Hudson, o la vida cotidiana en las selvas de Norteamérica (1848),[445] y en todas las posteriores sus propias experiencias de juventud (a los dieciséis años emigró a Canadá y estuvo seis al servicio de la histórica Compañía de la Bahía de Hudson,[445][446] comerciando con nativos y tramperos). Tras trabajar en el sector editorial,[446] cambió radicalmente de vida y, animado por un editor edimburgués,[445] comenzó a escribir un libro para niños, incorporando algunas de sus experiencias en la "gran tierra desierta".[Nota 39][447] El resultado fue publicado con éxito en 1856 bajo el título Copos de nieve y rayos de sol, o los jóvenes comerciantes de pieles.[447] Desde entonces se dedicó por entero a la elaboración de novelas de aventuras, cuentos ilustrados y manuales juveniles que le hicieron popular. En su segunda novela, Ungava: un relato de la tierra de los esquimales (1857), se inspiró de nuevo en el gran noroeste.[447] Destacan por encima de todas sus novelas las tres primeras que publicó, sobre todo La isla de coral: un relato del océano Pacífico (1857). Ninguna de sus obras de ficción posteriores fue tan popular como esas tres primeras,[445] si bien están todas ellas documentadas de primera mano: así, para escribir El bote salvavidas (1864) fue a Ramsgate y conoció al timonel del bote salvavidas de ese lugar; para preparar El faro (1865) obtuvo permiso de la Comisión de Faros del Norte para visitar el de Bell Rock, y estudió el reporte de Stevenson sobre el edificio; para obtener el colorido local de Luchando contra las llamas (1867) sirvió en el London Salvage Corps (Cuerpo de Salvamento de Londres) como bombero amateur; y Deep Down (En las profundidades, 1868) lo llevó con los mineros de Cornualles. Visitó Noruega, Canadá, Argelia y la Colonia del Cabo con el fin de documentarse, respectivamente, para Erling el intrépido, Los nórdicos del Oeste, La ciudad pirata y El colono y el salvaje.[447]
En historias tales como las citadas, a las que pueden añadirse El mundo de hielo (1859), El perro Crusoe (1860), Los cazadores de gorilas (1862), El caballo de hierro (1871) y Marfil negro (1873), Ballantyne dio continuidad a los éxitos de Mayne-Reid. Pero su éxito es tanto más notable por cuanto que sus relatos siguieron siendo genuinamente populares entre los jóvenes (a pesar de la competencia de Jules Verne, Henty y Kingston) por un período de casi cuarenta años, durante los cuales Ballantyne produjo una sucesión de más de ochenta volúmenes.[447] Ballantyne vivió en todos los aspectos de acuerdo con los ideales que buscaba inculcar en sus lectores.[448] En los libros que escribió, su pauta en todos los casos era escribir hasta donde fuera posible desde el conocimiento personal de las escenas que describía. Sus historias tenían la virtud de ser completamente sanas en el tono y poseían una considerable fuerza gráfica.[449]
Comenzando su carrera con relatos infantiles, Dinah Craik (Dinah Maria Mulock, 1826-1887) se convirtió en una prolífica y popular novelista.[450] En los círculos intelectuales londinenses halló un gran estímulo para los relatos juveniles a los que se limitó en un principio, de los cuales Cola Monti (1849) fue el más conocido.[451] El delicioso relato feérico Alice Learmont fue publicado en 1852, y numerosos relatos cortos aparecidos en publicaciones periódicas, demostrativos algunos de ellos de un gran poder imaginativo, fueron publicados en 1853 bajo el título de Avillion y otros cuentos.[451] Algunos de los relatos de este volumen exhiben también una hermosa imaginación.[452] Una colección similar, de mérito inferior, apareció en 1857 bajo el título de Nada nuevo.[451] Poco de lo que escribió posteriormente resulta importante, excepto algunos cuentos infantiles muy encantadores.[452] En su postrera etapa volvería al cuento imaginativo que tan frecuentemente había empleado en su juventud, y logró un gran éxito con The Little Lame Prince (El principito cojo) (1874), un encantador relato juvenil.[451]
Thomas Mayne-Reid (1818-1883), novelista angloirlandés, marchó a los veinte años rumbo a México para probar suerte, y vivió numerosas aventuras, incluyendo su participación en la guerra Estados Unidos-México.[453] Tras regresar a Europa comenzó su carrera de novelista con la publicación, en 1850, de The Rifle Rangers,[454] primera de una larga serie de novelas de aventuras.[453] El resto incluyen The Scalp Hunters (1851), The Boy Hunters (1853) y The Young Voyagers, que obtuvieron gran popularidad, especialmente entre el público juvenil.[453] Nunca superaría sus primeras obras, salvo quizás en The White Chief[454] (1855) y The Quadroon (1856).[454] La simplicidad de las tramas y la sencilla variedad de incidentes emocionantes se encuentran entre las virtudes que contribuyen a su popularidad entre los jóvenes. Sus reflexiones no son profundas, pero con frecuencia resultan más sensatas de lo que podría suponerse en un principio por su manera agresiva de expresarlas.[454]
El reverendo Henry Cadwallader Adams (1817-1899) fue profesor en el Winchester College y, además de redactar y publicar libros de texto escolares (de latín, griego y religión), como escritor de ficción se especializó en relatos de ambientación escolar en la época victoriana (The Cherry-stones, or Charlton School, 1851; Who Did It?, or Holmwood Priory: A Schoolboy's Tale, 1852; College Days at Oxford, or Wilton of Cuthbert's, 1887) y de aventuras en lugares remotos del Imperio (The Indian Boy, 1865; Hair-breadth Escapes, or The Adventures of Three Boys in South Africa, 1876; Travellers' Tales: A Book of Marvels, 1883).
W. H. G. Kingston fue un autor notablemente prolífico, especialmente de novelas juveniles de aventuras. Vivió largo tiempo en Portugal y realizó frecuentes viajes entre este país e Inglaterra, lo que le hizo cobrar un afecto especial por el mar, tema recurrente en sus novelas posteriores. A partir de 1850 su principal ocupación fue la de escribir libros para jóvenes[455] (más de un centenar), o la edición de anuarios y semanarios juveniles.[455] Su primera novela juvenil, Peter el ballenero, fue publicada en 1851 con tal éxito que su autor abandonó su negocio y se dedicó por completo a la producción de este tipo de literatura, en el que su popularidad llegó a ser merecidamente grande; y durante treinta años escribió más de 130 historias.[456] De entre sus numerosas novelas de aventuras de ambiente marinero destacan títulos como Blue Jackets (1854), Digby Heathcote (1860), La travesía del «Frolic» (1860), Las naves de fuego (1862),[455] Los tres guardiamarinas (1862), El guardiamarina Marmaduke Merry (1863), Foxholme Hall (1867), Ben Burton (1872),[455] Los tres tenientes (1874), Los tres comandantes (1875), Los tres almirantes (1877),[457] Secuestro en el Pacífico (1879) y Hendriks el cazador (1884).[458]
Aparte de los ya mencionados, otro aspecto de la personalidad de Charles Kingsley como prosista se manifiesta en sus cuentos para niños.[459] Los héroes (1856), de inspiración mitológica griega, y Los niños del agua: cuento de hadas para un niño de tierra (1863) han gozado siempre del favor del público.[459] Los niños del agua es un cuento para niños escrito para inspirar amor y respeto por la naturaleza.[404]
Frances Freeling Broderip (1830-1878), hija del poeta Thomas Hood (1799-1845), inició su carrera literaria en 1857 con la publicación de Wayside Fancies, que fue seguida en 1860 por Funny Fables for Little Folks (Fábulas divertidas para gente menuda), la primera de una serie de obras cuyas ilustraciones fueron proporcionadas por su hermano, Tom Hood.[Nota 40] [460] Otros libros suyos: Chrysal, o una historia con final (1861); El país de las hadas, o entretenimientos para la nueva generación (1861) (escrito por Thomas y Jane Hood, y sus hijo e hija); El pequeño renacuajo y otros cuentos (1862); El presupuesto de historias de mi abuela (1863); Canciones alegres para voces menudas (1865) (escrito por F. F. Broderip y Thomas Hood); El grillo Gruñón y el sobrecama (1865); Los chismes matutinos de mamá (1866); Las rosas silvestres: historias sencillas de la vida rural (1867); La margarita y sus amigos: cuentos y relatos para niños (1869); Cuentos de juguetes contados por ellos mismos (1869); Excursiones a Puzzledom (1879) (escrito por Tom Hood y F. F. Broderip).[461]
Frederic William Farrar (1831-1903), deán de Canterbury, vivió una plácida infancia en Aylesbury[462] hasta que fue internado en el King William's College de la Isla de Man.[462] La cultura y el confort del hogar de Aylesbury y las comparativas incomodidades y tosquedades del college son descritos por Farrar en su primera historia,[462] Eric, or Little by Little (Eric, o poco a poco) (1858), un relato de la vida escolar, parcialmente autobiográfico, que mantuvo su popularidad durante mucho tiempo; en vida del autor aparecieron treinta y seis ediciones.[463] Eric describe la caída en la depravación moral de un niño en un internado, y carece de la melosidad y la unidad orgánica de Tom Brown's School Days, que apareció un año antes. Pero influye en los niños a través de su viveza y sinceridad, que reflejan el temperamento ardiente y el altruista idealismo de Farrar. Seguiría en 1859 Julian Home: un relato de la vida universitaria.[463] En 1862 fue impreso de forma anónima Saint Winifred, o el mundo de la escuela.[463]
Hesba Stretton (Sarah Smith, 1832-1911) comenzó pronto a escribir pequeños cuentos sin intención de publicarlos.[464] Charles Dickens, director del Household Words,[464] le publicó uno de esos relatos, The Lucky Leg, el 19 de marzo de 1859.[464] A partir de entonces, la joven autora contribuiría a casi todos los números navideños del All the Year Round hasta 1866. Su cuento más notable de ese período fue The Travelling Post Office (La estafeta ambulante), de la serie Mugby Junction (diciembre de 1866).[464] Sin embargo, su obra pasó casi desapercibida hasta la aparición en el Sunday at Home de La primera oración de Jessica (1866), una conmovedora historia, escrita con sencillez, sobre el despertar de una niña abandonada al significado de la religión. Publicada en forma de libro en 1867, alcanzó una popularidad inmediata y perdurable.[464] Vendió más de un millón y medio de ejemplares,[464] y fue traducida a todas las lenguas europeas y a la mayoría de las lenguas asiáticas y africanas. La historia muestra un conocimiento preciso de la vida de los niños indigentes en las grandes ciudades, e incorpora investigaciones personales de las condiciones en los bajos fondos.[464] Siguieron otras historias similares, de las cuales las más populares fueron Los hijos de Little Meg (1868) y Alone in London (1869), que alcanzaría una circulación simultánea de 750.000 copias.[464] Hesba Stretton publicó en total cincuenta volúmenes, en su mayoría cuentos religiosos y morales.[464]
Juliana Horatia Ewing (1841-1885), escritora de relatos infantiles,[465] escribió historias que apenas han sido superadas en percepción comprensiva de la vida infantil, y siguen gozando de una popularidad sin menoscabo.[465] Su primer relato, A Bit of Green, publicado en julio de 1861, constituyó, junto con algunos otros, su primer volumen, publicado en 1862 bajo el título de El sueño de Melchor y otros cuentos.[466] En 1869 el Aunt Judy's Magazine, que su madre puso en marcha en 1866,[467] publicó el relato que muestra el punto álgido de sus facultades: La tierra de los juguetes perdidos, seguido por otros muchos, algunos escritos en deliciosos versos irregulares y posteriormente publicados en pequeños volúmenes independientes. En 1872 escribió su primera historia soldadesca, The Peace Egg, seguida por Lob-lie-by-the-Fire (1873), la popular Jackanapes (El mequetrefe) (1884) y la conmovedora Historia de una vida breve[466] (1885), obteniendo estas dos últimas, en particular, un gran éxito.[467] Aparte de las ya citadas, sus mejores historias son: The Brownies (1870), A Flat-Iron for a Farthing (1873),[467] Los recuerdos de la señora Over-The-Way (1866), Six to Sixteen, Jan el del molino de viento (1876), Una gran emergencia (1877), Nosotros y el mundo (1881), Cuentos de hadas anticuados, Brothers of Pity (1882), La colada de la muñeca, Master Fritz, Nuestro jardín, Los hijos de un soldado, Tres pequeños nidos de pájaros, Una semana en una casa de cristal, A Sweet Little Dear y Blue-Red (1883).[467] La mayor parte de las historias de Mrs. Ewing aparecieron en el Aunt Judy's Magazine, entre 1861 y 1885, pero también contribuyó a otras publicaciones periódicas.[466] De estilo sencillo y sin afectación, y sana y saludable en sus temas, con sosegados toques de humor y brillantes esbozos de paisajes y personajes, las mejores historias de Mrs. Ewing nunca han sido superadas en el género de literatura al que pertenecen.[467]
Jean Ingelow escribió excelentes relatos para niños: Mopsa the Fairy (El hada Mopsa), Stories told to Children (Historias contadas a los niños), etc.[97] Describió la vida infantil con gran resultado, y su mejor trabajo en esa línea se encuentra en Stories told to a Child (Historias contadas a un niño), publicado en 1865. Entre esa fecha y 1871 escribió numerosos relatos infantiles.[98]
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Lewis Carroll (Charles Lutwidge Dodgson, 1832-1898), brillante matemático, lógico, diácono anglicano y fotógrafo anglo-irlandés, fue además uno de los escritores más célebres de su tiempo gracias a sus dos obras más famosas: Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) y su secuela, A través del espejo (1871). Ambas recurren al despropósito, pero a un despropósito calculado que apenas si elude nuestra comprensión.[468] Destacó por su facilidad para los juegos de palabras, la lógica y la fantasía; actualmente sigue siendo uno de los escritores más leídos del mundo y existen sociedades en varios países[469] dedicadas al disfrute y a la promoción de sus obras y a la investigación de su vida. Desde muy joven escribió poemas y cuentos (en su mayoría de tono humorístico) para varias revistas. Su amistad con la familia del decano Henry Liddell, en especial con sus tres hijas (Lorina, Alice y Edith Liddell), ejercería una notable influencia en su carrera como escritor.
![](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/4/4e/Alice_par_John_Tenniel_42.png/300px-Alice_par_John_Tenniel_42.png)
Carroll ideó la historia que con el tiempo se convertiría en su primer y más resonante éxito editorial durante una excursión con su amigo el reverendo Robinson Duckworth y las hermanas Liddell en el verano de 1862.[470] Fue la propia Alice Liddell (posible inspiración del personaje de Alicia) quien le animó a que escribiera la historia para ella[471] y le añadiese ilustraciones. Carroll regaló a Alice Liddell el manuscrito terminado ―ilustrado por él mismo e inicialmente titulado Alice's Adventures Under Ground (Las aventuras subterráneas de Alicia)― en noviembre de 1864.[471] Tras revisar y ampliar el texto, la editorial Macmillan & Co. publicó Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas en 1865,[471] con ilustraciones del prestigioso dibujante John Tenniel. El libro alcanzó un abrumador éxito comercial que cambió la vida de su autor en muchos aspectos y le hizo famoso en todo el mundo. En su formato definitivo, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas ―o Alicia en el país de las maravillas, como es abreviado por la mayoría de personas― fue inmediatamente popular, y ha sido popular desde entonces, con una popularidad solo igualada por su compañera, A través del espejo,[472] la secuela que se publicaría a finales de 1871, con un tono algo más oscuro que el de su antecesora. En ellas el don para la absurda invención cómica y la delicada diversión fantástica que poseía el autor está en su punto álgido; mientras que la circunstancia de que los libros tuvieran su origen en el deseo de entretener a una de sus pequeñas amigas los anima con un encanto y una humanidad que no se encuentran en el mismo grado en ninguna otra cosa escrita por él.[472]
El éxito de ambos libros se vio fortalecido en gran medida por los dibujos de Mr. John Tenniel. Alicia en el país de las maravillas ha sido traducida al francés, alemán, italiano y neerlandés.[472] El autor llevó a cabo algo que era prácticamente nuevo en literatura: una locura persuasiva a la par que alegre, que por sus bufonadas fascina a los niños y por su astucia a los mayores. Los dos libros de Alicia fueron adaptados al teatro en 1886 por Mr. Savile Clarke.[Nota 41][472]
Nunca sabremos si Lewis Carroll sintió que en ese mundo inestable de figuras que se disuelven unas en otras hay un principio de pesadilla. Años después publicaría los dos tomos de Silvia y Bruno (1889/1893), intrincada y casi indescifrable novela que, según él, procede directamente de sueños.[473]
George Alfred Henty (1832-1902), novelista juvenil, escribió más de 80 libros para jóvenes, que gozaron de gran popularidad. Entre ellos están By England's Aid, Marcha hacia Jartum, Afrontando la muerte, En la causa de la libertad, En la Pampa, etc., todos plenos de aventuras e interés, y todos transmiten información así como diversión.[474]
Su primer libro para jóvenes, En la Pampa (1868), fue seguido por Los jóvenes francotiradores (1872), una historia de la guerra franco-prusiana. Después de 1876 se dedicó a escribir historias mayormente basadas en sus propias experiencias. Publicó cerca de una docena de ortodoxas novelas, incluyendo El secreto del coronel Thorndyke, publicada en 1898, pero ninguna de ellas lograría mucho éxito. Su verdadera fortaleza residía en escribir historias de aventuras para jóvenes, que aparecían a razón de tres o cuatro volúmenes al año. La historia militar era su tema favorito, pero sacó provecho de toda la historia, desde la del Antiguo Egipto en El gato de Bubastis (1889) hasta la de los asuntos de actualidad en Con Roberts a Pretoria (1902). Se enorgullecía de su fidelidad histórica y de su sensibilidad varonil.[475]
Más destacado quizá por su labor como dramaturgo, Oscar Wilde compuso entre los años 1885 y 1890 varios relatos cortos y algunos encantadores cuentos de hadas rebosantes de ternura y humorismo, que fue recopilando en tres volúmenes. El príncipe feliz y otros cuentos (1888, ilustrado por Walter Crane y Jacomb Hood), un volumen con un toque picante de sátira contemporánea,[310] y su secuela, Una casa de granadas (1892), que fue considerado en general, en valoración del autor, como "no destinado ni a los niños británicos ni al público británico",[476] reunían sus nueve cuentos de hadas, entre los que destacan El príncipe feliz, El gigante egoísta y El joven rey.
Novela de formación o de aprendizaje (Bildungsroman)
[editar]En Chesterton, un pueblo cercano a Cambridge donde residió con su tío durante un tiempo, el novelista Frank Smedley (1818-1864) adquirió su conocimiento de la vida universitaria, y también allí se confirmó su innato amor por la vida al aire libre y los deportes.[477] Estas características, junto con un sentido del humor más ágil que profundo, se manifiestan en las Escenas de la vida de un alumno particular, con la que Smedley contribuyó, animado por dos primos suyos, de forma anónima al Sharpe's London Magazine entre 1846 y 1848; las Escenas resultaron ser tan exitosas que posteriormente serían ampliadas en Frank Fairlegh, o escenas de la vida de un alumno particular, publicada en 1850 en formato de novela medianamente extensa. Enseguida sería requerida una segunda edición, que fue ilustrada por George Cruikshank.[477]
Ofrecer un retrato satisfactorio de la juventud en su condición escolar, algo que debiera entretener al mismo tiempo a los jóvenes y a sus mayores, es una tarea complicada, si no imposible; pero, después de Tom Brown's Schooldays (y excluyendo Viceversa), es probable que ningún libro haya estado más cerca de una solución al problema que Frank Fairlegh, cuyos primeros capítulos representan la cima de los logros literarios de Smedley. Para obtener su éxito, el autor evita felizmente cualquier intento de patetismo y lo fía todo a un suceso bien ideado y en una veta de jocosidad genuina, si bien un tanto rudimentaria.[478]
Edward Bradley (1827-1889) fue amigo y socio de Cruikshank, Frank Smedley, Mark Lemon y Albert Smith.[Nota 42][479] Generalmente escribía para la prensa bajo el seudónimo de «Cuthbert Bede», la suma de los nombres de los dos santos patronos de Durham. Su único éxito literario notable lo obtuvo en 1853, cuando produjo Las aventuras de Mr. Verdant Green, un novato en Oxford.[479] La primera parte fue publicada en octubre de 1853;[479] la segunda parte aparecería en 1854 y la tercera en 1856. Las tres partes fueron posteriormente encuadernadas en un volumen, del cual para 1870 se habían vendido cien mil copias.[479] El personaje de Verdant Green es una especie de Pickwick universitario, y el libro está repleto de diversión inofensiva. Cuando consideramos la dificultad del tema, la fidelidad general con la que se describe una cara de la vida universitaria, y el hecho de que el propio Bradley no era un oxoniense, difícilmente podemos denegar al autor cierta dosis de genio.[480] Una secuela, escrita por Bradley muchos años después con el título de El pequeño Mr. Bouncer y su amigo Verdant Green (1878), no se acercó al original en su vigor.[480]
Thomas Hughes (1822-1896), amigo de Kingsley y de Maurice, y miembro activo del grupo de los Socialistas Cristianos, reduce la historia a biografía y descripción de su propia vida escolar en Tom Brown's School Days,[481] que apareció de forma anónima en abril de 1857. Su éxito fue rápido, publicándose cinco ediciones en nueve meses.[482] Esta novela de propósito didáctico-social alcanzó una enorme popularidad[483] y resultó muy útil: además de ser una obra clásica en su género, hizo mucho por fijar el concepto inglés de lo que debería ser una escuela pública.[484] Probablemente sea imposible representar al escolar en su estado natural y de un modo realista; es extremadamente difícil retratarlo de tal manera que le resulte interesante a los adultos. Con todo, esto último ciertamente se ha logrado dos veces en la literatura inglesa: por Dickens en Nicholas Nickleby y por Hughes en Tom Brown. En ambos casos, el interés se concentra en el maestro, en el primero un demonio, en el segundo un semidiós.[484] Tom Brown's School Days es un fragmento de vida, presentado de forma sencilla y modesta, con un humor poco común que aparece por todas partes, e impregnado del mejor género de sentimiento religioso inglés.[482] El libro fue escrito expresamente para jóvenes, y sería difícil medir la buena influencia que ha ejercido sobre innumerables muchachos por su poder para participar de sus modos y prejuicios, y para apelar a sus mejores instintos; pero ha sido recomendado a lectores de toda edad, clase y carácter.[482] En su idioma, tal vez siga constituyendo el mejor cuadro de la vida en las escuelas públicas inglesas. Su secuela, Tom Brown en Oxford (1861), fue un relativo fracaso.[483]
George Alfred Lawrence (1827-1876) iba para abogado, pero pronto dejaría su profesión y se entregaría a la literatura. En 1857 asombró a los lectores de novelas con su Guy Livingstone, or Thorough, con su deificación de la fuerza y su muy cuestionable moralidad. Los críticos hostiles describieron al héroe como una mezcla de luchador y libertino, mientras que los admiradores del libro elogiaron su desprecio de los convencionalismos y la osadía personal tanto del héroe como del autor, y un relato que el autor incluyó en la obra describiendo su propia niñez y su vida universitaria le daba un toque adicional al libro. Se vendió mucho, y a partir de entonces Lawrence produciría una obra de ficción casi cada dos años.[485] En sus numerosos libros, el estilo de Lawrence es siempre vigoroso, y él nunca resulta aburrido.[486]
Narrativa fantástica
[editar]Además de poeta, George MacDonald fue un prolífico novelista, especialmente célebre por sus conmovedores cuentos de hadas y relatos fantásticos de notable encanto y originalidad,[188] así como por haber ejercido una notable influencia posterior en la obra de autores como Edith Nesbit, W. H. Auden, J. R. R. Tolkien, C. S. Lewis o Madeleine L'Engle. A partir de 1857 las energías de MacDonald fueron absorbidas en gran parte por la ficción en prosa de dos clases, una de las cuales se ocupaba de cuestiones místicas y psíquicas[189] En 1858 apareció el delicioso "romance feérico"[487] Phantastes: A Faerie Romance for Men and Women, igualmente atractivo como alegoría y como cuento de hadas. Alcanzó rápidamente la categoría de Ondina y otros clásicos del género.[189] El volumen de relatos Adela Cathcart (1864) y El portento, una historia sobre la clarividencia (1864), desafiaban acertadamente el materialismo de la época.[189]
Novela sensacionalista
[editar]El género popular de «novela sensacionalista» («sensation novel») surgió en Gran Bretaña a partir de las anteriores novelas melodramáticas y «novelas de Newgate», y se desarrolló en las décadas de 1860 y 1870. El término «sensation novel» se aplicó inicialmente en tono despectivo a una amplia gama de novelas de crímenes, misterio y terror escritas en la década de 1860.[488] El subgénero quedó eficazmente definido en un período de dos años por las novelas de Wilkie Collins, Ellen Wood y Mary Elizabeth Braddon, inicialmente publicadas por entregas en las nuevas revistas literarias antes de aparecer en un formato de tres volúmenes favorecido por los préstamos bibliotecarios.[488] Winifred Hughes asocia el auge de la «novela sensacionalista» en la década de 1860 con un continuado gusto popular por la novela gótica del siglo anterior (particularmente el goticismo escalofriante de Ann Radcliffe y el más horripilante de Matthew G. "Monk" Lewis, las novelas históricas de Sir Walter Scott, las historias orientales de Lord Byron) y por la más reciente «novela de Newgate», iniciada por William Harrison Ainsworth, Edward Bulwer-Lytton y Charles Dickens. Los críticos conservadores, sostiene esta autora, consideran este nuevo subgénero ―como así ejemplifican las novelas de principios de la década de Wilkie Collins, Ellen Wood y M. E. Braddon― como "impetuoso, vulgar y subversivo".[489] Si bien fue La dama de blanco (1859-60), de Wilkie Collins, la novela que inició la moda «sensation»,[488] sería la controvertida East Lynne (1861), de Ellen Wood, la primera obra en ser denominada por la crítica como "sensacionalista" y la que inició una tendencia entre cuyos principales exponentes también se incluyen, además de los mencionados Collins (Sin nombre, 1862; Armadale, 1866) y Wood (La sombra de Ashlydyat, 1863), Mary Elizabeth Braddon (El secreto de Lady Audley, 1862; Aurora Floyd, 1863) y Charles Reade (Griffith Gaunt o los celos, 1866; Juego sucio, 1869).
Ficción detectivesca, policíaca y de misterio
[editar]La identidad de Charles Warren Adams (1833-1903) como autor de El misterio de Notting Hill no fue establecida hasta 1952 por el filólogo William E. Buckler y corroborada en 2011 por el profesor y especialista en novela policiaca Paul Collins.[490] Adams se publicó a sí mismo al menos dos novelas muy populares, Velvet Lawn (1862) y El misterio de Notting Hill (1865), firmadas con el seudónimo de Charles Felix.[490] El misterio… se había publicado antes, por entregas y sin firma del autor, en Once A Week, del 29 de noviembre de 1862 al 17 de enero de 1863, con ilustraciones de George Du Maurier.[491] Según dijo en 1972 el difunto Julian Symons, gran conocedor de la novela policiaca, "sin duda" El misterio de Notting Hill es "la primera novela de detectives".[491]
En El misterio de Notting Hill, la investigación corre a cargo de un agente de seguros, Ralph Henderson. La novela es su informe, en el que aporta todas las pruebas que demuestran, a su satisfacción, que Madame R. fue asesinada, así como el modo en que se cometió el crimen. En el informe se encuentran declaraciones de numerosos testigos, entre ellos policías, y todas se analizan meticulosamente y se valoran con método y precisión. No hay persecuciones espectaculares, ni enfrentamientos con delincuentes ni operaciones encubiertas. En este sentido, la novela destaca por su modernidad.[492] Por lo que respecta a los anales de la literatura, es también la primera novela completa de detectives en lengua inglesa.[493]
La década de 1860 marca el despertar de la novela policiaca. La más conocida de las primeras que se escribieron es La piedra lunar, de Wilkie Collins (1824-1889), publicada en 1868, después de su presentación por entregas en All The Year Round, de enero a agosto de ese mismo año.[491] Cuando se publicó La piedra lunar, la novela de detectives ya era un género consolidado.[494]
Con elementos de misterio y atmósferas tenebrosas tomados de los novelistas góticos (si bien este autor podía hacer aparecer el misterio y el terror de una manera mucho más ingeniosa que Horace Walpole o Ann Radcliffe[381]) y otros más influidos por el realismo oscuro y descarnado de las últimas novelas de Dickens, Collins creó un género nuevo que posteriormente sería cultivado por escritores tan conocidos como Arthur Conan Doyle y Agatha Christie.[495] Bajo el influjo de la novela epistolar del siglo XVIII